Sofía miró hacia su izquierda y de se detuvo en seco.—Hola, Liam. Es un placer —dijo el apuesto hombre detrás del volante de una lujosa camioneta negra, el vidrio el copiloto abajo para hablarles, una tenue sonrisa acompañó al saludo.Sofía no se movió, sintió como si la piel se le congelara en el acto.—¿Mamá? Mamá, ¿quién es él?Ella miró a su pequeño y sintió el motor del vehículo apagarse, una puerta abrirse y cerrarse. Como si la suela de sus zapatos se hubiese amalgamado con el suelo, ella aquedó clavada allí y pudo ver al hombre que saludó, rodear el auto y dirigirse a ellos. La figura fantasmal ahora era real.—Me llamo Leonel —le dijo a Liam, pero la miró a ella. Luego, extendió una mano hacia Sofía—. Te debo una disculpa.Ella miró la mano extendida, luego su rostro. No habló de inmediato.—Está disculpado —le dijo casi en un hilo de voz, pero no le dio la mano.Leonel la bajó y asintió.—Puedo llevarlos.—¿Llevarnos?—Sí, un aventón. Y así hablamos. —La miró a los ojos, di
Sofía corrió con mucha emoción hacia su habitación dentro de la casita que Larry le alquiló para poder calmar sus nervios sin que su hijo la viera.Se sentía como una adolescente. Esa tarde no seguiría contemplando la casita como cada vez hacía, sin dejar de sentirse impresionada por vivir en un lugar tan bonito.Estuvo presente en las tareas de su hijo, pero no encontraba una manera de rechazar la cena que estaba segura Larry y su esposa Fabiola le propondrían.Llamó a su hermana y le pidió conectarse con ella a través de una videollamada. Dolores quiso ver a su sobrino y así fue, pero Sofía se sentía impaciente. En cuanto pudo, vigilando que Liam se quedara viendo algo por la pantalla del televisor de la sala, entró de nuevo a su habitación y cerró la puerta. Habló despacio y comedida para que allá afuera no se escuchara nada.—¿Pero qué sucede? Estás extrañísima.—Me he topado con Leonel Vos —lanzó Sofía.Dolores, mujer de cuarenta años con facciones muy parecidas a las de su herma
—¿Sofía? Por aquí.Ella siguió la voz gruesa y algo ronca de Leonel Vos a su izquierda, luego a su derecha y un claro se abrió paso para ella poder ver, bien iluminada, una mesa bellamente decorada con cristalería y porcelana, mantel blanco y con algunos detalles, sillas de madera y él, el jefe de todo, vestido de traje negro.Sofía por un momento dejó de caminar, las piernas casi no le respondieron. Él se veía guapísimo y la esperaba ya de pie con la silla que ella ocuparía, arrimada para que se sentara.Leonel exhaló una muda ráfaga de aire luego de ella sentarse. Antes de proceder, ella le saludó, sonrió y al mismo tiempo se quitó la chaqueta de tela que dejaba al descubierto un vestido negro de tiras finas y cuello en V que no pretendía ser sensual o de noche, era un vestido de coctel, arriba unido a su piel, a diferencia de la falda, la cual iba ligeramente por encima de las rodillas. Por primera vez veía a Sofía con escote y le pareció que éste era muy sensual. El cabello lacio
Sofía se alejó de la puerta dando pasos en retroceso, cansada ya de tocar y de gritar. Comprendió que se había metido en un grave problema, en una cueva que tal vez no tendría salida.Miró su mano, aún sostenía los pasajes de avión y fue recordando, a una velocidad de vértigo, todas y cada una de las cosas que Leonel le dijo.“Gael ha cambiado, el padre de tu hijo no es el mismo. Te hará daño, a ti y a Liam. Vete de aquí, ¡devuélvete a España!”«Me trajo para sacarme de la ciudad. Me ha invitado a cenar solo para eso, para enviarme de vuelta.»Pegó la oreja al metal, dando un respingo porque el material estaba frío. No pudo escuchar nada. Él le había dicho que ese sitio estaba insonorizado. Se lamentó no haber captado eso como una señal de que esa cena saldría muy mal.«Pero eso es lo que él quiere, él quiere que todo salga mal aquí, solo quiere que me vaya. Entonces, ¿por qué me ha dejado encerrada?»—¡¿Por qué me has dejado encerrada aquí?! —gritó sin poderlo evitar, llorando de nue
Antes de cruzar, rodeando la casa por fuera, Sofía se escondió tras unos arbustos para ver mejor el vehículo negro aparcado en una esquina.Miró al suelo, tragó la sequedad de su garganta. Ya Frank se había ido.Aún era temprano, por lo que se convenció que en la casa grande podrían seguir despiertos. Así que intentando hacer el menor ruido, corrió al anexo que Larry le alquiló. Su hijo no estaba en la habitación, debía seguir en la casa principal. En otras circunstancias lo iría a buscar. Ahora no.Se encerró en su habitación. Al trancar la puerta se puso a llorar, lo necesitaba como nunca antes. Se contuvo dentro de la camioneta, porque decidió no mostrarse así delante del empleado del señor Vos.Lloró mucho pegada a la madera. Cuando logró calmarse, sacó de nuevo su móvil y marcó al 911, pero no le dio al botón verde.«¿Qué les voy a decir?»Buscó el número de su hermana. Miró la hora, en España era muy tarde.—¡Joder!Sacó el sobre, desdobló los pasajes de avión, mirando el nombre
Los pasos de Sofía se camuflaban con el espesor de la grama, pero era sumamente temprano, aún no eran las 06:00 de la mañana y el silencio lograba que hasta una mosca fuese escuchada, por lo que debía tener sumo cuidado.Dudosa, nerviosa, pero también desesperada, la joven mujer divisó la camioneta de color negro, muy parecida a la misma que la dejó allí la noche anterior, detenida en la esquina en la que esperó verla.Exhaló una sola vez y se colocó frente a la puerta del copiloto. Apenas podía ver su propia imagen a través del vidrio, pero no deseaba analizar nada de sus facciones a esa hora. La decisión estaba tomada, no se echaría para atrás y ya estaba preparada para saber qué decir sin que el tema llegara más lejos de lo que podría llegar de un momento a otro.Raymond abrió, dejándola pasar. El silencio del habitáculo les envolvió.Él miró al frente, encendió la camioneta…—No —atajó ella—, ¿qué hace?—¿Irnos de aquí?Ella miró para atrás, luego a todos lados. En la otra esquina
—Desde que comenzamos en el departamento de Inteligencia, aunque Leo y yo ya nos conocíamos en la policía de tránsito.Sofía escuchaba, lo miraba, pero todo su cuerpo se había quedado congelado allí dentro de ese vehículo, como si el frío de afuera hubiese traspasado la carrocería.—Existía una situación delicada en el departamento, nos estaba afectando. Debíamos trabajar para para personas que no queríamos, hacer cosas que no deseábamos, colaborar en casos dudosos, con métodos extraños, y no es fácil renunciar a un empleo así, o conseguir cambio para otra sede. Así que armamos planes para combatir a estas personas que al final eran nuestros jefes. No funcionó. O funcionó, pero solo por muy poco tiempo. A Leonel lo habían bajado de rango cuando te fue a buscar para detenerte. —Se tomó una pausa, al pendiente de las reacciones de Sofía—. Las cosas no siguieron de la mejor manera después de que logramos sacarte del país.—¿Qué sucedió después de eso? ¿Por qué tú sigues siendo detective
El pie desnudo de Elizabeth Cord se movía como un péndulo al compás de su molestia. Leonel la había dejado embarcada una vez más.Vestida de lencería de color rojo, se había quitado los tacones de aguja por el cansancio de esperar a su pareja, o al menos, al hombre con el cual ella había estado saliendo en los últimos tiempos.Era una mujer paciente, pero no le gustaba sentirse tonta ni que se burlaran de su persona. Solía respirar profundo cada vez que el magnate Leonel Vos decidía por de ella, pero este embarque no lo dejaría pasar.Marcó el número de teléfono en definidas ocasiones, ninguna fue contestada ni por él, ni por Frank. Las llamadas caían a buzón con tan solo algunos pocos repiques, lo que significaba que Leonel la estaba rechazando.Sobre la cama, ese hombre solía adorarla de maneras distintas, de formas que ningún caballero antes lo había hecho. Siempre dependía de su humor, a veces de cómo le fuera en el día, si ganó dinero o algún proyecto se concretó. Y no solía ser