Cuando entró, la imagen de Beatriz, pálida e inmóvil en la cama de hospital, le robó el aliento, tuvo la sensación de que le habían dado un puñetazo en su estómago. Se acercó lentamente, como si temiera que ella pudiera desvanecerse ante sus ojos. —Beatriz... mi amor —susurró, su voz quebrada por la emoción, se arrodilló a un lado de su cama—. Sé que no merezco tu perdón, pero por favor, abre los ojos. Mírame. Payton tomó la mano inerte de Beatriz entre las suyas, sintiendo su piel fría. Las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas sin control. —Fui un idiota, un completo imbécil —continuó, su voz ahogada por el llanto—. Dejé que mis miedos, mis inseguridades del pasado me cegaran. No confié en ti cuando debí hacerlo. Y ahora... ahora he destruido todo… Su mirada se posó en el vientre de Beatriz. El dolor lo atravesó como una daga. —Nuestro bebé... —sollozó—. Perdóname, mi amor. Perdóname por no haber sabido protegerte. Por haber roto mis votos de cuidarte y protegerte, por h
Payton salió de la habitación de Beatriz con paso vacilante, sintiendo que cada paso lo alejaba más de la mujer que amaba. El rechazo de ella le dolía profundamente, pero sabía que lo merecía. Afuera, la familia Harrison lo esperaba con miradas hostiles. El padre de Beatriz se acercó, con los ojos enrojecidos por el llanto.—¿Qué pasó? ¿Reaccionó? —preguntó con voz ronca.Payton asintió lentamente. —Sí, despertó. Pero... me pidió que me fuera. No quiere verme nunca más.Los hermanos de Beatriz intercambiaron miradas de alivio mezclado con preocupación. —Es lo mejor —, dijo Gaius con dureza. —Aléjate de ella de una vez por todas, solo le has traído desgracia, dolor y sufrimiento.Pero Payton negó con la cabeza. —No puedo hacer eso. La amo y voy a luchar por ella, aunque me lleve toda la vida—, dijo con firmeza—. Sé que cometí un error terrible, imperdonable. Pero no me rendiré. Haré todo lo que esté en mis manos para demostrarle cuánto la amo y ganarme su perdón.El padre de Beatri
Esas fueron las palabras que leyó el primer día, mirando tanto las flores como las notas con diversos sentimientos, rabia, tristeza, nostalgia, dolor, decepción, al final le ganó la molestia y sin ninguna delicadeza de pronto tomó la rosa, la destruyó, luego agarró la nota y la arrugó ante la sorpresa de su padre y sus hermanos, quienes se mantuvieron en silencio, sin recriminarle nada.Payton afuera cuando vio salir a la enfermera, no dudó en preguntarle.—¿Ella la aceptó? —preguntó, a la mujer le dio lástima responderle, pero no fue necesario, porque él leyó en su rostro, la verdad —, bueno, no importa… seguiré insistiendo, ahora le enviaré una también la tarde.Y así lo hizo, esa misma tarde le envió otra.“El agua no rompe la piedra por la fuerza, sino por la persistencia, y yo estoy dispuesto a persistir, hasta mi último suspiro”,Al día siguiente, en la mañana, volvió a insistir.“Amor mío, sé que cometí un error grave, y no tienes idea de cómo me lamento, pienso y pienso en qué
Los hombros de Payton se hundieron al abrir la puerta principal de la mansión, con el peso de sus errores, presionándole como una roca invisible. El lamento desgarrador de su hijo cortó el aire, un sonido que le estrujó el corazón y le retorció las entrañas de culpa.La voz apremiante de Laica lo saludó.—Señor, menos mal que está en casa. Ha estado inconsolable todo el día… lo he intentado todo, pero no puedo hacer nada para calmarlo.Los ojos de Payton se posaron en su hijo, que tenía la cara roja y los puños cerrados mientras se retorcía en los brazos de Laica.La niñera, de aspecto habitualmente pulcro, estaba despeinada y se le había escapado el pelo del moño.—No para de llamar a su mamá —, continuó Laica, haciendo rebotar al bebé con suavidad. —Echa mucho de menos a la señora Beatriz.A Payton se le hizo un nudo en la garganta.—Lo sé, Laica. Yo también la echo de menos, pero por más que intento acercarme no me deja —, murmuró, más para sí mismo que para la niñera.Cogió a su h
El padre de Beatriz paseaba por el inmaculado pasillo blanco con olor antiséptico, con la confusión grabada en las líneas de su ceño fruncido. El médico acababa de autorizar la salida de Beatriz, pero con estrictas instrucciones de reposo y revisiones periódicas. No entendía por qué su hija insistía en marcharse tan repentinamente. —Si esa es tu decisión, vamos a hacer lo que digas. Te llevaremos a casa —le dijo mientras terminaban de recoger las cosas.Sin embargo, Beatriz no estuvo de acuerdo y comenzó a negar con la cabeza, mientras su cabello dorado, ondeaba en señal de objeción.—No, papá, no quiero ir a la casa —, afirmó con un temblor en la voz. —Necesito otro lugar para quedarme, no quiero que Payton me encuentre, no quiero tener que lidiar con sus regalos, sus rosas y sus notas de perdón.Los cuatro hombres que la rodeaban intercambiaron miradas, cada uno con su propia preocupación y desconcierto. Sin embargo, ninguno se opuso a sus deseos.Horas más tarde, Beatriz yacía e
Callup fue el primero en hablar, su voz suave aunque firme.—Entiendo tu dolor, Bea, pero ocultarle esto a Payton no es la solución. Ese bebé también es suyo. No me gustaría que la madre de un hijo mío me lo ocultara.Beatriz negó con la cabeza, las lágrimas corriendo por sus mejillas.—No puedo confiar en él, no después de lo que hizo —susurró—. ¿Y si vuelve a dudar de mí? ¿Y si le hace daño a este bebé también?—Hermana —intervino Gaius con gentileza—, sé que estás asustada y herida. Pero privar a un padre de su hijo no es justo, ni para él ni para el bebé.—¡Él me privó a mí de mi otro bebé! Porque no me quiso escuchar, no me dio derecho a contarle la versión de los hechos y yo no voy a darle otra oportunidad de hacerme daño una vez más —espetó furiosa.—Está bien hija, se hará como digas, nadie va a obligarte a hacer algo que no quieres —respondió su padre—, cuando estés preparada le puedes decir.Ella asintió mientras su padre la abrazaba.******Esa noche Payton no pudo dormir,
Laica se quedó mirando al apuesto hombre frente a ella, sintiendo que sus mejillas se sonrojaban intensamente. Por un momento olvidó por completo por qué estaba allí."Concéntrate", se regañó mentalmente, sacudiendo ligeramente la cabeza para aclarar sus pensamientos.—Soy... soy… soy Laica, la niñera de Aquiles —logró decir, finalmente, su voz apenas un susurro—. Vine a ver a Beatriz y traje al niño para que la vea.Los ojos de Callup se suavizaron al escuchar el nombre del pequeño.—Oh, entiendo —dijo con voz más amable—. Lo siento, pero Beatriz no está aquí ahora mismo. ¿Con quién viniste?Ella dudó, porque se sentía entre la espada y la pared, porque por un momento no quería ser desleal con su jefe, aunque tampoco con su amiga, para su buena suerte, no debió decir nada, aunque no de manera explícita porque él se dio cuenta.—Vas a pasar, llama a tu jefe y le vas a decir que pasarás el día aquí por petición de Beatriz, y luego yo te llevo donde está ella, porque quiere ver al niño.
Beatriz abrazó al pequeño Aquiles con fuerza, como si temiera que fuera a desaparecer. Las lágrimas rodaban por sus mejillas mientras besaba su cabecita una y otra vez.—Mi niño hermoso, te extrañé tanto —, susurró de nuevo con voz quebrada.Aquiles se aferró a ella, balbuceando feliz, llamándola mamá. Era evidente el fuerte vínculo que existía entre ambos.Laica observaba la escena con una mezcla de alegría y tristeza. Se alegraba de ver a Beatriz y Aquiles reunidos, pero no podía evitar pensar en Payton y lo mucho que sufría por la separación.Beatriz finalmente levantó la mirada hacia Laica.—Gracias por traerlo —, dijo con una sonrisa temblorosa. —No sabes cuánto necesitaba verlo… sé que no nació de mí, pero lo amo.Laica asintió, sin saber qué decir. Quería contarle a Beatriz sobre el arrepentimiento de Payton, pero la advertencia de Callup se lo impedía.Sin embargo, debía entregarle por lo menos la rosa carmesí y la nota que le había dado su jefe, ella abrió el bolso donde la h