Siento su cuerpo presionando el mío, su calor envolviéndome. Su aroma masculino es intenso, casi abrumador. Y entonces, siento algo duro contra mi pierna, su erección firme y urgente.
Mi corazón late con fuerza, mi respiración se vuelve agitada. Me siento débil, mis rodillas flojas bajo su presión. Su mano se cierra alrededor de mi velo, listo para levantarlo.
Pero no quiero que lo haga. No quiero que descubra mi rostro, no quiero que pierda el misterio que me rodea. Así que me resisto, mi cuerpo tenso bajo el suyo.
Siento su deseo, su necesidad de descubrirme. Pero no cederé. Quiero mantenerlo intrigado, quiero mantenerlo deseando más. Y parece que está funcionando.
Su respiración es agitada, su corazón late con fuerza. Está desesperado, duro y excitado. Y yo siento una satisfacción secreta, sabiendo que estoy logrando lo que quiero.
Mi cuerpo responde al suyo, mi calor aumentando su pasión. Pero no dejaré que me domine. No dejaré que me descubra. Aún no.
— Por favor, no —digo, tratando de mantener la calma.
— ¿Por qué no? —pregunta él, su voz ronca y llena de deseo.
—Porque si—respondo, con un toque de ironía en mi voz.
—Esa no es una respuesta para el alfa supremo—me dan ganas de rebanarle la garganta, pero me contengo.
Uso otra estrategia. Me acerco a él, mi cuerpo rozando el suyo. Puedo sentir su calor, su erección firme contra mi pierna.
— ¿Qué estás haciendo? —pregunta, su respiración agitada.
— Nada —respondo, sonriendo detrás de mi velo.
Le toco los labios con mi dedo, sintiendo su suavidad. Él se estremece bajo mi tacto.
— No puedo resistirme —digo, con una sonrisa que puede escuchar pero no puede ver.
Fue una excelente idea el velo porque lo tengo como quiero.
— No puedes seducirme —responde, pero su voz es débil.
Sé que está mintiendo. Puedo sentir su deseo, su necesidad de mí.
— ¿Por qué no quieres que te vea? —pregunta, su voz llena de curiosidad.
— Porque —respondo, con un encogimiento de hombros.
No voy a decirle la verdad. No voy a decirle que he sido instruida en el arte de la seducción, que sé cómo mantener a un hombre deseando más. No voy a decirle que soy una guerrera, que sé cómo luchar por lo que quiero.
Y ahora, estoy usando esas habilidades para mantenerlo intrigado, para mantenerlo deseando más.
— ¿Qué hay detrás de tu velo? —pregunta, su voz llena de ansiedad.
— Nada —respondo, sonriendo.
— ¿Seguro que nada?—dice él, con ironía—¿Tal vez es una cicatriz?
Me acerco a él, mi mano acariciando su rostro. Siento su barba incipiente, su piel cálida. Él no puede evitar restregarse contra mí, su erección firme contra mi pierna.
Siento un escalofrío recorrer mi espalda. Mi cuerpo responde a su deseó, mis paredes internas se contraen y se mojan. Odio esa reacción, pero trato de no demostrarlo.
— Puede que esté un rostro que puede ser tu perdición —digo, mi voz baja y seductora.
Mi mano sigue acariciando su rostro, sintiendo su tensión. Él está deseándome, está necesitándome.
— ¿Qué hay en tus ojos? —pregunta, su voz ronca.
— Solo la verdad —respondo, sonriendo detrás de mi velo.
Mi mano baja hasta su cuello, sintiendo su pulso acelerado. Él está excitado, está listo para caer.
— No sabes lo que quieres —digo, mi voz llena de misterio.
— Sí, sí que lo sé —responde, su voz llena de deseo.
Mi mano sigue acariciando su cuello, sintiendo su calor. Él está cerca de caer, está cerca de rendirse.
— Puedes intentarlo —digo, sonriendo—. Pero no podrás resistirme.
Mi cuerpo se acerca al suyo, sintiendo su erección firme contra mí. Él está listo para explotar, está listo para rendirse.
Y yo estoy lista para tomarlo, estoy lista para hacerlo caer. Mi venganza está cerca, mi victoria está cerca.
Mi mano se detiene en su pecho, sintiendo su corazón latir con fuerza. Él está mío, está en mis manos.
— ¿Qué vas a hacer conmigo? —pregunta, su voz ronca.
—Todo —respondo, sonriendo detrás de mi velo, como por ejemplo matarte.
Y él sabe que es verdad, sabe que estoy a punto de tomarlo todo.
Intenta una vez más levantarme el velo, pero no se deja. Con una sonrisa astuta, tomo su mano y la bajo por mi pecho, haciéndole sentir el calor de mi cuerpo. Mientras su mano recorre mi torso, puedo ver en sus ojos el deseo creciente, la pasión que arde en su interior.
Su erección es evidente, presionando contra la tela de mi vestido, y puedo sentir su calor a través de la fabricación. Mi cuerpo responde involuntariamente, mis paredes internas contrayéndose con anticipación.
— ¿Como Alfa, vas a obligar a una mujer a hacer lo que no quiere? —pregunto, mi voz baja y seductora, mientras me acerco a él, mi cuerpo rozando el suyo.
Él se estremece bajo mi tacto, su respiración agitada. Puedo sentir su corazón latir con fuerza, su pulso acelerado.
— No —responde él, su voz ronca—. No quiero obligarte.
— Entonces, ¿por qué intentas levantarme el velo? —pregunto, mi mano siguiendo su recorrido por su pecho.
Él no responde, pero su cuerpo habla por sí solo. Su erección es más firme que nunca, su deseo palpable en el aire.
Me acerco más, mi cuerpo pegado al suyo. Podemos sentir el calor del otro, la tensión entre nosotros es casi irresistible.
— ¿Quieres saber qué hay detrás del velo? —pregunto, mi voz un susurro en su oído.
Él asiente, su respiración agitada.
— Puedes descubrirlo —digo—, pero primero debes demostrar que eres digno.
Mi mano se detiene en su cintura, mi dedo rozando la parte superior de su pantalón. Él se estremece bajo mi tacto, su cuerpo listo para explotar.
La tensión entre nosotros es casi irresistible, el deseo palpable en el aire. Sé que tengo el control, sé que puedo hacerlo caer con un solo gesto. Y él lo sabe también.
— ¿Cómo puedo ser digno? —pregunta él, su voz llena de curiosidad.
— Enséñame tu Palacio —respondo, sonriendo detrás de mi velo.
Él asiente y me lleva a través de los corredores del Palacio. La opulencia y riqueza son palpables en cada detalle, desde los tapices hasta los candelabros de oro. El aire está lleno de autenticidad y poder. Pasamos por una serie de salones y llegamos a una escalera que desciende hacia abajo. Él me guía hacia ella y descendemos hasta llegar a un jardín secreto. Pero no es un jardín cualquiera, es un jardín dentro de otro jardín, rodeado de muros altos y fuertes.
— ¿Qué hay allá? —pregunto, señalando hacia el otro lado del muro.
— Allá están los prisioneros —responde él, su voz seria.
— ¿Qué clase de prisioneros? —pregunto, mi curiosidad aumentando.
— Los que han atentado contra el Rey —dice él—. Los traidores.
Siento un escalofrío recorrer mi espalda. Recuerdo cómo mató a mi familia, cómo mató a mis hermanitos. Mi ira aumenta, pero me controlo. Mis ojos quieren llorar, pero me contengo.
— ¿Los capturaste tú? —pregunto, tratando de mantener la calma.
— La mayoría —responde él, su voz llena de orgullo.
— Eres un rey —digo, estudiando su rostro—. He escuchado que tienes fama de rey despiadado, controlador y una bestia en el campo de batalla.
Él se ríe, su tono agudo y escalofriante.
— Me he ganado eso a pulso —dice—. No tengo piedad cuando se trata de matar a mis enemigos.
Me estremezco ante sus palabras. La crudeza y falta de emoción en su voz es aterradora.
— Todos mis enemigos han caído bajo mi espada, mis carros y mi fuerza —continúa—. He peleado todas las batallas y he salido victorioso.
Su orgullo y confianza son impresionantes, pero también aterradores. Sé que debo tener cuidado, que debo mantener mi máscara de seducción y no dejar que mi ira y dolor me consuman.
— Entonces, allá están todos los traidores que han intentado acabar contigo, Alfa —digo, mi voz llena de curiosidad.
Él asiente, su rostro serio.
— Sí, son prisioneros de otras manadas lejanas que destruí —dice—. No son una amenaza para mí, pero sí un recordatorio de mi poder.
— ¿Siempre dejas prisioneros? —pregunto, intentando indagar en su pasado.
Él se ríe, su tono despectivo.
— No, no suelo dejar prisioneros —dice—. Los que están allá son solo basuras frente a mí. Ingresaron al reino, a mi manada, e intentaron matarme, pero no llegaron nunca a tocarme.
Su rabia es palpable, su forma de expresarse llena de desprecio.
Miro hacia el lugar donde están los prisioneros y se me ocurre una idea. Si allá están todos los que desean matar al rey, podría ser la oportunidad perfecta para formar el caos adentro. Pero también sé que debo tener cuidado, que debo estudiar cada movimiento.
— ¿Cuántos prisioneros hay allá? —pregunto, intentando sonsacar más información.
Él se encoge de hombros.
— No lo sé exactamente. Mi guardia se encarga de ellos.
— ¿Y qué pasa con ellos? —pregunto, mi curiosidad aumentando.
Él se ríe de nuevo.
— Nada. Están allá hasta que decida qué hacer con ellos.
Su indiferencia me hace estremecer. Sé que debo encontrar la forma de utilizar esto a mi favor, de encontrar la forma de hacer que él pague por lo que hizo. Pero también sé que debo ser paciente, que debo estudiar cada movimiento.
Voy a necesitar tiempo para planificar, para encontrar la forma de liberar a los prisioneros y utilizarlos para mi beneficio. Pero estoy dispuesta a hacerlo, estoy dispuesta a hacer cualquier cosa para vengar a mi familia.
— Te gusta montar —dice él, su voz llena de curiosidad.
—¿ Al reino?—respondo, mi voz llena de ironía.
Él se ríe, su rostro relajado.
— No, me refiero a caballos —dice—. ¿Te gusta montar caballos?
Miro atrás, hacia el lugar donde están los prisioneros. Sé que ellos van a servirme de una forma u otra. Y sonrío para mí misma, pensando en el plan que estoy empezando a formar.
— Sí, señor —digo, mi voz suave—. Me gusta montar caballos.
Él sonríe, su mirada intensa.
— Me alegra saberlo —dice—. Tal vez pueda llevarte a cabalgar por el reino.
Me estremezco ante la idea, pero no por la razón que él piensa. Sé que si puedo ganar su confianza, podré encontrar la forma de utilizarlo para mi beneficio.
— Me encantaría —digo, sonriendo.
Él se acerca a mí, su cuerpo cerca del mío.
— Entonces, ¿qué te parece si vamos a cabalgar ahora mismo? —pregunta, su voz llena de sugerencia.
Me acerco a él, mi cuerpo cerca del suyo. Le toco la cara, los labios, y miro profundamente en sus ojos. Siento el deseo que emana de su cuerpo, y sé que me desea.
— Creo que por hoy es suficiente —le digo, sonriendo detrás de mi velo.
Él se acerca más, su voz llena de ironía.
— Me parece injusto que tú puedas tocarme, sentir el calor de mi piel y yo no pueda verte el rostro —dice.
Me río interiormente, sabiendo que estoy logrando mi objetivo.
— A veces la vida es muy injusta —le respondo, mientras llego y le acaricio los labios con suavidad.
Su mirada se intensifica, y sé que está bajo mi hechizo. Me doy la vuelta y comienzo a caminar de regreso a mis aposentos, sintiendo su mirada en mi espalda.
Él sí o sí me va a escoger como esposa", Estoy jugando con fuego, pero estoy lista para el desafío. La distancia entre nosotros es palpable, pero sé que pronto será cerrada. Él no sabe lo que se viene, pero yo sí. Y estoy dispuesta a hacer que pague por lo que hizo y convertirme en su castigo.
Agito mi mano alrededor de mi polla. Acaba de irse a sus aposentos y la dureza en mi pantalón me obliga hacer esto. Buscar placer por mi mismo mientras me imagino su rostro.Me tiene loco, me tiene intrigado, pero mas me tiene es excitado. Su forma de hablar es muy diferente a las demás chicas que han venido a que las escoja como mi esposa.—Ocaso—que lindo y extraño nombre.Muevo mas mi mano, las venas de mi polla están infladas, inflamadas y se contraen, imagino que es ella quien me tiene agarrado.Mientras me toco, siento cómo mi corazón late con fuerza, como si estuviera corriendo una maratón. Mi respiración es agitada, y mi piel está cubierta de sudor. Me apoyo en la pared para buscar estabilidad, sintiendo cómo mis músculos se tensan bajo mi piel. Mi mente es un torbellino de sensaciones, y en el centro de ellas está su rostro, que no he visto, pero que imagino perfectamente. Me pregunto qué aspecto tendrá, qué color de ojos, qué forma de boca. La intriga me consume, y mi cuerpo
—Ocaso—su nombre sale en un susurro.—Buenas noches Alfa.Estoy parado en la mitad de la sala, sumergido en el silencio y la oscuridad. La única luz proviene de una lámpara detrás de la cortina que separa la habitación, y que proyecta la silueta de Ocaso en la tela.Mi mirada se fija en la cortina, como si pudiera traspasarla y alcanzar a Ocaso. La silueta de ella se vuelve más definida, y puedo distinguir la curva de sus hombros, la línea de su cintura y la forma de sus piernas.Mi cuerpo reacciona involuntariamente, mi corazón late con fuerza y mi respiración se vuelve agitada. Mi erección crece, y siento un calor que se extiende por todo mi cuerpo. Mi mente se llena de pensamientos de posesión y pasión, y mi instinto de lobo se despierta, ansioso por reclamar a mi pareja.El silencio es casi palpable, y puedo sentir la tensión en el aire. Mi deseo por Ocaso se vuelve casi incontrolable, y debo hacer un esfuerzo consciente para no lanzarme hacia ella y tomarla en mis brazos.La corti
Respiro profundamente cuando Venco se va, sintiendo un alivio momentáneo. Me había puesto nerviosa con su intensidad, su deseo palpable en el aire. Pero ahora que se ha ido, puedo pensar con claridad.Me dirijo hacia mi armario y elijo un conjunto de ropa adecuado para mi próxima tarea. Me pongo un par de pantalones de tela, una camisa blanca y una chaqueta de terciopelo. Me recojo el cabello en un moño alto y me calzo unas botas de cuero que me llegan hasta la rodilla.Mi objetivo es descubrir a quién va a interrogar Venco. No puedo dejar que se encargue solo de esto. Necesito saber qué está pasando.Salgo de la habitación y los guardias que están apostados en el pasillo no dicen nada. Saben que no deben interferir en mis movimientos. Están aquí para defender la mansión en caso de un ataque, no para vigilarme a mí. Sigo mi camino, sabiendo dónde quedan los calabozos. He estado allí antes, cuando Venco me trajo aquí por primera vez. Recuerdo el camino, las puertas, las sombras.Mientr
Venco me mira con una mezcla de sorpresa y enfado, su mirada parecía penetrar en mi alma. Acaba de descubrirme espiando en los calabozos.— ¿Quién eres? — pregunta, su voz baja y peligrosa. — Nunca te he visto antes.Me tomo un momento para pensar, intentando encontrar la mejor forma de revelar mi identidad.— Si eres una espía, te voy a matar — amenaza, su rostro tensado con ira.Se acerca a mí, su puño cerrado, listo para golpearme. Me siento atrapada y asustada, pero no pierdo la calma.— Soy yo, Ocaso — digo finalmente, mirándolo directamente a los ojos. — Tu invitada, la que va a ser tu prometida y esposa.Venco se detiene en seco, su mirada impactada. Me mira como si fuera la primera vez que me ve, como si no pudiera creer que soy la misma persona.— ¿Tú? — repite, su voz llena de incredulidad. — ¿La Ocaso que he estado buscando?Asiento con la cabeza, sonriendo ligeramente.— Sí, soy yo — digo. — Y este es mi rostro.Me acerco a él, mirándolo directamente a los ojos. Venco me m
Voy a matar a Kael.Me siento enfurecido mientras me acerco a mi padre, mi corazón latiendo con rabia. La imagen de Ocaso muerto sigue fresca en mi mente.—Padre, he decidido atacar la Manada Luna Roja— digo con determinación, mi voz firme y resuelta.La Sala del Consejo es un espacio amplio y solemne, con paredes de piedra oscura y un techo abovedado. El suelo está cubierto con alfombras de piel de lobo, y las ventanas están talladas en forma de garras de lobo. En el centro de la sala, una gran mesa de madera oscura se extiende, rodeada de sillas talladas con símbolos de la manada.—¿Qué razón tienes para hacer eso, Venco?— pregunta mi padre, su expresión grave.—El Alfa Kael mandó matar a Ocaso— respondo, mi voz llena de veneno.—No puedo permitir que quede impune— digo, mi rostro tenso.—¿Estás seguro de que atacar es la mejor opción? Podría desencadenar una guerra entre los clanes— dice mi padre, su voz calmada pero curiosa.Visto mi traje de batalla, un conjunto de cuero y metal q
Las puertas de la Manada Luna Roja se abren lentamente, revelando un pasillo de guardias armados y fieros que nos observan con una mezcla de curiosidad y respeto. Mientras Nocturno y yo nos acercamos, la tensión en el aire se vuelve palpable.—El Alfa Venco ha llegado— anuncia uno de los guardias, su voz fuerte y clara, haciendo que la multitud de lobos se vuelva hacia nosotros.Los guardias se ponen firmes, saludándome con una reverencia, mientras que los demás lobos se apartan, abriendo un camino hacia el corazón de la Manada Luna Roja. Nocturno y yo avanzamos, nuestros pasos resonando en el silencio, y la atención de todos se concentra en nosotros.A medida que nos acercamos, la multitud comienza a murmurar, intercambiando susurros y miradas nerviosas. La noticia de mi llegada se propaga rápidamente, y la tensión en el aire aumenta.Mientras cabalgo, observo el entorno, tomando nota de la disposición de la manada y la posición de los guardias. Mi experiencia me dice que la batalla
El chico se arrodilla frente a mí, su mirada baja, su rostro pálido y lleno de dolor. Puedo sentir su rabia y su tristeza, pero también su respeto y su sumisión.Miro sus manos, cerradas en puños, y sus rodillas, dobladas en una posición de sumisión. Su postura es de derrota, pero su mirada aún tiene un destello de fuego.—Levántate —digo, mi voz firme pero controlada.El chico se levanta, su mirada aún baja. Puedo ver las lágrimas en sus ojos, pero no las deja caer.—Mira hacia mí —ordeno.El chico levanta la mirada, sus ojos llenos de dolor y rabia. Pero también hay algo más, algo que me hace sentir que aún hay esperanza para él.—Recuerda —digo, mi voz baja y intensa—, soy tu Alfa. Soy el Alfa de los Alfas. Y no toleraré la traición.El chico asiente, su mirada fija en la mía. Puedo ver la comprensión en sus ojos, la aceptación de su nueva realidad.—Mi padre... —comienza a decir, su voz temblorosa.—Tu padre traicionó a nuestra manada, fue débil, fue hipócrita y desleal—interrumpo,
Me retrocedo, impresionada al ver el corazón de Kael a mis pies. Mi mirada se eleva hacia Venco, y nuestros ojos se encuentran en un momento de tensión.—¿Pero qué es eso? —pregunto, mi voz llena de sorpresa y preocupación.Venco se acerca más, su mirada fija en la mía. Tomo su cuello con suavidad, pero con firmeza, atrayéndome hacia él. Siento su corazón latir con fuerza contra mi pecho.—Ese es el corazón del hombre que te mandó a eliminar —dice, su voz baja y intensa—. Y es la muestra de lo mucho que me importas.Su boca se posa sobre la mía, y me besa con pasión y fuerza. Me rindo a su beso, mi cuerpo respondiendo al suyo con igual intensidad. Puedo sentir su calor, su respiración agitada.Me lleva contra la pared, su cuerpo presionando el mío. Puedo sentir su corazón latir con fuerza, su deseo creciendo sin control. Su mano se desliza por mi cintura, sujetándome con firmeza.—Eres mía —susurra en mi oído—. Solo mía.Me lleva a la cama, nuestro beso sin cesar. Su mano aprisiona mi