2: PROPUESTAS

Haizea y yo estamos sentados frente a frente alrededor de una de las mesas más alejadas de todas, una que esta de manera paralela a los enormes cristales de este lugar. La vista de la bahía y los rascacielos nos hace compañía, y la luz del sol hace que sus ojos azules cambien a una tonalidad parecida a la que lo hacen los ojos de los siberianos.

—Usted dirá, ¿de qué negocios quiere hablarme? —cuestiono rompiendo finalmente el silencio que se hizo presente entre los dos.

Ella termina de beber un sorbo de la copa de vino que recogimos de camino aquí, y la apoya sobre la mesa.

—¿Sabe realmente quien soy yo? ¿a qué me dedico? ¿o es que solo ha escuchado lo que todos dicen de mí? —pregunta con autoridad y su carácter me agrada.

—¿Y qué es lo que dice la gente de usted? —rebato con interés.

—Que soy una joven ilusa que tiene la intención de meterse en un mundo que no encajo, que solo busco una fortuna para que la gente me tome en serio —señala haciéndome sonreír ampliamente.

—¿Y no es eso lo que busca? —averiguo y mueve su cabeza de un lado a otro.

—No —sentencia firme y me inclino un poco hacia la mesa para mirarla más de cerca.

Sus ojos no buscan romper el contacto visual y esto, sin duda alguna es una clara señal del carácter que tiene.

—¿Y que busca? —interrogo.

Ella saca algo de su bolso y luego coloca lo que parece ser un papel con un reducido plano dibujado en este sobre la mesa. Lo desliza lentamente hacia mí y no me deja de mirar.

—No soy una mujer en busca de fortuna, soy una ingeniera mecatrónica que busca que una empresa automotriz, o aeronáutica, tome ventaja de la solución que he creado para sus fábricas —concluye e inmediatamente bajo mi mirada al papel que esta sobre la mesa.

Me quedo en silencio mientras analizo la información y realmente me sorprende el sistema que ha creado para la automatización de una de las áreas críticas de la fábrica. La vuelvo a mirar y su sonrisa lo dice todo.

—¿Qué quieres por esto? —indago de inmediato.

—¿Qué quieres ofrecerme? —responde y levanta su dedo índice—. No me lo digas todavía, iré al tocador y cuando regrese me das tu respuesta, ¿te parece? Mientras tanto, me llevare esto —dice firme y se levanta de su silla.

Observo como agarra el papel y luego se aleja dejándome aquí pensando en que es lo que le puedo ofrecer a esta mujer.

—Aren, que guardado lo tenías, ¿eh? —escucho la voz de Nicolas, y al voltear a verlo, me doy cuenta de que no viene solo; Samuel también viene con él.

Los miro un tanto confundido y no entiendo de que están hablando.

—¿A qué se refieren? —les pregunto y ambos ríen.

—No te hagas el tonto, andan diciendo por ahí que estabas escondido porque le habías encontrado reemplazo a Lorena rápidamente, pero jamás pensamos que era esa rubia —expone Nicolas y esto de verdad se está saliendo de control.

—No tienen idea de lo que están hablando —me quejo y ellos solo llaman a otros de nuestros colegas que están en la reunión y comienzan a regar la falsa información de una manera incontrolable.

Observo como van comentando la noticia de una manera diferente y noto como ya no me miran con lastima, sino todo lo contrario, halagan mi buen gusto a pesar de lo poco que encaja Haizea en este mundo. La observo regresando del tocador, y decido adelantarme a los hechos poniéndome de pie y acercándome a ella.

—¿Qué sucede aquí? —me pregunta confundida y sin decirle nada, la tomo de la mano.

—Sígueme —hablo y hago que salgamos a la terraza del edificio.

El viento roza nuestros rostros, y ella se ve en la obligación de hacer un moño improvisado en su cabello para evitar que este tape su cara.

—¿Me puedes decir que pasa? ¿Acaso le has dicho del diseño? ¿están interesados? —inquiere emocionada y niego.

—No, no les he dicho nada.

—¿Entonces? ¿Qué es lo que ocurrió? —insiste.

—Todos pensaron que entre tú y yo pasa algo. No sé si lo sabes, pero mi pareja me dejo plantado en el altar hace un mes, y desde ese momento todos me dicen que soy un perdedor —le cuento.

—Algo escuche, y lo siento —murmura.

—Pero me vieron contigo y mira, todos cambiaron su manera de verme —hablo y sonríe sarcástica.

—No les hagas caso, mejor dime que me ofrecerás por la solución que te acabo de mostrar —presiona.

—¿Tú quieres encajar? ¿no? —averiguo.

—Quiero que me tomen en serio, que quieran mi proyecto —señala.

—Y yo quiero que la gente deje de mirarme como al idiota que dejaron en el altar, y gracias a ti lo empezaron a hacer —digo seguro.

Ella entrecierra sus ojos y trata de adivinar lo que pasa por mi mente.

—¿Y?

—Finge ser mi pareja. Te prometo que no solo te daré una gran fortuna porque instales tu sistema en mis fábricas, sino que te abriré las puertas para que negocies con los más grandes empresarios. Tu vida cambiara para siempre —le aseguro y su manera de mirarme es bastante intimidante.

—¿Te has vuelto loco? —rebate.

—No, pero míralo por el lado positivo, nos servirá a los dos. Un teatro y una vida mejor, ¿Qué piensas? —insisto.

—Que enloqueciste.

—Piénsalo, podemos reunirnos mañana y decidirlo mejor, pero te conviene —expreso con firmeza.

—Lo que me conviene ahora es irme, mañana vere, porque si te respondo ahora de seguro cometeré la tontería más grande del mundo —habla y comienza a alejarse de mí, y yo, por disimular y no volver a quedar como un imbécil, la sigo con la esperanza de que su respuesta sea un “si”.

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