—Lo siento, oficial, no puede obligarme a subirme a ningún automóvil, no he cometido ningún delito.Del vehículo apostado detrás, se abrió la puerta trasera. —Ya déjate de tonterías, Sofía, y sube al auto. Vamos.Un paso atrás, rigidez, pegando más a su hijo a sí misma, la maestra pudo sentir cómo el azufre picó, emanando desde la voz del propio Gael Cliff quien le había hablado.—¡Auxilio! —Ella quiso aprovechar que había gente grabando, gritando por ayuda como una forma de hacerles ver que esos sujetos eran malos y les querían perjudicar—. ¡Ayúdenme, por favor!—Mamá, mamá, ¿qué ocurre?El gemido de Liam tocó el corazón de Sofía, la enervó en la molestia de vivir ese tétrico momento. Su pequeño hijo estaba muy asustado.—Todo va a estar bien, mi amor. Ya vienen por nosotros, nada malo va a pasarnos.—Hijo mío, ¿no te gustaría ver lo que tengo para ti en la camioneta?—¡No le dirijas la palabra! Y mucho menos lo llames hijo. Tampoco lo mires. —Sofía clavó sus claros ojos en él, con
—Nena, mírame. ¡Mírame! ¡MÍRAME! Sofía, no cierres tus ojos, no cierres los ojos, sigue mirándome… ¿Qué hace? ¡¿Qué está haciendo?!—Somos policías locales, déjenos ayudar. Tenemos que llevarla de inmediato al hospital —anunció uno de los oficiales en un inglés no muy bueno, intentando que Leonel dejara que la autoridad que logró llegar allí hiciera su trabajo, ya que la ambulancia aún no había llegado y debían actuar rápido.Leonel tomó a su novia en brazos, no dejaría que ese hombre la tocara. Corrió hacia la patrulla, le abrieron la puerta de atrás, se montó con ella, el oficial que le habló se colocó frente al volante, un compañero suyo en el otro asiento delantero y salieron de allí a toda velocidad con las sirenas encendidas, mientras el copiloto radiaba la situación, pudiendo refuerzos.Dolores lloraba desconsolada, abrazaba a Liam, colocando su carita contra su peño con la intensión de que no oyera, o escuchara. Otros policías se acercaron a ellos para ayudarla a salir de allí
Leonel y Sofía se encontraban en una parte llana del engranado de la casa de San Juan, en el área de piscina.Era de día, casi hora de almuerzo. Ambos de pie, abrazados, disfrutando de una quietud que necesitaban.Ella despegó su mejilla del pecho de Leonel para mirarle, acariciarle y dejarse acariciar.—¿Te sientes bien? —preguntó ella, preocupada. Lo habían vuelto a operar, sus puntos internos se habían comprometido. Cargaba el cabestrillo nuevamente, quería ser cuidadosa para no lastimarlo.Él sonrió y negó al mismo tiempo.—Eso debo preguntártelo yo a ti. —Acarició muy ligeramente el hombro izquierdo de su novia, ella cargaba una blusa de mangas cortas, el apósito de su herida podía notarse a través de la tela—. ¿Te sigue doliendo en las noches? ¿Estás segura que no necesitas uno de estos? —Movió un poco su brazo herido.—La esposa de tu amigo me ha dicho que no es necesario.—Genial. Si ella lo dice, debe ser así y significa que sanarás pronto.—Sí, Pilar es muy buena en lo que h
Sofía Sullivan no tenía permitido mantener los ojos cerrados, debía estar despierta, atenta. Acababan de nombrarla la mejor empleada del café, ¿cómo no estar a la altura?Pero Sofía quería cerrar sus ojos y apretarlos durante un largo minuto. Respirar también.—¿Cómo pagaré todas estas deudas? —se preguntó ella luego de haber hecho sus cuentas.Le pareció una ironía decir que el dinero no lo era todo, pero mucho más irónica la condecoración que le dieron antes de volver a casa. Su casera le dio un ultimátum, debía cancelar esa misma semana la renta. La deuda era de dos meses. Si no quería irse a vivir a un refugio, lo mejor era ponerse al día.Eran tiempos difíciles. Desde hace meses no recibía la manutención del ayuntamiento y el sueldo no le daba para mucho. Buen trabajo, pero aún así no le alcanzaba. Las cuentas no mentían, se encontraba en números rojos, quería llorar como niña. De pie, detrás de la caja registradora del café donde laboraba, aún con el delantal puesto, no dejaba d
—¿Robo? ¿Denuncia? ¿Cómo que robo? ¡Jamás he robado nada en mi vida!Vos se reservó sus palabras, pero quería creerle. Pasaba por momentos difíciles en su trabajo y ahora ese era uno de ellos.—¡No pueden llevarme sin ningún tipo de información, esto es un secuestro! ¿Quién me ha denunciado por robo? ¡¿Quién?!—Le pedimos que permanezca en silencio hasta que lleguemos —gruñó el novato, recibiendo una severa mirada de su superior.Vos miró entonces el retrovisor central y se encontró con la encendida mirada de Sofía.Tragó grueso. Detenido en un semáforo, un haz de luz diurna pintó aquellos ojos y pudo verlos más claros. Inmediatamente quiso detallarlos, verlos de cerca y corroborar su inocencia.Sofía se quedó callada, pero sostuvo su mirada con determinación, decidida a no dejarse intimidar por él, ni siquiera por el viaje que daba hacia un futuro incierto. Aún con la respiración acelerada y los nervios de punta, llevaba un enredo dentro de su cabeza intentando descubrir quién pudo h
El rostro del policía quedó congelado al escuchar semejante noticia. Maldijo para sus adentros, pero a la vez crecieron sus propias interrogantes. La familia Cliff hacía de las suyas en todos lados, en los negocios, en los bancos, en la política, en los juzgados y en la policía. Él era de inteligencia, no le tocaba investigar casos cercanos a ellos, pero todos en la estación sabían que el departamento de Asuntos Internos perseguía a todo aquel que estuviese vinculado con corrupción policial y las versiones más fuertes: que esa corrupción era patrocinada por los Cliff y sus negocios. Nunca fue su jurisdicción atrapar cuellos blancos, pero sabía quiénes eran los líderes de esas mafias. Su jefe le dio ese caso, el de buscar a Sofía, el cual mencionaba a Gael como demandante. Solo debía buscar a la mujer y llevarla a la estación, ahora entendía la razón de hacerla entrar por detrás y dirigirla a la sala de interrogatorio especial. Él había creído que era por evitar el papeleo ordinario y
—¿Llegaste al Maternal?—Sí, voy caminando hacia la entrada —comentó el oficial Raymond St. John—. Ésta te la cobraré.Vos, aún de pie frente a la puerta que encerraba a la señorita Sullivan, daba sus indicaciones a uno de sus más grandes aliados en la policía.—No dejes que nadie toque a ese bebé y vigila bien que las cuidadoras no sean cómplices de nada.—Entendido.A punto de colgar, el oficial Vos escuchó:—¿Por qué estás haciendo todo esto por ella? ¿Desde cuándo la conoces?Vos no prestó atención y colgó sin responder. Y era mejor no hacerlo, sobre todo por no saber qué decir.Miró al frente, sin enfocar su vista en nada en específico, necesitaba encontrar una forma de comunicarse con ella sin que las cámaras grabaran nada.Justo cuando decidió moverse de allí con una idea en mente, escuchó ruido a su derecha.Entrecerró los ojos, escudriñando a las tres personas que atravesaban la puerta de vidrio, la misma que cruzó el novato.Una de sus compañeras de inteligencia, vestida de
La joven detenida abrió su boca de par en par y sintió cómo si el techo le cayera encima. Quiso articular palabra, pero no pudo, el nudo en su garganta se fortificó, aprisionándola, así como el sentimiento agónico de las paredes amenazando con aplastarla.—Esto… —miró a la mujer, luego al vidrio. Y haciendo silencio por un par de segundos, entendió que lo que allí sucedía parecía un circo de mal gusto—. ¿Dónde está él? —Sus palabras atravesaron la presión de sus dientes—. ¡¿Dónde está Gael?! ¿Está allí? —Señaló el gran espejo con su cara—. Él está allí viendo todo, ¿no es así? ¡Gael! Mírame, Gael, mira bien mi cara, ¿qué te he hecho yo para que me hagas esto? ¿Qué? ¿Por qué me estás haciendo esto?Ambas mujeres dieron un brinco al escuchar la puerta abrirse de manera intempestiva.—¡¿Qué rayos sucede acá?! —exclamó la mujer policía—. Estoy en medio de un interrogatorio.Se trataba del novato.—Disculpe, teniente, tenemos una información de suma importancia que debe revisar.—¿Qué info