El joven entrecerró su mirada hacia el aparato, cambiando de súbito la mueca. Se enderezó lentamente mientras ella hablaba.—Milagrosamente fui yo quien lo vio. No pensé que podría hacerlo, pero logré capturarte con esa chica allí escondida. ¿Cómo se te ocurre meter a una mujer a la garita? ¿Te has vuelto loco? ¿A caso no hay suficientes hoteles en Albany? ¡Qué asco y que poco ético!El joven la miraba con mucha palidez y desconcierto, también molestia y dureza.—¿Al menos aún sigues con ella? —Él no respondió, apenas respiraba—. Mira, para que nos entendamos. Tú me dejas pasar y yo no le diré nada a tu jefe de esto.Se creó un silencio que no duró demasiado.—Vamos, Chris, sé cómo es esto. Tú y yo lo sabemos. ¿Leonel molesto? No querrás verlo. Te va a despedir, pero por sentirse burlado por alguien de su “confianza”, no te dará buenas recomendaciones y eso es poco con lo que podría hacerte. No te irá muy bien al salir de aquí. Mientras tú te portas bien, no vuelves a cometer ese desl
Sofía no se fue. Invirtió su tiempo en investigar todo lo que pudo a través de las redes sociales, Internet o referentes, sobre los dos hombres que parecían ser grandes enemigos. Uno de esos hombres se trataba del padre de su hijo, aquel amante fugaz que tuvo cuando más jovencita y que la abandonó desde un principio. El otro era quien la salvó de aquel, y de una vida miserable también; el mismo que empleaba lo que al parecer estaba a su alcance para alejarla.Ella no era tonta. Se definía como alguien cambiado, una persona con algunas etapas ya quemadas, a pesar de su corta edad. Sofía Sullivan era otra mujer. Ella estaba muy segura que algo muy malo le ocurrió al empresario, las palabras de St. Jhon se lo confirmaron. Pero más segura estaba en que Gael tenía que ver en todo.Después de la conversación que tuvo con el detective, esa mañana salió de casa con nerviosismo. No le gustó ver de nuevo la camioneta negra apostada en una esquina. No sabía si pertenecía a Leonel o a Raymond, pe
La sentaron frente a una mesa dentro de un solárium hermoso, con flores increíblemente bellas, ella nunca las había visto. Había paz, pero solo en el lugar. Sofía por dentro era un mar de muchas cosas a la vez. Nunca ocultaron su cara ni sus ojos, dejaron que lo viera todo. Le habían quitado el impermeable, quedando en suéter manga larga de lana, jean y las botas. No cruzaron palabras con ella en ningún momento. Se dio cuenta —perfecto— donde quedaba la casa de Gael, dónde vivía él junto a su esposa, de quien no sabía absolutamente nada, regañándose a sí misma por no haber investigado un poco más. No importaba, ya estaba allí y se sentía en cierto modo protegida, porque en todo momento los habían seguido, así pudo saberlo ella al mirar para atrás de manera constante. La opulencia era extrema. Para ella era demasiado el lujo que la rodeaba mientras atravesaba pasillos y áreas de altos techos, pisos de mármol, mueblería de la más fina, olores agradables, pero nada de gente, no se topa
—Tienes… Tienes gente que trabaja para ti. ¿Por qué me vas a usar a mí para eso? No tiene sentido. —Sí lo tiene, claro que lo tiene. Puedo mandar ya mismo una cacería para Leonel, no cuesta absolutamente nada ubicarlo. Sé dónde vive, dónde entrena…, pero derramaría mucha sangre, porque el imbécil nunca está solo. Creo que ni siquiera va al jodido baño solo. Eso en parte es mi culpa, lo admito. —Movió sus cejas con fastidio—. Bien puedo usar alguna de las rameras con las que se acuesta. De hecho, podría usar a la que vino a contarme que tú estabas en la ciudad. —Sofía arrugó las cejas, atrapando ese detalle que él acababa de lanzar—. No la utilizo a ella, porque la muy estúpida no lo hará, lo sé. Ahora que estás aquí y el gasta su dinerito en protegerte, es perfecto. Sofía aprendía justo en ese instante que las sonrisas podrían llegar a ser amargas. —Leonel lo hace todo por ti. ¿Qué lindo, verdad? Me parece tan estúpido… Aceptarás, Sofía, porque no tienes de otra. Lo engañarás ponién
Leonel quiso estar solo, pero sabía que Frank tendría que entrar en cualquier momento. Cuando Mark —uno de sus mejores hombres— le avisó lo sucedido, no pudo seguir realizando sus quehaceres, Leonel no pudo concentrarse en nada más. Ya no se topaba solo con el hecho de una Sofía en la ciudad, no aceptando su invitación para irse de viaje. Ahora también se trataba del grave peligro en el que ella se encontraba al irse en ese auto. Además, su cerebro no dejaba de buscar a la persona que pudo haberle contado a Gael que ella y Liam se encontraban allí y no en Europa. Ya que decidió quedarse, él comenzó a abrazar como buena la idea de que Sofía no saliera de la misma zona, ni pernoctara en otras. Hasta le gustó la idea de ella viviendo en casa del Director, después de comprender que la maestra y el señor Mc Donald no tenían ninguna relación amorosa. Demasiado rápida fue la forma en la que Cliff se dio cuenta. Leonel estaba seguro que si Gael decidiera de la nada volver a vigilarlo, se ent
Leonel se bajó de la camioneta con una botella en la mano que llevaba un lazo dorado muy cerca del pico. Iba acompañado por Frank. Un par de hombres también iban con él, aunque solo descendieron de otra pick up detrás y se apostaron allí para vigilar la entrada principal y un poco los alrededores. Al mismo tiempo, la camioneta que el empresario mandó a colocar para Sofía y Liam, seguía allá, en la misma esquina. Larry le vio llegar. Leonel arribaba a la celebración media hora después del catedrático haber estado en la casa de la maestra. Se acercó personalmente a la entrada para darle la bienvenida al sponsor. —Señor Vos. —Ambos estrecharon sus manos. Asintió hacia Loman por cortesía, recibiendo el mismo saludo de aquel—. Adelante, por favor. —Feliz cumpleaños, señor Mc Donald. Le he traído este presente. —Le cedió la botella de vidrio grueso y tintado, muy parecida a la presentación del champán. Larry asintió. —Gracias, es usted muy amable. Adelantaron unos pasos hasta llegar a
—Sofía, tienes visita, ¿podemos pasar? Ella escuchó a Larry y cerró los ojos. Asintió como si pudiesen verla bien. Luego habló: —Sí, claro, pueden pasar. El director abrió la puerta. Leonel miró a la mujer, no se movió de la entrada. Ahora que estaba allí podía entender bien la situación habitacional de la maestra. La vivienda era pequeña, pero se veía acogedora. Pudo verlo todo de manera rápida, detallando apenas las cosas, pero verla allí de pie, vestida así de hermosa y mirar sus ojos, que a pesar de la distancia notó tristeza en ellos, casi destruye su pecho por la cantidad de emociones que comenzó a experimentar. Ella le miró directo al rostro, pero no pudo sostener la mirada. —Buenas tardes, señor Vos. Bueno, casi buenas noches. Larry, ¿cómo la has estado pasando? El director sintió el corazón encogido y se sintió nadie ante ellos. Fue testigo del momento en el que el empresario pasó por su lado y entró a la casa, acercándose a ella en cortos pasos. —Sofía, me gustaría q
Sofía se extrañó por la pregunta. —El vídeo de la torturas. Él volvió a paralizarse y se acercó a ella. —Sofía, ¿cómo fue que te enteraste de lo que Gael me hizo? ¿A caso él no te lo contó? —Me dio su móvil para mostrármelo en un vídeo. —Tragó grueso, intentando que el estómago no se volviera a revolver con las imágenes grabadas en su memoria. La mirada de Leonel pareció teñirse de un manto extraño, algo de desquicie provocó que se perdiera por un instante. —No sabía que él estuvo grabando. —Giró su cara hacia ella, pero no la veía. Una especie de sonrisa estuvo a punto de aparecer—. Así que no te lo ha relatado, sino que… que lo has visto. —Leonel reaccionó—. Joder… ¡Joder, lo has visto! Se puso las manos en la cabeza y se alejó de ella, dándole la espalda, asqueado consigo mismo por crearle algo tan espantoso, como lo era el terror, a esa mujer. —No puede ser, lo has visto todo, no puede ser. ¡Qué m@ldito imbécil! —seguía lamentándose, enterrando una vez más los dedos en su c