Eduardo.Había esperado tanto para verla, tanto para sentirla, está feliz, pues, por fin, podía salir con ella y tomarla de la mano, sin temor.Todo iba tan bien, hasta que volvió del baño. Algo había pasado y debía averiguarlo.Así que de frente pedí que me hablara, ella estaba renuente a hacerlo, pero al final conseguí que lo hiciera.—Dahiana, ¿qué te dijo?—pregunté ya preocupado.Georgina fue uno de mis amantes años atrás; en esa época aún estaba descubriendo mi gusto por la dominación.Ella fue la primera mujer con la que experimenté algo parecido, pero ella deseaba algo más que no podía darle y era una relación estable, por lo que decidí alejarme. Ella al principio estaba molesta y me buscaba, pero con el tiempo solo aceptó mi decisión.Así que solo conversábamos de vez en cuando, coincidíamos en alguna reunión o evento.—No fue algo que dijo, sino algo que vi y no debía, ahora sé que no debía—dijo.—Linda, por favor—le pedí.—Ella tiene un teléfono igual al que me diste, en él
Dahiana lanzó a un lado su braga, ante la mirada penetrante de Eduardo.—Dame placer—susurró Dahiana con voz seductora.Sin más, se sentó en el miembro de Eduardo, siendo penetrada de una sola estocada.Ella tenía todo el control, sus caderas subían y bajaban en un lento movimiento.**Dahiana.Perdida en el placer, olvidando todo mi alrededor, solo éramos él, yo y el placer que sentimos.Mis caderas subían y bajaban, mientras que los gemidos y jadeos resonaban en aquella habitación.—Te amo —susurró.—Eduardo—gemí, liberándome en un placentero orgasmo.Pero no me detuve, continué moviendo mis caderas hasta que él se liberó.Sentía las rodillas temblorosas, pero como pude me levanté de sus piernas y solté sus manos. Sabía que no había sido suficiente, así que solté la risa cuando sentí que estaba siendo alzada como un bulto de papa.Él me dejó caer sobre la cama y, como una fiera hambrienta, se lanzó sobre mí.Su boca besó desde mi cuello hasta la punta de mis dedos.Sin darme cuenta,
Eduardo.Las cosas estaban pasando de castaño a oscuro, mi privacidad y la de Dahiana estaban siendo vulneradas y era algo que no podía permitir.Después de descubrir las cámaras y dos más que se encontraban a las fuera de la habitación, nos alistamos y salimos de ese lugar, que había dejado nuestro lugar seguro.—¿Tienes idea de quién podría ser? —me preguntó llena de preocupación.Yo la atraje a mí y la abracé, no me gustaba verla así, así que debía solucionar esto.—La verdad, no sospecho de nadie—le dije sin dejar de abrazar.Ella se quedó en silencio, como si quisiera decir algo, pero no se atreviera.—¿Tú tienes a alguien en mente? —le pregunté.Ella me miró dudosa, al parecer, si sospechaba de alguien—¿Quién es? —volví a preguntar.—La verdad es que esta persona, no la conozco y no quiero ser imprudente mencionándola sin tener pruebas, pero es la única con motivos y lo suficientemente cercana como para hacerlo —dijo.Sus palabras me llevaron a una sola persona.—Ella no sería
Dahiana.Estaba tratando de calmar mis pensamientos, no deseaba malgastar más mi tiempo en lo que estaba ocurriendo y dejar que Eduardo se ocupara de todo. Así que tomé una ducha y empecé a organizar mi habitación, así pasé un largo rato.Hasta que a eso de las tres de la tarde, mi teléfono sonó; en la pantalla parpadeaba el nombre con el que había registrado a Eduardo, por lo que no tardó en contestar.Nuestra conversación fue como lo habitual, él me contó que estaba en casa de sus padres y que deseaba verme, de verdad no vi nada extraño. Era su voz, la reconocería donde fuera.Él me pidió vernos en la obra e incluso me dijo que no me preocupara que las cámaras habían sido retiradas.Quizás esté justificando mi estupidez, pero de verdad no había manera que yo supiera que todo se trataba de una trampa.Simplemente, accedía verlo, me alisté y salí de casa avisándole a José dónde estaría y, con quien, tomé un taxi, pero a mitad de camino, Eduardo me volvió a llamar para cambiar nuestro
Eduardo no tardó en llegar a la obra, había conducido tan rápido que había saltado, varías señales de tránsito.Pero eso en ese momento estaba lejos de importarle, en su mente solo tenía una preocupación y era que Dahiana estuviera en peligro.Su angustia aumentó al verificar que ella no se encontraba en la obra.—Señor, la señorita Pineda, no ha vuelto desde esta mañana —le informó uno de los encargados de la vigilancia.—Entiendo—dijo Eduardo.—Ocurre algo, señor—preguntó el hombre.—No es nada, gracias —dijo, luego se despidieron y volvió a su coche.Lleno de frustración, golpeó al volante. Una vez que estuvo más calmado, llamó a Aarón y le informó lo que ocurría.— Mueve a todo el personal, quiero que Dahiana aparezca —ordenó.—Sí, señor—le contestó Aarón.—Aarón, asegúrate de que nada le pase—pidió.—Cuente con eso, señor—dijo en nombre antes de colgar.**Eduardo.Nunca había pasado por una situación similar, la angustia y el desespero, me tenían al borde de la locura. Esto es
Dahiana.Estaba tratando de mantener la compostura, hacía ya más de una hora que me encontraba sola en esa habitación.Las dos mujeres se marcharon, dejándome completamente sola e incómoda.No sabía cómo terminaría esto, pero debía ser positiva y no dejar que nada de esto me traumara.Así que, como si de una enferma se tratara, decidí disfrutar de la experiencia. Si lo se debía estar loca, pero ¿qué más podía hacer?Después de un rato, un hombre de aspecto intimidante ingresó a la habitación. Mi corazón comenzó a latir como loco, pues por más que tratara de mentalizarme de que solo se trataría de una nueva experiencia, el solo hecho de pensar que alguien más que no se trata de Eduardo me tocara me daba náuseas.—¿Por qué tardaste?—le dije al hombre.Este me miró de manera extraña, quizás esperaba que estuviera gritando y llorando. A—Tanto deseas sentir placer—contestó el hombre.—No te imaginas cuánto—le dije.Este sonrió mostrando su blanca dentadura. Era un hombre apuesto; su cuerp
Eduardo.Mi corazón había vuelto a latir con total tranquilidad. Mis rodillas seguían temblando y lo hacían cada vez más con cada paso que daba acercándome al apartamento.Al llegar, había dos agentes en la sala conversando con el hombre que había visto cerca a Dahiana en la pantalla. Sentí impulso de cogerlo a golpe, pero me contuve y seguí a la habitación.—Dahiana—dije al verla.Ella se encontraba sentada en la cama, aún desnuda, con su cuerpo cubierto por una sábana.Una mujer de policía conversaba con ella y tomaba notas en una libreta.Sin importar que estuviera interrumpiendo, me acerqué y la abracé.Tenerla de nuevo en mis brazos era lo mejor, había tenido tanto miedo, pero por suerte todo había salido bien.—¿Te encuentras bien? —le pregunté.—Lo estoy —me contestó.Olvidando la presencia de la otra mujer, la besé.—Nosotros los dejamos, por favor, mañana vayan a la estación para formalizar la denuncia —dijo la mujer.Pero la verdad era que no le dimos importancia a lo que de
El premio a la constructora del año, había sido tres años de arduo trabajo, pero al final todo había rendido sus frutos.La inauguración de los nuevos hoteles Luxury fue todo un éxito. Personas de varias partes del mundo, tanto artistas como personajes de la farándula, hicieron acto de presencia. Fue un gran día, lleno de sorpresa como el anuncio del compromiso de Dahiana y Eduardo.Una pareja envidiada por algunos y amada por mucho. Rodeados de familiares y amigos.**Dahiana.Treinta y siete años, dos hermosos hijos, con una empresa que había crecido como espuma, esposa de uno de los hombres más atractivos y millonarios de todo el continente.¿Qué más podía pedir? Había sido bendecida y estaba agradecida por eso.Mi vida al lado de Eduardo ha sido toda una aventura. Hay muchos matrimonios que con los años se enfrían y eso pasa muchas veces porque damos por seguro a las otras personas y dejamos de alimentar la relación.Por suerte, mi ahora marido y padre de mis hijos se ha encargado