Mudanza.

Eduardo trató de calmarse, lo mejor sería solucionar el problema, luego rendiría cuenta con su cuñado.

Estuvo varias horas revisando documentos y haciendo llamadas, hasta que, cerca de la medianoche, logró poner todo en orden.

Ya era tarde para volver, por lo que decidió buscar un hotel en donde quedarse esa noche.

Se sentía muy agotado, solo deseaba tomar una ducha y acostarse a dormir.

**

Dahiana.

Los siguientes días estuvimos muy ocupados. Mientras José se encargaba de todo lo que tenía que ver con nuestra mudanza, yo agilicé los permisos para iniciar con la construcción.

Así pasaron cinco días y el día de nuestro viaje llegó.

Mis padres estuvieron muy nostálgicos, aún no habíamos tratado el tema de Luis, pero sé que él era tranquilo, los tenía a ellos tranquilos.

Serían pocas horas de distancia, pero les prometí mantenerme en comunicación con ellos.

—Por favor, atiende cada una de mis llamadas —me pidió mi mamá.

—Claro, madre, así que, por favor, deja de preocuparte por mí —le dije.

Ella volvió a abrazarme, sabía que esto les costaría mucho, pero era algo necesario, ya tendría tiempo para estar con ellos.

Mis hermanos lucían tranquilos, me abrazaron y prometieron irme a visitar cada que pudieran.

—Ya dejémonos de tanto drama, Dahiana se va a vivir a San Diego, no a la Patagonia —dijo mi padre—. Sí, nos hace mucha falta, tomamos un vuelo y ya.

Mi mamá le dio una mala cara y él se encogió del brazo antes de darme otro abrazo.

Abrazó que fue interrumpido cuando escuché la voz de Luis.

—Dahiana—dijo.

Todos volteamos a verlo, lucía un poco desarreglado, su cabello estaba despinta y su baraja había crecido un poco.

Sus ojos estaban ligeramente hinchados. Guillermo se acercó de manera amenazante, sabía que si no intervenga lo golpearía.

—Cálmate —le dijo mi madre y mi hermano se detuvo en seco.

—¿Qué haces aquí?—dijo mi hermano Miguel, apretando la mandíbula.

—Dahiana, podemos hablar—habló Luis, ignorando la pregunta de mi hermano.

—No veo de qué podemos hablar tú y yo, además estoy por subirme a un avión —le contesté con indiferencia.

Les mentiría si les digo, que no sentí ganas de correr a sus brazos, aún lo amaba.

—No te puedes ir así, debemos hablar de nosotros—dijo casi en una súplica.

Nosotros, ¿cuál nosotros?, de verdad que era ridículo lo que decía.

—¿Cuál nosotros?—pregunté—. No te das cuenta de que aquí ya no hay un nosotros.

Él se acercó a mí, pero mi padre se interpuso. Él también se estaba conteniendo, por poco, al ver el rojo de sus orejas.

—No tengo conocimiento de lo que pasó, pero sí hay algo que te voy a dejar claro, si mi hija dice no es no— dijo mi padre.

—Señor, sé que falle, fue estúpido de mi parte, jugué con mi futuro sin pensar en las consecuencias —le dijo Luis a mi padre—. Amo a Dahiana y deseo estar con ella, de verdad necesito hablar con ella.

—Y crees que esta es la manera, solo mírate, crees que causando lástima conseguirás que ella te perdone —habló Guillermo.

—Bueno, todos calmémonos, no vamos a armar un escándalo aquí —intervino mi madre—. Luis, por favor, vete. Mi hija no desea hablar contigo, así que por favor espera a que ella esté lista.

Él me miró de manera suplicante, pero me mantuve firme. Para mí era imposible mirarlo y no recordar lo ocurrido.

Aun su imagen con esa mujer estaba grabada en mi mente. Por suerte, José llegó con los demás para avisarme que ya teníamos que abordar.

—Linda, llegó la hora—dijo y yo asentí.

Le di un último abrazo a todos, ignorando a Luis y me encaminé a la zona de abordaje.

Una vez ubicada en mi puesto, me solté en llanto en los brazos de mi amigo. Había mantenido todo guardado, haciéndome la fuerte. Cuando la realidad era otra, sabía que debía sacar todo el dolor.

Tenía fe en que la distancia me ayudaría a sanar y poder mirar a Luis y no sentir nada.

Cuando estuve más tranquila, me disculpé con José

—Lo siento —dije casi en un susurro.

—¿Por porque qué lo sientes? Tú no has hecho nada malo —me dijo.

—Lo sé, pero no me gusta hacerlos pasar por esto —le dije y él me volvió a abrazar.

—Dahiana, eres como una hermana para mí, así que déjate de eso, siempre estaré cuando me necesites, así que si necesitas llorar, solo hazlo —me dijo.

—Gracias —le dije volviendo a soltar el llanto.

José es mi pilar, sé que muchas tienen amigas, yo tengo a José y es más que suficiente.

Cuando estábamos en la universidad, los dos llegamos a pensar que estábamos enamorados el uno del otro. Lo hablamos y decidimos darnos una oportunidad, idea que se desvaneció cuando nos dimos el primer beso. Ver nuestras caras de desagrado fue realmente cómico. En ese momento nos dimos cuenta de que en realidad lo que sentimos era un amor de hermanos; desde entonces nos volvimos inseparables.

**

Cerca de las tres de la tarde, José, Dahiana y los demás se encontraban desempacando sus cosas.

Habían conseguido una linda casa de dos plantas, lo suficientemente grande para todos.

Contaba con cinco habitaciones perfectamente grandes para acomodarse a su gusto. La casa no solamente era grande, sino que estaba a un precio económico.

Desempacar no fue la gran cosa, gracias a que José había contratado a una agencia de mudanza que se encargó de organizar todo. Ellos solos ubicaron su ropa y una que otra decoración. Dahiana se encontraba desempacando ropa mientras lo hacía, encontró el teléfono que aquel hombre le había dado, sintió curiosidad de prenderlo, pero no lo hizo. Si no que, sin dudar, lo tiró en el cesto de la basura.

Después de terminar, decidió salir de compras, pues a diferencia de los demás, ella no contaba con cama o muebles para su habitación, ya que todas sus cosas la había vendido el día que se fue a vivir con Luis.

Ella no conocía muy bien la ciudad, así que le pido al taxista que la llevara a un lugar en donde pudiera encontrar muebles.

Después de un poco más de veinte minutos había llegado a las Américas outlets premium de América.

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