—¡No puedes irte! Eres una niña —sentenció su padre visiblemente afectado.Tanya siempre había sido la más tranquila de las gemelas, la más obediente, la más centrada y ahora no entendían porque ese cambio tan drástico en ella, que si no las conocieran bien, pensarían que Leandra había tomado su lugar.—Soy una mujer, siempre he sido responsable, no quiero seguir bajo el ala de ustedes como un pichón recién nacido, quiero volar… conocer mundo, equivocarme ¿Por qué te cuesta aceptarlo? —inquirió la chica con firmeza.—Puedes volar en la misma ciudad, cruzando la tierrita, hasta a México te puedes ir, ¡Pero no! A ti te da por experimentar cruzando el Atlántico —dijo Levi, su padre sin poder contener su nerviosismo.Su madre respiró profundo, aunque le dolía la decisión de su hija, no podía hacer nada, había crecido, tenía que desplegar sus alas, y no podía detenerla. Tanya la observó y se dio cuenta por la expresión en su cara que la apoyaría en esa decisión y así fue.—¡Déjala Levi! Los
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