Juguemos.

Eduardo.

Una sonrisa se formó en mi rostro al ver el mensaje. Rápidamente, llamé a uno de mis hombres para que organizara algo extraordinario. Una vez estuvo todo listo, le envié la información a la que sería mi presa esta noche.

Tomé una ducha, me alisté y salí para el museo de arte de San Diego. Debo de aceptar que Aarón es excelente escogiendo los lugares para mis encuentros. Cada día me sorprenden sus ocurrencias, se nota que me conoce más que a nadie. Al llegar al museo, ya todo estaba en su lugar, las luces y cámaras estaban apagadas.

Yo me despojé de mi abrigo y me senté a la espera de quién sería mi acompañante.

—Señor, ella está aquí —me avisó Aarón.

De inmediato tomé el otro teléfono y le envié un mensaje indicando que debía poner su máscara. Me sentía un poco ansioso, llevaba semanas sin tener este tipo de encuentro y ya sentía que me hacía falta.

El silencio del sitio fue interrumpido por el sonido de unos tacones. Sus pasos eran firmes, eso hizo que mi hombría despertara.
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