Alexander se quedó estático, con el corazón, latiéndole enloquecido. El impacto de que ella lo hubiese escuchado fue tanto que se quedó mudo, incluso hasta su ebriedad se le pasó. Sintió un nudo en el estómago por haberle provocado ese dolor a Eletta, intentó hablar, pero las palabras se atragantaron en su garganta.En cambio, fue Alessandro, con su mirada compasiva y sabia, quien tomó sus manos y se dispuso a responder.—Eletta, mi niña, escuchaste mal, eso no fue lo que quiso decir tu padre —trató de remediar el error de su hijo, pero ella negó.—¡No me mientas, abuelo! Yo lo escuché claramente, que dijo que yo no era su hija, que aceptó a mi mamá en su vida estando embarazada de mí —dijo con la voz entrecortada y las lágrimas rodando por sus ojos.Las palabras de Eletta flotaron en la sala, pesadas como el plomo. La negación de Alessandro se detuvo a mitad de camino, se quedó en un susurro que terminó por perderse entre las sombras del cuarto. Alexander, aún paralizado, sintió cómo
—¿Explicarme? ¿Qué necesitas explicarme? ¿Qué me has tenido engañada dieciocho años? ¿Qué no estabas muerta, sino que es parte de un engaño? ¿Por qué lo hiciste? ¿Cuál era tu fin? ¿Irte con tu amante? La rabia se agitó dentro de la chica, cuya respiración se hizo entrecortada, quiso cortarle, pero una parte de ella quería escucharla, oírla, justificarse. Ludovica, como si presintiera el caudal de sensaciones que estaba viviendo en ese momento su hija, vio la oportunidad de convencerla. Hija, a no vayas a cortarme, déjame darte una explicación, no me fui con mi amante… lo hice porque mi vida estaba en peligro”. Por un momento Eletta no sabía qué hacer, al final la necesidad de conocer sobre su verdadero origen, hizo que accediera. —Está bien, te espero en el parque que está en el sector de las peñas, no tardes —cortó la llamada y se quedó esperando la llegada de su madre. Ludovica esbozó una sonrisa socarrona al pulsar el botón de finalización de llamada de su teléfono, un disposi
Eletta vio a su madre caminar hacia ella, no sabía cómo sentirse, si alegrarse porque estuviera viva o lamentarse de que lo estuviera, porque la había decepcionada tan profundamente que jamás lo creyó posible.Cuando llegó a su lado, extendió los brazos, lista para que ella la abrazara, en su lugar, Eletta se quedó viéndola con sospecha, pero Ludovica no se dejó intimidar por la mirada de su hija.—¿Así recibes a tu madre cuando te has enterado de que estás viva? —inquirió la mujer, pero Eletta no la abrazó.—Para abrazarte necesitaría sentirlo, y yo no lo siento. Siendo sincera no sé si me alegro de que estés viva, porque tienes muchas explicaciones que darme, por ejemplo quiero que me digas la verdad ¿Quién es mi padre? Porque ya tengo claro que no soy una Ferrari, me tuviste engañada durante años y eso no te lo perdono —expresó con firmeza— Dime algo ¿Te acostaba con Alexander y con mi papá al mismo tiempo? Su tono denotó amargura, y apenas las palabras salieron de su boca, sintió
Ludovica tomó su teléfono y marcó a un número.—Necesito que mandes a unos hombres a buscar a mi hija y que hagan algo por mí —se sonrió mientras arrastraba a su hija y la sentaba con ella en un banco, el más oculto, hasta que aparecieron los hombres que le enviaron.Por su parte, Alexander, luego de la discusión con Eletta, salió a buscarla junto con su padre, preocupado de que pudiera haberle ocurrido algo, pero no la encontraron.—No está por ningún lado, es como si la tierra se la hubiese tragado —dijo Alexander con preocupación—, seguro debe sentirse herida… fui un idiota al decir todo eso.—Lo mejor será volver a la casa a ver si ya está de vuelta —propuso su padre, al mismo tiempo que tomaba el retorno a la casa.Regresaron en completo silencio, Alexander sumido en sus pensamientos, pensando en la burla que fue objeto por parte de Ludovica, no podía creer que se hubiese dejado engañar como un idiota, lo único bueno de esa relación había sido Eletta y Alyssa, sus hijas, pero lo
Alexander ni siquiera supo cómo terminó esa llamada, estaba impactado, como si alguien invisible le hubiese dado una fuerte patada en el estómago y sacado todo el aire. Su mano tembló cuando se detuvo sobre el botón de fin de llamada antes de pulsarlo con decisión. Se quedó sin aliento, con el pecho apretado.—Esto no es posible —murmuró en voz baja, las palabras cayendo en un torrente implacable tal cual como un mantra.Su padre, Alessandro, se acercó con las cejas fruncidas y los ojos nublados por la preocupación. —¿Qué pasó? ¿Le ocurrió algo a mi niña? —preguntó ante la inamovilidad de su hijo, con la voz cargada de angustia.Alexander meneó la cabeza sin mirar a su padre.—¿Acaso es Tanya? —insistió el hombre en las pregustas.—No, no es Tanya —consiguió decir, con la voz apenas por encima de un susurro.—Es Ludovica —respondió casi sin aliento.—¿Ludovica? ¿Qué pasó con ella? —preguntó Alessandro con su ceño fruncido.—¡Está viva! Y está siendo atendida en un hospital.—¡Mierda!
Apenas Alexander llegó al hospital, el detective lo vio y salió a su encuentro.—Señor Ferrari, ¿Me imagino que está sorprendido por esto? ¿Jamás creyó que su esposa vivía? —inquirió y Alex hizo una mueca de disgusto.—Seguro usted debe estar igual, porque fueron sus criminólogos lo que me informaron que estaba muerta y ahora resulta que no, está viva —expresó con un deje de irritación en su tono.—Así que la mujer no estaba muerta, sino de parranda —agregó su padre en tono divertido.—Los siento, pero es que todas las evidencias… —antes de que pudiera agregar algo, Alexander lo detuvo con su tono frío.—¡Si claro! Evidencias evidentemente falsas, erradas, manipuladas o como carajos quiera llamarla, porque Ludovica está allí en un cuarto de esos, viva, Me imagino que así son las evidencias que tenía en contra de mi esposa ¿O me equivoco? —inquirió.—¿Esposa a cuál se refiere a la señora Ludovica o a Tanya? —dijo el investigador con un leve tono de diversión.—Usted sabe a quién me re
Ante la salida de Alexander, el médico salió corriendo detrás de él, mientras la mujer quedaba peleando histérica, sin poder creer que todos sus planes se hubiesen derrumbado cualquier castillo de naipes.—Desgraciado. Pero no se va a salir con la suya… tenía dudas de hacer con esa muchachita, pero ya no… voy a hacer que se odien.Sacó el teléfono debajo de la almohada y le marcó.—Necesito una grabación con esa chica, tal y como te lo voy a indicar —pronunció con una sonrisa mientras le explicaba paso a paso lo que haría. —Y luego de allí déjala en libertad, en alguna parte concurrida, que ya tengo otros planes para ella —manifestó con una expresión maliciosa.“¿Y cuándo nos darás el dinero?”, preguntó la voz al otro lado del teléfono.—No te preocupes que voy a pagarte, después de que cumplas mis instrucciones, una de ellas es que vas a enviar la grabación a un correo que te daré, luego deben eliminar todo rastro de allí.Se despidieron y ella se quedó mirando con una sonrisa enig
Tanya abrió los ojos lentamente, le dolía la cabeza, producto de la sustancia que le habían dado a oler, intentó incorporarse, pero el dolor de cabeza se lo impidió.Cerró los ojos con fuerza, mientras unas lágrimas comenzaron a salir de sus ojos. Enseguida empezó a escuchar voces, y sintió que alguien la tocó dándole con el pie.—Creo que aún sigue dormida, tal vez deberíamos llevarla a donde está la otra y echarle agua para hacerla levantar.—No podemos ponerlas juntas, la señora no quiere que sea así —respondió otra voz.—Entonces dejémosla aquí.Tanya sintió que los pasos se alejaron, no sabía quién le había hecho eso "¿Quién sería esa señora? ¿Y quién será la otra que mencionaron?", pensó, mientras luchaba contra el pánico que se cernía sobre ella.El frío del suelo le penetró los huesos, y cada intento por moverse le recordaba el dolor punzante en su cabeza y la nubla que le impedía pensar con claridad. Tanya reconoció la textura debajo de sus dedos: era concreto. Estaba en un