¡A salvo!

La noche se volvía cada vez más oscura y fría. La lluvia era dispersa, aún así Edwar caminaba delante de Selena, asegurándose de protegerla de los peligros que pudieran aparecer en medio del bosque, conocía aquel lugar a la perfección, había crecido en él. En tanto, los pasos de Selena eran cada vez más pesados y lentos, estaba agotada, el cuerpo le dolía.

—¡Vamos! No puedes detenerte. Sé donde podremos ocultarnos. Pero debemos atravesar las montaña. —dijo él.

—¡No puedo! Estoy exhausta. Las piernas no me dan. —contestó ella. Él se detuvo parra esperarla. De pronto, la tomó por la cintura, la echó sobre su hombro y comenzó a andar, aquello complicaba su situación de escape, ya que debia por lo mucho más lento de lo debido.

En tanto, a través del bosque denso y ominoso, los aullidos aterradores de sus enemigos se escuchan más de cerca. Edwar y Selena se aferraban con fuerza, él sostenía su mano y corría delante de ella. A ratos la dejaba ir adelante y guardaba sus espaldas, luego la alcanzaba y continuaba corriendo a su lado. Su respiración era agitada y sus corazones latían desbocados por la adrenalina y el miedo. Sabían que debían encontrar un refugio seguro antes de que los licanes los alcanzaran.

—¡Bájame! —dijo con voz firme.

—¿Estás segura? —preguntó él.

—¡Sí! Así nos atraparan a los dos y si es como tú dices, que vienen es por mí, no puedo dejar que te atrapen por mi culpa.

—Dije que voy a cuidarte y eso haré —respondió parcamente. La colocó en el suelo, ella tomó aire, él sujetó su mano y echaron a correr.

Corrieron sin descanso, esquivando ramas y troncos caídos, escalando colinas empinadas en su desesperada huida. El aullido de los licanes resonaba en el bosque, acercándose cada vez más, haciendo que los pelos en la nuca de la pareja se erizaran y su determinación se fortaleciera.

Finalmente, divisaron a lo lejos una cabaña abandonada, una construcción antigua y deteriorada en lo alto de una colina rocosa, iluminada débilmente por la luz de la luna. Sin dudarlo, redoblaron sus esfuerzos y corrieron hacia la cabaña, con los licanes pisándoles los talones y la esperanza de que allí estarían a salvo.

Al llegar a la cabaña, entraron precipitadamente y cerraron la puerta con fuerza, sintiendo un alivio momentáneo al estar a salvo, al menos por el momento. El interior de la cabaña estaba polvoriento y abandonado, pero ofrecía un refugio temporal de la amenaza que los acechaba afuera.

—Estaremos a salvo por lo menos por un buen rato. —dijo él, mientras intentaba recobrar el aliento.

Selena sintió que su desvanecía, la frialdad de la noche y su ropa mojada, la hacían temblar involuntariamente. Al verla temblando de frío, él se quitó el suéter, lo exprimió lo más que pudo y se lo entregó de regreso. Ella miró la perfecta anatomía de aquel hombre y su virilidad.

—Cúbrete, por ahora no tengo nada más para darte. —dijo y se lo entregó, ella tomó el suéter.— Creo que lo mejor es que te quites ese vestido mojado.

—¿Qué quieres verme desnuda? —espetó ella.

—De regreso la niña malcriada —contestó en tono burlesco.

Ella se levantó, se desvistió delante de él, quién no pudo resistirse y mirar su cuerpo.

—Sí quieres puedes voltearte —dijo y él se giró de espaldas a ella, entonces ella contempló su trasero y mordió su labio inferior mientras pensaba “que bueno está”.— Ya puedes voltearte.

Edwar sonrió y sin verla se sentó en el piso, evitando recostar su espalda de la pared y lastimarse, la herida le ardía aunque rápidamente se iba cicatrizando. Agotado se dejó caer, adoptando una posición fetal y sin darse cuenta se quedó dormido. Selena se refugió en una esquina de la cabaña, no había muebles, apenas tablas regadas por todo el piso.

Mientras él descansaba, ella buscaba entender lo que acababa de ocurrir con los tres lobeznos, para ella todo fue producto de un encuentro casual, aunque él insistía en que la estaban buscando. ¿Pero por qué a ella? Revivió entonces en su mente aquellas imágenes de aquel momento de terror, de ver como el lycan expuso su vida para defenderla de aquellos seres perversos y salvajes. De no ser por él, no sé imagina lo que podían haberle hecho.

Verlo dormido, le provoca mucha ternura, una brisa helada se sintió dentro de la cabaña, había escapando, quizás podía huir mientras él dormía, pero algo se lo impedía nuevamente. ¿Qué tenía ese extraño que lograba atraerla de aquella forma, al punto de doblegar su propia voluntad? Su piel se erizó por completo, se cubrió con sus propios brazos, temblando de frío. De pronto, lo escuchó quejarse por segunda vez, él también estaba temblando. Se acercó a él a gatas, colocó su mano sobre su brazo y sintió que su piel ardía mucho más. Debía tener mucha fiebre, sus temblores eran producto de ello.

—¡Agua! Por favor. —Selena sacó las manos por una pequeña ventana, recogiendo con ambas manos el poco de agua que caía desde el tejado y le dio de beber de sus manos.

—Tienes mucha fiebre —dijo ella, tocando su cuello.

—Tengo frío —dijo temblando aún más.

Selena sabía que aquella fiebre podía causarle escalofríos e inclusive convulsiones, debía buscar la manera de evitarlo. Se colocó detrás de él, se recostó y lo cubrió con sus brazos. Al sentir la tibieza de su cuerpo poco a poco dejó de temblar. Ella en tanto, sentía que ardía desde dentro, la proximidad con aquel extraño era algo perturbador para ella.

—Gracias. —dijo él volteando su cabeza hacia ella.

—Vas a estar bien. —Le contestó.— Duerme.

Durante la noche, él despertó agitado varias veces la fiebre había cedido un poco con el calor de Selena, aún así todo el cuerpo le dolía en extremo. Como pudo se sentó y observó a la pelirroja, ella se había quedado dormida junto a él, la observó y contempló su silueta, sus senos redondeados, apenas cubiertos por el escote del vestido rasgado; su piel era tersa y blanca, deseaba tocarla, sentir y comprobar su suavidad, pero a la vez sentía una gran ternura y admiración por aquella chica. Ella había cuidado de él como no lo hizo antes ninguna otra mujer.

—¡Eres hermosa, Selena! —dijo y apartó el mechón de cabello que caía en su rostro. Pronto sintió su suaves mejillas y deslizó sus dedos por el contornos de sus labios. Ella se movió un poco y él quitó su mano rápidamente con miedo de despertarla.

Al ver que no despertó, se recostó nuevamente pero de frente a ella, quedando tan próximo que podía sentir la respiración de ella; Edwar la cubrió con sus brazos, la noche estaba fría y su rostro quedó frente al de la chica. Sus labios se sintieron como un imán atraídos y sin querer evitarlo, la besó. Ella despertó al sentir su lengua entrando a su boca, y se dejó llevar por completo. También deseaba sentir sus labios, sus manos y caricias, su cuerpo ardiendo en llamas.

Pronto las manos se desataron, las de él acariciaron la espalda semi desnuda, la de ellas sus brazos y cuello, su cabeza, entrelazando sus dedos en el cabellera del apuesto lycan. Los labios de él iniciaron el recorrido por su cuello, mientras Selena se estremecía al sentirlo, sus cuerpos parecían reconocerse tras cada roce y contacto de sus pieles.

Selena se giró de frente, quedando boca arriba, él se subió sobre ella, la chica abrió sus piernas ligeramente dejando que él encajara su pelvis entre ellas. Sus labios continuaron descendiendo hasta llegar hasta sus senos turgentes y ávidos de ser saboreados, Edwar liberó el primero de ellos con una de sus manos y se dedicó a saborearlo, la hermosa chica, se movía cadenciosamente al sentir con la lengua húmeda de aquel hombre jugueteaba con su pezón haciéndolo endurecerse. Luego continuó con su otro seno, liberándolo y propagando en ella el deseo y la lujuria cada vez que mordía suavemente sus pechos.

Aunque la rojiza quería detenerse, no podía, quería decirle que no continuara. Mas su inconsciente la empujaba a hacerlo. Una lucha mental entre razón y deseo se enfrentaban dentro de su cabeza, pero un tercer implicado parecía no importarle nada de lo que estaba ocurriendo. Su cuerpo no quería dejar de sentir aquellas caricias, ni detenerse ante lo que estaba por ocurrir entre ellos.

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