La pantalla de su móvil se iluminó de nuevo, la insistente llamada alarmó a Dante quien trataba de controlarse un poco, aún no podía comunicarle a sus hermanos la situación
–¿Por qué no nos tomamos un descanso? –sugirió–. Cuando Salió de la sala de juntas, dejando a Luigi con expresión airada, y se dirigió a su despacho. Tenía cuatro llamadas perdidas del controlador del aeropuerto muy amigo de su padre y eso no auguraba nada bueno.
–¿Señor Minnelli? Soy Dante Romano.
Y así, de repente, supo que todo había terminado.
Donato Romano había fallecido. Dante había sabido que ese día iba a llegar y, sin embargo, la muerte repentina de su progenitor fue un golpe que lo dejó sin respiración.
Miró hacia la basílica de San Pablo Extramuros y clavó los ojos en la enorme cúpula.
No podía creer que su padre hubiese muerto.
–¿Qué paso? –le preguntó, con voz entrecortada.
–Una falla mecánica y el avión callo –le aseguró el controlador aéreo–. Todo fue muy rápido.
Después de cortar la comunicación, Dante se quedó inmóvil un momento, pensativo. Deberá confirmar el funeral de su padre. A pesar que él había planeado su propio funeral con sumo cuidado el mismo que había puesto en su primer viñedo para convertirlo en el enorme imperio que era ahora.
Sí, a pesar de sus diferencias, Dante lo echaría mucho de menos.
–Sireh –murmuró, pulsando el intercomunicador– ¿puedes pedirle a Stefano y Ariana que vengan a mi despacho, por favor?
–Sí, claro.
–Y a Luigi.
Los mellizos tenían veinticinco años y Dante treinta y un año, los hermanos se enfrentaba a la noticia del fallecimiento de su padre.. Stefano era un chico reservado y guardó silencio mientras les daba la triste noticia.
Ariana, la niña mimada de su padre, lloró con verdadera angustia y Luigi enterró la cara entre las manos, sorprendido por la muerte de su hermano mayor.
–Tenemos que decírselo a mamá –dijo Dante entonces.
Era inapropiado, pensó mientras volvían a la sala de juntas, que el consejo de administración supiera lo que había pasado antes que su propia madre, pero debían haber oído llorar a Ariana porque sus expresiones eran solemnes. Evidentemente, se habían enterado de la noticia. Donato había sido un jefe severo, pero también respetado y querido por todos.
–La noticia no debe salir de esta habitación –les advirtió con tono grave–.
–Haré un anuncio oficial más tarde, porque antes debó darle la noticia a nuestra madre. La reunión queda aplazada pasado el funeral de papa.
–Pobre mamá –dijo Ariana, sollozando mientras subían al ascensor–.Será un golpe terrible para ella.
–Mamá es fuerte. –Exclamó Dante . . .
Todo lo que vino después se desarrolló con rapidez. Robert, el abogado , estaba con él.
–Dante . . . tu padre dejo todo arreglado como te dije antes. . . y debo informarte que hay otra heredera en el testamento de tu padre y ya se le notificó . . .
–No te entiendo . . . ¡otra heredera! . . . ¿Quién?
El abogado con serenidad comento . . . –Sophie Hamilton, era hija de tu padre . . .
–¿Qué? . . . La viuda Hamilton es mi hermana . . .
–Si. . . Dante. Tu padre le dio su apellido desde que nació . . .
–Mi madre . . .
–Ella lo sabe . . .
Habían pasado apenas unas horas desde la muerte de su padre cuando su abogado le informa que Sophie Hamilthon entraba entre los herederos por ser una Watt, ya que era hija de Donato Watt.
Dante no quería saber nada de Sophie. Ella era irrelevante y pronto desaparecería de sus vidas. Su padre había muerto solo con el copiloto y el capitán de la nave en aquel accidente sin Angela, su leal esposa durante tres décadas.
–¿Ha llamado a mi madre?
–No, aún no. La signora Watt . . .
Robert mirando a Dante le comunico la importancia de conversar con todos antes que llegará a las oficinas la viuda Hamilton
–Cómo que ella es hija de papa. –Eran las palabras de Ariana quien no comprendía porque no se lo habían dicho con anterioridad–Si papa no fallece, no nos habríamos enterado? Se giro y miro a su mama
–Tu no sabías nada, mama? –Preguntó Ariana a Angela que venía entrando a la oficina del abogado de la familia
–Hija no es el momento, no me siento bien con esta situación.
–Que situación? ¡La muerte de papa, o que la viuda Hamilton es ahora de la familia, mama.
–¡Ya basta!. Con discusiones no hacemos nada hay que tomar las cosas con calma y esperar como se presenta los acontecimientos –Fueron las palabras definitivas de Dante mirando a todos con calma, buscando calmar los ánimos de la familia
–Ya va para allá la señora Hamilton –.Acaba de informar el vigilante por el intercomunicador.
Dante nunca había sido proclive a sentirse nervioso, pero, en aquellos momentos, debía confesar una ligera tensión en el pecho ante la perspectiva de volver a estar cerca de ella, luego de tantos años.
Sonrió y apartó la silla de la mesa. Entonces, entrelazó los dedos y pensó en cómo se iba a conducir aquella reunión.
Por supuesto, sabía perfectamente lo que quería. Eso le sorprendió porque había creído sinceramente que había olvidado aquella desgraciada porción de su pasado. Aparentemente, no
había sido así. La deseaba a ella, lo confirmó tiempo atrás cuando coincidieron en un acto y allí se la presentaron como la viuda Fran Hamilton.
Sophie era el único asunto inacabado de su vida y no se había dado cuenta de lo mucho que aquello le fastidiaba hasta que se le presentó en bandeja de plata la oportunidad de darle carpetazo. Nunca se había acostado con ella en el corto lapso de tiempo que salieron juntos cuando eran jóvenes y estudiaban en la universidad.
En aquellos momentos, era inmune al dolor porque era mayor y tenía más experiencia. Sabía lo que quería y lo conseguía. Ella ansiaba la seguridad financiera que era inmune a todo posible cambio. Eso era lo único que le importaba.
Las mujeres eran una vía de escape necesaria y él gozaba con ellas, pero no interferían en absoluto con su ambición. Si hubiera tenido aquel nivel de control cuando conoció a Sophie, tal vez no se hubiera enamorado de ella. Sin embargo, ya no servía de nada llorar por el agua derramada. No se podía cambiar el pasado, pero eso no significaba que no pudiera haber venganza...
Sintió su presencia antes de que ella llamara a la puerta. El recordó como en el pasado ella le había ido dando largas a la relación entre ellos, tal vez porque le gustaba ver cómo sus amigas suspiraban de envidia por el hecho de que ella hubiera conseguido atraer la atención de un chico. ¿Acaso no decían eso de las niñas ricas y mimadas, que siempre se sentían atraídas por el lado oscuro porque les proporcionaba una emoción ilícita?
Dante apretó los labios al recodar lo ocurrido durante su breve relación.
Recordó el modo en el que ella había jugado con él, utilizando una mezcla de inocencia y malicia con una sensual tentación. Le había permitido que la tocara, pero más nada. Dante se había visto limitado a los entremeses cuando lo que él quería era devorar todo el banquete, incluso el postre.
Había llegado al punto de desear pedirle que se casara con él. Apretó los dientes al recordar lo estúpido que había sido en esa época por su juventud e inexperiencia.
Sophie esperaba que la recogieran en su residencia a las afuera de la ciudad. La residencia de los Watt Romano estaba a las afueras de Luctano, en las fértiles colinas de la Toscana, rodeada de interminables viñedos. El nuevo propietario de esos viñedos, y de la casa, sería revelado al día siguiente, después del funeral. Y no sería ella, pues su padre no era tan allegado a ella. El solo cumplía con las obligaciones contraídas en el contrato firmado por él para su manutención hasta la mayoría de edad, si algo le llamo la atención a Sophie fue por qué le pago la universidad.
Echaría de menos los maravillosos días que había pasado en Villa Antigua, donde dentro de escasos minutos se reuniría con sus hermanos. La casa de campo fue de los padres de su padre y su padre la heredo; sitio que ella visitaba de vez en cuando, cuando la familia no se presentaba en las vacaciones. Habían unos caballos que ella ayudaba a cuidar durante esos días, así que extrañaría los paseos a caballo y el tiempo que pasaba frente al lago o paseando por la finca, intentando ordenar sus pensamientos. Y echaría de menos el confort de su pequeña cabaña, que había sido su refugio durante esos años.
Era una cabaña preciosa, con paredes forradas de seda y exquisitos muebles. Le encantaba tumbarse frente a la chimenea del salón por las noches para leer un buen libro y el dormitorio, con su cama con dosel, era a la vez femenino y acogedor.
Aquel había sido su refugio durante los últimos años cuando venía de vacaciones y, aunque de verdad no quería la propiedad, le dolería dejar atrás todo aquello. Su padre sería enterrado al día siguiente en el cementerio de la finca y ella se iría esa misma noche.
Pudo ver varios coches cuando bajaban por la colina hacia la residencia y tomó aire, intentando armarse de valor. No había visto a ningún miembro de la familia Watt Romano en mucho tiempo,
Ellos no sabían de su existencia, pero ella si los había visto en las revistas o coincidían a veces en algún lugar.
¿Qué le dirán? Cuando ella llegue. ¿Qué habrán dicho o pensado al enterarse que ella era hija de Donato Watt?
Sophie solo pensaba eso en su mente una y mil veces sin lograr nada. Había llegado la hora de la verdad y eso la incomodaba, tenía que controlarse porque allí estaría él, con su odio o su indiferencia hacia ella.
Cenarían juntos esa noche, le había dicho el abogado a ella. Angela la ex posa de su padre no se reuniría con ellos porque, a pesar de haber conservado el apellido, ya no era parte de la familia, pero sus hijos, su hermano, su cuñada, y el tío Luigi brindarían por Donato Watt antes de enterrarlo al día siguiente. La más joven, Ariana, estaba cercana a uno de los grandes ventanales , la joven que su hermano amaba. Era una joven morena de piernas largas, tan mimada como guapa. El siguiente era Stefano, su hermano mellizo, que había llevado a Eloa, su guapísima amiga de turno una modelo famosa, Stefano era tan atractivo como Ariana. Todos los Watt Romano eran bien parecidos y arrogantes, pero el hermano mayor, Dante, se llevaba la palma. Y allí estaba, cercano en ese momento al otro ventanal. Sophie se preparó para la aparición de la última conquista de Dante, pero en lugar de una altísima modelo rubia, era Angela Romano quien estaba a su lado. Se podía ver que iba vestida de ne
Cuando sirvieron el primer plato, Dante comunico los detalles del entierro–El coche fúnebre llegará a las nueve y los demás irán detrás.–Mirando a Sophie Dante exclama–Naturalmente, tú irás en el del coche fúnebre –dijo, mirando a Sophie.–Por qué y ¿Con quién? –preguntó ella.–No trajiste auto. Imagino que habrás invitado a alguien para que te apoye tras la muerte de tu padre –después de decir eso, Dante se volvió hacia sus hermanos–. Yo iré detrás, con Stefano, Eloa y Ariana. Y Luigi, tu familia irá en el tercer coche.–¿Y dónde irá mamá? –preguntó Ariana.–Mamá esperará en la iglesia.–Pero no es justo que mamá no vaya en el coche cuando era su...– Déjalo, Ariana. No vayas por ahí . . .Ariana fue la primera en abandonar el comedor. Tirando el tenedor sobre el plato, Ariana se levantó y salió del comedor.Dante apartó la copa de vino.–La comitiva recorrerá toda la parte principal de la viña –siguió explicando–. Primero, los establos y luego daremos una vuelta por los
EL día del entierro amaneció cargado de oscuras nubes de tormenta y Sophie, que caminaba a la caballería sobre la grupa de Max, temió que fuese un mal presagio. Max había sido su caballo desde la adolescencia, su favorito, pero estaba demasiado débil como para montarlo. Era un preciosos animal muy grande, pero obediente y dulce. Y aquel día estaba triste. –Sabe que ocurre algo –le dijo Renzo uno de los mozos–. Los animales saben esas cosas. –Sí, yo también lo creo –murmuró ella. El hombre tenía la misma expresión de tristeza y preocupación que el resto de los empleados, pero después del entierro sabrían qué iba a ser de ellos. Estaba segura que su padre les había dejado la casa a los hijos del matrimonio, aunque no podía imaginarlos viviendo en Luctano. Seguramente pasarían por allí de vez en cuando. Era una pena, pensó, mirando la orquídea que había cortado durante el paseo, porque era un sitio precioso. Sopphie caminó a toda rapidez. Los parientes de su padre empezaban a lleg
Luigi estaba sentado en la primera fila con Stefano, Ariana y Angela, que por fin se había dignado a entrar en la casa. Dante se quedó de pie frente a la ventana del estudio porque quería ver la reacción de Sophie Al final, todo fue como habían esperado. La primera división de los bienes se había hecho tras el divorcio de sus padres y la segunda después de su diagnóstico de un cáncer terminal. La casa en Suiza para Stefano y la de París para Ariana. Había otra propiedad más pequeña en Luctano que sería para Luigi y su ex esposa recibiría las joyas y las obras de arte que allí había. La residencia de Luctano sería compartida entre Dante y Sophie. Los animales, bienes presentes y el producto de las ganancias de los viñedos serian solo de Dante, excepto la pequeña cabaña que sería de Sophie, además su hija recibiría un apartamentos en Londres, cierta cantidad de dinero y las joyas que le había regalado a su madre durante su relación. La casa donde vivían Sylvia y su esposo sería
Sophie tragó saliva cuando Dante tomó su mano y la examinó durante unos segundos. – Estas deseando quitarte la alianza, ¿no? –murmuró. –Verás, mi querida hermanastra, yo puedo ser tierno... –¡Deja de llamarme así!. No tienes derecho Cuando Dante se llevó uno de sus dedos a los labios para chuparlo, Sophie tuvo que hacer un esfuerzo para no cerrar los ojos. –¿Qué pasa? –le preguntó entonces, besando la palma de su mano con dolorosa ternura–. ¿Te avergüenza sentirte excitada? –Yo no te deseo –replicó ella, intentando apartarse. –Anoche, en la cocina... –No te deseo –lo interrumpió Sophie–. No sé de qué estás hablando. –Entonces márchate. Deja de jugar con fuego. Debería irse, pensó ella. Debería darse la vuelta y salir corriendo porque nunca había experimentado un deseo tan brutal. Era algo incontrolable que no le permitía pensar con claridad. Estaba jugando con fuego y Sophie descubrió que le gustaba. Dante acarició su mejilla y colocó un mechón de pelo detrás de su oreja, pe
Cuando llego a la ciudad, Sophie había ido al apartamento que ahora era parte de su herencia, se tumbó en la cama, cansada y la consternación por los últimos acontecimientos la hacían sentir muy desconcertada consigo misma. También sentía desconcierto no solo por lo que había pasado, sino por su falta de remordimientos porque, a pesar de sus palabras cuando Dante le preguntó si había merecido la pena, sabía que si tuviese oportunidad volvería a hacerlo. Por la mañana, se duchó y se vistió, jurando borrar el indecente encuentro de su mente y rehacer su vida, antes de ir a visitar a su hermano Olliver quien la esperaba con inquietud. Sophie recordó cuando se iba a casar con Fran, el abogado Robert el mismo del padre de Dante, se había portado como un rottweiler mientras redactaban el acuerdo, recordando a Fran una y otra vez que todo lo que le daba a Sophie salía de la herencia de los suyos, pero por fin su hermano y ella tenían algo de estabilidad económica. Por fin podían reh
En realidad, no sabía qué estaba haciendo allí, pensó mientras paraba un taxi. Se decía a sí misma que iba al baile benéfico para honrar la memoria de su padre, pero en el fondo sabía que no era eso. No sabía si estaba preparada para hablarle del hijo que esperaban y si Dante volvía a tratarla con su habitual desdén, no le contaría nada. Era su secreto y ella decidiría si iba a revelarlo. A pesar de los nervios, mientras se dirigía a La Fiordelise, el hotel donde tendría lugar el baile benéfico, no podía dejar de sonreír. Roma en primavera era una ciudad preciosa y ver las glicinias y lilas cubriendo las viejas ruinas le pareció algo hermoso. Le habría encantado explorar la ciudad, pero no tenía tiempo. En Londres no había podido ir a la peluquería, de modo que tendría que peinarse y maquillarse ella misma. ¡Y ella era fatal para eso! El taxi se detuvo frente al precioso edificio de mármol blanco que sería su hogar por esa noche. –¡Signora Hamilton! –la saludó el portero cuando a
El resto del baile paso, y por fin llegó el momento de marcharse y Sophie se dirigió a su suite. Al parecer, Dante no solo ser tierno cuando quería sino también romántico porque había una botella de champán en un cubo de hielo, una caja de bombones y un precioso ramo de rosas tan rojas como su vestido. Se sentó frente al escritorio y tomó un papel de color crema con el membrete de La Fiordelise, Dante, no sé cómo decirte esto... Dante, hubo un problema con la pastilla... Dante... Su corazón latía acelerado, más de frustración que de miedo, porque sabía que en cuanto se lo contase la situación terminaría. Y entonces Sophie tomó la decisión más egoísta de su vida. Aunque sabía que debía decírselo, y se lo diría, quería hacer el amor con Dante esa noche. De modo que dejó de intentar escribir la nota y se acercó a la puerta y la abrió. No iba a decírselo esa noche, imposible. –.Sophie Dante dio un paso adelante y, cuando estaba entre sus brazos, la incertidumbre y el miedo, el