El cielo nocturno era un lienzo salpicado de plata por las estrellas y la luna lejana, que se extendía resplandecientes sobre Payton y Beatriz como una bendición sobre su unión.El suave movimiento de las hojas del jardín susurraban secretos, mientras los dos cuerpos yacían entrelazados sobre el lecho improvisado sobre la hierba bañada por el rocío.El corazón de Payton latía en su pecho, a un ritmo que parecía resonar con el pulso de la propia tierra.Contempló el brillo celestial en los ojos de Beatriz, espejos que reflejaban todo el amor que sentían, acarició con suavidad, el pelo que le caía como un delicado manto en el lecho.Él se inclinó hacia su esposa y sus labios se encontraron con los de ella en un beso lleno de promesas eternas, tierno y lleno de reverencia por la vida que estaban forjando juntos.—Te adoro, mi amor, más de lo que las palabras puedan expresar —murmuró Payton contra su piel, su voz como una suave caricia que se correspondía con la ternura de su tacto.Las m
Los tonos dorados del sol poniente se difuminaban en el horizonte, proyectando un cálido resplandor en el rostro de Beatriz mientras hundía los dedos de los pies en la suave y blanca arena, viviendo su idílica luna de miel.A su lado caminaba su esposo, cuya mano se encontraba con la de ella con facilidad y familiaridad, entrelazando sus dedos mientras paseaban por la orilla. El suave batir de las olas contra la playa ponía una relajante banda sonora a su tranquila ensoñación.—¿Estás bien mi amor? —preguntó él con una sonrisa.—Mejor que nunca, son tan feliz, ¿Qué más podría pedir? Un esposo que me complace en todo.—Siempre procuraré que seas la mujer más feliz del mundo —dijo Payton deteniéndose, tomándola por el mentón y besando con suavidad sus labios.—Gracias, yo sé que parecerá raro que te haya dicho para traer a Aquiles y a Laica para que lo cuidara mientras nosotras paseábamos, pero es que no podía imaginar a nuestro Aquiles lejos de nosotros… creo que ya duré mucho tiempo
Los días fueron pasando, y las cosas poco a poco se pusieron en su lugar, hasta las que no se imaginaban. Las mujeres que obligaron a escapar a Beatriz de la cárcel, fueron atrapadas, pero días después, murieron en una pelea junto con las guardias que la habían lastimado.—Gracias a Dios que esas mujeres ya no son una amenaza para ti, desde que me dijiste que te había amenazado para que escaparas, y que te habían dicho que si las capturaban te harían daño, no tenía paz. Ahora si podré dormir tranquilo.Ella se quedó viéndolo pensativo.—¿Acaso tuviste algo que ver con la muerte de ellas? —interrogó con sospecha.Él la miró con sorpresa.—¿Es en serio? ¿Me crees un criminal? —ella lo miró con intensidad y él la miró avergonzado —, bueno, no lo soy… aunque debo confesarte que estaba haciendo planes para acabar con todas ellas, pero al parecer el destino se me adelantó —dijo con un deje de misterio en su expresión.—¿Seguro? —insistió.—Ya yo te dije esposa… aunque me imagino que vivir
—¡No puedes irte! Eres una niña —sentenció su padre visiblemente afectado.Tanya siempre había sido la más tranquila de las gemelas, la más obediente, la más centrada y ahora no entendían porque ese cambio tan drástico en ella, que si no las conocieran bien, pensarían que Leandra había tomado su lugar.—Soy una mujer, siempre he sido responsable, no quiero seguir bajo el ala de ustedes como un pichón recién nacido, quiero volar… conocer mundo, equivocarme ¿Por qué te cuesta aceptarlo? —inquirió la chica con firmeza.—Puedes volar en la misma ciudad, cruzando la tierrita, hasta a México te puedes ir, ¡Pero no! A ti te da por experimentar cruzando el Atlántico —dijo Levi, su padre sin poder contener su nerviosismo.Su madre respiró profundo, aunque le dolía la decisión de su hija, no podía hacer nada, había crecido, tenía que desplegar sus alas, y no podía detenerla. Tanya la observó y se dio cuenta por la expresión en su cara que la apoyaría en esa decisión y así fue.—¡Déjala Levi! Los
La envidia y el deseo brillaron en los ojos de Tanya mientras observaba a la pareja, por más que se aconsejaba evitarlo. Había una vibrante energía entre ellos que la hacía anhelar lo que nunca podría tener. El sonido de Eletta la sacó de sus pensamientos. —Tanya, ¿Estás bien? —preguntó Eletta frunciendo el ceño con preocupación. Tanya se giró hacia su amiga, ocultando rápidamente cualquier signo de sus sentimientos. —Claro, solo estoy un poco cansada —respondió Tanya rápidamente. —Espero que sea eso amiga, debes entender que mi padre y mi madre se aman, son felices juntos y ese enamoramiento que tienes con él, jamás prosperará y debe mantenerse allí, en el campo de tu imaginación, no más. Entretanto, fuera, Ludovica subió al auto en el puesto del chofer, visiblemente emocionada, mientras que Alexander lo hizo a su lado, en el puesto de copiloto. —Vamos a probarlo —propuso él, pero ella se negó. —Después, tengo muchas cosas qué hacer, y no puedo perder tiempo. Con esas
Minutos antes de que ocurriera el accidente de Ludovica, Alexander recibió una llamada.“Señor, se ha presentado una falla en los motores de la serie de vehículos del modelo nuevo. Estuve llamando a sus primos, tanto a Roberto como a Paolo, y como no pude comunicarme con ellos, lo estoy llamando a usted. Lamento tener que molestarlo, pero es urgente su presencia”.—Estaré allí lo más pronto posible.Sin pérdida de tiempo pasó por el despacho donde estaba su esposa y se despidió.—Debo ir a la empresa, no sé cuánto tiempo tardaré —le dijo a su esposa y ella asintió.—Tárdate todo el tiempo que quieras, esposo… espero que te vaya bien —susurró mirándolo con una expresión extraña en su mirada.Alexander salió luego de darle un beso de despedida, cuando llegó a la altura de la sala, vio a Eletta sentada, miró a los lados buscando a Tanya y cómo no la vio, le preguntó a su hija.—¿Dónde está tu amiga? —sin esperar respuesta siguió hablando—, debes estar pendiente de lo que haga… no me gust
Alexander se quedó atónito ante las palabras del oficial. Un hecho provocado. Un enemigo. ¿Cómo era posible que Ludovica tuviera un enemigo dispuesto a llegar al extremo de acabar con su vida? Dio vueltas a la pregunta en su mente, pero no podía pensar con claridad. Aunque eran personas de dinero, vivían en un mundo de exclusividad, lujo y protección, siempre habían estado rodeados de personas leales. Alexander tragó con dificultad, tratando de procesar la nueva información. ¿Quién querría matar a Ludovica? Era divertida. La mujer más dulce que nadie jamás podría conocer. Siempre dispuesta a ayudar y con una sonrisa para regalar a todos. Ella era para él la perfección personificada. Vio al oficial y se dio cuenta de que no parecía bromear, su rostro era una máscara de seriedad. —No... —respondió Alexander, su voz era apenas audible—. Ludovica siempre fue muy amable y amada por todos. No puedo pensar en alguien que quisiera hacerle daño y mucho menos que deseara verla muerta. —Enten
Ella se resistió inicialmente, sus brazos empujando contra su pecho en un intento de liberarse. Su corazón latió con una mezcla de anticipación y desconcierto. Pero la sorpresa se transformó en shock cuando los labios del hombre encontraron los suyos. Pese a su intento de liberarse, finalmente cedió, sus labios, devolviendo el beso con una intensidad que era a partes iguales: comprensión, compasión y reproche. La habitación giró nuevamente para Alexander, pero esta vez fue por una sensación completamente diferente. Una embriaguez de desesperación y un salvajismo indomable alimentado por la pérdida y la soledad. Él no sabía cómo parar, cómo soltarla. Su mente era un torbellino de emociones y pensamientos que iba más rápido de lo que podía detenerse a considerarlas. Para la joven, el mundo pareció detenerse al sentir el calor de los brazos de Alexander rodeando su cuerpo. La sorpresa pintó su rostro, un lienzo en blanco ante la tormenta emocional que se avecinaba. Sin embargo, est