epílogo parte 4

Cada movimiento suyo parecía diseñado para llevarme al límite. La fuerza con la que me sujetaba, la manera en que sus labios recorrían mi cuello y hombros, sus susurros llenos de lujuria y amor... todo se combinaba en puro placer. No existía nada, nadie, solo nosotros dos.

—Eres todo lo que siempre quise —murmuró entre jadeos con la voz ronca por la excitación—. Eres mía y yo soy tuyo.

Mi cuerpo alcanzó un clímax explosivo, un orgasmo que me dejó temblando bajo su control. No caí al suelo porque Alan seguía sujetándome con fuerza. No se detuvo; continuó hasta asegurarse de que cada célula de mi cuerpo estuviera saciada, hasta que él mismo se dejó llevar, con un gemido profundo que resonó en mi oído y me provocó escalofríos de placer.

Nos quedamos así perdidos en el placer y en la melodía de nuestras respiraciones profundas que intentaban retomar la calma. Alan soltó las esposas con cuidado, frotando suavemente mis muñecas para asegurarse de que estuvieran bien y luego me acurrucó c
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