Instintos

Cuando Edwar abrió los ojos, se vio rodeado de aparatos, tubos y mangueras por todos lados; se llevó la mano a la cabeza al sentir una punzada que venía desde adentro. La venda alrededor de su frente le hizo revivir con imágenes que como flashes se encendían frente a sus ojos, recordándole lo que había ocurrido horas atrás. Al girar su cabeza, recostado en la pared con los brazos cruzados y mirándolo fijamente, estaba Bodolf.

—¿Dónde está ella? —fue lo único que le importó preguntar en ese momento.

—¿Te refieres a mi mujer? —respondió con una pregunta llena de sarcasmo. Aunque Edwar le quiso responder como debía, tuvo que aguantarse las ganas.

—¡Sí, a ella! —contestó parcamente.

—¡No sobrevivió! Ni ella, ni mi hijo —dijo y descruzando sus brazos, metió las manos en los bolsillos del pantalón y se aproximó hacia él.— y de no ser porque eres mi hermano, te mataría ahora mismo, Ed.

—¡Hazlo, maldita sea, hazlo! —Edwar intentó incorporarse y sintió un fuerte dolor en la zona lumbar
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