Juego prohibido

Nervioso por la incómoda situación le susurra a Bestrice para que se oculte en el baño, se dilata lo más que puede en abrir y la puerta suena por segunda vez. Al abrir, es Pilar, el ama de llaves.

—Disculpe la hora, Sr Edwar, dejó en la biblioteca su móvil —dice, mientras le entrega el teléfono.

—Gracias, estuve leyendo y lo olvidé. —responde.

—Que descanse.

—Igualmente Pilar —la mujer sonríe, se retira y Edwar cierra la puerta.

Exhala un suspiro, Beatrice sale de su escondite y vuelve a sus brazos. Edwar se aparta de ella, tratando de ser racional y no caer en aquel juego peligroso de la seducción y del placer.

—Es mejor que regreses a la habitación con mi hermano.

—Sólo quiero estar aquí, contigo —insiste ella.

—¡Esto es una locura! Bodolf es mi hermano, entiende que esto no está bien.

—Me deseas tanto como yo, no lo niegues. Lo vi en tus ojos cuando entré al salón,—deslizó sus uñas por el antebrazo de Edwar haciendo que toda su piel se erizara.— mira como te estremecen
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