Estoy en mi habitación, preparándome para la ceremonia. Tengo 300 años de edad y he reinado sobre las tierras Kraelion-Valthorne durante la mayor parte de mi vida. Mi consejo de ancianos me ha estado presionando para que me case y tenga un heredero, ya que consideran que es hora de que asegure la continuidad de mi linaje.
Pero yo no estoy interesado. Mi mente está concentrada en adquirir más poder, fama y riquezas. Quiero expandir nuestros dominios y consolidar mi posición como el rey más poderoso del reino. No tengo tiempo para pensar en matrimonios y hijos.
Y sin embargo, aquí estoy, preparándome para recibir a la candidata número 16. Es agotador. Han pasado meses desde que comenzaron a llegar las candidatas, y ninguna de ellas ha logrado captar mi atención. No entiendo por qué el consejo insiste en que me case con alguna de ellas.
Ocaso….
Es el nombre de la candidata a ser mi esposa y madre de mi hijo.
Me pregunté quién sería esta mujer que llevaba un nombre tan peculiar. ¿Sería una persona tan enigmática como su nombre? ¿Sería una mujer que brillaba como el sol en su ocaso, llenando el cielo de colores cálidos y vibrantes?
Me ajusto el traje de época, un elegante conjunto de terciopelo negro y seda blanca, y me miro en el espejo. Las doncellas, omegas sumisas y débiles, se afanan a mi alrededor, asegurándose de que cada detalle esté perfecto. Les doy una mirada fría, y ellas se apresuran a terminar su trabajo.
— Ya está bien —digo, con un tono que hace que tiemblen.
Ellas se inclinan y salen corriendo de la habitación, sin atreverse a mirarme a los ojos. Sé que les inspiró miedo, y eso es exactamente lo que quiero. Como alfa, debo mantener mi autoridad.
Me tomo un momento para respirar, preparándome para lo que viene. La ceremonia, la candidata número 16, la presión del consejo... No quiero hacer esto, pero debo. Por el bien de mi reino, por mi posición, por mi poder.
Me acerco a la ventana y miro hacia fuera, viendo el jardín perfectamente cuidado y el castillo que se extiende más allá. Es mio, todo esto es mio. Y no lo voy a dejar en manos de nadie
Me vuelvo hacia la puerta, listo para enfrentar lo que me espera. La ceremonia, la candidata, el consejo... Estoy listo. Soy Venko, el rey de Kraelion-Valthorne, y no me dejaré intimidar por nadie.Respiro profundamente y salgo de la habitación, listo para enfrentar mi destino.
Llego a la sala y veo a mi familia reunida allí. Mis padres y mi hermano pequeño me saludan con una mezcla de sonrisas y miradas serias. Mi padre me hace un gesto disimulado para que arregle mi expresión, pero yo no puedo. Estoy demasiado enojado, demasiado frustrado con esta situación.
Mi madre se acerca a mí, su mirada llena de amor y comprensión. Me toma la mano y me habla en un tono suave.
— Hijo mío, sé que esto no es fácil para ti. Pero debes hacerlo por el reino. Debemos asegurar nuestra línea de sucesión y mantener la estabilidad de nuestra manada.
— Madre, no quiero hacer esto —le digo, sintiendo la frustración y la rabia crecer en mi interior—. Detesto las reglas de la manada. Detesto que me digan qué debo hacer y con quién debo casarme.
Mi madre me aprieta la mano.
— Lo sé, hijo mío. Lo sé. Pero eres el rey, y con eso viene una gran responsabilidad. Debemos pensar en el bienestar de nuestra manada, no solo en tus deseos personales.
— Pero ¿por qué debo casarme con alguien que no amo? —pregunto, sintiendo la desesperación—. ¿Por qué debo atarme a alguien que no es mi elección?
Mi madre me mira con lágrimas en los ojos.
— Hijo mío, te respeto y te amo como tu madre, como tu rey, como el alfa de nuestra manada. Sé que esto no es fácil, pero debes hacerlo por nosotros. Por nuestra familia, por nuestra manada.
—Tengo ganas de matarlos a todos madre —digo finalmente, y no miento, no me tiembla la mano para hacerlo—pero lo hago por nuestra manada.
Mi madre sonríe y me abraza.
— Te amo, hijo mío. Siempre estaré aquí para ti.
Me separo de ella y la miro.
— Lo sé, madre. Te amo también.
En ese momento, el sirviente anuncia la llegada de la candidata. Mi madre me da un beso en la mejilla y me empuja suavemente hacia adelante.
— Vamos, hijo mío. Es hora de cumplir con tu deber.
Me ajusta el cuello de la camisa, luego me presenta a los familiares de la prometida. Les saludo amablemente, tratando de mantener una apariencia de cortesía.
Me tomo un momento para observar el salón. El consejo de ancianos está reunido en un rincón, compuesto por diez líderes de las diez manadas que conforman el reino. Están sentados en una fila, mirando hacia mí con una mezcla de expectación y curiosidad.
A lo largo del salón, están sentadas las personas más influyentes del reino y de las manadas. Los líderes militares, los comerciantes más ricos, los nobles más poderosos. Todos están aquí para presenciar este momento.
Mi familia está sentada en el lado izquierdo del salón, junto con los familiares de la prometida. Me siento desesperado, atrapado en esta situación que no quiero.
Pero entonces, un murmullo recorre el salón. Los sirvientes anuncian la llegada de la candidata. Mi corazón se tensa, mi respiración se vuelve más rápida. No quiero hacer esto, no quiero casarme con alguien que no amo.
La puerta se abre y ella entra.
La candidata ingresa en la sala con un vestido que realza su figura esbelta y sus atributos físicos de mujer, capturando instantáneamente mi atención. El vestido largo y ceñido resalta su cuerpo, destacando cada curva y contorno, mientras que el velo que cubre su rostro añade un toque de misterio e intriga. Los guantes que cubren sus manos agregan un elemento de elegancia y sofisticación.
Mientras ella se acerca paso a paso con firmeza y elegancia, mi cuerpo reacciona de manera instintiva. Mis músculos se tensan, mi corazón late más rápido y mi erección sobresale, no puedo evitar dejar de verla. Me siento atraído por su presencia, su magnetismo es irresistible.
Nunca había sentido algo así con las otras candidatas, había algo en ella que me hacía sentir vivo, que me hacía querer conocerla más. Su confianza y seguridad en sí misma eran palpables, y yo me sentía cada vez más fascinado.
Mientras ella se acerca, puedo sentir la tensión en el aire, la anticipación es casi insoportable. Me pregunto qué hay detrás del velo, qué rostro esconde. Me pregunto si su voz será suave y melodiosa, si su sonrisa será radiante.
Mi mirada se fija en ella, no puedo apartar los ojos de su figura. Me siento como si estuviera hipnotizado, como si estuviera bajo su control. Y cuando finalmente se detiene frente a mí, me siento como si estuviera en un estado de suspensión, esperando a que ella hable, esperando a que ella me revele su secreto.
En ese momento, todo lo demás desaparece, solo existe ella y yo. Y yo sé que mi vida nunca volverá a ser la misma.
—Princesa Ocaso —digo su voz profunda y suave para no asustarla, es la primera que no quiero asustar—. Es un placer conocerte.
—Por supuesto rey—me responde y su voz lanza un látigo a mi verga que cobra vida—es un honor para ti tenerme frente a ti.
Su respuesta me deja desconcertado. La ironía en sus palabras es como un golpe en mi ego. Nadie se atreve a hablarme de esa manera. Me siento como si hubiera sido desafiado, y mi curiosidad se despierta.
¿Quién es esta mujer que se atreve a hablarle de esa manera a su rey? Me siento intrigado y, al mismo tiempo, un poco molesto.
— ¿Te... te refieres a que es un honor para mí? —pregunto, tratando de asegurarme de que he entendido bien.
Ella asiente con la cabeza, y su velo se mueve suavemente.
— Sí, Rey. Es un honor para ti —repite, con la misma ironía en su voz.
Me siento como si estuviera en un terreno desconocido. No sé cómo reaccionar ante su respuesta. Pero algo en ella me hace querer saber más.
— Te invito a dar un paseo —digo finalmente, tratando de recuperar la iniciativa.
Ella acepta y coloca su mano en la mía. Salimos de la sala, dejando a todos complacidos porque es la primera vez que acepto dar un paseo con una de las candidatas.
Mientras caminamos por el pasillo, no puedo dejar de pensar en su respuesta. ¿Qué ha querido decir con eso? ¿Es una burla? ¿O es algo más?
Quiero descubrirlo. Quiero saber más sobre ella. Y estoy dispuesto a hacer lo que sea para descubrir su secreto.
La llevo a través del pasillo, disfrutando del tacto de su mano en la mía. Su presencia es intrigante, y su ironía me ha despertado una curiosidad que no puedo ignorar.
— ¿Qué te trae aquí, Princesa Ocaso? —pregunto, tratando de sonar casual.
Ella se ríe suavemente, y su velo se mueve con la vibración de su risa.
— Pues, acepté su invitación. ¿O no se acuerda que usted me invitó? —dice, con una voz que corta como un cuchillo.
Su respuesta me deja desconcertado. La hostilidad en su tono es como un desafío, y mi curiosidad se despierta. Me siento intrigado por su audacia, y mi sombría comienza a crecer.
— Claro que me acuerdo —respondo, tratando de mantener la calma ya que siento que mi polla va a estallar y no entiendo porque ella me genera estas sensaciones.
Pero ella no se detiene. Su ironía es como un veneno que se infiltró en mi sistema, haciéndome sentir cada vez más ansioso.
— Me alegra que se acuerde —dice, con una voz que se burla de mí—. No quería pensar que su majestad tenía problemas de memoria.
Su respuesta me hace sentir como si hubiera sido golpeado. Mi dirección se contrae, y mi deseo por arrancarle la ropa crece. Quiero descubrir el secreto que esconde detrás de su velo, quiero saber qué hay detrás de su ironía.
Mi corazón late más rápido, y mi respiración se vuelve más profunda. Me siento como un animal en celo, listo para atacar. Pero me contengo, sabiendo que debo mantener la compostura.
— Princesa Ocaso, usted es una mujer muy... interesante —digo, tratando de sonar calmado.
— Interesante —repite—. Eso es un eufemismo, ¿verdad?
Me siento cada vez más intrigado por ella. Su hostilidad es como un reto, y estoy dispuesto a aceptarlo. Quiero saber más sobre ella, quiero descubrir su secreto.
Seguimos caminando por el pasillo, pero mi paciencia se ha agotado. No puedo seguir sin saber quién es la mujer que se esconde detrás del velo. Mi deseo por ella es irresistible, y mi necesidad de descubrir su rostro es abrumadora.
De repente, la tomo de la cintura y la pegó contra la pared, mi cuerpo presionando el suyo. Ella sale un gemido que me excita aún más, y sin poder evitarlo, le hago sentir mi erección contra su pierna. Ella saca otros gemidos que entran por mis oídos, y me pone como un animal en celo.
— Voy a levantarte el velo —le digo, mi voz ronca y llena de deseo.
Mi mano se mueve hacia su cabeza, listo para levantar el velo y descubrir su rostro. Ella intenta resistir, pero mi fuerza es demasiada. Mi dedo roza su piel, y siento un escalofrío recorrer mi espalda.
— Espera...
Su voz es débil, pero llena de autoridad. Me detengo, mi mano suspendida en el aire. La miro, intrigado.
— ¿Qué? —pregunto, mi voz ronca.
Ella se queda en silencio, su respiración agitada. Y entonces, dice:
— No aquí. No ahora.
Dice poniendome a vibrar el miembro y tengo ganas de arrancarle la ropa
Siento su cuerpo presionando el mío, su calor envolviéndome. Su aroma masculino es intenso, casi abrumador. Y entonces, siento algo duro contra mi pierna, su erección firme y urgente.Mi corazón late con fuerza, mi respiración se vuelve agitada. Me siento débil, mis rodillas flojas bajo su presión. Su mano se cierra alrededor de mi velo, listo para levantarlo.Pero no quiero que lo haga. No quiero que descubra mi rostro, no quiero que pierda el misterio que me rodea. Así que me resisto, mi cuerpo tenso bajo el suyo.Siento su deseo, su necesidad de descubrirme. Pero no cederé. Quiero mantenerlo intrigado, quiero mantenerlo deseando más. Y parece que está funcionando.Su respiración es agitada, su corazón late con fuerza. Está desesperado, duro y excitado. Y yo siento una satisfacción secreta, sabiendo que estoy logrando lo que quiero.Mi cuerpo responde al suyo, mi calor aumentando su pasión. Pero no dejaré que me domine. No dejaré que me descubra. Aún no.— Por favor, no —digo, trata
Agito mi mano alrededor de mi polla. Acaba de irse a sus aposentos y la dureza en mi pantalón me obliga hacer esto. Buscar placer por mi mismo mientras me imagino su rostro.Me tiene loco, me tiene intrigado, pero mas me tiene es excitado. Su forma de hablar es muy diferente a las demás chicas que han venido a que las escoja como mi esposa.—Ocaso—que lindo y extraño nombre.Muevo mas mi mano, las venas de mi polla están infladas, inflamadas y se contraen, imagino que es ella quien me tiene agarrado.Mientras me toco, siento cómo mi corazón late con fuerza, como si estuviera corriendo una maratón. Mi respiración es agitada, y mi piel está cubierta de sudor. Me apoyo en la pared para buscar estabilidad, sintiendo cómo mis músculos se tensan bajo mi piel. Mi mente es un torbellino de sensaciones, y en el centro de ellas está su rostro, que no he visto, pero que imagino perfectamente. Me pregunto qué aspecto tendrá, qué color de ojos, qué forma de boca. La intriga me consume, y mi cuerpo
—Ocaso—su nombre sale en un susurro.—Buenas noches Alfa.Estoy parado en la mitad de la sala, sumergido en el silencio y la oscuridad. La única luz proviene de una lámpara detrás de la cortina que separa la habitación, y que proyecta la silueta de Ocaso en la tela.Mi mirada se fija en la cortina, como si pudiera traspasarla y alcanzar a Ocaso. La silueta de ella se vuelve más definida, y puedo distinguir la curva de sus hombros, la línea de su cintura y la forma de sus piernas.Mi cuerpo reacciona involuntariamente, mi corazón late con fuerza y mi respiración se vuelve agitada. Mi erección crece, y siento un calor que se extiende por todo mi cuerpo. Mi mente se llena de pensamientos de posesión y pasión, y mi instinto de lobo se despierta, ansioso por reclamar a mi pareja.El silencio es casi palpable, y puedo sentir la tensión en el aire. Mi deseo por Ocaso se vuelve casi incontrolable, y debo hacer un esfuerzo consciente para no lanzarme hacia ella y tomarla en mis brazos.La cort
Respiro profundamente cuando Venco se va, sintiendo un alivio momentáneo. Me había puesto nerviosa con su intensidad, su deseo palpable en el aire. Pero ahora que se ha ido, puedo pensar con claridad.Me dirijo hacia mi armario y elijo un conjunto de ropa adecuado para mi próxima tarea. Me pongo un par de pantalones de tela, una camisa blanca y una chaqueta de terciopelo. Me recojo el cabello en un moño alto y me calzo unas botas de cuero que me llegan hasta la rodilla.Mi objetivo es descubrir a quién va a interrogar Venco. No puedo dejar que se encargue solo de esto. Necesito saber qué está pasando.Salgo de la habitación y los guardias que están apostados en el pasillo no dicen nada. Saben que no deben interferir en mis movimientos. Están aquí para defender la mansión en caso de un ataque, no para vigilarme a mí. Sigo mi camino, sabiendo dónde quedan los calabozos. He estado allí antes, cuando Venco me trajo aquí por primera vez. Recuerdo el camino, las puertas, las sombras.Mientr
Venco me mira con una mezcla de sorpresa y enfado, su mirada parecía penetrar en mi alma. Acaba de descubrirme espiando en los calabozos.— ¿Quién eres? — pregunta, su voz baja y peligrosa. — Nunca te he visto antes.Me tomo un momento para pensar, intentando encontrar la mejor forma de revelar mi identidad.— Si eres una espía, te voy a matar — amenaza, su rostro tensado con ira.Se acerca a mí, su puño cerrado, listo para golpearme. Me siento atrapada y asustada, pero no pierdo la calma.— Soy yo, Ocaso — digo finalmente, mirándolo directamente a los ojos. — Tu invitada, la que va a ser tu prometida y esposa.Venco se detiene en seco, su mirada impactada. Me mira como si fuera la primera vez que me ve, como si no pudiera creer que soy la misma persona.— ¿Tú? — repite, su voz llena de incredulidad. — ¿La Ocaso que he estado buscando?Asiento con la cabeza, sonriendo ligeramente.— Sí, soy yo — digo. — Y este es mi rostro.Me acerco a él, mirándolo directamente a los ojos. Venco me m
Voy a matar a Kael.Me siento enfurecido mientras me acerco a mi padre, mi corazón latiendo con rabia. La imagen de Ocaso muerto sigue fresca en mi mente.—Padre, he decidido atacar la Manada Luna Roja— digo con determinación, mi voz firme y resuelta.La Sala del Consejo es un espacio amplio y solemne, con paredes de piedra oscura y un techo abovedado. El suelo está cubierto con alfombras de piel de lobo, y las ventanas están talladas en forma de garras de lobo. En el centro de la sala, una gran mesa de madera oscura se extiende, rodeada de sillas talladas con símbolos de la manada.—¿Qué razón tienes para hacer eso, Venco?— pregunta mi padre, su expresión grave.—El Alfa Kael mandó matar a Ocaso— respondo, mi voz llena de veneno.—No puedo permitir que quede impune— digo, mi rostro tenso.—¿Estás seguro de que atacar es la mejor opción? Podría desencadenar una guerra entre los clanes— dice mi padre, su voz calmada pero curiosa.Visto mi traje de batalla, un conjunto de cuero y metal q
Las puertas de la Manada Luna Roja se abren lentamente, revelando un pasillo de guardias armados y fieros que nos observan con una mezcla de curiosidad y respeto. Mientras Nocturno y yo nos acercamos, la tensión en el aire se vuelve palpable.—El Alfa Venco ha llegado— anuncia uno de los guardias, su voz fuerte y clara, haciendo que la multitud de lobos se vuelva hacia nosotros.Los guardias se ponen firmes, saludándome con una reverencia, mientras que los demás lobos se apartan, abriendo un camino hacia el corazón de la Manada Luna Roja. Nocturno y yo avanzamos, nuestros pasos resonando en el silencio, y la atención de todos se concentra en nosotros.A medida que nos acercamos, la multitud comienza a murmurar, intercambiando susurros y miradas nerviosas. La noticia de mi llegada se propaga rápidamente, y la tensión en el aire aumenta.Mientras cabalgo, observo el entorno, tomando nota de la disposición de la manada y la posición de los guardias. Mi experiencia me dice que la batalla
El chico se arrodilla frente a mí, su mirada baja, su rostro pálido y lleno de dolor. Puedo sentir su rabia y su tristeza, pero también su respeto y su sumisión.Miro sus manos, cerradas en puños, y sus rodillas, dobladas en una posición de sumisión. Su postura es de derrota, pero su mirada aún tiene un destello de fuego.—Levántate —digo, mi voz firme pero controlada.El chico se levanta, su mirada aún baja. Puedo ver las lágrimas en sus ojos, pero no las deja caer.—Mira hacia mí —ordeno.El chico levanta la mirada, sus ojos llenos de dolor y rabia. Pero también hay algo más, algo que me hace sentir que aún hay esperanza para él.—Recuerda —digo, mi voz baja y intensa—, soy tu Alfa. Soy el Alfa de los Alfas. Y no toleraré la traición.El chico asiente, su mirada fija en la mía. Puedo ver la comprensión en sus ojos, la aceptación de su nueva realidad.—Mi padre... —comienza a decir, su voz temblorosa.—Tu padre traicionó a nuestra manada, fue débil, fue hipócrita y desleal—interrumpo,