Alexander tensó su mandíbula, un gesto que mostraba que estaba a punto de perder la paciencia. Se quedó en silencio durante unos segundos, el peso de las palabras de Alessandro resonando en la habitación. Finalmente, levantó la vista y miró a su padre con una seriedad que sorprendió al hombre mayor, y con su expresión seria y firme habló.—Me casaré porque quiero hacerlo, papá. No porque tenga que hacerlo. Ella no está embarazada, y si lo estuviera, no cambiaría nada. Además, si he pensado en mi familia para esta decisión, en Alyssa ella la adora a Tanya.La respuesta no convenció a Alessandro y negó con la cabeza.—Si lo que quieres es una niñera para tu hija, con contratarla para que la cuide tienes… no creo que las razones que me has dado sean suficiente para casarte… a menos que ella te guste más de lo que quieres admitir ¿Acaso es eso? —preguntó.—No, no se trata de amor papá, se trata de conveniencia, ella me ayuda con mi hija pequeña, yo la protejo de las habladurías, y el plus
—¿De dónde sacaste esa fotografía? —preguntó Tanya con los ojos abiertos de par en par por la sorpresa.Y como ya Alexander había malinterpretado todo, creía que su pregunta era una evidente aceptación de que estaba preocupada por haber sido descubierta, lo cual estaba muy lejos de la realidad, porque si ella había abierto los ojos sorprendida, no fue porque se viera descubierta en algo comprometedor, sino porque se dio cuenta de que la única manera de obtener esas fotografías es que se la hubiesen tomado en la residencia, lo que significaba que alguna de las muchachas que vivían allí se había prestado para eso y estaba trabajando en complicidad con Eletta.Cuando Tanya giró su vista y vio el rostro transformado de Alexander, intentó explicarse.—Alex, te juro que no es lo que estás pensando, este hombre no es nada mío, él es solo un… —la mirada furiosa del hombre la detuvo cuando le tomó el brazo con fuerza, y le murmuró con rabia apenas contenida.—Es mejor que cierres tu maldita bo
Alexander sintió que el suelo se abría bajo sus pies. Un accidente intencional... alguien había querido matar a su amada esposa. ¿Quién podría estar interesado en hacerlo? Al principio había sido solo una hipótesis, pero ya confirmada, significaba que había un asesino cercano a ellos.—¿Ya saben quién fue? ¿Tienen algunos sospechosos? —preguntó.“Hay varios señores y de eso quiero hablarle, preferiblemente hoy mismo. Si no tiene ninguna una objeción, puedo llegar en este mismo momento a su casa”. —No es necesario, mejor yo me llego donde está usted, quiero que usted me garantice que atrapará al responsable para que le caiga todo el peso de la ley —dijo entre dientes.“Lo entiendo, señor Ferrari. Créame que estamos haciendo todo lo posible por resolver este horrible crimen. Pero no podemos apresurarnos, la investigación debe seguir los canales adecuados”. Alexander colgó el teléfono con furia. No podía creer que no podía confiar en nadie, independientemente de lo que hubiese hecho L
Tanya se quedó allí, mirándolo como si estuviera loco, no podía creer su forma de comportarte con ella, cada palabra ofensiva que pronunciaba provocaba en ella una herida y una decepción más profunda en su corazón.—No te quedes como palo, ¿Acaso no escuchaste mis palabras? Te dije que te desnudaras, para eso eres mi esposa —dijo con firmeza y una expresión de rabia en su rostro.—Pues te equivocas, no lo voy a hacer, tú lo has dicho muy bien, soy tu esposa, no un objeto sexual y mucho menos una fulana a quien puedas tratar de esa manera, y por mucho que me lo pidas no pienso hacerlo ¡No voy a desnudarme! —señaló con firmeza.—¿Crees que te permitiré que te niegues? Entiende Tanya ¡A mí nadie me rechaza! —exclamó Alexander y en respuesta la agarró bruscamente por los brazos y la besó con violencia, cogiéndola desprevenida.Por un momento, ella se quedó paralizada, aún incrédula de esa actitud, tan déspota y lamentando haberse casado con él. Sin embargo, pronto reaccionó. Lo apartó de
—¿Estás de broma? —preguntó Alexander con incredulidad.—Nunca he hablado más en serio en toda mi vida, Alexander, me voy —dijo Tanya, con voz firme mientras aferraba la maleta.—No puedes irte así como así —replicó Alexander con tono posesivo—. ¿Acaso se te olvidó que eres mi mujer?Ella giró sobre sus talones para enfrentarse a él, el desafío en sus ojos era lo suficientemente agudo como para atravesar su arrogancia. —¡Ya no lo soy! —replicó ella.La risa de Alexander resonó burlona, un sonido que retumbó en las paredes.—Por supuesto que lo eres ¿Acaso tu pequeño truco de fuga te ha hecho perder la memoria?—Para nada —respondió Tanya con frialdad, dejando la maleta en el suelo con un suave golpe. —La fuga hizo que se me cayera la venda de los ojos, por eso voy a anular esta farsa de matrimonio.Las facciones de Alexander se contorsionaron en una expresión que mezcló el miedo con la incredulidad, como si estuviera mirando a un fantasma en lugar de a la mujer que creyó controlar.
Tanya se había quedado dormida del cansancio que le había producido llorar y llamar de manera desesperada a Alexander, o a cualquier otra persona para que le abriera la puerta, por eso cuando escuchó abriendo la puerta se incorporó y sintió alivio cuando vio a la cocinera allí. —Gracias al cielo ¿Vino a sacarme de aquí? —preguntó mientras se levantaba.Sin embargo, la mirada triste de la mujer le indicó que se estaba haciendo falsas ilusiones porque ella no había ido para abrirle la puerta y segundos después pudo comprobarlo.—Lo siento señorita, pero solo vine a traerle comida, porque el señor dio las instrucciones, pero también dijo que bajo ningún concepto podíamos dejarla salir de aquí —dijo la mujer apenada.Colocó la bandeja en la mesita de noche y salió dejándola encerrada nuevamente. Se quedó viendo la comida, aunque no quería comer, la verdad es que tenía hambre, y no estaría de más que comiera un poco para reponer energías. Así que comenzó a comer mientras pensaba en una m
Alexander se quedó estático, con el corazón, latiéndole enloquecido. El impacto de que ella lo hubiese escuchado fue tanto que se quedó mudo, incluso hasta su ebriedad se le pasó. Sintió un nudo en el estómago por haberle provocado ese dolor a Eletta, intentó hablar, pero las palabras se atragantaron en su garganta.En cambio, fue Alessandro, con su mirada compasiva y sabia, quien tomó sus manos y se dispuso a responder.—Eletta, mi niña, escuchaste mal, eso no fue lo que quiso decir tu padre —trató de remediar el error de su hijo, pero ella negó.—¡No me mientas, abuelo! Yo lo escuché claramente, que dijo que yo no era su hija, que aceptó a mi mamá en su vida estando embarazada de mí —dijo con la voz entrecortada y las lágrimas rodando por sus ojos.Las palabras de Eletta flotaron en la sala, pesadas como el plomo. La negación de Alessandro se detuvo a mitad de camino, se quedó en un susurro que terminó por perderse entre las sombras del cuarto. Alexander, aún paralizado, sintió cómo
—¿Explicarme? ¿Qué necesitas explicarme? ¿Qué me has tenido engañada dieciocho años? ¿Qué no estabas muerta, sino que es parte de un engaño? ¿Por qué lo hiciste? ¿Cuál era tu fin? ¿Irte con tu amante? La rabia se agitó dentro de la chica, cuya respiración se hizo entrecortada, quiso cortarle, pero una parte de ella quería escucharla, oírla, justificarse. Ludovica, como si presintiera el caudal de sensaciones que estaba viviendo en ese momento su hija, vio la oportunidad de convencerla. Hija, a no vayas a cortarme, déjame darte una explicación, no me fui con mi amante… lo hice porque mi vida estaba en peligro”. Por un momento Eletta no sabía qué hacer, al final la necesidad de conocer sobre su verdadero origen, hizo que accediera. —Está bien, te espero en el parque que está en el sector de las peñas, no tardes —cortó la llamada y se quedó esperando la llegada de su madre. Ludovica esbozó una sonrisa socarrona al pulsar el botón de finalización de llamada de su teléfono, un disposi