Eduardo.No tenía ni idea de lo que estaba haciendo o por qué lo estaba haciendo.Lo cierto era que ahí estaba yo, parado embelesado, viendo el majestuoso cuerpo de esta desconocida.Abrí la puerta de la ducha con mucho cuidado, estaba deseoso y mi amigo estaba nuevamente despierto. Ella estaba pensando, no sé en qué, ya que no me sintió ingresar.—No te voltees —le ordené.Ella se tensó y yo pegué mi cuerpo a ella, llevé mi mano a sus pechos y los acaricié dándole pequeños apretones. Eran grandes y firmes.—Ah—gimoteó.Vaya que escucharla gemir, me encantaba, era como escuchar una de esas melodías que transportan.Mi nariz tocó el cuello, lo sintiendo su aroma que se había quedado grabado en mi mente.Tenía la intensa necesidad de entrar en ella, que su interior me envolviera.No sabía qué iba a conseguir con esto, pero lo necesitaba desesperadamente.Lleve una de mis manos a su cuello y la incliné para poder tener acceso a su intimidad. Tomé mi miembro y lo pasé por su entrada y ell
Dahiana.No pude conciliar el sueño en toda la noche, pues cada vez que lo intentaba, recuerdos vividos de lo que había hecho hacía algunas horas llegaban a mi mente.Era extraño que mi cuerpo reaccionara a un recuerdo, podía sentir cómo mi feminidad se humedecía al pensar en las manos de ese desconocido recorrer mi cuerpo. Cerca de las seis de la mañana me puse de pie, tomé una larga ducha de agua fría, tratando una vez más de aclarar mi mente.Al salir de la noche me alisté para lo que sería mi día. En cima del sillón vi el conjunto deportivo, lo tomé y lo guardé en uno de los cajones de mi closet. Quizás lo mejor sería botarlo y olvidad todo.Una vez que estuve lista, bajé y preparé el desayuno, luego salí de casa. Necesitaba ocupar mi mente en otra cosa, de lo contrario perdería la cabeza.Era domingo, por lo que las calles de Londres estaban llenas. Al parecer, no era la única que buscaba distracción. Después de deambular un largo rato, llegué a la cafetería que había visitado e
Dahiana desvió su mirada y trató de concentrarse en la conversación que tenía con Mercedes, pero por más que lo intentara, la intensa mirada de Eduardo no la dejaba.**Eduardo.Tenía una terrible jaqueca, había dormido hasta casi el mediodía.Mi estómago era un completo desastre, tanto que no había probado un bocado. Cerca de las seis de la tarde decidí ir a ver a mis padres. Conozco a mi madre y sé que si no iba, estaría muy enojada.Al llegar, ella se encontraba con alguien en una de las mesas del café y papá estaba en la caja.Mamá, al verme, se levantó y se acercó a recibirme. No presté mucha atención a la persona con la que mamá se encontraba conversando. Por un momento me sentí observado, busqué con la mirada, pero no vi a nadie, así que dirigí mi atención a mi madre nuevamente.Hablé con mi madre un par de palabras, luego me senté en una de las mesas, ya que me exigió que debía comer. Como buen hijo, eso hice, pero mi atención fue atrapada por la hermosa mujer que se encontra
Dahiana.Salí prácticamente corriendo del café; me había dejado intimidar por ese apuesto hombre. Pero eso no era lo que más me causaba curiosidad, sino el hecho de que se tratara del mismo hombre del hotel. Era la tercera vez que lo veía y resultó ser el hijo de los dueños del café.Llegué a casa a las siete de la noche y los chicos se encontraban sentados en la mesa cenando.— ¡Oh!, chica, donde has estado —me dijo Maikel, cuando me vio entrar.— Salí a conocer un poco —les dije sentándome en la mesa.José se levantó, fue a la cocina y volvió con un plato para mí.—Mañana será un día pesado, comamos y vayamos a descansar —dijo José sirviendo pasta para mí.Todos asentimos, después de comer nos dirigimos a nuestras respectivas habitaciones.Me sentía agotada, pero no hablo de mi estado físico, sino de mi estado mental.Debía tratar de relajarme y no pensar en nada, pero por más que lo intentaba, ese sujeto se apoderaba de mente.Ya un poco molesta, me dirigía al baño y alisté la tina
Eduardo.La cena con Laura fue tranquila como todas las que tenemos, normalmente cada que salimos terminamos en la cama, pero para serles sincero no me apetecía.Y eso me hacía sentir aún peor, ella no merecía nada de lo que le estaba haciendo, así que debía ponerle fin a mi vida secreta y centrarme en hacerla feliz.Ese pensamiento no me duró mucho, pues aquel teléfono sonó, avisando que Iris deseaba verme. Me detuve por un momento a un costado de la vía y le escribí a Aarón para que organizara todo, él no tardó mucho en enviarme la dirección del lugar el cual reenvié a Iris.—¿Ocurre algo?—preguntó Laura, la verdad había olvidado por un momento que ella estaba a mi lado.No la miré, pues sentía vergüenza de verla a la cara cuando estaba muriendo por dentro, de estar con otra.—No es nada, es solo que todo el tema de la construcción de los nuevos hoteles me tiene un poco agotado—mentí.—Porque no vamos a casa y así te relajas un rato—me dijo.Apreté mis manos contra el volante, sabía
Dahiana.Patética, así me sentía al tener la mirada de todos en mí. ¿Pero qué era lo que yo había hecho mal? —Me preguntaba mientras sentía cómo el agua caía sobre mí. Eran las siete de la noche y una fuerte lluvia caía sobre San Francisco.Todo había empezado como lo que sería un día normal para mí. Me despedí de Luis como cada mañana, la única diferencia era que saldría de la ciudad esa mañana, para tratar el tema de un proyecto en el que iniciará a trabajar la próxima semana.Por alguna razón o quizás por obra del destino, se me habían quedado los planos que debía presentar ese día en San Diego.Sería el proyecto de mi vida que me dispararía mi carrera como arquitecta. Por suerte, pude posponer la reunión para el siguiente día, así que tomé un vuelo de regreso a San Francisco. Pero quién diría que mi día normal terminaría en un desastre total.Abrí la puerta del departamento que compartía con Luis hacía solo dos meses, para encontrarme con una de las escenas más dolorosas de mi vid
Miguel y Guillermo contuvieron las ganas que tenía de buscar a Luis y hacerle pagar por el daño que le habían hecho a su hermana. Pero ya tendrían su oportunidad.—Démosle tiempo, Dahiana es fuerte, les puedo asegurar que mañana se levantará y continuará con su vida como si nada—les dijo Maribel.Todos asintieron, luego se fueron cada uno a sus habitaciones.Tal como Maribel había dicho, Dahiana se levantó temprano y se alistó para salir rumbo a San Diego.Tomó una ducha, buscó algo cómodo para usar para su viaje y empacó un pequeño equipaje, luego bajó a la primera planta.Su padre se encontraba sentado en un sillón cerca de la entrada principal leyendo el periódico.—¿Cómo te sientes?— le pregunta su padre al verla bajar las escaleras—Ya estoy mejor—contestó ella—No tengo tiempo para sufrir, debo viajar a San Diego, en unas horas debo presentar el proyecto.Esteban conocía a su hija y sabía que por más que insistiera no iba a poder hacerla cambiar de opinión.—Bien, espero y tengas
Dahiana.Sabía que la espera me iba a volver loca, solo esperaba que al señor Triana le gustara mi proyecto.— Señorita Pineda, he quedado encantado, sé que a Eduardo le va a encantar—me dijo Ramiro.—Me alegra escuchar eso —le dije.—Sus habilidades son realmente buenas —agregó el señor Javier—. Lo más probable es que mañana mismo firmemos el contrato.—Tan pronto—dije.—Claro, Eduardo, deseaba que ese proyecto esté listo lo antes posible—dijo Pablo.—Perfecto —dije con una sonrisa.El proyecto era enorme y, por más que nos esforcemos, estaría listo en unos aproximados de tres años, lo que significaba que debía mudarme a San Diego.Después de despedirme, subí a mi habitación, llena de emoción, me moría de ganas de llamar a José y contarle, pero decidí esperar a firmar el contrato.José es mi amigo y socio; juntos creamos nuestra propia constructora, D y J constructoras. El inicio fue difícil, pero gracias a nuestras habilidades, hemos logrado crecer de manera rápida, llegando a hacer