La joven detenida abrió su boca de par en par y sintió cómo si el techo le cayera encima. Quiso articular palabra, pero no pudo, el nudo en su garganta se fortificó, aprisionándola, así como el sentimiento agónico de las paredes amenazando con aplastarla.
—Esto… —miró a la mujer, luego al vidrio. Y haciendo silencio por un par de segundos, entendió que lo que allí sucedía parecía un circo de mal gusto—. ¿Dónde está él? —Sus palabras atravesaron la presión de sus dientes—. ¡¿Dónde está Gael?! ¿Está allí? —Señaló el gran espejo con su cara—. Él está allí viendo todo, ¿no es así? ¡Gael! Mírame, Gael, mira bien mi cara, ¿qué te he hecho yo para que me hagas esto? ¿Qué? ¿Por qué me estás haciendo esto?
Ambas mujeres dieron un brinco al escuchar la puerta abrirse de manera intempestiva.
—¡¿Qué rayos sucede acá?! —exclamó la mujer policía—. Estoy en medio de un interrogatorio.
Se trataba del novato.
—Disculpe, teniente, tenemos una información de suma importancia que debe revisar.
—¿Qué información? Esto es absurdo.
—Debe verla usted misma.
La respiración de Sofía se sostuvo mientras esa especie de conversación se llevaba a cabo delante de sus ojos.
—Muy bien, seguimos en breve.
—Espere, ¿se va? ¡Espere! —gritó Sofía—. Aclaremos esto de una vez, tengo que ir por mi hijo.
La oficial se levantó de forma brusca de la silla, recogió la carpeta y salió, cerrando la puerta tras de sí con un golpe seco.
De inmediato, Sofía miró hacia el espejo, quería revisar el papel dentro del bolsillo. Presentía que detrás de aquel panel se encontraba el propio Gael observándola, disfrutando ver cómo le echaba culpa de algo que no hizo.
Descansó su espalda en la silla de una forma inclinada para poder ver de qué trataba todo ese misterio del bolsillo. Fue así como logró divisar la pequeña hoja, hasta enfocar las palabras escritas a bolígrafo.
“Tu hijo está bien, esperará por ti en la guardería, confía en mí. L.”
Un aluvión de consuelo cayó sobre su cabeza y bañó todo su cuerpo. El sentimiento fue tan poderoso que tuvo que llorar, aunque evitando hacerlo con demasiado vigor, sostenido pero liberador, un llanto necesario para poder sentir que aún seguía con fuerzas.
Miró a la nada, tomó aire, sacó las manos dejando el papel dentro de la chaqueta…
—¡Ven conmigo!
Sofía alzó su rostro, muy asombrada, con el susto corriendo por sus venas. El oficial L. Vos entraba a la sala como un tsunami arrasador y se acercaba a ella con un brazo estirado para ayudarla a levantarse.
—¿Qué sucede?
—¡Tenemos que irnos ya! ¡Muévete, Sofía! ¡Ya, ya, ya!
Como si la luz de todos los sagrados túneles no fuese blanca, sino de un color intenso, la joven Sofía se aferró a la masculina mano de ese salvador y no la soltó mientras ambos corrían por el mismo pasillo que recorrieron juntos luego de llegar a ese edificio.
—¡Sigue!
La adrenalina como una posición de tinta, energizó los pasos de la chica, concentrándose en sus pisadas y en la espalda azul oscuro de ese hombre que se la llevaba.
—¡Por acá! —Vos corrió con ella, llegó a una camioneta negra y la soltó para poder abrir la puerta del copiloto—. ¡Sube!
—No, ¿qué? Pero, ¿qué pasa? ¿Para dónde me llevas? ¡Estamos cometiendo un delito!
—De allí no ibas a salir, Sofía. Ese maldito de Cliff te está jodiendo feo. Sube si quieres volver a ver a tu hijo, ¡sube!
Un segundo, dos segundos… Encontró determinación en los ojos de Vos y subió, aquel cerró la puerta, rodeó la camioneta, se subió y arrancó incluso antes de que él cerrara la suya de golpe.
Sofía se agarró al asiento para no tambalearse gracias a la gran velocidad a la que iban.
—¡Ahh! ¡No quiero morir! ¡Dios! —fueron las únicas frases que pudo gritar antes de darse cuenta el camino que tomaban.
—¡Ponte el cinturón!
Sofía miró hacia atrás, dándose cuenta que nadie les seguía. Miró hacia delante, percatándose de que todos los semáforos estaban en verde. Su corazón estuvo muchas veces a punto de escaparse por su boca, pero ya estaba hecho, era una fugitiva, se había dejado llevar por ese hombre que la sacó de la manera más estrepitosa en pleno interrogatorio de la policía.
Cubrió su cara con sus manos y se aferró a Dios, pidiendo por su vida y por la vida de su pequeño Liam, cuando de pronto, la velocidad amainó.
Bajó las manos y miró para todos lados. «¿Estamos en el Maternal de Liam?», se preguntó.
—Hazlo rápido. Entra, tomas a tu hijo y sales de inmediato. Yo te esperaré.
—¿Qué? Pero…
—¡Vamos, Sofía! Esto no tarda en convertirse en un circo.
Sofía no reaccionaba. Ya estaba imaginándose las sirenas, los disparos, ¡la cárcel!
—¿Qué hemos hecho? —susurró, con nuevas lágrimas en sus ojos.
Él tomó sus manos y las apretó.
—Te lo juro que esta era la única salida, te lo juro. —Ambos respiraban con dificultad—. Ya te lo dije, Sofía. Confía en mí.
Ella tragó la sequedad de su garganta y se despegó de aquellas manos para descender del carro e ir por su pequeño.
Caminó de prisa, sin correr, porque no quería que nadie sospechara que algo malo pasaba. De igual manera no sabía cómo aplacar la urgencia apoderándose de ella.
Subió la pequeña serie de escaleras hasta una puerta doble de color ladrillo que siempre solía encontrarse cerrada. Le sonrió al vigilante, un afroamericano muy amable que le dejó entrar.
Sin dar ninguna explicación, transitó por los pasillos correspondientes hasta dar con el aula de maternidad, siempre sonriendo, gesto fingido que solo se volvió sincero al ver a su pequeño.
—¡Amor! Ven con mamá. —Se encontró con su retoño en medio camino, él hacia ella y ella levantándolo después para plantarle besos y abrazos—. ¿Cómo estás, mi belleza? ¿Cómo te fue hoy en la escuelita?
—El pequeño Liam se ha portado excelente hoy —informó una de sus cuidadoras, la única que se encontraba en la desolada aula. Era una mujer un poco baja de estatura de cabello corto y negro, vestida con el uniforme reglamentario y un delantal estampado—. ¿Está todo bien? Nos preocupamos mucho por usted cuando supimos que iba a tardarse y sobre todo cuando fue un oficial de policía quien nos lo informó.
Sofía se paralizó por un instante, regresando rápidamente a tierra.
Sonrió.
—Es un amigo. Estoy gestionando una mudanza y mi casera se ha puesto un poco borde, por eso tardé y él se ofreció a venir. Disculpen, no logré llamarles.
La maestra arrugó levemente sus cejas, pero no dejó de sonreír.
—No se preocupe. ¡Adiós, pequeño Liam! —le dijo, mientras la madre y el niño se alejaban a toda prisa, inmediatamente después de que Sofía casi arrancara el morralito de su hijo de las manos de la educadora.
Sofía abrazó fuerte a su bebé y regresó velozmente hacia el vehículo que ya la esperaba con la puerta abierta. Se montó y Vos arrancó casi con la misma velocidad anterior.
Él manejaba, concentrado, pero no pudo evitar mirarles de vez en cuando, alternando el camino con la imagen de esa mujer abrazando a su pequeñín con fuerza y angustia en la mirada.
Cuando la joven madre vio dónde se encontraban, sintió su pecho presionarse de nuevo. La camioneta fue estacionada entre una Vans y una pared, y se apagó el motor. Vos, aún con sus manos sobre el volante, suspiró.
—¿Por qué estamos en el aeropuerto? —preguntó ella.
—Al contrario de lo que puedas estar creyendo, nadie te perseguirá, porque nadie tiene un cargo en tu contra.
Ella no entendió lo que él le estaba diciendo, se lo demostró en un gesto. Él miró al nene, inocente de todo lo que sucedía.
—Aún no sé exactamente qué se trae Gael Cliff, pero no es nada bueno, como casi todo lo que hace esa familia. La denuncia en tu contra es falsa…
—Claro que es falsa —cortó ella en su propia defensa.
Él enseñó sus palmas pidiéndole con eso que se calmara.
—Lo vi. Sobre todo la cantidad que metieron en tu cuenta el día de hoy.
—Cien mil dólares. Jamás he visto tanto dinero en mi vida.
—Dinero sucio, querían ensuciarte con él. Creemos que con la intención de quitarte al niño. ¿Sabías que Gael está pronto a casarse? —Sofía abrió sus ojos y negó—. Su futura esposa es la hija de un millonario.
—¿Qué relación tiene ese matrimonio con todo esto y conmigo?
—No lo sabemos, pero tiene que ver. Le diste un hijo que siempre fue un estorbo para él. Ahora, de la nada, te quiere alejar metiéndote en la cárcel. Créeme, algo tiene que ver, pero no puedes quedarte para averiguarlo. No pueden quedarse para averiguarlo.
Ella cambió su expresión.
—¿Qué quieres decir?
Él suspiró, sintiendo algo fuerte en su pecho que no supo cómo interpretar.
Giró su cuerpo, echando un brazo hacia atrás y trajo consigo un morral de cuero que parecía un poco pesado.
—¿Qué es eso?
—Toma.
Ella maniobró con Liam para tomar aquel bolso que él le entregaba.
—Tu hermana te va a esperar.
—¿Qué? —Ella sonrió sin nada que le diera gracia—. Mi hermana tiene años en España.
—Lo sé. Y tú irás a visitarla. —Sofía no daba crédito—. Investigamos rápidamente y supimos que tienes una hermana allá. La llamamos…
—¿Qué? ¿Y… quiénes?
—Ella comprendió todo y te estará esperando.
—Pero… ¿Cómo…? ¡Esto es una locura!
—No. Locura es lo que el padre de Liam estuvo a punto de hacer hoy.
Sofía abrió la mochila, dentro estaban su pasaporte y el de Liam, dos pasajes de avión y un sobre con dinero.
—¿Entraste a mi apartamento? Estos pasaportes estaban allí. ¿Cómo…?
Él no respondió y ella se enfrascó en seguir revisando. El sobre guardaba una cantidad considerable de dinero, aunque no excesiva. Debajo, ropa, enceres, no muchas cosas, pero todas de mujer y algunas de bebé.
—Será un viaje largo, querrás ponerte otra ropa, tal vez un abrigo. Cómpralo con ese dinero y deja un poco por si tienes que comprarle algo al niño.
—Tengo cosas en el apartamento…
—Tu hermana se encargará de eso.
—Esto es… —Miró a la nada, luego a él—. ¿Cómo fue que salimos de la estación sin que nos persiguieran?
Vos no quería explicarle nada de eso y mucho menos con el poco tiempo que tenían.
—No trates de responderte esas cosas. Solo… ten bien presente que nadie te buscará, nadie irá por ti…
—¿Entonces por qué huyo como si en verdad fuese una delincuente?
—Porque lo mejor es que salgas un tiempo del país, que visites a tu hermana y… ¿no tienes problemas económicos? ¿No fue por eso que tuviste que contar con el dinero de ese imbécil? La mejor idea ahora es que no estés aquí. —Vos no quería decirle que era él quien se metería en problemas y que al investigarle, aparecería ella, que no quería perjudicarla y que las cámaras que muestran alguna evidencia de su cita en la estación, serían borradas en breve.
Por su parte, Sofía comprendió que tal vez detrás de aquel espejo en esa sombría sala de interrogación se estaba desarrollando algo grande, que Gael estaba implicado y ella quedaba en medio. También comprendía que ese oficial que tenía a su lado la había salvado y que ahora debía despedirse de él.
—¿Por qué me ayudas?
Vos se quedó quieto, mirando directo su rostro. Él no tenía la contestación a esa sencilla pregunta.
—Porque es lo correcto —prefirió responder y sintió que faltó mucho por decir.
Liam miró a su mamá y colocó sus manitas en su rostro. Ella cerró sus ojos, tomó sus pequeñitas palmas y las besó, oliendo el perfecto aroma de la ternura.
Inhaló, exhaló y abrió la puerta.
—Estoy muy agradecida contigo, te pagaré por todo y por este dinero.
Él apretó los dientes, no supo qué responder, no solía ser bueno aceptando agradecimientos, tampoco halagos.
Sofía se bajó con un poco de dificultad. Él la ayudó a que fuese tomando poco a poco sus cosas, pero cuando él pensaba que ya se iría, ella le miró de nuevo.
—La chaqueta… —dijo, empezando a quitársela.
—Quédatela. No es demasiado buena para el frío, pero te ves bien con ella puesta.
Sofía se ruborizó un poco y mirando para abajo, recordó la nota.
Metió la mano en el bolsillo derecho y sacó el papel que él dejó allí para ella.
—¿De qué es la L? —Él hizo un gesto de no entender—. La L de tu nombre. Aquí firmaste con la inicial de tu nombre, no con tu apellido.
Él sonrió tenue, de labios cerrados y mirándola a los ojos, le dijo:
—Leonel.
Sofía no imaginó que ese era el nombre y de inmediato estuvo de acuerdo que era uno maravilloso y que jamás lo olvidaría.
—Entonces, Leonel Vos, ¿nos veremos algún día?
Él quiso sonreír más abiertamente, pero no pudo hacerlo.
—Si llegamos a encontrarnos —agregó ella—, dejarás que te compense por todo esto. Noto que eres duro para recibir adulaciones. No lo tomarás como una y estaremos a mano.
Ambos se quedaron mirando, pero el pequeño Liam comenzó a removerse, así que ya era hora de decirle adiós a su salvador.
—Cuídate mucho, Sofía. Y cuida mucho al pequeño Liam.
—Lo haré. —Cerró la camioneta y se alejó unos pasos.
Para llegar al aeropuerto faltaba camino, ya que el oficial se estacionó retirado de las puertas principales de aquella edificación. Con el peso de Liam y los dos bolsos, fue un poco difícil caminar más a prisa. Cuando faltaban un poco más de cien metros, un grupo de sirenas que claramente eran de patrullas se escucharon a lo lejos. Alarmada, se giró y pudo ver que no eran por ella. Cuando quiso corroborar si eran por él, se percató que ya Leonel se había ido.
Cinco años después… —¿Estás segura que te quieres ir? Aún estás a tiempo. —La angustia de Dolores Sullivan se evidenciaba en su rostro lleno de pecas y en sus líneas de expresión bastante acentuadas.De pie en el aeropuerto de Barajas, Sofía y su hermana se despedían.—Mamá, ¿es cierto que tía no puede venir con nosotros?Ambas mujeres arrugaron sus caras con ternura mirando hacia abajo, hacia la carita triste del pequeño Liam, aunque ya tuviese sus recién cumplidos seis años.Sofía se agachó para hablarle de tú a tú, Dolores lo haría si no fuese por sus lágrimas, las cuales intentaba ocultar.—Amor, tía debe quedarse por trabajo, lo sabes, ¿cierto? Pero en navidades ella irá a casa para pasarla con nosotros, ¿qué te parece eso? ¿Te gusta la idea?El hombrecito de cabellos castaños, un color que fue cambiando con el tiempo, asintió con una especie de sonrisa, no muy convencido por lo que su mamita le decía.—Hey, compañero, dame esos cinco —pidió Dolores ya con su cara limpia y choca
—Mamá, ¿por qué debo asistir hoy a la escuela? Apenas llegamos antes de ayer en la noche.Sofía se sorprendía por la forma tan madura que tenía su hijo al hablar, además, cada cosa que decía no carecía de lógica, puesto que era cierto, apenas hace un par de días como mucho, llegaron a Nueva York y desde aquella ciudad viajaron en tren hasta Albany, específicamente hasta una zona llamada Stone Village, casi a las afueras. Llegaron al hospedaje de madrugada y durmieron prácticamente todo el día, recuperando fuerzas en la noche con la idea de prepararse para ir al colegio en un pronto comienzo de clases.—Amor, sé que ha sido duro, pero no logré llegar antes, no conseguí otros vuelos, ni siquiera directos y menos en otras fechas. Te entiendo tanto, mi vida. Yo también estoy cansada porque debo dar clases, pero todo estará bien, te lo prometo. —Apretó más a su pequeño Liam en un caluroso abrazo, ya estando dentro del taxi que los llevaba a su destino.Sofía no dejaba de hacer cuentas en s
Leonel empezó a sentirse mal.Sentado en la silla asignada dentro del evento, se vio atrapado en sí mismo, como estar en el interior de una escafandra muy pesada, arcaica y fuera del mar. No podía enfocar nada, tampoco escuchar con precisión las palabras de los anfitriones que iban incorporándose al escenario, quienes amenamente explicaban las funciones de aquel edificio.No pudo quitar su mirada de Sofía, de quien se alejó gracias al protocolo, ahora teniéndola a su izquierda, bastantes puestos lejos de ella, sentada allí, entre la gente, mirándole también.Apartó sus ojos cuando sintió un mareo repentino, tuvo que inhalar y exhalar, respirar profundamente con la intensión de calmar el arsenal de cosas que sentía. Jamás imaginó verla de nuevo, en la vida pensó encontrársela en los Estados Unidos y mucho menos que la sorpresa escociera.Ella parecía sonreír y eso era peor.«¿Qué hace aquí? ¿Desde cuándo está en el país? ¡¿Qué hace aquí?!», reiteró para sus adentros, respirando con may
Leonel intentaba estirarse el cuello de la camisa. Lo menos que pudo hacer fue arrancarse la corbata y lanzarla a un lado con severa molestia.Su acompañante al volante dividía su mirada entre la carretera y el retrovisor central, inspeccionando a su jefe, quien no se veía precisamente bien allá en el puesto de atrás.Leonel sacó su móvil, tecleó poseso y colocó el aparato en su oreja.—Deja de hacer lo que estés haciendo, ¡necesitamos hablar ahora mismo! —Trancó y así como con la corbata, lanzó su teléfono celular a un lado en el asiento.—Señor, ¿se encuentra bien?—Solo maneja hasta la oficina —ladró por lo bajo, con una voz ahogada. De inmediato se arrepintió de hablarle así.El dueño de ese lujoso vehículo respiraba con dificultad y no podía quitar de su cabeza la imagen de una sonriente —casi llorosa— Sofía Sullivan, perforando su alma como no pensó jamás sucedería. Le dolió a rabiar haberla tratado de esa forma tan fría, pero no pudo hacerlo de otra manera.«¿Dónde estará vivie
—Ella es la hermana de la señorita Sofía —indicó Frank, entregándole unos documentos.Leonel se encontraba en su amplia oficina, emplazada en un edificio de apenas tres pisos. A él le gustaba pasar un poco desapercibido la mayor parte del año, por lo que le pareció perfecto, en vez demudarse de allí a un sitio más lujoso, ampliar lo que vendría siendo su primer centro de operaciones cuando todo se oscureció en su vida, en aquellos momentos en los cuales no tuvo más remedio que empezar a crecer de otras formas para poder sobrevivir.Por eso, el despacho del empresario Leonel Vos quedaba dentro de un mini centro comercial, algo poco usual para personas como él. Para poder entrar, había que rodear la edificación, atravesar un portón eléctrico y seguir algunos protocolos de seguridad. Muchas personas pensarían que era su lugar favorito, o uno de ellos, por la gran cantidad de tiempo que allí pasaba.—Sí, es ella —susurró, corroborando la identidad al ver la foto que mostraban los document
Leonel la vio de nuevo. Y no solamente una vez. Tomó su camioneta y se dirigió al hotel, aunque no lo hizo de inmediato, aún debía cuadrar algunas cosas, mandatos, con dos de sus personas de mayor confianza, las mismas con las que se encontró reunido (como tantas veces) en su oficina. El empresario pensó que no pudo ser más perfecto el salir casi al caer la noche del mini centro comercial. De haberlo hecho distinto, no hubiese alcanzado a ver a Sofía salir con dos maletas del hotel tres estrellas en el que Raymond le dijo que se hospedaba. No quería hacer nada de lo que estaba dispuesto a hacer, pero no veía más alternativa. Tenía que convencerla de salir de Stone Village, e incluso, del estado de Nueva York. Y estaba seguro que eso no sería suficiente. Que ella se devolviera era su objetivo. No llamó a la hermana, no quería involucrar a más personas, aunque aquella mujer debía haberse enterado de la situación completa, eso pensaba él. Leonel aún tenía rabia porque Raymond no le co
—¿Podemos hablar un momento?Larry miró a Sofía, mientras terminaba de acomodar los vasos de cristal en la alacena, luego de que ella le hablara.Miró el pasillo, donde se habían ido su mujer y sus hijas.—Pensé que no me lo preguntarías, claro que podemos hablar.La maestra arrugó las cejas por lo primero que él dijo y sonrió al mismo tiempo. No supo de qué hablaba, pero no se lo preguntaría.—La cena estuvo muy deliciosa —dijo ella—. Fabiola cocina riquísimo.Larry sonrió.—De seguro, cuando termine de acostar a las niñas, se viene para revisar que todo esté bien acá en la cocina. Se vuelve loca con el orden.—Y vaya que vale la pena, esta casa está impoluta y hermosa.Larry dejó la tarea que hacía. Secó sus manos con el trapo de cocina y se acercó a la encimera para encontrarse con Sofía ya sentada en una de las sillas altas al otro lado del mesón. Él se mantuvo de pie.—No te ofrezco vino hoy, mañana hay trabajo, pero pronto en… —miró su reloj de muñeca— en casi siete días haremos
—Muy bien, lo han hecho muy bien.Los aplausos y la algarabía, más las risas, no se hacían esperar cada vez que la maestra Sullivan explicaba lo que había en la pizarra acrílica.—Ok, ok, ok. Ahora, presten atención. ¿Cuál es la letra que viene? A ver.Sofía sonreía abiertamente, mirando las caritas de todos sus alumnos.—Parece una… ¿ene?—Mmm… ¿Es una pregunta, o es una afirmación? —le dijo a la niña que acababa de intervenir, quien se echó a reír con sus mejillas sonrojadas—. A ver, ¿quién ha visto esta…? —Dibujó la letra mucho más grande, parecía una linda caricatura—. Esta letra de acá —miró a la niña, señalando la pizarra con el rotulador—, que es muy parecida a la ene, así es. ¿Quién me dice cómo se llama esta letra?Miró a todos, nadie decía nada.De pronto, Sofía sintió que algo se movía a un lado de la puerta. Miró hasta allí y su sonrisa amainó.—¡EÑE! Es una eñe, profesora —saltó Jack Patterson, el sobrino del detective Raymond St. Jhon, muy animado, seguro de lo que decía