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EL PERDEDOR
EL PERDEDOR
Por: S. Dal Santo
1: EL PERDEDOR

Regresar a la empresa después de que ella me dejara plantado en el altar, se ha convertido en toda una pesadilla. Los empleados no dejan de murmurar a mi paso, y las miradas repletas de lastima se han convertido en algo común. “El perdedor”, esas son las dos palabras que me persiguen desde hace un mes, pero ¿qué más se puede esperar cuando la boda estaba catalogada como la boda del año? 500 invitados, la iglesia más grande e importante de Miami, y por supuesto el servicio de planeación de bodas más costoso de todos.

No hago más que entrar mi oficina, y cerrar la puerta de un portazo para luego comenzar a quitar los portarretratos que enmarcan nuestras fotos juntos al igual que los regalos que ella me dio y yo, con mucho amor atesoraba en esta oficina.

—No puedo creer lo que me has hecho —le hablo a su foto y sin más rodeos, tiro todo al cesto de basura.

Una vez que hago mi intento por acabar con el pasado, me siento en mi silla y observo todos los papeles y periódicos que se han acumulado en estas semanas. Sé que debería concentrarme en los balances, en los reportes de venta, y hasta los análisis de producción de la empresa, pero en cambio, solo leo los titulares de la prensa.

“El empresario Aren Danek, plantado en el altar por su novia Lorena Echevarría” Dice uno de los periódicos más importantes, mientras que otros hablan de mi fracaso y se cuestionan porque ella habrá tomado esa decisión.

Harto de leer las opiniones y especulaciones de todos, tomo todos los diarios y los tiro al mismo lugar al que fueron sus fotos mientras que escucho la alarma de me celular sonando. Lo saco del bolsillo, y al mirar la pantalla respiro profundo.

Recordatorio:

Desayuno de la cámara de comercio en el Country Club.

Miro la hora y me doy cuenta de que tengo el tiempo justo y necesario para llegar al lugar, por ende, me pongo de pie y vuelvo a salir de mi oficina encontrándome con Inés en el pasillo.

—Señor Danek, ¿lo puedo ayudar en algo? —me pregunta de manera profesional.

—Mueva todas mis reuniones para la tarde, olvide que tenía un desayuno en la cámara de comercio —le explico a mi secretaria.

—Por supuesto, ¿quiere que lo acompañe o que le diga a alguno de los ejecutivos que vaya con usted? —indaga y niego.

—No es necesario, iré solo —respondo y sin más preámbulos recorro los pasillos una vez más escuchando de fondo como pase de ser el hombre más exitoso en el mundo de los negocios, al perdedor en cuestiones de amor.

[…]

Una vez que llego al Country Club, dejo mi auto en el área del valet y bajo para luego entrar al salón de eventos donde de a poco me voy encontrando con varios conocidos que por supuesto también me ven como lo ha hecho el personal de mi empresa. Saludo en un intento de restarle importancia a su actitud, hasta que me encuentro con Samuel.

—Qué bueno verte de nuevo por aquí —dice entusiasmado y nos saludamos.

—Gracias, ¿Cómo has estado? ¿Cómo han estado los negocios? —averiguo y debo admitir que me cuesta mucho trabajo disimular que todo está bien.

—Mejor que nunca, la producción de los nuevos motores marítimos son todo un éxito —me cuenta con orgullo y eso era todo lo que bastaba para que los dos comencemos una charla a nivel profesional que me saca por completo del lodo en el que me encuentro.

Por un momento he silenciado todo lo que sucede a mi alrededor, pero de repente, la mirada de Samuel se fija en la mujer de cabello rubio y curvas sumamente sensuales.

—¿Hermosa? ¿No? —le pregunto haciendo que regrese a la realidad.

Él me mira y sonríe.

—Haizea Alarcón, definitivamente muy hermosa, pero no termina de entender que no pertenece a este mundo —comenta en un tono prepotente.

—¿Y porque no? —inquiero a modo de reto.

—Porque es una simple emprendedora sin clase alguna, mírala, es bella, pero no encaja. Ella no es como nosotros —señala y niego con mi cabeza.

—¿Por qué no tiene un apellido rimbombante? ¿o porque su padre no es rico? —presiono.

—Porque por más que busque encajar, no lo hará. Su proyecto de negocio de seguro caerá rápidamente —expone y sonrió sarcástico.

—Pues no sé tú, pero yo la iré a saludar, me interesa saber que tiene para ofrecernos —digo e ignorándolo por completo, me acerco a ella.

—Señorita Alarcón, que bueno verla una vez más —la saludo y esos ojos azules se clavan en los míos con algo de sorpresa.

—Señor Danek, no pensé que supiera mi nombre —dice y sonrió.

—Suelo prestar atención cuando la gente me saluda, ¿le parece si la invito a sentarse a mi mesa? Por lo que veo ha venido sola —comento mirando hacia todas partes y dándome cuenta de la forma en la que las miradas de los presentes cambian al verme hablando con ella.

—Me dará gusto sentarme con usted, tengo algunos negocios de los que le quisiera hablar y que me diera su consejo —responde y sonrió.

—Entonces venga conmigo por favor —le pido y por primera vez en todos estos días, siento que las cosas cambian un poco a mi favor.

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