Capítulo 4.

EL MARIDO DE MI HERMANA.

Me retiré de la mesa con la disculpa perfecta de madrugar temprano para ir al colegio. Subí a mi habitación, cerré la puerta con seguro y me acerqué a la comoda que había junto a la cabecera de mi cama donde guardaba mis cosas personales, busqué mi llave y la abrí. Saqué mi diario y me acerqué al pequeño escritorio que utilizaba para hacer mis tareas, tenía un cómodo módulo extraíble para tener todo organizado, mis cuadernos, lápices de dibujo, entre otras cosas. Encendí la pequeña lámpara y pasé las páginas hasta encontrar una limpia, puse la fecha del día, con un pequeño texto que decía;

Hice una pequeña diablura y decidí tatuarme, sin imaginar lo que iba a encontrar en ese lugar. Conocí a un míster sexy, de hecho fue él quien me ayudó a elegir, una golondrina volando. Él me dijo que la golondrina simboliza la libertad, el ser libre y que la diferencia entre la golondrina y otro pájaro es que la primera elige a su pareja para siempre. Cuando una golondrina encuentra a su alma gemela no se separan nunca. Entonces me di cuenta que yo había conocido a mi alma gemela, mi pareja para toda la vida, encontré mi golondrina… Aunque él no lo sabe todavía, pero eso no importa, ya habrá oportunidad para que lo sepa.

Apoyé mi cabeza en el diario, cerré los ojos y sonreí recordando ese momento. Recordando al míster sexy, me incorporé, tomé el lápiz y empecé a dibujar su rostro, tal cual como lo tenía en mi cabeza empecé a pasarlo en el papel, no era necesario verlo más de una vez porque grabé en mi mente cada una de sus facciones, borré, dibujé, pulí, delineé hasta que poco a poco el papel tomó la forma de mi golondrina. Sonreí mientras mis dedos trazaban los contornos de su rostro. Pensé; ojalá un día pueda acariciarte a ti, no en papel sino en carne y hueso. Como desearía sacarte de ese papel y tenerte aquí conmigo.

En mi block de dibujo, empecé a dibujar uno de sus tatuajes; el tigre que tenía en su brazo, cerré los ojos otra vez, era como si lo tuviera junto a mí porque recordaba perfectamente cada detalle y eso que solo lo vi una vez, ¿tal fue el descaro con el que lo miré? ¿Será eso lo que llaman amor a primera vista? Seguí pasando el lápiz una y otra vez, cuando me di cuenta había terminado de dibujarlo tal cual como el que él tenía en su brazo. Sonreí con satisfacción. Miré la hora eran casi las tres de la mañana, ¿en qué momento había pasado tanto tiempo? Se suponía que tenía que ir a clases. Recogí todo y me deslicé bajo las sábanas, pero antes metí mi diario al otro lado de mi almohada. Mi golondrina tenía que dormir conmigo, por ahora era solo en un cuaderno, pero estaba segura que luego sería real.

Por ahí dicen que los sueños se hacen realidad, así que iba a anhelarlo mucho para que se cumpliera. Era amor, o sólo era un capricho obsesivo por los tipos tatuados. No, yo miré ese retrato, cerré los ojos y al recordarlo todo mi cuerpo se cubría por la piel de gallina, eso no podía ser atracción sexual, tenía que ser eso que dicen amor a primera vista. Poco a poco mis párpados empezaron a cerrarse hasta que me sumergí en un sueño profundo.

Unos golpes en la puerta me hicieron abrir los ojos de golpe.

—¡Alexia, no puedo creer que te quedaras dormida otra vez! —gritó mamá—, vas a llegar tarde.

—¡Mmm! —gruñí.

—¡Alexia! —Golpeó la puerta.

—¡Ya me levanté! —me quejé.

—¡Apúrate!

Me tumbé sobre la cama y exhalé. Saqué el diario y abrí la página, sonreí y repetí; eres demasiado perfecto para ser real. Guardé el diario en la comoda y escondí la llave. Me di una ducha rápida antes de que volviera a aparecer mamá. Miré mi tatuaje a través del espejo y sonreí. Como tenía el parche no tenía que limpiarlo, ardía un poco, pero valía la pena. Me organicé y antes de salir empaqué en mi mochila algo de ropa, tenía planeado hacer algo después del colegio.

Bajé al comedor, tomé un poco de jugo y salí con pasos apresurados, antes de cruzar la puerta solo escuché. 

—Esta niña, ni siquiera desayunó. 

En el parque me encontré con Lara y juntas nos fuimos al colegio. El día transcurrió sin ninguna novedad, excepto por los exámenes y las tareas. 

Salimos del colegio, estaba sumergida en mis pensamientos, tanto que ni siquiera podía escuchar de lo que hablaba mi amiga. Sentí un pequeño golpe en el brazo. La miré y ella se cruzó de brazos.

—Tierra llamando a Alexia, ¿no me estás escuchando, verdad? 

Hice una mueca exagerada aleteando mis largas pestañas.

—La verdad no.

Rodó los ojos. 

»¿Qué me decías?

—Te estaba preguntando si te dolía mucho el tatuaje y si ya lo habían notado en tu casa. 

Le pasé la mano tras sus hombros abrazándola.

—¿Crees que si lo hubieran notado estuviera completa? 

Soltamos una carcajada.

»Arde, pero solo un poco. ¿Vamos por un batido?

—Eso no se pregunta.

Llegamos hasta la cafetería y pedimos dos batidos, fresa y vainilla. Le pedí a Lara que me acompañara a Manhattan. Arqueó una ceja.

—Déjame adivinar, ¿quieres volver al salón de tatuajes?

Asentí con una sonrisa.

»¿Te das cuenta lo tarde que se nos hará? ¿qué se supone que vamos a inventar? Al menos tú. Sabes qué mamá llega tarde de trabajar.

Mordí mi labio inferior y ella negó.

—Ahí está la respuesta, iremos a tu casa a hacer tareas. Siiii.

Puse ojos tiernos, ella sonrió. 

—Estas loca, ¿tanto te impresionó ese tipo? 

—Ya te dije que es mi golondrina y si no me acerco como va a saber que soy la mujer de su vida.

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