CAPITULO 2

4 años después…

—¡Quiero el divorcio Derek! Ya no soporto parecer el reno Rodolfo por tus pequeños «errores» como llamas a cada aventura que has tenido con cuanta mujer barata se te atraviesa en frente. ¡Cuatro años de infidelidades son más que suficientes! Mañana mismo mi abogado se pondrá en contacto con el tuyo y podrás seguir cometiendo todos los errores que se te vengan en gana. Adiós. —Megan colgó el teléfono furiosa. Su flamante esposo ya no cambiaría más.

Durante todo su matrimonio tuvo que hacerse de la vista gorda en cuanto a los engaños de Derek por varios motivos. El principal y más tonto de ellos era que aún lo amaba como el primer día —o eso pensaba—  y en el fondo de su corazón siempre creía que él cambiaría por ella.

Pero de eso ya pasaron cuatro años y aún nada. Seguía siendo el mismo y no sabía cuándo había cambiado tanto, aunque al pensarlo mejor, supuso que tal vez siempre fue así y ella nunca lo supo o no lo quiso ver.

En su propia luna de miel lo sorprendió coqueteando con la guía de turistas que contrataron, pero esta vez ya no lo dejaría pasar, necesitaba liberarse de todos los dolores de cabeza y por sobre todo, del daño emocional que le causaba enterarse por terceros sobre las andanzas del hombre que amaba.

Con el divorcio, perdería por completo la posibilidad de asumir la presidencia de DINAMO, ya que su suegra le hizo firmar una cláusula en la que debería de estar casada con Derek mínimamente por cinco años, y en lo posible, traer al mundo al futuro heredero.

Lo último, lo veía difícil. Ha tratado incansablemente quedar embarazada, pero no porque así lo dictará un documento, sino porque soñaba con ser madre y creía erróneamente como muchas mujeres, que la paternidad cambiaría a su esposo para bien.

Pero no lo había logrado y por lo tanto, su suegra rectificó de manera parcial en ese punto en cuanto a las condiciones.

Ahora ya nada le importaba. Todo lo que consiguió durante el tiempo que duró su matrimonio, la han puesto en el foco de los mejores del mundo en materia de su profesión, y sabía que ese prestigio logrado, un simple divorcio no se lo arrebataría tan fácilmente, aunque su suegra era de armas tomar. Y ella también. Lo aprendió de la mejor.

Se encontraba en su oficina, meditando sobre su decisión, cuando la puerta se abrió de repente y apareció Dina con una cara de preocupación. Seguramente Derek ya se lo contó.

—Megan, querida, ¿qué es toda esa locura del divorcio? —preguntó con una calma que era de admirar y tomó asiento frente al escritorio de Megan. Cruzándose de piernas, sacó su móvil de su pequeño bolso y comenzó a marcar un número.

—Diógenes, cancela todo lo que Megan te haya pedido en relación al divorcio. Ha recapacitado sobre su decisión y se tomará un tiempo para pensarlo mejor. Comunícale a Derek sobre la situación y dile que venga a verme inmediatamente —colgó el teléfono logrando que Megan la mirase incrédula.

No podía creer que su suegra estuviera haciendo lo mismo por enésima vez. Amaba a esa mujer como si fuese su propia madre, pero sus maneras y autoridad a veces la exasperaban.

Viendo la actitud de Megan, Dina la miró con una sonrisa maternal, se puso de pie y comenzó a caminar por toda la oficina lentamente.

«Ahora se viene el discurso de siempre», pensaba Megan, ya lista para escucharla.

—Supongo que debes estar pensando que comenzaré con mi monólogo habitual sobre el por qué no puedes divorciarte, hija —Dina sabía que podría lidiar una vez más con Megan, pero presentía que sería la última vez que podría persuadirla para no decir la palabra manipularla.

Faltaba poco para que se cumplieran los cinco años estipulados en el contrato que le había hecho firmar cuando asumió su nuevo cargo en la empresa. Si era por ella, ese mismo día le cedería su lugar en la presidencia porque estaba segura de que Megan jamás la defraudaría, independientemente de estar casada o no con su hijo, pero habían algunos detalles que pulir con los socios directivos, ya que varios de ellos habían vendido sus acciones en conjunto a un empresario joven que nada tenía que ver con el mundo de la moda. Suponía que sería mera inversión, y como su casa de modas era la mejor en su rama, el hombre debía tener buen ojo para los negocios.

Lo conoció hace poco tiempo y le pareció un hombre extremadamente interesante, atractivo, culto, de buenos modales, pero no confiaba en que conservara por mucho tiempo sus acciones y no quisiera venderlas a cualquier mejor postor. Eso desencadenaría un caos a nivel directorio y también a nivel monetario.

Sin embargo, sabía lo que debía hacer.

Tendría que persuadirlo —a él también— de conservar esas acciones y mandaría a Megan para que negociara con él.

Esa sería su prueba de fuego y también le serviría de distracción para olvidarse momentáneamente del divorcio.

Estaba segura de que ese hombre lograría despertar el interés de Megan, haciéndola olvidar en lo insufrible que se volvió su matrimonio a causa del inepto de Derek.

No le importaría que Megan tuviese una aventura, mientras no sea de dominio público como los romances de su hijo. Además de pasarla bien, tendría al nuevo socio a su disposición y podría seguir manejando la empresa como lo venía haciendo hasta el momento.

—Escúchame, Dina, entiendo tu posición y tus deseos de dejarme a mí la presidencia, pero como mujer debes comprender que Derek se ha pasado de la raya. No puedes pedirme que siga con él, sabiendo todo lo que hace. Una cosa es que me engañe y solo lo sepa él. Otra muy diferente es que ya ni siquiera se tome la molestia de ocultarlo. Todas las revistas de cotilleo me tienen constantemente en sus portadas como la mujer más estúpida de todos los tiempos. Debes entender que ni la mayor fortuna del mundo puede convencerme esta vez de no seguir con los trámites del divorcio. Solo eso podría hacerme conservar la poca dignidad que aún me queda —miró a su suegra, que conservaba la calma. Sin inmutarse, se sentó en el sillón principal detrás del escritorio y le hizo un gesto con la mirada, invitándola a tomar asiento.

—Está bien, Megan, tu ganas —Megan no podía creer lo que escuchaba. Su suegra por fin aceptaba su decisión—. Pero debes hacerme un favor antes —sabía que no sería gratis, pensó.

—¿Cuáles son tus condiciones? Ve al grano, por favor —Dina sonrió conforme. Esa muchacha era un reflejo de sí misma y estaba orgullosa por ello. Sería digna sucesora y su fortuna estaría a salvo en sus manos. Ni pensar si le cedía el manejo a Derek. El dinero se acabaría en menos de veinticuatro horas.

—Bien. —inició—. Te encargarás de nuestro nuevo socio y lo convencerás de que conserve sus acciones y nos permita seguir manejando la empresa como hasta el momento, sin que meta sus narices en algo que no conoce —Megan la miró con resignación antes de que Dina continuara con su discurso—. He oído rumores de que desea fragmentar sus acciones y venderlas a quien mejor pague por ellas y eso no nos conviene en ningún sentido.

—¿Qué sugieres que haga? —preguntó Megan sin esperarse la respuesta que iba a obtener.

—Convéncelo a cualquier costa, querida. Usa los métodos que creas conveniente. He oído que es un hueso difícil de roer, alguien implacable a la hora de generar ganancias. Convéncelo de que quedándose con sus acciones, le generaremos todos los beneficios que vendiendo no tendría.

—Está bien. Trataré de cumplir con ello —Megan se puso de pie y apoyó sobre el escritorio ambas manos, quedando frente a Dina—. ¿Eso sería todo? ¿Luego permitirás lo del divorcio?

—Falta un año para que se cumplan los cinco que figuran en la cláusula. Mientras duren la negociaciones que te encargué, dejarás que el plazo se cumpla —Megan quiso protestar, pero Dina se adelantó—. Créeme que ni cuenta te darás de cómo el tiempo pasa —dijo con picardía.

Megan bufó y se cruzó de brazos mientras veía como Dina se ponía de pie para abandonar su oficina.

—Le diré a mi secretaria que te envíe los detalles de tu misión —giró el pomo de la puerta, y antes de salir, habló por última vez—. Y, querida; tienes licencia para portarte mal con este hombre. Disfrútalo.

Diciendo aquello, abandonó la oficina dejando a una Megan boquiabierta, incapaz de replicar a aquellas palabras.

¿Su suegra le estaba sugiriendo tener una aventura con el nuevo socio?

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo