Eduardo trató de calmarse, lo mejor sería solucionar el problema, luego rendiría cuenta con su cuñado.
Estuvo varias horas revisando documentos y haciendo llamadas, hasta que, cerca de la medianoche, logró poner todo en orden. Ya era tarde para volver, por lo que decidió buscar un hotel en donde quedarse esa noche. Se sentía muy agotado, solo deseaba tomar una ducha y acostarse a dormir. ** Dahiana. Los siguientes días estuvimos muy ocupados. Mientras José se encargaba de todo lo que tenía que ver con nuestra mudanza, yo agilicé los permisos para iniciar con la construcción. Así pasaron cinco días y el día de nuestro viaje llegó. Mis padres estuvieron muy nostálgicos, aún no habíamos tratado el tema de Luis, pero sé que él era tranquilo, los tenía a ellos tranquilos. Serían pocas horas de distancia, pero les prometí mantenerme en comunicación con ellos. —Por favor, atiende cada una de mis llamadas —me pidió mi mamá. —Claro, madre, así que, por favor, deja de preocuparte por mí —le dije. Ella volvió a abrazarme, sabía que esto les costaría mucho, pero era algo necesario, ya tendría tiempo para estar con ellos. Mis hermanos lucían tranquilos, me abrazaron y prometieron irme a visitar cada que pudieran. —Ya dejémonos de tanto drama, Dahiana se va a vivir a San Diego, no a la Patagonia —dijo mi padre—. Sí, nos hace mucha falta, tomamos un vuelo y ya. Mi mamá le dio una mala cara y él se encogió del brazo antes de darme otro abrazo. Abrazó que fue interrumpido cuando escuché la voz de Luis. —Dahiana—dijo. Todos volteamos a verlo, lucía un poco desarreglado, su cabello estaba despinta y su baraja había crecido un poco. Sus ojos estaban ligeramente hinchados. Guillermo se acercó de manera amenazante, sabía que si no intervenga lo golpearía. —Cálmate —le dijo mi madre y mi hermano se detuvo en seco. —¿Qué haces aquí?—dijo mi hermano Miguel, apretando la mandíbula. —Dahiana, podemos hablar—habló Luis, ignorando la pregunta de mi hermano. —No veo de qué podemos hablar tú y yo, además estoy por subirme a un avión —le contesté con indiferencia. Les mentiría si les digo, que no sentí ganas de correr a sus brazos, aún lo amaba. —No te puedes ir así, debemos hablar de nosotros—dijo casi en una súplica. Nosotros, ¿cuál nosotros?, de verdad que era ridículo lo que decía. —¿Cuál nosotros?—pregunté—. No te das cuenta de que aquí ya no hay un nosotros. Él se acercó a mí, pero mi padre se interpuso. Él también se estaba conteniendo, por poco, al ver el rojo de sus orejas. —No tengo conocimiento de lo que pasó, pero sí hay algo que te voy a dejar claro, si mi hija dice no es no— dijo mi padre. —Señor, sé que falle, fue estúpido de mi parte, jugué con mi futuro sin pensar en las consecuencias —le dijo Luis a mi padre—. Amo a Dahiana y deseo estar con ella, de verdad necesito hablar con ella. —Y crees que esta es la manera, solo mírate, crees que causando lástima conseguirás que ella te perdone —habló Guillermo. —Bueno, todos calmémonos, no vamos a armar un escándalo aquí —intervino mi madre—. Luis, por favor, vete. Mi hija no desea hablar contigo, así que por favor espera a que ella esté lista. Él me miró de manera suplicante, pero me mantuve firme. Para mí era imposible mirarlo y no recordar lo ocurrido. Aun su imagen con esa mujer estaba grabada en mi mente. Por suerte, José llegó con los demás para avisarme que ya teníamos que abordar. —Linda, llegó la hora—dijo y yo asentí. Le di un último abrazo a todos, ignorando a Luis y me encaminé a la zona de abordaje. Una vez ubicada en mi puesto, me solté en llanto en los brazos de mi amigo. Había mantenido todo guardado, haciéndome la fuerte. Cuando la realidad era otra, sabía que debía sacar todo el dolor. Tenía fe en que la distancia me ayudaría a sanar y poder mirar a Luis y no sentir nada. Cuando estuve más tranquila, me disculpé con José —Lo siento —dije casi en un susurro. —¿Por porque qué lo sientes? Tú no has hecho nada malo —me dijo. —Lo sé, pero no me gusta hacerlos pasar por esto —le dije y él me volvió a abrazar. —Dahiana, eres como una hermana para mí, así que déjate de eso, siempre estaré cuando me necesites, así que si necesitas llorar, solo hazlo —me dijo. —Gracias —le dije volviendo a soltar el llanto. José es mi pilar, sé que muchas tienen amigas, yo tengo a José y es más que suficiente. Cuando estábamos en la universidad, los dos llegamos a pensar que estábamos enamorados el uno del otro. Lo hablamos y decidimos darnos una oportunidad, idea que se desvaneció cuando nos dimos el primer beso. Ver nuestras caras de desagrado fue realmente cómico. En ese momento nos dimos cuenta de que en realidad lo que sentimos era un amor de hermanos; desde entonces nos volvimos inseparables. ** Cerca de las tres de la tarde, José, Dahiana y los demás se encontraban desempacando sus cosas. Habían conseguido una linda casa de dos plantas, lo suficientemente grande para todos. Contaba con cinco habitaciones perfectamente grandes para acomodarse a su gusto. La casa no solamente era grande, sino que estaba a un precio económico. Desempacar no fue la gran cosa, gracias a que José había contratado a una agencia de mudanza que se encargó de organizar todo. Ellos solos ubicaron su ropa y una que otra decoración. Dahiana se encontraba desempacando ropa mientras lo hacía, encontró el teléfono que aquel hombre le había dado, sintió curiosidad de prenderlo, pero no lo hizo. Si no que, sin dudar, lo tiró en el cesto de la basura. Después de terminar, decidió salir de compras, pues a diferencia de los demás, ella no contaba con cama o muebles para su habitación, ya que todas sus cosas la había vendido el día que se fue a vivir con Luis. Ella no conocía muy bien la ciudad, así que le pido al taxista que la llevara a un lugar en donde pudiera encontrar muebles. Después de un poco más de veinte minutos había llegado a las Américas outlets premium de América.El lugar era espectacular, había de todo; rápidamente ubicó el lugar perfecto para hacer sus compras. Dahiana estaba realmente encantada con la estructura y arquitectura del sitio.Caminó como no se lo imaginaba, hasta que encontró una hermosa cafetería y decidió hacer una pausa y descansar.Dahiana estaba tomando una deliciosa taza de café, cuando fue interrumpida.—¿Primera vez aquí? —escuchó.Su cuerpo se tensó, la voz tenía algo de similitud a la del hombre de aquella noche, así que a su mente llegó lo ocurrido en aquella disco. De verdad que tenía la esperanza de voltear y que se tratara del mismo hombre del que no conocía su rostro.Pero no fue así, un señor de unos sesenta años estaba parado justo a un costado de la mesa.—Los siento, no quise incomodar—dijo el señor.—Para nada, no se preocupe —le contestó apenada—, al parecer el hombre vio su cara de decepción—. Sí, soy nueva en la ciudad, me acabo de mudar.—Eso es una excelente noticia. San Diego es un lugar tranquilo, perf
La siguiente semana, Dahiana trabajó como loca, se sentía mejor, así que dio todo para avanzar lo más que podía en el proyecto.Lo bueno era que tener tanto trabajo le mantenía la mente ocupada y así no pensaba en Luis. Aunque de vez en cuando, revisaba sus redes sociales para saber de su vida, claro que eso no es algo que le hiciera bien, pero para ella era inevitable no hacerlo.**Eduardo.Estuve una maldita semana solucionando el desastre que ocasionó el imbécil de Camilo.Por suerte, la construcción se retomó, cosa que bajó un poco el estrés que tenía. Cuando volvía a San Diego, me sorprendí al ver lo eficientes que eran los encargados de la construcción de los nuevos hoteles.En una sola semana había avanzado tanto que creo que estará todo listo para cuando yo había planeado. Eso era realmente bueno.Quería relajarme después de una semana estresante, llegué a la habitación del hotel en donde llevó viviendo cerca de un año. Sonreí al abrir la puerta y encontrarme con Laura.Laura
Dahiana. Parecía una gallina caminada de un lado al otro; estaba decidida, hasta que tuve el teléfono en mis manos. —Eres una mujer soltera, libre de hacer lo que quiera—me dije a mí misma, tratando de llevarme de valor. Tome aire antes de encender el teléfono, me mordí las uñas en lo que esperaba que este encendiera. No sabía que quería conseguir al hacer esto, quizás era una manera extrema de escapar del sufrimiento, pero de algo debía servir. Todos debemos vivir experiencias, me decía mentalmente tratando de justificar lo que estaba haciendo. Volví a llenar de aire mis pulmones, mientras revisaba el aparato, en él no había nada más que un número de teléfono registrado bajo el nombre de Hades. Ya no había tiempo de dudar, así que envié un hola y me acosté a la espera de una respuesta. No sé en qué momento me venció el sueño, cerca de las diez de la mañana me despertó la fuerte música que los chicos habían puesto, suspiré, sabía que habían iniciado con la limpieza, a
Eduardo.Una sonrisa se formó en mi rostro al ver el mensaje. Rápidamente, llamé a uno de mis hombres para que organizara algo extraordinario. Una vez estuvo todo listo, le envié la información a la que sería mi presa esta noche.Tomé una ducha, me alisté y salí para el museo de arte de San Diego. Debo de aceptar que Aarón es excelente escogiendo los lugares para mis encuentros. Cada día me sorprenden sus ocurrencias, se nota que me conoce más que a nadie. Al llegar al museo, ya todo estaba en su lugar, las luces y cámaras estaban apagadas.Yo me despojé de mi abrigo y me senté a la espera de quién sería mi acompañante.—Señor, ella está aquí —me avisó Aarón.De inmediato tomé el otro teléfono y le envié un mensaje indicando que debía poner su máscara. Me sentía un poco ansioso, llevaba semanas sin tener este tipo de encuentro y ya sentía que me hacía falta.El silencio del sitio fue interrumpido por el sonido de unos tacones. Sus pasos eran firmes, eso hizo que mi hombría despertara.
Dahiana.No tenía ni idea de lo que estaba haciendo, pero trataba de mantener la tranquilidad, aun con mi nerviosismo. No podía negar que estaba disfrutando lo que estaba haciendo.Sentir su intensa mirada en mí, mientras subía y baja siendo pen*** con ese vibrador, me hacía enloquecer.Sabía algo del tema por algunos libros y mangas que había leído hacía algunos años. No era nada experta en el asunto, así que traté de replicar lo que había leído en aquella novela.Un orgasmo se aproximó, pero, a decir verdad, deseaba que fuera él quien entrara en mí.—Hades—susurró.—Desátame—pidió con los dientes apretados.Escuchar su demandante voz hizo que mi orgasmo llegara, me retorcí en sus piernas. Un poco agitada, recosté mi cuerpo en él.Podía sentir su corazón palpitar a mil; aparte de eso, era evidente que su miembro estaba por explotar. No sabía si seguir torturando o pasar al siguiente paso.Una idea llegó a mi mente, así que me levanté de sus piernas y me acerqué a sus manos para solta
Eduardo.No tenía ni idea de lo que estaba haciendo o por qué lo estaba haciendo.Lo cierto era que ahí estaba yo, parado embelesado, viendo el majestuoso cuerpo de esta desconocida.Abrí la puerta de la ducha con mucho cuidado, estaba deseoso y mi amigo estaba nuevamente despierto. Ella estaba pensando, no sé en qué, ya que no me sintió ingresar.—No te voltees —le ordené.Ella se tensó y yo pegué mi cuerpo a ella, llevé mi mano a sus pechos y los acaricié dándole pequeños apretones. Eran grandes y firmes.—Ah—gimoteó.Vaya que escucharla gemir, me encantaba, era como escuchar una de esas melodías que transportan.Mi nariz tocó el cuello, lo sintiendo su aroma que se había quedado grabado en mi mente.Tenía la intensa necesidad de entrar en ella, que su interior me envolviera.No sabía qué iba a conseguir con esto, pero lo necesitaba desesperadamente.Lleve una de mis manos a su cuello y la incliné para poder tener acceso a su intimidad. Tomé mi miembro y lo pasé por su entrada y ell
Dahiana.No pude conciliar el sueño en toda la noche, pues cada vez que lo intentaba, recuerdos vividos de lo que había hecho hacía algunas horas llegaban a mi mente.Era extraño que mi cuerpo reaccionara a un recuerdo, podía sentir cómo mi feminidad se humedecía al pensar en las manos de ese desconocido recorrer mi cuerpo. Cerca de las seis de la mañana me puse de pie, tomé una larga ducha de agua fría, tratando una vez más de aclarar mi mente.Al salir de la noche me alisté para lo que sería mi día. En cima del sillón vi el conjunto deportivo, lo tomé y lo guardé en uno de los cajones de mi closet. Quizás lo mejor sería botarlo y olvidad todo.Una vez que estuve lista, bajé y preparé el desayuno, luego salí de casa. Necesitaba ocupar mi mente en otra cosa, de lo contrario perdería la cabeza.Era domingo, por lo que las calles de Londres estaban llenas. Al parecer, no era la única que buscaba distracción. Después de deambular un largo rato, llegué a la cafetería que había visitado e
Dahiana desvió su mirada y trató de concentrarse en la conversación que tenía con Mercedes, pero por más que lo intentara, la intensa mirada de Eduardo no la dejaba.**Eduardo.Tenía una terrible jaqueca, había dormido hasta casi el mediodía.Mi estómago era un completo desastre, tanto que no había probado un bocado. Cerca de las seis de la tarde decidí ir a ver a mis padres. Conozco a mi madre y sé que si no iba, estaría muy enojada.Al llegar, ella se encontraba con alguien en una de las mesas del café y papá estaba en la caja.Mamá, al verme, se levantó y se acercó a recibirme. No presté mucha atención a la persona con la que mamá se encontraba conversando. Por un momento me sentí observado, busqué con la mirada, pero no vi a nadie, así que dirigí mi atención a mi madre nuevamente.Hablé con mi madre un par de palabras, luego me senté en una de las mesas, ya que me exigió que debía comer. Como buen hijo, eso hice, pero mi atención fue atrapada por la hermosa mujer que se encontra