La oscuridad lo envolvió, asfixiante. Paul se retorció, atrapado en las garras de un sueño turbulento. De repente, unas manos cálidas lo sacudieron, arrancándolo de las profundidades de su pesadilla, pero no era una pesadilla, era un recuerdo.—¡Despierta mi amor! ¿Qué pasa? —La voz preocupada de Eletta lo trajo de vuelta a la realidad.Paul parpadeó, desorientado. El sudor frío le pegaba la camisa al cuerpo. Respiró hondo, intentando calmar los latidos frenéticos de su corazón.—Recordé lo sucedido cuando me golpearon —, murmuró, pasándose una mano temblorosa por el rostro. —Todo empezó porque yo quería terminar mi relación con Beatriz, antes de ir a buscarte, quería hacer las cosas bien… aunque a decir verdad, mi error fue iniciar una relación con ella amándote a ti… de cierta manera intenté usarla sin proponérmelo.Las imágenes del pasado inundaron su mente, la cara esperanzada de Beatriz cuando lo vio, creyendo que iba a pedirle disculpas y a volver con ella, su expresión cuando l
Payton salió disparado de la habitación, sin bañarse, sin arreglarse, parecía un vagabundo. Bajó las escaleras de dos en dos, ignorando el mareo y las náuseas provocadas por el alcohol. Su mente era un torbellino de pensamientos y emociones contradictorias, pero un objetivo claro se imponía sobre todo lo demás: tenía que sacar a Beatriz de la cárcel.—¡Giullette! —gritó, su voz ronca por la falta de uso—. ¡Llama al abogado ahora mismo!La mujer apareció rápidamente, con el teléfono ya en la mano. —Ya lo llamé, señor. Desde el día siguiente en que se llevaron a Beatriz, él está encargándose de todo.Payton asintió, agradecido por la iniciativa de su asistente. Se pasó una mano temblorosa por el pelo, tratando de ordenar sus pensamientos.—¡Manda a preparar el coche, nos vamos ahora mismo!La mujer apareció en cuestión de segundos, con las llaves ya en la mano y una expresión de alivio en el rostro.—Ya está todo listo, señor. Sabía que recapacitaría.Payton no tuvo tiempo de sorprende
El ambiente en la sala de espera era tenso, cargado de emociones contenidas y miradas hostiles. Payton permaneció de pie, con los hombros hundidos bajo el peso de la culpa, mientras los Harrison lo observaban con una mezcla de rabia y desprecio. —No tienes derecho a estar aquí —siseó Gaius, acercándose a él, tratando de controlar las ganas de partirle la cara a Payton—. Tú la pusiste en esa celda. Tú eres el responsable de todo esto… de que perdiera a su bebé… y de que ahora no tenga ganas de vivir. Payton no se movió, aceptando cada palabra como un golpe merecido. —Lo sé —respondió con voz quebrada—. Y no hay nada que pueda decir para justificar lo que hice. Pero necesito saber que ella está bien. Por favor… necesito… pedirle perdón, aunque sé que no me lo merezco … me conformo con verla bien —se pasó la mano por la cabeza de forma desesperada mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas. —¿Cree que va a estar bien cuando perdió a su hijo? —no esperó respuesta y siguió habla
Cuando entró, la imagen de Beatriz, pálida e inmóvil en la cama de hospital, le robó el aliento, tuvo la sensación de que le habían dado un puñetazo en su estómago. Se acercó lentamente, como si temiera que ella pudiera desvanecerse ante sus ojos. —Beatriz... mi amor —susurró, su voz quebrada por la emoción, se arrodilló a un lado de su cama—. Sé que no merezco tu perdón, pero por favor, abre los ojos. Mírame. Payton tomó la mano inerte de Beatriz entre las suyas, sintiendo su piel fría. Las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas sin control. —Fui un idiota, un completo imbécil —continuó, su voz ahogada por el llanto—. Dejé que mis miedos, mis inseguridades del pasado me cegaran. No confié en ti cuando debí hacerlo. Y ahora... ahora he destruido todo… Su mirada se posó en el vientre de Beatriz. El dolor lo atravesó como una daga. —Nuestro bebé... —sollozó—. Perdóname, mi amor. Perdóname por no haber sabido protegerte. Por haber roto mis votos de cuidarte y protegerte, por h
Payton salió de la habitación de Beatriz con paso vacilante, sintiendo que cada paso lo alejaba más de la mujer que amaba. El rechazo de ella le dolía profundamente, pero sabía que lo merecía. Afuera, la familia Harrison lo esperaba con miradas hostiles. El padre de Beatriz se acercó, con los ojos enrojecidos por el llanto.—¿Qué pasó? ¿Reaccionó? —preguntó con voz ronca.Payton asintió lentamente. —Sí, despertó. Pero... me pidió que me fuera. No quiere verme nunca más.Los hermanos de Beatriz intercambiaron miradas de alivio mezclado con preocupación. —Es lo mejor —, dijo Gaius con dureza. —Aléjate de ella de una vez por todas, solo le has traído desgracia, dolor y sufrimiento.Pero Payton negó con la cabeza. —No puedo hacer eso. La amo y voy a luchar por ella, aunque me lleve toda la vida—, dijo con firmeza—. Sé que cometí un error terrible, imperdonable. Pero no me rendiré. Haré todo lo que esté en mis manos para demostrarle cuánto la amo y ganarme su perdón.El padre de Beatri
Esas fueron las palabras que leyó el primer día, mirando tanto las flores como las notas con diversos sentimientos, rabia, tristeza, nostalgia, dolor, decepción, al final le ganó la molestia y sin ninguna delicadeza de pronto tomó la rosa, la destruyó, luego agarró la nota y la arrugó ante la sorpresa de su padre y sus hermanos, quienes se mantuvieron en silencio, sin recriminarle nada.Payton afuera cuando vio salir a la enfermera, no dudó en preguntarle.—¿Ella la aceptó? —preguntó, a la mujer le dio lástima responderle, pero no fue necesario, porque él leyó en su rostro, la verdad —, bueno, no importa… seguiré insistiendo, ahora le enviaré una también la tarde.Y así lo hizo, esa misma tarde le envió otra.“El agua no rompe la piedra por la fuerza, sino por la persistencia, y yo estoy dispuesto a persistir, hasta mi último suspiro”,Al día siguiente, en la mañana, volvió a insistir.“Amor mío, sé que cometí un error grave, y no tienes idea de cómo me lamento, pienso y pienso en qué
Los hombros de Payton se hundieron al abrir la puerta principal de la mansión, con el peso de sus errores, presionándole como una roca invisible. El lamento desgarrador de su hijo cortó el aire, un sonido que le estrujó el corazón y le retorció las entrañas de culpa.La voz apremiante de Laica lo saludó.—Señor, menos mal que está en casa. Ha estado inconsolable todo el día… lo he intentado todo, pero no puedo hacer nada para calmarlo.Los ojos de Payton se posaron en su hijo, que tenía la cara roja y los puños cerrados mientras se retorcía en los brazos de Laica.La niñera, de aspecto habitualmente pulcro, estaba despeinada y se le había escapado el pelo del moño.—No para de llamar a su mamá —, continuó Laica, haciendo rebotar al bebé con suavidad. —Echa mucho de menos a la señora Beatriz.A Payton se le hizo un nudo en la garganta.—Lo sé, Laica. Yo también la echo de menos, pero por más que intento acercarme no me deja —, murmuró, más para sí mismo que para la niñera.Cogió a su h
El padre de Beatriz paseaba por el inmaculado pasillo blanco con olor antiséptico, con la confusión grabada en las líneas de su ceño fruncido. El médico acababa de autorizar la salida de Beatriz, pero con estrictas instrucciones de reposo y revisiones periódicas. No entendía por qué su hija insistía en marcharse tan repentinamente. —Si esa es tu decisión, vamos a hacer lo que digas. Te llevaremos a casa —le dijo mientras terminaban de recoger las cosas.Sin embargo, Beatriz no estuvo de acuerdo y comenzó a negar con la cabeza, mientras su cabello dorado, ondeaba en señal de objeción.—No, papá, no quiero ir a la casa —, afirmó con un temblor en la voz. —Necesito otro lugar para quedarme, no quiero que Payton me encuentre, no quiero tener que lidiar con sus regalos, sus rosas y sus notas de perdón.Los cuatro hombres que la rodeaban intercambiaron miradas, cada uno con su propia preocupación y desconcierto. Sin embargo, ninguno se opuso a sus deseos.Horas más tarde, Beatriz yacía e