Fría, distante… y la más irresistible. Esa era Sophie Hamilton Watt hija hasta ahora desconocida del archimillonario ejecutivo de las empresas Watt, recién fallecido, quien entraba como heredera.
Dante Watt Romano no tenía la menor duda de que Sohie Hamilton Watt, la joven viuda de Fran Hamilthon, ahora aparecía como hija de su padre, era una implacable buscavidas. La prensa había crucificado a Sophie a quien calificaban de buscavidas y cosas peores, como «La reina de hielo», la habían llamado en muchas revistas porque jamás mostraba la menor emoción. Ni siquiera una lágrima broto de sus ojos en el entierro de su esposo, cuando apenas tenían poco tiempo de casados.
Al ver en persona luego de tanto tiempo a la tan nombrada viuda Hamilton, Dante quedó asombrado no solo por su belleza, en la juventud cuando ambos salían ella era más sencilla. Había cambiado mucho. Resaltó sus atributos físicos, pero también la forma de ser, era una maquinadora e interesada mujer y ahora formaba parte de su familia.
La aparición de Sohie como hija de Donato Watt, había llevado el escándalo a la importante familia Watt, desatándose múltiplos inconvenientes y un gran juego de intereses entraban a formar parte.
A pesar de todo para Dante era difícil de aceptar que saltaban chispas aún entre ellos. Sophie y él eran un volcán a punto de estallar.
Y estalló en un inolvidable encuentro que dejó a Dante atónito al descubrir su inocencia. La atracción entre ellos era innegable, pero Sophie guardaba un secreto que había jurado no revelar nunca.
No tío por ahí, no tío Luigi. –Repuso con tono fuerte Stefano Watt Gunter, hermano menor de Dante miraba con disgusto a su hermano mayor–No, no –intervino Dante Romano, mirando a su hermano con una sonrisa helada–. Deja que siga por ahí, pronto se calmará y volverá la calma.El consejo directivo se había reunido en el cuartel general de las empresas Watt en Roma y, aunque era una helada mañana, el tema de la conversación del día era caliente.–De nuevo, los artículos en la prensa sobre la vida privada del hijo menor del archimillonario Watt alteran la imagen de la familia . . .Stefano Watt Romano, el protagonista de tales artículos, estaba sentado a la derecha de la mesa de juntas, miraba a todos con desdén mientras su hermano mayor Dante observaba.Stefano, hacía lo posible para cambiar de tema y más que dispuesto a defenderse, se volvió hacia su tío.–Tal vez querrías aclarar eso, tío Luigi –le dijo, con un tono cortante como un tempano de hielo.–Estoy diciendo que somos
–¿Que has hecho qué? Sophie miró a su medio hermano con una mezcla de dudas y horror absoluta. Tuvo que sentarse. Si no lo hacía, las piernas dejarían de sostenerla. Sintió que se le empezaba a formar un dolor de cabeza y se frotó las sienes con el ligero movimiento circular que le permitieron sus temblosos dedos. Hacía un tiempo, había sido plenamente consciente de todas las indicaciones de soledad en la enorme casa en la que vivía con su fallecido esposo. En el último año, se había acostumbrado al estado de tristeza de su hogar, ya prácticamente no se daba cuenta. Había heredado la casa y ella no la quería. A parte que la familia de Fran su difunto ex esposo la odiaban y querían que la casa pasara a manos de los padres de Fran, con gusto se las daría pero había una clausula en el testamento que impedía proceder. –¿Y qué otra cosa me habrías sugerido que hiciera? –protestó Oliver. –Cualquier cosa menos eso, Ollie –susurró Sophie. –Tú eras la esposa de Fran y él era muy allega
La pantalla de su móvil se iluminó de nuevo, la insistente llamada alarmó a Dante quien trataba de controlarse un poco, aún no podía comunicarle a sus hermanos la situación–¿Por qué no nos tomamos un descanso? –sugirió–. Cuando Salió de la sala de juntas, dejando a Luigi con expresión airada, y se dirigió a su despacho. Tenía cuatro llamadas perdidas del controlador del aeropuerto muy amigo de su padre y eso no auguraba nada bueno.–¿Señor Minnelli? Soy Dante Romano.Y así, de repente, supo que todo había terminado.Donato Romano había fallecido. Dante había sabido que ese día iba a llegar y, sin embargo, la muerte repentina de su progenitor fue un golpe que lo dejó sin respiración.Miró hacia la basílica de San Pablo Extramuros y clavó los ojos en la enorme cúpula.No podía creer que su padre hubiese muerto.–¿Qué paso? –le preguntó, con voz entrecortada.–Una falla mecánica y el avión callo –le aseguró el controlador aéreo–. Todo fue muy rápido.Después de cortar la comunicación
Cenarían juntos esa noche, le había dicho el abogado a ella. Angela la ex posa de su padre no se reuniría con ellos porque, a pesar de haber conservado el apellido, ya no era parte de la familia, pero sus hijos, su hermano, su cuñada, y el tío Luigi brindarían por Donato Watt antes de enterrarlo al día siguiente. La más joven, Ariana, estaba cercana a uno de los grandes ventanales , la joven que su hermano amaba. Era una joven morena de piernas largas, tan mimada como guapa. El siguiente era Stefano, su hermano mellizo, que había llevado a Eloa, su guapísima amiga de turno una modelo famosa, Stefano era tan atractivo como Ariana. Todos los Watt Romano eran bien parecidos y arrogantes, pero el hermano mayor, Dante, se llevaba la palma. Y allí estaba, cercano en ese momento al otro ventanal. Sophie se preparó para la aparición de la última conquista de Dante, pero en lugar de una altísima modelo rubia, era Angela Romano quien estaba a su lado. Se podía ver que iba vestida de ne
Cuando sirvieron el primer plato, Dante comunico los detalles del entierro–El coche fúnebre llegará a las nueve y los demás irán detrás.–Mirando a Sophie Dante exclama–Naturalmente, tú irás en el del coche fúnebre –dijo, mirando a Sophie.–Por qué y ¿Con quién? –preguntó ella.–No trajiste auto. Imagino que habrás invitado a alguien para que te apoye tras la muerte de tu padre –después de decir eso, Dante se volvió hacia sus hermanos–. Yo iré detrás, con Stefano, Eloa y Ariana. Y Luigi, tu familia irá en el tercer coche.–¿Y dónde irá mamá? –preguntó Ariana.–Mamá esperará en la iglesia.–Pero no es justo que mamá no vaya en el coche cuando era su...– Déjalo, Ariana. No vayas por ahí . . .Ariana fue la primera en abandonar el comedor. Tirando el tenedor sobre el plato, Ariana se levantó y salió del comedor.Dante apartó la copa de vino.–La comitiva recorrerá toda la parte principal de la viña –siguió explicando–. Primero, los establos y luego daremos una vuelta por los
EL día del entierro amaneció cargado de oscuras nubes de tormenta y Sophie, que caminaba a la caballería sobre la grupa de Max, temió que fuese un mal presagio. Max había sido su caballo desde la adolescencia, su favorito, pero estaba demasiado débil como para montarlo. Era un preciosos animal muy grande, pero obediente y dulce. Y aquel día estaba triste. –Sabe que ocurre algo –le dijo Renzo uno de los mozos–. Los animales saben esas cosas. –Sí, yo también lo creo –murmuró ella. El hombre tenía la misma expresión de tristeza y preocupación que el resto de los empleados, pero después del entierro sabrían qué iba a ser de ellos. Estaba segura que su padre les había dejado la casa a los hijos del matrimonio, aunque no podía imaginarlos viviendo en Luctano. Seguramente pasarían por allí de vez en cuando. Era una pena, pensó, mirando la orquídea que había cortado durante el paseo, porque era un sitio precioso. Sopphie caminó a toda rapidez. Los parientes de su padre empezaban a lleg
Luigi estaba sentado en la primera fila con Stefano, Ariana y Angela, que por fin se había dignado a entrar en la casa. Dante se quedó de pie frente a la ventana del estudio porque quería ver la reacción de Sophie Al final, todo fue como habían esperado. La primera división de los bienes se había hecho tras el divorcio de sus padres y la segunda después de su diagnóstico de un cáncer terminal. La casa en Suiza para Stefano y la de París para Ariana. Había otra propiedad más pequeña en Luctano que sería para Luigi y su ex esposa recibiría las joyas y las obras de arte que allí había. La residencia de Luctano sería compartida entre Dante y Sophie. Los animales, bienes presentes y el producto de las ganancias de los viñedos serian solo de Dante, excepto la pequeña cabaña que sería de Sophie, además su hija recibiría un apartamentos en Londres, cierta cantidad de dinero y las joyas que le había regalado a su madre durante su relación. La casa donde vivían Sylvia y su esposo sería
Sophie tragó saliva cuando Dante tomó su mano y la examinó durante unos segundos. – Estas deseando quitarte la alianza, ¿no? –murmuró. –Verás, mi querida hermanastra, yo puedo ser tierno... –¡Deja de llamarme así!. No tienes derecho Cuando Dante se llevó uno de sus dedos a los labios para chuparlo, Sophie tuvo que hacer un esfuerzo para no cerrar los ojos. –¿Qué pasa? –le preguntó entonces, besando la palma de su mano con dolorosa ternura–. ¿Te avergüenza sentirte excitada? –Yo no te deseo –replicó ella, intentando apartarse. –Anoche, en la cocina... –No te deseo –lo interrumpió Sophie–. No sé de qué estás hablando. –Entonces márchate. Deja de jugar con fuego. Debería irse, pensó ella. Debería darse la vuelta y salir corriendo porque nunca había experimentado un deseo tan brutal. Era algo incontrolable que no le permitía pensar con claridad. Estaba jugando con fuego y Sophie descubrió que le gustaba. Dante acarició su mejilla y colocó un mechón de pelo detrás de su oreja, pe