–¿Que has hecho qué? Sophie miró a su medio hermano con una mezcla de dudas y horror absoluta.
Tuvo que sentarse. Si no lo hacía, las piernas dejarían de sostenerla. Sintió que se le empezaba a formar un dolor de cabeza y se frotó las sienes con el ligero movimiento circular que le permitieron sus temblosos dedos.
Hacía un tiempo, había sido plenamente consciente de todas las indicaciones de soledad en la enorme casa en la que vivía con su fallecido esposo. En el último año, se había acostumbrado al estado de tristeza de su hogar, ya prácticamente no se daba cuenta. Había heredado la casa y ella no la quería. A parte que la familia de Fran su difunto ex esposo la odiaban y querían que la casa pasara a manos de los padres de Fran, con gusto se las daría pero había una clausula en el testamento que impedía proceder.
–¿Y qué otra cosa me habrías sugerido que hiciera? –protestó Oliver.
–Cualquier cosa menos eso, Ollie –susurró Sophie.
–Tú eras la esposa de Fran y él era muy allegado a Stefano Watt, él es el hermano gemelo de Arianna la mujer que amo Sophie, a quien su hermano mayor no me permite acercarme.
–Tú no sabes cómo son ellos, el hermano mayor es . . .
–Es tu medio hermano también. Admito que es algo descabellado ir a verlo, pero me imaginé que no tenía nada que perder. Me pareció cosa del destino, dio la casualidad de que tomé el periódico que alguien se había dejado abandonado en las sillas de la sala de espera y, mira ! Fue pura casualidad. Y, demonios, Arianna y yo necesitamos toda la ayuda que podamos conseguir.
Indicó las cuatro paredes de la biblioteca que, en una fría noche de invierno, podría confundirse con un espacio acogedor y funcional. Sin embargo, bajo la brillante luz de un día de verano, se veía perfectamente lo solitaria que era.
–Stefano me atendió con amabilidad, te envía saludos y que no te dejes llevar por la prensa amarillista
–No voy a hablar con Dante . . . Olliver. No me llevo con ellos lo sabes bien. Nos vamos a reunir por los actos fúnebres de mi padre.
Ella se levantó de la silla y miro a su hermano con pesar . . .–No tengo ni la más mínima idea cuando se enteren de mí. Que yo . . . La famosa viuda Hamilthon es hija de Donato Watt
A pesar de que había pasado tanto tiempo, los recuerdos de Dante se aferraban a ella tan perniciosos como la hiedra, rodeándole la cabeza y negándose a desaparecer.
Dante había entrado en su vida con la fuerza salvaje de un huracán y había hecho desaparecer todo lo que ella había planeado para su futuro.
Cuando pensaba en él, lo veía como era entonces, un joven muy maduro, con una presencia imponente que podía dejar en silencio una sala en el instante en el que entrara en ella.
Incluso antes de que hubiera caído presa de su embrujo, antes incluso de que hubiera hablado con él, había sabido que era peligroso para ella. Su pequeño grupo de amigas bien educadas de clase alta no habían podido apartar la mirada de él en el momento en el que entró en el pub hacía ya siete años. Sin embargo, después de la primera mirada, ella había evitado hacerlo. Pero no había podido controlar los salvajes latidos de su corazón ni el pegajoso sudor que comenzó a cubrirle la piel.
Cuando Dante se acercó a sus amigas mientras la observaba a ella y comenzó a hablarles, Sophie estuvo a punto de desmayarse.
Él estaba haciendo un Máster en Ingeniería le comentó a sus amigas y era el hombre más inteligente que ella había conocido en toda su vida. Además, era tan guapo que le quitaba el aliento...
Su fantástica seguridad en sí mismo y el poder que emanaba de él la atrajeron y la asustaron al mismo tiempo. A sus veinte años, su experiencia con el sexo opuesto era bastante limitada y, en presencia de él, su limitada experiencia no parecía servirle de nada.
Mientras estuvo allí cerca de él, se sentía como una muchachita torpe, que estaba al borde de un abismo desconocido, dispuesta a abandonar la zona de confort que le había proporcionado su privilegiada vida.
Colegios privados, vacaciones de esquí, clases de piano y equitación los sábados por la mañana... Nada la había preparado para alguien que se pareciera lo más mínimo a Dante.
No era bueno para ella, pero se había sentido tan indefensa como una gatita ante él.
–Podríamos hacer algo –le había murmurado él aquella noche en el pub, con una voz seductora que le había provocado una fuerte debilidad en las rodillas–.
–Puedes confiar en mí cuando te digo que te puedo hacer pasar los mejores momentos de tu vida
Sophie siempre se había mezclado con gente de su propia clase, niños y niñas mimados que jamás habían tenido que pensar mucho en lo que podría costar una buena noche de juerga.
Desde el momento en el que vio a Dante y comprobó el modo en el que él la miraba a ella, supo que estaba jugando con fuego y que sus padre sufriría un ataque al corazón si lo supiera.
Sin embargo, no había podido resistirse a las llamas. Se había enamorado cada vez más de él, pero se había resistido al deseo que la empujaba a acostarse con él porque...
Porque era una romántica empedernida y porque una parte de ella se había preguntado si un hombre como Dante la habría dejado tirada en cuanto hubiera conseguido meterla entre las sábanas.
Había sabido desde el principio que aquello iba a terminar mal, pero hasta qué punto...
Hasta que por casualidad del destino en la prensa observó con horror la foto de Donato Watt celebrando el triunfo de su hijo mayor al culminar sus estudios. Desde ese día Sophie se alejó del gran amor de su vida y juro nunca más mirar a ningún hombre.
Habían ocurrido tantas cosas a lo largo de los años, tantas cosas que habían acabado con sus sueños de juventud sobre el amor y la felicidad, pero aquel rostro y aquella sonrisa era algo que no podía olvidar... No quería pensar en ella, pero no podía evitarlo.
–Nunca creí que él accediera a verme –seguía Oliver con sus confecciones mientras observaba brevemente el rostro compungido de su hermana antes de apartar la mirada–.
– Como te dije, no esperaba conseguir nada. De hecho, ni siquiera pensé que él me recordara... En realidad, solo lo vi en un par de ocasiones... cuando Fran aún vivía
–Ni lo dudé –dijo Oliver muy orgulloso, como si hubiera conseguido algo muy importante–. Pensé que tendría que inventarme toda clase de historias para poder ver al hombre, pero, de hecho, accedió a verme en cuanto descubrió quién era yo...
«Estoy segura de ello», pensó Sophie.
–Es una persona increíble, muy sensato, acepto mis sentimientos hacía su hermana a quien le desea lo mejor y mucha felicidad. Una persona así es con quien tú deberías haberte casado y no con Fran . . .
–No vayamos por ese camino, Ollie –repuso Sophie. Como siempre, se tensó al escuchar el nombre de su difunto esposo. Ocupaba su lugar en su pensamiento, pero hablar sobre él no solo era inútil, sino que abría heridas que aún estaban lo suficientemente recientes como para sangrar.
Fran le había enseñado mucho y una persona siempre debería estar agradecida por eso, aunque en su caso no fueran cosas demasiado agradables. Ella había sido joven, inocente y optimista y, si en aquellos momentos era una mujer dura e inmune a los sueños, era algo bueno porque significaba que ya nada ni nadie podría volver a hacerle daño.
Se levantó y miró por la puerta hacia el jardín.
Entonces, se dio la vuelta y miró a su hermano.
–Te preguntaría qué fue lo que él te dijo, pero no serviría de nada porque no quiero tener nada que ver con ellos. Es... mi pasado .
–Está muy bien eso de ponerse en plan digno, Sophie, pero necesito la ayuda de él para la relación entre Arianna y yo, sino fuera por el hermano mayor que se opone y por otro lado esos hombres tiene un vínculo contigo.
–¡No tienen ningún vínculo conmigo! –gritó Sophie con fiereza.
Por supuesto que no había vínculo alguno entre ellos. Tan solo el odio. Seguramente, Dante la odiaba después de lo ocurrido. Después de lo que Sophie le había hecho. Y Stfano se había apartado de ella luego de la muerte de Fran.
De repente se sintió exhausta, por lo que volvió a sentarse en uno de los sillones y se agarró la cabeza entre las manos. Deseaba bloquearlo todo. El pasado, los recuerdos, el presente, los problemas... Todo.
De repente suena el celular con insistencia .
La pantalla de su móvil se iluminó de nuevo, la insistente llamada alarmó a Dante quien trataba de controlarse un poco, aún no podía comunicarle a sus hermanos la situación–¿Por qué no nos tomamos un descanso? –sugirió–. Cuando Salió de la sala de juntas, dejando a Luigi con expresión airada, y se dirigió a su despacho. Tenía cuatro llamadas perdidas del controlador del aeropuerto muy amigo de su padre y eso no auguraba nada bueno.–¿Señor Minnelli? Soy Dante Romano.Y así, de repente, supo que todo había terminado.Donato Romano había fallecido. Dante había sabido que ese día iba a llegar y, sin embargo, la muerte repentina de su progenitor fue un golpe que lo dejó sin respiración.Miró hacia la basílica de San Pablo Extramuros y clavó los ojos en la enorme cúpula.No podía creer que su padre hubiese muerto.–¿Qué paso? –le preguntó, con voz entrecortada.–Una falla mecánica y el avión callo –le aseguró el controlador aéreo–. Todo fue muy rápido.Después de cortar la comunicación
Cenarían juntos esa noche, le había dicho el abogado a ella. Angela la ex posa de su padre no se reuniría con ellos porque, a pesar de haber conservado el apellido, ya no era parte de la familia, pero sus hijos, su hermano, su cuñada, y el tío Luigi brindarían por Donato Watt antes de enterrarlo al día siguiente. La más joven, Ariana, estaba cercana a uno de los grandes ventanales , la joven que su hermano amaba. Era una joven morena de piernas largas, tan mimada como guapa. El siguiente era Stefano, su hermano mellizo, que había llevado a Eloa, su guapísima amiga de turno una modelo famosa, Stefano era tan atractivo como Ariana. Todos los Watt Romano eran bien parecidos y arrogantes, pero el hermano mayor, Dante, se llevaba la palma. Y allí estaba, cercano en ese momento al otro ventanal. Sophie se preparó para la aparición de la última conquista de Dante, pero en lugar de una altísima modelo rubia, era Angela Romano quien estaba a su lado. Se podía ver que iba vestida de ne
Cuando sirvieron el primer plato, Dante comunico los detalles del entierro–El coche fúnebre llegará a las nueve y los demás irán detrás.–Mirando a Sophie Dante exclama–Naturalmente, tú irás en el del coche fúnebre –dijo, mirando a Sophie.–Por qué y ¿Con quién? –preguntó ella.–No trajiste auto. Imagino que habrás invitado a alguien para que te apoye tras la muerte de tu padre –después de decir eso, Dante se volvió hacia sus hermanos–. Yo iré detrás, con Stefano, Eloa y Ariana. Y Luigi, tu familia irá en el tercer coche.–¿Y dónde irá mamá? –preguntó Ariana.–Mamá esperará en la iglesia.–Pero no es justo que mamá no vaya en el coche cuando era su...– Déjalo, Ariana. No vayas por ahí . . .Ariana fue la primera en abandonar el comedor. Tirando el tenedor sobre el plato, Ariana se levantó y salió del comedor.Dante apartó la copa de vino.–La comitiva recorrerá toda la parte principal de la viña –siguió explicando–. Primero, los establos y luego daremos una vuelta por los
EL día del entierro amaneció cargado de oscuras nubes de tormenta y Sophie, que caminaba a la caballería sobre la grupa de Max, temió que fuese un mal presagio. Max había sido su caballo desde la adolescencia, su favorito, pero estaba demasiado débil como para montarlo. Era un preciosos animal muy grande, pero obediente y dulce. Y aquel día estaba triste. –Sabe que ocurre algo –le dijo Renzo uno de los mozos–. Los animales saben esas cosas. –Sí, yo también lo creo –murmuró ella. El hombre tenía la misma expresión de tristeza y preocupación que el resto de los empleados, pero después del entierro sabrían qué iba a ser de ellos. Estaba segura que su padre les había dejado la casa a los hijos del matrimonio, aunque no podía imaginarlos viviendo en Luctano. Seguramente pasarían por allí de vez en cuando. Era una pena, pensó, mirando la orquídea que había cortado durante el paseo, porque era un sitio precioso. Sopphie caminó a toda rapidez. Los parientes de su padre empezaban a lleg
Luigi estaba sentado en la primera fila con Stefano, Ariana y Angela, que por fin se había dignado a entrar en la casa. Dante se quedó de pie frente a la ventana del estudio porque quería ver la reacción de Sophie Al final, todo fue como habían esperado. La primera división de los bienes se había hecho tras el divorcio de sus padres y la segunda después de su diagnóstico de un cáncer terminal. La casa en Suiza para Stefano y la de París para Ariana. Había otra propiedad más pequeña en Luctano que sería para Luigi y su ex esposa recibiría las joyas y las obras de arte que allí había. La residencia de Luctano sería compartida entre Dante y Sophie. Los animales, bienes presentes y el producto de las ganancias de los viñedos serian solo de Dante, excepto la pequeña cabaña que sería de Sophie, además su hija recibiría un apartamentos en Londres, cierta cantidad de dinero y las joyas que le había regalado a su madre durante su relación. La casa donde vivían Sylvia y su esposo sería
Sophie tragó saliva cuando Dante tomó su mano y la examinó durante unos segundos. – Estas deseando quitarte la alianza, ¿no? –murmuró. –Verás, mi querida hermanastra, yo puedo ser tierno... –¡Deja de llamarme así!. No tienes derecho Cuando Dante se llevó uno de sus dedos a los labios para chuparlo, Sophie tuvo que hacer un esfuerzo para no cerrar los ojos. –¿Qué pasa? –le preguntó entonces, besando la palma de su mano con dolorosa ternura–. ¿Te avergüenza sentirte excitada? –Yo no te deseo –replicó ella, intentando apartarse. –Anoche, en la cocina... –No te deseo –lo interrumpió Sophie–. No sé de qué estás hablando. –Entonces márchate. Deja de jugar con fuego. Debería irse, pensó ella. Debería darse la vuelta y salir corriendo porque nunca había experimentado un deseo tan brutal. Era algo incontrolable que no le permitía pensar con claridad. Estaba jugando con fuego y Sophie descubrió que le gustaba. Dante acarició su mejilla y colocó un mechón de pelo detrás de su oreja, pe
Cuando llego a la ciudad, Sophie había ido al apartamento que ahora era parte de su herencia, se tumbó en la cama, cansada y la consternación por los últimos acontecimientos la hacían sentir muy desconcertada consigo misma. También sentía desconcierto no solo por lo que había pasado, sino por su falta de remordimientos porque, a pesar de sus palabras cuando Dante le preguntó si había merecido la pena, sabía que si tuviese oportunidad volvería a hacerlo. Por la mañana, se duchó y se vistió, jurando borrar el indecente encuentro de su mente y rehacer su vida, antes de ir a visitar a su hermano Olliver quien la esperaba con inquietud. Sophie recordó cuando se iba a casar con Fran, el abogado Robert el mismo del padre de Dante, se había portado como un rottweiler mientras redactaban el acuerdo, recordando a Fran una y otra vez que todo lo que le daba a Sophie salía de la herencia de los suyos, pero por fin su hermano y ella tenían algo de estabilidad económica. Por fin podían reh
En realidad, no sabía qué estaba haciendo allí, pensó mientras paraba un taxi. Se decía a sí misma que iba al baile benéfico para honrar la memoria de su padre, pero en el fondo sabía que no era eso. No sabía si estaba preparada para hablarle del hijo que esperaban y si Dante volvía a tratarla con su habitual desdén, no le contaría nada. Era su secreto y ella decidiría si iba a revelarlo. A pesar de los nervios, mientras se dirigía a La Fiordelise, el hotel donde tendría lugar el baile benéfico, no podía dejar de sonreír. Roma en primavera era una ciudad preciosa y ver las glicinias y lilas cubriendo las viejas ruinas le pareció algo hermoso. Le habría encantado explorar la ciudad, pero no tenía tiempo. En Londres no había podido ir a la peluquería, de modo que tendría que peinarse y maquillarse ella misma. ¡Y ella era fatal para eso! El taxi se detuvo frente al precioso edificio de mármol blanco que sería su hogar por esa noche. –¡Signora Hamilton! –la saludó el portero cuando a