Capítulo 2.

—Podría meterme en problemas con tus padres. 

Volví a sonreír.

—¿Quién va a decirles? Puedo hacerlo en un lugar poco visible. Además, ¿cómo van a saber en qué lugar lo hice?  

Se rascó el cuello.

—¿Ya sabes qué tatuaje quieres?

Le regalé una pequeña sonrisa. Tomé el boceto y le mostré los que más habían llamado mi atención, pero estaba muy indecisa. 

»¿En qué lugar lo quieres? 

—En la parte posterior del hombro derecho. 

—Ok —me miró.

 Justo en ese momento salió de la parte trasera del salón el amor de mi vida, un tipo esculpido por los mismísimos dioses. Le sonrió al tatuador, nos miró y saludó con un movimiento de cabeza, ninguno de mis sentidos respondieron en ese momento. 

—Ya te dejé la sala lista allá atrás, ¿quieres que te ayude con algo más? —le preguntó el tipo  Mister sexy. 

—Sabes que sí. Necesito que asesores a esta hermosa señorita —me señaló—, que aún no se dice por un tatuaje, ¿cuál crees que le quede mejor?

Dejó una pequeña palmadita en su hombro y asintió. Me miró y luego volvió la mirada a los bocetos. Me quedé congelada y sentí mi corazón subir hasta mi garganta.

 Lo miré, era alto, las facciones de su rostro eran casi perfectas, ojos color marrón, su boca; su labio inferior carnoso. Cabello castaño, unas cejas planas y pobladas con un pequeño  corte perfecto en su ceja izquierda  que combinaba  con su corte de cabello, desvanecido;  era muy recortado en la nuca, patillas y laterales de la cabeza, volviéndose más largo en la parte superior de la misma. Todo el brazo izquierdo lo tenía tatuado, tenía una cruz tatuada al lado izquierdo de el cuello, imaginé que tenía tatuajes en otras partes de su perfecto cuerpo. 

Tenía ropa deportiva ajustada, se podía detallar lo marcado de su cuerpo, pero esos tatuajes lo hacían ver jodidamente sexy. 

Suspiré llevándome las manos a las mejillas encendidas. El tatuador se fue a preparar la sala, mientras yo seguía mirando al maldito dios griego, en un momento sonrió, oh por Dios. Nunca creí en el amor a primera vista, pero lo había confirmado, me enamoré.

Volvió la mirada hacia mí y se acercó un poco, ¿cómo se respira? En ese momento lo olvidé. Me miró como detallando mis rasgos y luego bajó la mirada al boceto, solté todo el aire que contenía tan despacio para que él no lo notara. 

—Te quería genial este — me señaló el boceto—, según tu personalidad. Es lo que veo a través de tus ojos.

Era una golondrina volando, me dijo que simbolizaba  la libertad, el ser libre. La diferencia entre la golondrina y otro pájaro es que la primera elige a su pareja para siempre. Cuando una golondrina encuentra a su alma gemela no se separan nunca.

Ese significado me encantaba, el ser libre, era verdad lo que decía, creo que sí era bueno para leer los ojos. Por unos segundos nuestras miradas se encontraron, bajé la mirada al boceto y respondí tratando de alejar la estupidez de mi cuerpo que en ese momento había paralizado cada célula existente en mí. 

—Entonces quiero ese, en color azul cielo. 

—Azul como tus ojos —su voz suave y envolvente hizo que mi estómago se apretara—. Perfecto, buena elección. 

Dejó el boceto y con una pequeña sonrisa y un movimiento de cabeza se alejó para recibir a unos chicos que habían entrado al lugar. 

El aire se me salió de los pulmones de golpe como si me hubieran golpeado con fuerza.

—Acabo de conocer al amor de mi vida, el hombre de mis sueños, mi golondrina —suspiré. 

Lara me dió un pequeño golpe.

—¡Estás loca! —sonrió—, aunque debo admitir que ese tipo es divino.

No podía dejar de mirarlo, de verdad que mi corazón nunca había latido de la manera en la que lo hacía. Entonces en ese momento quería saber tantas cosas. Maldecí para mis adentros, ¿por qué solo respondí eso? Pude haber preguntado algo más, por sus tatuajes, la experiencia con ellos, si dolía, pude poner tema de conversación, pero a cambio solo dije; quiero ese.  Era la primera vez que me congelaba de esa manera ante la curiosidad. 

Su nombre.

¿Quién era?

¿Tendría novia o esposa?

¿Trabajaría  ahí? 

Mis pensamientos fueron interrumpidos por Lara.

—Ale, ese tipo se ve mayor que tú, ¿crees que se fijará en ti?

Aspiré.

—No lo sé. Pero yo tengo que saber quién será el dueño de hasta  mi último suspiro. 

Ella soltó una risita.

—Eres un poco exagerada. Solo estás deslumbrada por su belleza, y por los tatuajes que son tu debilidad. 

—No, te juro que jamás ningún hombre me había puesto el corazón así.

Llevé la mano hasta mi pecho, le mostré mis manos.

»Incluso estoy temblando.

—Solo es tu obsesión por los tipos tatuados. El tatuador también es muy guapo.

Seguí mirándolo, detallando cada gesto y movimiento que hacía, pero yo al parecer para él era una simple clienta invisible que se quería tatuar.  No podía decir que le causé la misma impresión que él causó en mí, porque se portó de manera muy profesional.

—No, yo lo quiero a él. No ves que es mi hombre ideal, el de mis fantasías.

—Físicamente está guapo, pero no sabemos cómo es mentalmente, ¿y si fuera un loco, o un psicópata?

—Yo sería su manicomio, incluso hasta su psicóloga.

Lara soltó una risita.

—Contigo no se puede. 

Me encogí de hombros.

—Míralo bien, porque ese hombre es el dueño de todo esto, mi novio, mi esposo —sonreí —, solo que él aún no lo sabe.

Soltamos una risita. En ese momento salió el tipo que ya se había presentado como Marlon y me guió hacia la parte trasera del salón. Me senté en la silla satisfecha de mí misma por lo que estaba a punto de hacer. Me quité la blusa y me cubrí con una sábana, me subí a la camilla y me acomodé.  Marlon estiró los brazos, crujió sus dedos y se puso manos a la obra. Sentí un poco de nervios, siempre decían que era doloroso, pero cuando la aguja atravesó mi piel lo único que hice fue sonreír. Era un nivel de dolor que fácilmente podría soportar además que valdría la pena. 

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