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4*-UN ENCUENTRO NO DESEADO

Cenarían juntos esa noche, le había dicho el abogado a ella. Angela la ex posa de su padre no se reuniría con ellos porque, a pesar de haber conservado el apellido, ya no era parte de la familia, pero sus hijos, su hermano, su cuñada, y el tío Luigi brindarían por Donato Watt antes de enterrarlo al día siguiente.

La más joven, Ariana, estaba cercana  a uno de los  grandes  ventanales , la joven que su hermano amaba. Era una joven morena de piernas largas, tan mimada como guapa.

El siguiente era Stefano, su hermano mellizo, que había llevado a Eloa, su guapísima amiga de turno una modelo famosa,  Stefano era tan atractivo como Ariana.

Todos los Watt Romano eran bien parecidos y arrogantes, pero el hermano mayor, Dante, se llevaba la palma. Y allí estaba, cercano  en ese momento al otro ventanal.

Sophie se preparó para la aparición de la última conquista de Dante, pero en lugar de una altísima modelo rubia, era Angela Romano quien estaba a su lado. Se podía ver que iba vestida de negro lo más probable que desde los pies a la cabeza y estaba cerca  de Dante su hijo mayor, era lo que podía Sophie observar a través del gran ventanal del salón principal.

Ah, de modo que ese era el juego, pensó Sophie.  Angela haciendo el papel de la auténtica viuda.

Dante miró hacia afuera por el gran ventanal  y Sophie se escondió  un poco en el auto que ya se estacionaba a la entrada de la casa, aunque estaba  aún  retirada como para verla.

De todos los Watt Romano, era él quien la ponía más nerviosa porque su odio sería palpable.

Al bajarse del auto fue Sylvia el ama de llaves que salió a recibirla

–¿Cómo estás tú, Sylvia? –Saludo Sophie con amabilidad

–Bien –respondió la mujer, encogiéndose de hombros–. Bueno, un poco triste.

–Lo sé.

–Y un poco preocupada también. Mi marido y yo... en fin, echaremos mucho de menos al señor Watt. Y también a usted, señorita Sophie.

Sophie  los había conocido desde  que era niña e iba a pasar vacaciones allí sola bajo el cuido de la pareja, quienes había vivido allí durante muchos años y debían estar preocupados por su puesto de trabajo.

–Gracias –le dijo, dando un paso adelante para abrazarla. Sophie no era particularmente afectuosa, pero adoraba a Sylvia, que siempre había sido cariñosa con ella–.

– Será mejor que pase señorita la están esperando. . .

–Sí, claro –asintió Sophie, mientras Silvia la miraba con preocupación  quien  conocía bien la situación.

Cuando el ama de llaves desapareció, la dejo en la entrada del gran salón Sophie se miró en el antiguo espejo de cuerpo entero. Llevaba un sencillo vestido negro, medias negras, zapatos de medio tacón y el pelo sujeto en un moño. Iba a ponerse un collar de perlas que había sido de su madre, pero se preguntó si sería demasiado ostentoso.

No sabía cómo debía actuar y menos qué sentía en realidad. Su padre  no había sido un padre para Ella, ni siquiera  un amigo, sin embargo lo echaría de menos.

Daba igual, lidiaría con sus sentimientos más tarde, cuando se hubiese alejado de aquella familia para siempre.

Poco después oyó voces en el salón y, entre ellas, la de Dante, con su particular tono venenoso. –

–¿Dónde está nuestra  hermanastra?

Sophie  torció el gesto y respiro profundo antes de entrar. Si Dante la llamaría así, que podría esperar, esa noche le molestó de verdad.

–Ah, aquí estás, señora Hamilton. –Comentó el abogado con severidad.

Ni el mínimo intento de ser amable, aunque solo fuese para guardar las apariencias. Nunca se habían relacionado con sus medios hermanos, solo Dante pero en aquel momento no sabían que eran medio hermanos. No hubo una bienvenida, ni un apretón de manos.

La relación era difícil y la tensión entre ellos había aumentado en los últimos minutos . Sophie no  estuvo muy seguro en el encuentro con ellos y sobre todo con él. Cada vez que se veían en el pasado, esos ojos negros parecían clavarse en su alma. Y ahora que podría pensar de ella. Se imaginaba a Dante pensando que ella no quería mucho  a su padre, que solo estaba allí  por dinero y que todo  era una farsa, fueron muchas las veces que le oyó decir aquellas palabras, con respecto a la familia de ellos. Y en de cierta manera tenía razón, pero Dante no sabía toda la verdad y no tenía por qué saberla.

Una puerta que no se había abierto ni un solo centímetro en esos años. Dante hablaba solo cuando no tenían más remedio que hacerlo y, en el fondo, Sophie se  lo agradecía. Ella recordaba que Dante era alto y formidable en los mejores momentos y en los peores un silencio oscuro lo acompañaba.

Llevaba un traje  oscuro y una camisa blanca. No se había afeitado, algo poco habitual en él y sus ojos estaban un poco enrojecidos, pero aparte de eso nadie sabría que estaba de luto. Sí, era guapísimo, pero Sophie se negaba a pensar en ello. Habían pasado varios años desde que lo vio la última vez

–Te acompaño en el sentimiento –le dijo, ella aunque sabía que sus palabras sonaban forzadas.

–Pero no lo compartes –replicó Dante.

En lugar de contestarle como merecía, Sophie se mostró fríamente amable.

–Tu habitación está preparada.

–No es necesario. Dormiré  en la cabaña adjunta a la cabaña de Sylvia y Marcos–Respondió Sophie

 –Muy bien, pero si alguien cambiase de opinión...

–Lo dudo mucho. –Insistió ella

Dante se dirigió al bar, abrió un decantador de cristal y se sirvió una copa de coñac.

–¿Tus hermanos . . .? –trato ella de preguntar

–¿De verdad esperabas que tomasen una copa contigo? No, lo siento, pero han ido directamente al comedor. Solo queremos que esta cena termine cuanto antes. Cenaremos y luego te dejaremos en paz.

–Entonces, os dejo solos para que cenéis tranquilos.

–No, de eso nada. Tú cenarás con nosotros.

–¿Por qué? Acabas de dejar bien claro que no soy bienvenida.

–Pero mi padre quería que cenásemos juntos esta noche y, además, es la última oportunidad de repasar los preparativos del entierro y el funeral. No tendré tiempo de explicarlo dos veces.

–¿Qué hay que explicar? Todo está organizado me comentó el abogado.

–Porque lo he revisado yo. Los coches, el discurso, el entierro, la lectura del testamento. ¿Es que no piensas aportar nada al funeral de tu padre más que unas lágrimas de cocodrilo?

Sin esperar respuesta, Dante se dio la vuelta y se dirigió al comedor.

–¿Ella va a cenar con nosotros? –le preguntó Ariana.

A pesar de las instrucciones de Donato, ninguno de ellos pensaba que Sophie tendría la desvergüenza de presentarse.

–Creo que sí.

–Menuda cara...

–Calla, Ariana –le advirtió Stefano a él no le gustaba esa mentalidad de ataque en grupo

 En cambio Dante se daba cuenta de que la animosidad de su hermano hacia ella era exagerada, pero verla , para Dante era como una patada en el estómago.

Cuando entraron al comedor Dante y Sophie  reinaba  el silencio. En una típica casa italiana habría sollozos, llantos, gritos de dolor, pero Sophie estaba inmóvil y digna frente a todos.

En silencio, digna y totalmente capaz de excitarlo a pesar de todo. –.Pensó Dante.

Hubo muchas miradas de soslayo mientras Sophie se sentaba a la derecha de Dante, después de todo, era otra más de la familia y parecía que todos la detestaban por ello.

–Dei morti parla bene –dijo Dante, levantando su copa.

Sophie conocía esa expresión: «habla bien de los muertos».

Tomó un sorbo del oscuro líquido, un vino del viñedo privado de su padre, y tuvo que hacer un esfuerzo para tragar porque le sabía amargo.

Un segundo después, Luigi ofreció un brindis mirándola directamente.

–‘Dove c’è’ un testamento, c’è’ un parente.’ –«Donde hay un testamento hay un pariente».

Era un dicho entre las familias, pero la implicación de que Sophie estaba allí solo por el dinero, según ellos era obvio.

Sophie ni siquiera parpadeó ante el desprecio,  a pesar de sí mismo, Dante tuvo que admirar su fortaleza. Y, a pesar del odio que sentía por ella, tuvo que salir en su defensa.

–Eso es cierto, tío Luigi. No tengo la menor duda de que todos estaremos para la lectura del testamento –dijo, mirando alrededor–.

Sophie no había esperado el menor apoyo de Dante y, aunque lo agradecía, no se atrevió a demostrarlo. Le parecía tan raro estar en la misma habitación, compartiendo una cena con él.

Se sentía rara cada vez que Dante estaba cerca. Sabía que la detestaba, pero la hacía sentirse extrañamente consciente de su cuerpo.

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