EN LA CAMA DEL ALFA: entre la lujuria y la venganza.
EN LA CAMA DEL ALFA: entre la lujuria y la venganza.
Por: REINA ROJA
OCASO

PROLOGO

Me desperté sobresaltada por la algarabía que llenaba el aire. Gritos, murmullos, desespero..

Olor a sangre, a muerto y desolacion.

Mi corazón latía con fuerza mientras me acercaba a la ventana para ver qué estaba pasando. ¿Qué está sucediendo? Pensé con el corazón en la garganta.

La imagen me devasto y era como si me atrevesaran una estaca en el centro de mi pecho.

Mi manada, mi pueblo, estaba siendo atacado. La escena era caótica, con figuras oscuras corriendo y gritando por todas partes.

Sangre, gritos, caos. mi cabeza iba a explotar mientras absorbía la imagen que me desgarraba por dentro.

Mi mente se llenó de pánico mientras corría hacia la puerta, mi único pensamiento era llegar a mis hermanitos gemelos. Tengo que protegerlos

La mansión estaba siendo invadida, podía escuchar los gritos y el ruido de espadas chocando contra las paredes.

Intenté correr más rápido, pero un consejero me atrapó por detrás, cubriendo mi boca con su mano. lo conocia, sabia quien era, pero aun asi, me removia, queriendo soltarme y ayudar a mis padres.

a mis hermanos que tanto amaba y los tenian en la sala arrodillados como si no valieran nada.

—No puedes hacer nada —me susurró al oído—. Son demasiados. Quédate callada.

—¡Suéltame! —le dije, intentando zafarme de su agarre.

—No puedes salvarlos —me respondió—. Son demasiados y van a matarte si sales ahora mismo..

Me llevó a un lugar desde donde podía ver lo que estaba sucediendo. Mi familia estaba arrodillada en el suelo, mis padres y mis hermanitos gemelos, tan pequeños y asustados.

Mi corazón se rompió al verlos así.

Mi vista se fijó en el rey, que se acercaba a mi familia con una mascara que ocultaba su rostro.

—No puedes salvarlos —me repitió el consejero, su voz baja y amenazante.

Sentí una rabia y una impotencia que nunca había sentido antes. Mi familia, mi pueblo, estaba siendo destruido ante mis ojos y no podía hacer nada para detenerlo.

—¿Quién eres? —le preguntó mi padre al atacante—. ¿Quién se atreve a atacar mi reino? Muestra tu cara.

Pero el hombre no respondió. En su lugar, se acercó más, su espada brillando en la oscuridad de la noche. La luna estaba escondida detrás de las nubes, y las antorchas de la mansión iluminaban la escena con una luz débil y temblorosa.

—Soy Venco de la casa de Kraelion-Valthorne —dijo finalmente el hombre, su voz profunda y amenazante—. Soy un conquistador.

Mi padre se irguió, a pesar de la espada que lo amenazaba. No entendia nada, ya que sabia que mi padre estaba en conversaciones politicas y economicas con ese reino. 

— Esto te costará caro —le dijo mi padre.

Venco se rió.

—Tu pueblo ya está reducido a cenizas —dijo—. Y tú también lo estarás pronto.

Mi padre suplicó.

—Deja a mi mujer y a mis hijos libres. No les hagas daño.

Pero Venco no respondió. En su lugar, se acercó más a mi padre, su espada lista para golpear.

Yo intenté zafarme del consejero, pero él me sostuvo con fuerza. Mi mano estaba mojada de sudor, y podía sentir el miedo que me invadía.

La noche estaba llena de sonidos de gritos y espadas chocando. El olor a humo y sangre llenaba el aire. Me sentía como si estuviera en una pesadilla de la que no podía despertar.

Pero entonces, vi la espada de Venco descender, y supe que esto era real. Mi padre, mi familia, mi reino... todo estaba siendo destruido ante mis ojos.

—Eso te está pasando por traidor —dijo el rey Venco, su voz llena de desprecio.

Mi padre no era ningún traidor, eso lo sabia yo perfectamente porque el me enseño todo lo que sabia.

Mi padre se irguió, a pesar de la espada que lo amenazaba.

—No somos traidores —dijo—Nuestra manada se caracteriza por ser leal y fiel a la palabra.

Venco se rió.

—Estás mintiendo —dijo—. Y ya estás desobedeciendo al rey supremo de los lobos. Por eso, tu muerte y la de toda tu familia.

Mi padre intentó hablar de nuevo, pero Venco no le dio la oportunidad. de hecho, vi cuando se acerco, le susurro algo al oido y despues de eso, se apartó... se Levantó su espada y la descargó sobre mi padre. Vi cómo la cabeza de mi padre se separaba de su cuerpo, y un grito de horror salió de mi garganta.

—No —grité—. No, no, no.

Mi madre y mis hermanitos gritaron también, pero sus voces fueron cortadas bruscamente cuando Venco los atacó. Vi cómo los mataba uno por uno, su espada moviéndose con una precisión mortal.

Me sentí paralizada de horror, pero entonces algo dentro de mí se rompió. Me revolví contra el consejero, intentando zafarme de su agarre.

—Suéltame —le dije—. Quiero matarlo.

Pero el consejero no me soltó. En su lugar, me sostuvo con fuerza mientras dos lobos que custodiaban a Venco se lanzaban hacia mí.

—No puedes hacer nada —me dijo—. Son demasiados.

El consejero se lanzó a pelear contra los lobos, y yo intenté ayudarlo, pero eran demasiados. Me tomó de la mano y me arrastró hacia un pasadizo secreto que estaba dentro del despacho.

—No —le dije—. No quiero irme. Quiero vengarme.

Pero el consejero no me escuchó. Me arrastró a través del túnel subterráneo, mientras yo volvía la cabeza para ver a mi familia decapitada. Mis hermanitos, mi madre, mi padre... todos estaban muertos.

Un grito de dolor y rabia salió de mi garganta mientras corría junto al consejero. No sabía adónde íbamos, pero sabía que no podía quedarme allí. Tenía que escapar, tenía que vivir para vengarme.

Corríamos a través del túnel subterráneo, el consejero me tomaba de la mano y me arrastraba hacia adelante. El aire estaba lleno de humedad y olía a tierra y fango.

—Vamos, Ocaso —me decía el consejero—. No podemos detenernos.

Pero yo no necesitaba que me lo dijeran. Estaba dispuesta a correr hasta el fin del mundo para escapar de la pesadilla que había vivido. El túnel era estrecho y oscuro, solo iluminado por algunas antorchas que colgaban de las paredes. El fango y la tierra mojada hacían que el suelo fuera resbaloso, pero yo no me detenía.

Mientras corría, me limpiaba las lágrimas que seguían fluyendo de mis ojos. No podía creer lo que había pasado. Mi familia, mi reino, todo había sido destruido en un instante. Pero yo no iba a dejar que eso me detuviera. Iba a vengarme.

—Voy a matarlo —me decía a mí misma—. Voy a matar a Venco y a todos los que han hecho esto.

El consejero me miraba de reojo, pero no decía nada. Sabía que estaba sufriendo, pero también sabía que no había tiempo para lamentaciones. Teníamos que seguir adelante.

El túnel parecía no tener fin. Corríamos durante lo que parecían horas, el sonido de nuestros pasos resonando en las paredes. El aire estaba lleno de polvo y yo tosía, pero no me detenía.

Finalmente, el túnel comenzó a subir. El consejero me tiró de la mano y me hizo subir una escalera de piedra. Salimos a una noche oscura y fría, pero yo no sentía nada. Estaba demasiado enfadada, demasiado dolida.

—¿Adónde vamos? —le pregunté al consejero.

—A un lugar seguro —me respondió—. Donde puedas estar a salvo.

Pero yo no quería estar a salvo. Quería venganza. Quería matar a Venco y a todos los que habían matado a mi familia. Y mientras corría a través del túnel, supe que algún día lo haría.

Llegamos a una colina y desde ahí, podía ver el infierno que había sido mi hogar. Mi pueblo, mi reino, todo estaba siendo consumido por las llamas. La mansión, donde había crecido y había compartido momentos felices con mi familia, estaba en llamas. El recuerdo de mis padres y hermanitos me golpeó como un puñetazo en el estómago.

Me desplomé de rodillas, llevándome la mano al pecho. Sentía que mi corazón se estaba desgarrando, como si hubiera un hueco en mi alma. Las imágenes de cómo decapitaron a mi familia se repetían en mi mente como un ciclo sin fin. El nombre de Venco se grabó en mi pecho, en mi alma, en mi cabeza.

—No —susurré—. No puede ser.

El consejero se arrodilló a mi lado, pero no dijo nada. Sabía que no había palabras para consolarme.

—Venco —dije, mi voz llena de determinación—, te demostraré que no eres la única amenaza. Soy Ocaso, y seré tu pesadilla.

Mi mirada se fijó en las llamas que consumían mi reino. Sentía una rabia y una sed de venganza que nunca había sentido antes. Sabía que no podría descansar hasta que Venco pagara por su crimen.

—No te subestimes —continué—. No eres el único que puede sembrar destrucción y muerte. Yo también puedo hacerlo. Y te juro que lo haré.

El consejero me miró, su expresión seria. —Ocaso, debes tener cuidado. Venco no es un enemigo fácil de vencer.

Pero yo no le escuché. Estaba demasiado enfadada, demasiado dolida. Solo podía pensar en una cosa: venganza.

Me levanté, mi mirada fija en las llamas que consumían mi reino. —Venco

—dije de nuevo—, te juro que te encontraré y te haré pagar.

—Ocaso, si quieres vengarte, tienes que sobrevivir primero. Tienes que hacerte más fuerte.

Me recordó a mi infancia, cuando el consejero había sido mi fiel acompañante, mi protector y mi guía. Había sido el ayudante de mis padres y había cuidado de mí desde que era una niña.

Me limpié las lágrimas y miré al consejero.

—¿Hacia dónde vamos? —le pregunté.

El consejero suspiró.

—No tenemos muchas opciones, Ocaso. Tenemos que ir hacia el reino de tu tío, el reino de Aldovia.

Aldovia. Un reino lejano, ubicado en las montañas del norte. Mi tío, el rey Ryker, era un hombre justo y poderoso, pero también era un reino que estaba muy lejos de mi hogar.

—¿Por qué Aldovia? —le pregunté.

—Es el único lugar donde podemos encontrar refugio y protección —respondió el consejero—. Tu tío te protegerá y te ayudará a recuperar tu fuerza.

Asentí, sabiendo que no tenía otra opción. Tenía que sobrevivir y hacerme más fuerte si quería vengarme de Venco.

—Entonces, vamos —dije, mirando al consejero.

Él asintió y comenzamos a caminar hacia el norte, hacia el reino de Aldovia, mire atrás jurando venganza porque si mi reino ardió en llamas, el reino Valthorne quedara en cenizas.

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