—¡No puedes irte! Eres una niña —sentenció su padre visiblemente afectado.Tanya siempre había sido la más tranquila de las gemelas, la más obediente, la más centrada y ahora no entendían porque ese cambio tan drástico en ella, que si no las conocieran bien, pensarían que Leandra había tomado su lugar.—Soy una mujer, siempre he sido responsable, no quiero seguir bajo el ala de ustedes como un pichón recién nacido, quiero volar… conocer mundo, equivocarme ¿Por qué te cuesta aceptarlo? —inquirió la chica con firmeza.—Puedes volar en la misma ciudad, cruzando la tierrita, hasta a México te puedes ir, ¡Pero no! A ti te da por experimentar cruzando el Atlántico —dijo Levi, su padre sin poder contener su nerviosismo.Su madre respiró profundo, aunque le dolía la decisión de su hija, no podía hacer nada, había crecido, tenía que desplegar sus alas, y no podía detenerla. Tanya la observó y se dio cuenta por la expresión en su cara que la apoyaría en esa decisión y así fue.—¡Déjala Levi! Los
La envidia y el deseo brillaron en los ojos de Tanya mientras observaba a la pareja, por más que se aconsejaba evitarlo. Había una vibrante energía entre ellos que la hacía anhelar lo que nunca podría tener. El sonido de Eletta la sacó de sus pensamientos. —Tanya, ¿Estás bien? —preguntó Eletta frunciendo el ceño con preocupación. Tanya se giró hacia su amiga, ocultando rápidamente cualquier signo de sus sentimientos. —Claro, solo estoy un poco cansada —respondió Tanya rápidamente. —Espero que sea eso amiga, debes entender que mi padre y mi madre se aman, son felices juntos y ese enamoramiento que tienes con él, jamás prosperará y debe mantenerse allí, en el campo de tu imaginación, no más. Entretanto, fuera, Ludovica subió al auto en el puesto del chofer, visiblemente emocionada, mientras que Alexander lo hizo a su lado, en el puesto de copiloto. —Vamos a probarlo —propuso él, pero ella se negó. —Después, tengo muchas cosas qué hacer, y no puedo perder tiempo. Con esas
Minutos antes de que ocurriera el accidente de Ludovica, Alexander recibió una llamada.“Señor, se ha presentado una falla en los motores de la serie de vehículos del modelo nuevo. Estuve llamando a sus primos, tanto a Roberto como a Paolo, y como no pude comunicarme con ellos, lo estoy llamando a usted. Lamento tener que molestarlo, pero es urgente su presencia”.—Estaré allí lo más pronto posible.Sin pérdida de tiempo pasó por el despacho donde estaba su esposa y se despidió.—Debo ir a la empresa, no sé cuánto tiempo tardaré —le dijo a su esposa y ella asintió.—Tárdate todo el tiempo que quieras, esposo… espero que te vaya bien —susurró mirándolo con una expresión extraña en su mirada.Alexander salió luego de darle un beso de despedida, cuando llegó a la altura de la sala, vio a Eletta sentada, miró a los lados buscando a Tanya y cómo no la vio, le preguntó a su hija.—¿Dónde está tu amiga? —sin esperar respuesta siguió hablando—, debes estar pendiente de lo que haga… no me gust
Alexander se quedó atónito ante las palabras del oficial. Un hecho provocado. Un enemigo. ¿Cómo era posible que Ludovica tuviera un enemigo dispuesto a llegar al extremo de acabar con su vida? Dio vueltas a la pregunta en su mente, pero no podía pensar con claridad. Aunque eran personas de dinero, vivían en un mundo de exclusividad, lujo y protección, siempre habían estado rodeados de personas leales. Alexander tragó con dificultad, tratando de procesar la nueva información. ¿Quién querría matar a Ludovica? Era divertida. La mujer más dulce que nadie jamás podría conocer. Siempre dispuesta a ayudar y con una sonrisa para regalar a todos. Ella era para él la perfección personificada. Vio al oficial y se dio cuenta de que no parecía bromear, su rostro era una máscara de seriedad. —No... —respondió Alexander, su voz era apenas audible—. Ludovica siempre fue muy amable y amada por todos. No puedo pensar en alguien que quisiera hacerle daño y mucho menos que deseara verla muerta. —Enten
Ella se resistió inicialmente, sus brazos empujando contra su pecho en un intento de liberarse. Su corazón latió con una mezcla de anticipación y desconcierto. Pero la sorpresa se transformó en shock cuando los labios del hombre encontraron los suyos. Pese a su intento de liberarse, finalmente cedió, sus labios, devolviendo el beso con una intensidad que era a partes iguales: comprensión, compasión y reproche. La habitación giró nuevamente para Alexander, pero esta vez fue por una sensación completamente diferente. Una embriaguez de desesperación y un salvajismo indomable alimentado por la pérdida y la soledad. Él no sabía cómo parar, cómo soltarla. Su mente era un torbellino de emociones y pensamientos que iba más rápido de lo que podía detenerse a considerarlas. Para la joven, el mundo pareció detenerse al sentir el calor de los brazos de Alexander rodeando su cuerpo. La sorpresa pintó su rostro, un lienzo en blanco ante la tormenta emocional que se avecinaba. Sin embargo, est
—¡Claro! Eso era lo que estaba esperando una zorr4 como tú, aprovechar cualquier oportunidad para meterte en mi cama o a cualquier lugar con tal de que te follara… ¡Eres de lo peor! Siempre supe que tu presencia aquí era una desgracia. Ni siquiera respetaste mi dolor y solo viniste a seducirme —siseo furioso.—¡Eso no es cierto! Yo solo quería ver como estabas y tú… —pero no terminó de hablar porque las palabras ofensivas de Alexander se escucharon como un latigazo.—¡No mientas! ¿Vas a negar que has estado enamorada de mí desde que empezaste a estudiar con mi hija? El rostro de Tanya palideció y Alexander se burló, confirmando con la actitud de la chica sus palabras.—Te cuento que no hiciste nada por simularlo, todos los sabíamos hasta Ludovica, así que no pongas esa cara de chica inocente porque no te va, no eres más que una trepadora, una vagabunda.Y con esas duras palabras la apartó de un empujón, se levantó y se arregló la ropa. Y luego, sin ninguna consideración, la agarró por
Tanya subió al coche y condujo sin rumbo, el dolor la traspasaba de pies a cabeza como si alguien la hubiera atravesado una filosa espada en todo su cuerpo. La humillación que le habían hecho Alexander y su amiga la atormentaba. Aunque lo más que le dolía era su propia decepción, su rabia consigo misma.¿Cuántas veces se había dicho a sí misma que dejara ese enamoramiento? Que se trataba de un hombre casado, y aunque eso lo respetó mientras vivía su esposa, porque lo veía inalcanzable, no pudo evitar caer una vez que ella ya no estuvo.Lo veía perfecto, hermoso, con tantas cualidades que deseaba tuviera el hombre de su vida, pero ahora resulta que la realidad la había golpeado en la cara, porque su héroe se había convertido en el villano de su historia.Ignorando su instinto, dejó que la besara y allí no pudo negarse a que hiciera con ella lo que quería.Tardó conduciendo horas, pasando una y otra vez por las mismas calles, los mismos paisajes, los lugares que antes le parecieron her
Alexander no había podido dormir bien, de hecho en la madrugada se levantó porque no podía soportar sus propios demonios que no dejaban de atormentarlo por lo que le había hecho a Tanya. Allí estaba en el balcón de su habitación, observando el paisaje. La tristeza ardía en su interior mientras las sombras del bosque se entrelazaban con los contornos de su culpa. Sentía el corazón hecho jirones, apretó los puños hasta que las uñas se clavaron en la carne de sus palmas. La rabia hacia sí mismo lo había consumido aquella noche, un fuego que no encontraba salida, sino a través de palabras y acciones que ahora desearía poder devorar y hacer desaparecer, lo hizo actuar de esa manera.Las manos de Alexander apretaron la barandilla de hierro del balcón y sus nudillos se blanquearon mientras fijaba su mirada a través de las siluetas de los árboles más allá de la zona de la piscina. El peso de sus actos pesaba sobre él, su propio odio hacia sí mismo se había desbordado en una furia injusta co