CAPITULO 38

—¿Embarazada? —inquirió, recordando que no había tomado precauciones ninguna de las veces que estuvieron juntos, y si ella estaba decidida a divorciarse, era porque no existía posibilidad de que ese bebé fuera de Derek.

—Si dudas de mí… —susurró Megan, temiendo escuchar que le preguntara de quién era el bebé.

—¿Cómo dudaría de ti? —increpó él, frunciendo el ceño—. Es mío, nuestro… seré padre… —musitó, incorporándose en la cama.

—Te juro que no lo planeé. Me sorprendí tanto como tú cuando lo supe… —explicó ella.

—¿Sabes lo que eso significa, Megan? —preguntó de repente, con una sonrisa malévola en sus labios—. Significa que debes casarte conmigo.

Megan sonrió e hizo un gesto de resignación por lo poco que le duró el enfado. Una sonrisa bastó para que volviera a caer en las tretas del socio.

—Todavía no firmé los papeles del divorcio… —dijo para molestarlo.

—Cuando los firmes, nos casaremos.

—Ni siquiera te he perdonado —insistió.

—Dadas las circunstancias, no tienes más remedio que per
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