Durante la noche, Edwar no dejó de sentirla, de disfrutar de cada parte de su cuerpo, como si deseara grabarse en la memoria cada centímetro de su piel y su aroma. Ese aroma que emanaba de su sexo y su suavidad trastornaban al lycan. Ver como su cuerpo delicado y frágil se ceñía al suyo, sus movimientos instintivos y sus gemidos que dentro de aquella cabaña resonaban como la más exquisita melodía.
Sus sexos convergían nuevamente, ella se prendía con sus garras a su costado, mientras él se movía dentro de ella de forma ondulante, Selena enarcó su espalda al sentir su falo dentro de su estrecha vagina. Edwar sentía su tibieza, como sus fluidos descendían dejando su estrecha vagina totalmente húmeda, sin detenerse entró cada vez más profundamente de su hendidura que como lava volcánica lo quemaba.Sus movimientos pélvicos ahora son un tanto soeces y perversos. La chica podía sentir como él presumía de su fortaleza frente a ella. Entraba y salía de ella con firmeza robando gemidos de placer a la pelirroja, quien a pesar del leve ardor que sentía en su vagina, quería seguir sintiéndolo, por lo que se movía sinuosamente para llevarlo a un nivel mayor de excitación.Selena se estremecía, gemía y movía con placer y lujuria. Acababa de entregar su virginidad a aquel extraño. Ahora le pertenecía, era suya.—¡Eres exquisita! —susurró a su oído, mientras la embestía con más fuerza y placer llenándola de sí, fundiendo su cuerpo con el de ella y dejando dentro su huella.Selena no supo cuantos orgasmos experimentó esa noche en brazos del lycan, tanto exceso no pareció normal, ¿Debut y despedida? Eso lo sabría muy pronto.A pesar de los picos de oxitocina que había experimentado en esas casi seis horas de sexo continúo, Selena comenzó a sentirse un poco mal. Su cuerpo vivenció repentinamente escalofríos, sentía sus labios secos y le ardía todo por dentro. Mientras Edwar revisaba dentro del interior de la cabaña para ver si hallaba algo que sirviera para cubrirse y salir de aquel lugar, vio en una esquina, debajo de algunas tablas apiladas una pequeña caja varias camisas y pantalón de jeans, también había un par de botas, debía ser del dueño de aquel lugar. Aunque todo estaba algo polvoriento y ajado, servirían para cubrirse.Sacudió lo más que pudo y comenzó a vestirse. Luego fue hasta donde estaba, Selena, ella temblaba sin poder controlar aquel movimiento. Edwar al verla en ese estado, la tomó entre sus brazos y la cargó.—¿Qué tienes? —le preguntó con preocupación.—¡No, no lo sé! —bastó sentir su aliento para saber que ella estaba hirviendo de fiebre.—Tenemos que regresar, ya no los oigo, debieron desistir al no encontrarnos. ¿Puedes mantenerte en pie? Creo que podrás usar algo que te cubra, encontré una caja con algunas cosas.—¡Sí, eso creí! —contestó con voz trémula.Edwar la colocó en el piso, ella se sujetó de la pared, él corrió hasta la habitación, tomó una camisa a cuadros y se la llevó, luego la ayudó a vestirse. La tomó nuevamente entre sus brazos y salió de la cabaña rumbo al otro lado del bosque donde podrían encontrar alguna carretera. Debía llevarla a un centro médico, Selena no se veía nada bien.—¿A dónde vamos? —preguntó ella.—A algún lugar donde puedan atenderte.—¿Me dirás tu nombre? —Edwar sonrió, la verdad es que era una chica muy insistente.—¡Edwar! —dijo y ella perdió el conocimiento.Angustiado por la situación, corrió con ella en brazos hasta llegar a la carretera. Por suerte un auto se detuvo.—¡Es mi novia! Está muy mal, ¿me llevas hasta la medicatura rural?—¡Sube! —le indicó el hombre de unos sesenta años, con aspecto desdeñado.Minutos después, la camioneta se detuvo, Edwar bajó con Selena en brazos. Entró al lugar, siendo atendido por una enfermera. Rápidamente ingresaron a Selena. Mientras la atendían, una imagen vino a su mente; una de las capacidades licantrópicas que tenía más desarrollada, el pelinegro, era la de telepatía. Vio como Beatrice gritaba desesperada, lo necesitaba, la mujer que amaba estaba en apuros.Sin dudarlo, y seguro de que Selena estaba en buenas manos, salió del lugar sin dejar rastro alguno.Cuando finalmente, ella despertó en medio de la habitación, lo primero que hizo fue buscarlo, la enfermera terminaba de colocarle el tratamiento.—¿Dónde está? —preguntó nerviosa.—¿Quién señorita?—Él, el hombre que me trajo hasta aquí —dijo desesperada, no recordaba su nombre.—No lo sé, el señor que la trajo tiene un buen rato que se marchó.—¿Qué? —el tono de su voz ahora era de desconcierto. La había abandonado y dejado en aquel lugar. Una repentina sensación de rabia, invadió por completo a la pelirroja.Como en una cápsula del tiempo, las imágenes iban y venían en su cabeza. Sus cuerpos desnudos, ellos haciendo el amor, sus labios haciéndola estremecer, todo aquello era confuso para ella. Amagó a levantarse de la cama, pero la enfermera la detuvo.—¡Lo siento! —le ordenó la mujer— No puede salir de aquí hasta tanto el jefe de guardia no dé la orden.Selena se reclinó y cruzó de brazos en un alto de rebeldía y a la vez, de impotencia. ¿Por qué se había ido? ¿Quién era realmente? Exhaló un suspiro y cerró sus ojos.En tanto, Edwar llegó hasta su casa, se duchó rápidamente, necesitaba vestirse y volver a la ciudad donde su amada Beatrice estaba. A pesar de todo lo que había ocurrido entre ellos, a pesar de que ella lo había abandonado, no podía dejarla sola, seguía amando a la mujer prohibida.Tomó las llaves de su coche, salió de la casa campestre donde llevaba semanas internado en su propia soledad, devastado emocionalmente. Subió al auto, encendió el motor y emprendió su viaje.Una hora más tarde, aparcó el vehículo y se encaminó hacia la elegante e imponente mansión. La empleada de servicio quedó impactada al verlo de regreso.—¿Sr Edwar ha vuelto? —dijo la mujer con aspaviento.—¡Sí, Pilar! He vuelto. ¿Dónde está él?—Su hermano está de viaje, debe regresar esta noche.—¿Y Beatrice?—La Sra Beatrice, está en su habitación, no ha querido comer, creo que está algo indispuesta.—Iré a verla —dijo y subió precipitadamente las escaleras. Tocó la puerta un par de veces antes de entrar.—¡Adelante! —contestó ella, en un hilo de voz. Edwar abrió la puerta, la hermosa rubia se levantó de la cama.—¿Has vuelto, Edwar? —se incorporó sentándose en la cama. Él se acercó y se sentó junto a ella. La rubia lo rodeó con sus brazos, mientras sus labios buscaban con afán los suyos.Aquella caida fue inevitable para Edwar, cuando la vio por última vez, se había jurado no volver a caer en la tentación. No sólo no deseaba perjudicarla, necesitaba poner límite entre ellos, que su cercanía fuese abismal para poder aceptar que ella no le pertenecía a él, sino a Bodolf.Rápidamente se apartó de ella. Beatrice se retrajo al ver su actitud.—Lo siento… no debí venir.—No debí besarte, cometí el mismo error de dejarme llevar por lo que siento.—¿Lo que sientes? —preguntó él con absoluto sarcasmo.—Nunca vas a perdonarme. —bajó la mirada.—Nunca voy a entenderte, Bea. Te amé como nunca pensé, creí que sentías lo mismo que yo.—¡Espero que algún día de verdad, puedas entender mis razones!—Para ese entonces, ya estarás casada y esperando que su hijo, nazca —la rubia tuvo que morderse la lengua para no decirle toda la verdad. Ese hijo que esperaba era de él y no de Bodolf.—Edwar, yo… —hizo un largo silencio, a lo que el pelinegro se adelantó.—No tienes que darme explicaciones, Bea. Yo simplemente estuve demás en tu vida. Imaginaré que esto fue apenas un sueño, un mal sueño del cual afortunadamente logré despertar. —se levantó de la cama y le dio la espalda.— mejor me iré.—¡No, por favor, aguarda! —exclamó ella.Aunque él deseara irse, no podía, todo lo que había pasado entre ellos, todo lo que sintieron iba más allá de los límites de la lealtad hacia su hermano, hacia su linaje, hacia su propia naturaleza salvaje.—¿Qué es lo que quieres, Beatrice, dime? —espetó él.—Debes saber la verdad, Edwar, este hijo que espero es… tuyo —fue lo único que alcanzó a decir antes de que él, la tomara entre sus brazos y la besara apasionadamente, olvidando su promesa…Cinco meses antes… —Los he reunido en esta oportunidad para presentarles a la mujer que ha robado mi corazón, Beatrice, mi prometida —la hermosa rubia hizo acto de presencia. Lucía un elegante vestido color púrpura que resaltaba el tono dorado de su rubia cabellera, su piel blanca y sus ojos grisáceos.Para Edwar fue imposible no admirarla, aquella mujer era impresionante bella. Ella también lo miró, de una manera distinta a la que incluso miraba a su futuro esposo. Se acercó a Bodolf y él la rodeó con su brazo por la cintura, mientras le susurraba al oído “Estás exquisita esta noche”. —Bien, podemos brindar —ordenó y los empleados de servicio entregaron las copas de fino champagne que el multimillonario se ocupó en escoger para tan importante evento. Todos levantaron sus copas y brindaron en alto por la futura pareja que pronto contraría matrimonio. Sin embargo, Edwar estaba un poco asombrado con la repentina decisión de su hermano de casarse con aquella inusual mujer. Bastó v
Nervioso por la incómoda situación le susurra a Bestrice para que se oculte en el baño, se dilata lo más que puede en abrir y la puerta suena por segunda vez. Al abrir, es Pilar, el ama de llaves.—Disculpe la hora, Sr Edwar, dejó en la biblioteca su móvil —dice, mientras le entrega el teléfono.—Gracias, estuve leyendo y lo olvidé. —responde. —Que descanse. —Igualmente Pilar —la mujer sonríe, se retira y Edwar cierra la puerta.Exhala un suspiro, Beatrice sale de su escondite y vuelve a sus brazos. Edwar se aparta de ella, tratando de ser racional y no caer en aquel juego peligroso de la seducción y del placer. —Es mejor que regreses a la habitación con mi hermano. —Sólo quiero estar aquí, contigo —insiste ella.—¡Esto es una locura! Bodolf es mi hermano, entiende que esto no está bien.—Me deseas tanto como yo, no lo niegues. Lo vi en tus ojos cuando entré al salón,—deslizó sus uñas por el antebrazo de Edwar haciendo que toda su piel se erizara.— mira como te estremecen
Esa noche, luego que los sirvientes se fueron a dormir, Beatrice fue hasta la habitación de Edwar, necesitaba estar con él. Tocó a la puerta, pero él no abrió, ansiosa se adelantó a mover el picaporte, logrando abrirla fácilmente. Ella entró al dormitorio, pero él no estaba, se dirigió hasta el baño y tampoco lo encontró.¿Dónde podía haberse metido? Se preguntó. Salió de la habitación, llevando su cuerpo ligeramente cubierto por la sugerente bata negra de seda y encajes, la cual se había colocado exclusivamente para mostrarle todos sus encantos a su nuevo amante. Bajó las escaleras sigilosamente para no hacer ruidos y despertar a algunos de los empleados de la mansión.Al pisar el último escalón, oyó un ruido en la cocina, imaginando que debía ser Edwar se dirigió hacia allá. —¡Ed! —susurró en medio de la oscuridad. La luz se encendió de pronto y frente a ella estaba la ama de llaves.—¿Necesita algo, Srta Beatrice? —preguntó en tono irónico.—Sí, venía por un vaso con agua.
En tanto, en el hospital, Selena sale de aquel lugar, confundida por todo lo que le estaba pasando, Edwar había prometido cuidar de ella y contrariamente a su promesa, la dejó abandonada en aquel lugar. Finalmente llegó a su casa. Su madre al verla, intentó abrazarla temiendo ser rechazada por su hija.—¡Por fin regresas, Selena! No sabes lo preocupada que estabas. ¿A dónde te metiste? —preguntó, ansiosa.—No puedo negarte que esto me afectó mucho, pero necesito que me abraces fuertemente, quiero sentirme protegida, mamá. La mujer sin dudarlo, la abrazó con mayor fuerza, mientras besaba su cabeza y repetía una y otra vez:—¡Perdóname! Nunca pensé que esto pasaría.—No quiero que hablemos de esto. Así como en algún momento lo mantuviste en secreto, ya no quiero saber más de mi padre.—Hay muchas cosas que aún te faltan por saber, hija. —Selena levantó el rostro y frunció el entrecejo— ¡No pongas esa cara, Selena! Ser una híbrida va más allá de simplemente tener en tu ADN genes
¿Casarse? ¿Con quién? —¿Qué estás diciendo, mamá? ¿A qué te refieres con que debo casarme con alguien que no conozco? —preguntó visiblemente aturdida con aquellas palabras.—Selena, hija —colocó su mano sobre el hombro de la chica, quien reacia, se apartó de ella.—¡No me toques! —gritó. —Por favor, Selena, escúchame. —No voy a casarme con ningún alpha, no pueden obligarme a algo que no escogí, ser. —se levantó abruptamente del asiento y corrió hasta su habitación.—¡Espera, mi amor, espera!...Selena no se detuvo, se encerró en su habitación e instantáneamente, los ojos de la chica se llenaron de lágrimas y por segunda vez, sintió deseos de salir corriendo de aquel lugar. Jamás se casaría con un desconocido. Mucho menos ahora que su ser le pertenecía a su héroe. Era con él con quien deseaba estar, con quien anhelaba pasar el resto de su vida.¿Pero qué? ¿Qué estupideces estaba pensando, si aquel hombre desapareció como por arte de magia de su vida? Todas aquellas dudas com
Cuando Edwar abrió los ojos, se vio rodeado de aparatos, tubos y mangueras por todos lados; se llevó la mano a la cabeza al sentir una punzada que venía desde adentro. La venda alrededor de su frente le hizo revivir con imágenes que como flashes se encendían frente a sus ojos, recordándole lo que había ocurrido horas atrás. Al girar su cabeza, recostado en la pared con los brazos cruzados y mirándolo fijamente, estaba Bodolf.—¿Dónde está ella? —fue lo único que le importó preguntar en ese momento. —¿Te refieres a mi mujer? —respondió con una pregunta llena de sarcasmo. Aunque Edwar le quiso responder como debía, tuvo que aguantarse las ganas. —¡Sí, a ella! —contestó parcamente.—¡No sobrevivió! Ni ella, ni mi hijo —dijo y descruzando sus brazos, metió las manos en los bolsillos del pantalón y se aproximó hacia él.— y de no ser porque eres mi hermano, te mataría ahora mismo, Ed.—¡Hazlo, maldita sea, hazlo! —Edwar intentó incorporarse y sintió un fuerte dolor en la zona lumbar
—¿Dónde estoy? —preguntó aún mareada por el olor a clorofina. Al levantar el rostro vio a su padre colgado a más de medio metro de altura, amordazado y con las manos atadas a una viga de hierro.— ¡Papá! —exclamó. Llevaba más de seis años sin saber de él. Pero le bastó ver su rostro un tanto más demacrado para reconocerlo. —¿Por qué lo tienen allí? —preguntó al enorme guardián.—No se preocupe, su querido padre estará bien. Claro, si usted hace lo que debe hacer. —añadió en tono amenazante.—¿A qué se refiere? —intentó incorporarse, pero no pudo, tenía un par de cadenas sujetando sus tobillos y sus manos atadas con una abrazadera de plástico que le impedía mover sus manos. —No intente escapar, señorita. No podrá lograrlo. Su padre la vendió a nuestro jefe de la manada y sólo estamos previendo que eso ocurra. Si usted colabora tanto usted como su padre estarán con vida, si no, su padre morirá y de igual manera tendrá que casarse con el alpha. Usted decide s
Selena permanece en shock, no puede creer en todo lo que su padre le dice. Fred relata con precisión aquella historia.—Selena cuando supe que Leticia estaba embarazada, me llené de mucha alegría, a pesar de que sabía que lo nuestro no iba a durar toda la vida. Al igual que tú, fui producto de una relación entre humanos y lobos. Mi madre era una lycan y mi padre un humano. Aún así, siempre acepté mi linaje. Muchos años después logré crear mi empresa, estaba comprometido para casarme con una omega propia de la manada con quien me crié junto a mi madre. Nunca supe quien era mi padre hasta la hora de su muerte. Aquello fue muy doloroso para mí, apenas pude despedirme de él. Por ello cuando supe que sería padre, no dude en cuidarte y protegerte, pero mi destino estaba marcado, debía regresar y cumplir con mi compromiso. Me casé con Ofelia. —La chica escucha atenta aquella historia. ¿Su padre no amaba a su madre? —¿Quieres decir que no amabas a mi madre? —No sé decirte si era o no amo