Alexander no había podido dormir bien, de hecho en la madrugada se levantó porque no podía soportar sus propios demonios que no dejaban de atormentarlo por lo que le había hecho a Tanya. Allí estaba en el balcón de su habitación, observando el paisaje. La tristeza ardía en su interior mientras las sombras del bosque se entrelazaban con los contornos de su culpa. Sentía el corazón hecho jirones, apretó los puños hasta que las uñas se clavaron en la carne de sus palmas. La rabia hacia sí mismo lo había consumido aquella noche, un fuego que no encontraba salida, sino a través de palabras y acciones que ahora desearía poder devorar y hacer desaparecer, lo hizo actuar de esa manera.Las manos de Alexander apretaron la barandilla de hierro del balcón y sus nudillos se blanquearon mientras fijaba su mirada a través de las siluetas de los árboles más allá de la zona de la piscina. El peso de sus actos pesaba sobre él, su propio odio hacia sí mismo se había desbordado en una furia injusta co
—¡Definitivamente sí! Te me has caído del pedestal en el que te tenía —gruñó, molesta.—¿Y cómo no lo voy a hacer si viniste a joder mi perfecto mundo? —inquirió —, ¡Tú eres la culpable de todo!—¿Sabes qué paso a creer? Que tu mundo no era tan perfecto como creías, que vivías un espejismo, que estabas enamorado de la ilusión de tener a la familia perfecta, porque si no fuese así, no te habrías desahogado conmigo por muy herido y dolido que estuvieras ¡Eres un hipócrita Alexander Ferrari! —sentenció con vehemencia—, te estás engañando a ti mismo, reconoce que te gustaba aun cuando tu esposa estaba viva y tenías miedo de que me acercara y todo lo simulabas con una fachada de desprecio hacia mí.Las palabras cayeron en el cuerpo del hombre como pequeños aguijones de avispas, que se introducían en su piel y le causaban hinchazón, porque aunque se negara a admitirlo, aunque se cerrara a eso, las palabras de Tanya no estaban lejos de la verdad, pero jamás lo admitiría.—¡Cállate! No sabes
Hubo un silencio sepulcral en la cocina, se podía escuchar hasta el ruido de una aguja si llegase a caer. Nadie se atrevió a moverse, estaban demasiado asustados para siquiera parpadear. La tensión era palpable en el ambiente.Alexander mantuvo su mirada fría sobre la cocinera, aparentemente impasible ante sus palabras. Su rostro era una máscara de piedra, sus labios una delgada línea que no revelaba ninguna emoción.—¿Y por qué consideras que mi esposa Ludovica era mala? —preguntó, su voz tan gélida como su mirada— ¿Y por qué hablas ahora que no puede defenderse?La cocinera se quedó viéndolo a los ojos antes de responder, se veía dubitativa, un poco temerosa, hasta que al final le respondió, no sin antes emitir un suspiro de resignación.—Veo por su expresión que usted no está dispuesto a creerme… por eso no creo que con mis palabras sea suficiente, pero cuando esté preparado para descubrir la verdad no se le va a ser difícil averiguarla, después de todo usted tiene los recursos pa
—¿En serio piensas eso? Si lo haces nunca me conociste, sabes muy bien que no hablé literalmente, fue un decir, Eletta —Tanya respondió, su voz temblaba ligeramente — Fui una idiota diciendo eso, pero jamás sería capaz de quitarle la vida a alguien. Alexander miró a ambas mujeres, sus ojos de color azul zafiro brillando en sus cuencas, llenos de enojo y decepción ante las palabras de Eletta y Tanya. —¡Basta ya! las dos —la voz de Alexander era firme y autoritaria. Pasó entre las dos mujeres y se colocó entre ellas como un escudo. Las miró alternativamente— ambas. Eletta parecía dispuesta a rebatirle, pero Alexander alzó la mano para detenerla. Miró firmemente a Tanya. —Alyssa ve a tomarte un jugo en la cocina —la niña lo dudó, pero un gesto afirmativo de cabeza de Tanya, la convenció y salió corriendo a cumplir la orden de su padre—, ahora tú Tanya tienes que responder por tus palabras —su voz era dura y decisiva— ¿Cuéntame cómo es eso que Ludovica se revolcó en esta misma casa c
Su propuesta fue tan repentina que Tanya no pudo hacer otra cosa que abrir la boca en shock. Alexander parecía igualmente sorprendido, como si las palabras hubiesen salido de su boca sin haberlo permitido. —¿Qué? ¿Es en serio? —logró balbucear Tanya, tratando de procesar las palabras del hombre frente a ella. —Alexander, tú... tú acabas de perder a tu esposa... Voy a terminar creyendo que le tiras piedra a los aviones, que te le caíste chiquito a tu mamá. Porque te juro que esa es la propuesta más absurda que me han hecho en la vida ¿Crees que soy tan tonta para aceptarte después de todo lo que me hiciste? ¿Quieres que le dé más argumento a la gente para que se siga metiendo conmigo? ¿Para hacer la comidilla de todos? Él se mordió el labio inferior, claramente arrepentido de su precipitada propuesta. Pero luego, sorprendentemente, levantó la barbilla y lo miró a los ojos con una determinación férrea. —Lo sé —admitió—. Y no espero que comprendas por qué te estoy pidiendo esto. Sólo
Alexander se arrodilló junto a Tanya mientras esta vomitaba en el retrete, le sujetó el pelo y le acarició suavemente la espalda con ternura en señal de apoyo y con una expresión de preocupación en su rostro.Cuando terminó de vomitar, la ayudó a ponerse en pie, la llevó hasta el lavamanos y le dio un cepillo de dientes y pasta dentífrica para que se cepillara.Una vez hubo terminado, la giró hacia él y le preguntó,—Dime Tanya ¿Acaso estás embarazada? —ante la pregunta del hombre, los ojos de la chica se abrieron de par en par, sorprendida, y negó con la cabeza.Es que a ella le daba terror, solo imaginar que eso pudiese ser cierto. ¿Cómo le diría a sus padres? ¿Con qué cara los mirarías? No, ella no podía estar embarazada, además, ella había tenido la menstruación, durante dos días. Claro que antes le duraba cinco, pero quizás era por causa del estrés, se dijo tratando de justificar la falta de su regla.—¿Qué estás diciendo? ¿De dónde sacas eso? —preguntó, claramente sorprendida po
Eletta tragó saliva, por un momento sorprendida por la revelación. La furia en sus ojos se convirtió en perplejidad momentánea antes de que volviera a armar sus defensas. En frente de las palabras de Tanya, Eletta se rio de ella sin dejar de burlarse.—¿Millonaria tú? Me crees idiota para creerte, ¿Qué clase de millonaria eres, cuando vives en una habitación de residencia estudiantil, manejas un coche viejo? ¡Ah, claro! Se me olvidaba que a ti te gusta todo lo antiguo, por eso andas enredada con mi papá, que te saca dieciséis años. Ve a echarle esa mentira a otro, porque yo no te la voy a creer. Es que ni siquiera vistes de marca, no hay nada en tu aspecto que indique que eres una persona de dinero, así que no quieras hacerme creer lo que no es. Tanya la miró fijamente con una expresión de lástima y sonrió.—Sabes que debes aprender de humildad, uno no debe jactarse ni pregonar lo que tiene en exceso, eso hace quienes nunca han tenido y logran tener. Ahora, por favor, ¡Vete de mi ha
Alexander tensó su mandíbula, un gesto que mostraba que estaba a punto de perder la paciencia. Se quedó en silencio durante unos segundos, el peso de las palabras de Alessandro resonando en la habitación. Finalmente, levantó la vista y miró a su padre con una seriedad que sorprendió al hombre mayor, y con su expresión seria y firme habló.—Me casaré porque quiero hacerlo, papá. No porque tenga que hacerlo. Ella no está embarazada, y si lo estuviera, no cambiaría nada. Además, si he pensado en mi familia para esta decisión, en Alyssa ella la adora a Tanya.La respuesta no convenció a Alessandro y negó con la cabeza.—Si lo que quieres es una niñera para tu hija, con contratarla para que la cuide tienes… no creo que las razones que me has dado sean suficiente para casarte… a menos que ella te guste más de lo que quieres admitir ¿Acaso es eso? —preguntó.—No, no se trata de amor papá, se trata de conveniencia, ella me ayuda con mi hija pequeña, yo la protejo de las habladurías, y el plus