Leonel y Sofía se encontraban en una parte llana del engranado de la casa de San Juan, en el área de piscina.Era de día, casi hora de almuerzo. Ambos de pie, abrazados, disfrutando de una quietud que necesitaban.Ella despegó su mejilla del pecho de Leonel para mirarle, acariciarle y dejarse acariciar.—¿Te sientes bien? —preguntó ella, preocupada. Lo habían vuelto a operar, sus puntos internos se habían comprometido. Cargaba el cabestrillo nuevamente, quería ser cuidadosa para no lastimarlo.Él sonrió y negó al mismo tiempo.—Eso debo preguntártelo yo a ti. —Acarició muy ligeramente el hombro izquierdo de su novia, ella cargaba una blusa de mangas cortas, el apósito de su herida podía notarse a través de la tela—. ¿Te sigue doliendo en las noches? ¿Estás segura que no necesitas uno de estos? —Movió un poco su brazo herido.—La esposa de tu amigo me ha dicho que no es necesario.—Genial. Si ella lo dice, debe ser así y significa que sanarás pronto.—Sí, Pilar es muy buena en lo que h
Sofía Sullivan no tenía permitido mantener los ojos cerrados, debía estar despierta, atenta. Acababan de nombrarla la mejor empleada del café, ¿cómo no estar a la altura?Pero Sofía quería cerrar sus ojos y apretarlos durante un largo minuto. Respirar también.—¿Cómo pagaré todas estas deudas? —se preguntó ella luego de haber hecho sus cuentas.Le pareció una ironía decir que el dinero no lo era todo, pero mucho más irónica la condecoración que le dieron antes de volver a casa. Su casera le dio un ultimátum, debía cancelar esa misma semana la renta. La deuda era de dos meses. Si no quería irse a vivir a un refugio, lo mejor era ponerse al día.Eran tiempos difíciles. Desde hace meses no recibía la manutención del ayuntamiento y el sueldo no le daba para mucho. Buen trabajo, pero aún así no le alcanzaba. Las cuentas no mentían, se encontraba en números rojos, quería llorar como niña. De pie, detrás de la caja registradora del café donde laboraba, aún con el delantal puesto, no dejaba d
—¿Robo? ¿Denuncia? ¿Cómo que robo? ¡Jamás he robado nada en mi vida!Vos se reservó sus palabras, pero quería creerle. Pasaba por momentos difíciles en su trabajo y ahora ese era uno de ellos.—¡No pueden llevarme sin ningún tipo de información, esto es un secuestro! ¿Quién me ha denunciado por robo? ¡¿Quién?!—Le pedimos que permanezca en silencio hasta que lleguemos —gruñó el novato, recibiendo una severa mirada de su superior.Vos miró entonces el retrovisor central y se encontró con la encendida mirada de Sofía.Tragó grueso. Detenido en un semáforo, un haz de luz diurna pintó aquellos ojos y pudo verlos más claros. Inmediatamente quiso detallarlos, verlos de cerca y corroborar su inocencia.Sofía se quedó callada, pero sostuvo su mirada con determinación, decidida a no dejarse intimidar por él, ni siquiera por el viaje que daba hacia un futuro incierto. Aún con la respiración acelerada y los nervios de punta, llevaba un enredo dentro de su cabeza intentando descubrir quién pudo h
El rostro del policía quedó congelado al escuchar semejante noticia. Maldijo para sus adentros, pero a la vez crecieron sus propias interrogantes. La familia Cliff hacía de las suyas en todos lados, en los negocios, en los bancos, en la política, en los juzgados y en la policía. Él era de inteligencia, no le tocaba investigar casos cercanos a ellos, pero todos en la estación sabían que el departamento de Asuntos Internos perseguía a todo aquel que estuviese vinculado con corrupción policial y las versiones más fuertes: que esa corrupción era patrocinada por los Cliff y sus negocios. Nunca fue su jurisdicción atrapar cuellos blancos, pero sabía quiénes eran los líderes de esas mafias. Su jefe le dio ese caso, el de buscar a Sofía, el cual mencionaba a Gael como demandante. Solo debía buscar a la mujer y llevarla a la estación, ahora entendía la razón de hacerla entrar por detrás y dirigirla a la sala de interrogatorio especial. Él había creído que era por evitar el papeleo ordinario y
—¿Llegaste al Maternal?—Sí, voy caminando hacia la entrada —comentó el oficial Raymond St. John—. Ésta te la cobraré.Vos, aún de pie frente a la puerta que encerraba a la señorita Sullivan, daba sus indicaciones a uno de sus más grandes aliados en la policía.—No dejes que nadie toque a ese bebé y vigila bien que las cuidadoras no sean cómplices de nada.—Entendido.A punto de colgar, el oficial Vos escuchó:—¿Por qué estás haciendo todo esto por ella? ¿Desde cuándo la conoces?Vos no prestó atención y colgó sin responder. Y era mejor no hacerlo, sobre todo por no saber qué decir.Miró al frente, sin enfocar su vista en nada en específico, necesitaba encontrar una forma de comunicarse con ella sin que las cámaras grabaran nada.Justo cuando decidió moverse de allí con una idea en mente, escuchó ruido a su derecha.Entrecerró los ojos, escudriñando a las tres personas que atravesaban la puerta de vidrio, la misma que cruzó el novato.Una de sus compañeras de inteligencia, vestida de
La joven detenida abrió su boca de par en par y sintió cómo si el techo le cayera encima. Quiso articular palabra, pero no pudo, el nudo en su garganta se fortificó, aprisionándola, así como el sentimiento agónico de las paredes amenazando con aplastarla.—Esto… —miró a la mujer, luego al vidrio. Y haciendo silencio por un par de segundos, entendió que lo que allí sucedía parecía un circo de mal gusto—. ¿Dónde está él? —Sus palabras atravesaron la presión de sus dientes—. ¡¿Dónde está Gael?! ¿Está allí? —Señaló el gran espejo con su cara—. Él está allí viendo todo, ¿no es así? ¡Gael! Mírame, Gael, mira bien mi cara, ¿qué te he hecho yo para que me hagas esto? ¿Qué? ¿Por qué me estás haciendo esto?Ambas mujeres dieron un brinco al escuchar la puerta abrirse de manera intempestiva.—¡¿Qué rayos sucede acá?! —exclamó la mujer policía—. Estoy en medio de un interrogatorio.Se trataba del novato.—Disculpe, teniente, tenemos una información de suma importancia que debe revisar.—¿Qué info
Cinco años después… —¿Estás segura que te quieres ir? Aún estás a tiempo. —La angustia de Dolores Sullivan se evidenciaba en su rostro lleno de pecas y en sus líneas de expresión bastante acentuadas.De pie en el aeropuerto de Barajas, Sofía y su hermana se despedían.—Mamá, ¿es cierto que tía no puede venir con nosotros?Ambas mujeres arrugaron sus caras con ternura mirando hacia abajo, hacia la carita triste del pequeño Liam, aunque ya tuviese sus recién cumplidos seis años.Sofía se agachó para hablarle de tú a tú, Dolores lo haría si no fuese por sus lágrimas, las cuales intentaba ocultar.—Amor, tía debe quedarse por trabajo, lo sabes, ¿cierto? Pero en navidades ella irá a casa para pasarla con nosotros, ¿qué te parece eso? ¿Te gusta la idea?El hombrecito de cabellos castaños, un color que fue cambiando con el tiempo, asintió con una especie de sonrisa, no muy convencido por lo que su mamita le decía.—Hey, compañero, dame esos cinco —pidió Dolores ya con su cara limpia y choca
—Mamá, ¿por qué debo asistir hoy a la escuela? Apenas llegamos antes de ayer en la noche.Sofía se sorprendía por la forma tan madura que tenía su hijo al hablar, además, cada cosa que decía no carecía de lógica, puesto que era cierto, apenas hace un par de días como mucho, llegaron a Nueva York y desde aquella ciudad viajaron en tren hasta Albany, específicamente hasta una zona llamada Stone Village, casi a las afueras. Llegaron al hospedaje de madrugada y durmieron prácticamente todo el día, recuperando fuerzas en la noche con la idea de prepararse para ir al colegio en un pronto comienzo de clases.—Amor, sé que ha sido duro, pero no logré llegar antes, no conseguí otros vuelos, ni siquiera directos y menos en otras fechas. Te entiendo tanto, mi vida. Yo también estoy cansada porque debo dar clases, pero todo estará bien, te lo prometo. —Apretó más a su pequeño Liam en un caluroso abrazo, ya estando dentro del taxi que los llevaba a su destino.Sofía no dejaba de hacer cuentas en s