Cenarían juntos esa noche, le había dicho el abogado a ella. Angela la ex posa de su padre no se reuniría con ellos porque, a pesar de haber conservado el apellido, ya no era parte de la familia, pero sus hijos, su hermano, su cuñada, y el tío Luigi brindarían por Donato Watt antes de enterrarlo al día siguiente.
La más joven, Ariana, estaba cercana a uno de los grandes ventanales , la joven que su hermano amaba. Era una joven morena de piernas largas, tan mimada como guapa.
El siguiente era Stefano, su hermano mellizo, que había llevado a Eloa, su guapísima amiga de turno una modelo famosa, Stefano era tan atractivo como Ariana.
Todos los Watt Romano eran bien parecidos y arrogantes, pero el hermano mayor, Dante, se llevaba la palma. Y allí estaba, cercano en ese momento al otro ventanal.
Sophie se preparó para la aparición de la última conquista de Dante, pero en lugar de una altísima modelo rubia, era Angela Romano quien estaba a su lado. Se podía ver que iba vestida de negro lo más probable que desde los pies a la cabeza y estaba cerca de Dante su hijo mayor, era lo que podía Sophie observar a través del gran ventanal del salón principal.
Ah, de modo que ese era el juego, pensó Sophie. Angela haciendo el papel de la auténtica viuda.
Dante miró hacia afuera por el gran ventanal y Sophie se escondió un poco en el auto que ya se estacionaba a la entrada de la casa, aunque estaba aún retirada como para verla.
De todos los Watt Romano, era él quien la ponía más nerviosa porque su odio sería palpable.
Al bajarse del auto fue Sylvia el ama de llaves que salió a recibirla
–¿Cómo estás tú, Sylvia? –Saludo Sophie con amabilidad
–Bien –respondió la mujer, encogiéndose de hombros–. Bueno, un poco triste.
–Lo sé.
–Y un poco preocupada también. Mi marido y yo... en fin, echaremos mucho de menos al señor Watt. Y también a usted, señorita Sophie.
Sophie los había conocido desde que era niña e iba a pasar vacaciones allí sola bajo el cuido de la pareja, quienes había vivido allí durante muchos años y debían estar preocupados por su puesto de trabajo.
–Gracias –le dijo, dando un paso adelante para abrazarla. Sophie no era particularmente afectuosa, pero adoraba a Sylvia, que siempre había sido cariñosa con ella–.
– Será mejor que pase señorita la están esperando. . .
–Sí, claro –asintió Sophie, mientras Silvia la miraba con preocupación quien conocía bien la situación.
Cuando el ama de llaves desapareció, la dejo en la entrada del gran salón Sophie se miró en el antiguo espejo de cuerpo entero. Llevaba un sencillo vestido negro, medias negras, zapatos de medio tacón y el pelo sujeto en un moño. Iba a ponerse un collar de perlas que había sido de su madre, pero se preguntó si sería demasiado ostentoso.
No sabía cómo debía actuar y menos qué sentía en realidad. Su padre no había sido un padre para Ella, ni siquiera un amigo, sin embargo lo echaría de menos.
Daba igual, lidiaría con sus sentimientos más tarde, cuando se hubiese alejado de aquella familia para siempre.
Poco después oyó voces en el salón y, entre ellas, la de Dante, con su particular tono venenoso. –
–¿Dónde está nuestra hermanastra?
Sophie torció el gesto y respiro profundo antes de entrar. Si Dante la llamaría así, que podría esperar, esa noche le molestó de verdad.
–Ah, aquí estás, señora Hamilton. –Comentó el abogado con severidad.
Ni el mínimo intento de ser amable, aunque solo fuese para guardar las apariencias. Nunca se habían relacionado con sus medios hermanos, solo Dante pero en aquel momento no sabían que eran medio hermanos. No hubo una bienvenida, ni un apretón de manos.
La relación era difícil y la tensión entre ellos había aumentado en los últimos minutos . Sophie no estuvo muy seguro en el encuentro con ellos y sobre todo con él. Cada vez que se veían en el pasado, esos ojos negros parecían clavarse en su alma. Y ahora que podría pensar de ella. Se imaginaba a Dante pensando que ella no quería mucho a su padre, que solo estaba allí por dinero y que todo era una farsa, fueron muchas las veces que le oyó decir aquellas palabras, con respecto a la familia de ellos. Y en de cierta manera tenía razón, pero Dante no sabía toda la verdad y no tenía por qué saberla.
Una puerta que no se había abierto ni un solo centímetro en esos años. Dante hablaba solo cuando no tenían más remedio que hacerlo y, en el fondo, Sophie se lo agradecía. Ella recordaba que Dante era alto y formidable en los mejores momentos y en los peores un silencio oscuro lo acompañaba.
Llevaba un traje oscuro y una camisa blanca. No se había afeitado, algo poco habitual en él y sus ojos estaban un poco enrojecidos, pero aparte de eso nadie sabría que estaba de luto. Sí, era guapísimo, pero Sophie se negaba a pensar en ello. Habían pasado varios años desde que lo vio la última vez
–Te acompaño en el sentimiento –le dijo, ella aunque sabía que sus palabras sonaban forzadas.
–Pero no lo compartes –replicó Dante.
En lugar de contestarle como merecía, Sophie se mostró fríamente amable.
–Tu habitación está preparada.
–No es necesario. Dormiré en la cabaña adjunta a la cabaña de Sylvia y Marcos–Respondió Sophie
–Muy bien, pero si alguien cambiase de opinión...
–Lo dudo mucho. –Insistió ella
Dante se dirigió al bar, abrió un decantador de cristal y se sirvió una copa de coñac.
–¿Tus hermanos . . .? –trato ella de preguntar
–¿De verdad esperabas que tomasen una copa contigo? No, lo siento, pero han ido directamente al comedor. Solo queremos que esta cena termine cuanto antes. Cenaremos y luego te dejaremos en paz.
–Entonces, os dejo solos para que cenéis tranquilos.
–No, de eso nada. Tú cenarás con nosotros.
–¿Por qué? Acabas de dejar bien claro que no soy bienvenida.
–Pero mi padre quería que cenásemos juntos esta noche y, además, es la última oportunidad de repasar los preparativos del entierro y el funeral. No tendré tiempo de explicarlo dos veces.
–¿Qué hay que explicar? Todo está organizado me comentó el abogado.
–Porque lo he revisado yo. Los coches, el discurso, el entierro, la lectura del testamento. ¿Es que no piensas aportar nada al funeral de tu padre más que unas lágrimas de cocodrilo?
Sin esperar respuesta, Dante se dio la vuelta y se dirigió al comedor.
–¿Ella va a cenar con nosotros? –le preguntó Ariana.
A pesar de las instrucciones de Donato, ninguno de ellos pensaba que Sophie tendría la desvergüenza de presentarse.
–Creo que sí.
–Menuda cara...
–Calla, Ariana –le advirtió Stefano a él no le gustaba esa mentalidad de ataque en grupo
En cambio Dante se daba cuenta de que la animosidad de su hermano hacia ella era exagerada, pero verla , para Dante era como una patada en el estómago.
Cuando entraron al comedor Dante y Sophie reinaba el silencio. En una típica casa italiana habría sollozos, llantos, gritos de dolor, pero Sophie estaba inmóvil y digna frente a todos.
En silencio, digna y totalmente capaz de excitarlo a pesar de todo. –.Pensó Dante.
Hubo muchas miradas de soslayo mientras Sophie se sentaba a la derecha de Dante, después de todo, era otra más de la familia y parecía que todos la detestaban por ello.
–Dei morti parla bene –dijo Dante, levantando su copa.
Sophie conocía esa expresión: «habla bien de los muertos».
Tomó un sorbo del oscuro líquido, un vino del viñedo privado de su padre, y tuvo que hacer un esfuerzo para tragar porque le sabía amargo.
Un segundo después, Luigi ofreció un brindis mirándola directamente.
–‘Dove c’è’ un testamento, c’è’ un parente.’ –«Donde hay un testamento hay un pariente».
Era un dicho entre las familias, pero la implicación de que Sophie estaba allí solo por el dinero, según ellos era obvio.
Sophie ni siquiera parpadeó ante el desprecio, a pesar de sí mismo, Dante tuvo que admirar su fortaleza. Y, a pesar del odio que sentía por ella, tuvo que salir en su defensa.
–Eso es cierto, tío Luigi. No tengo la menor duda de que todos estaremos para la lectura del testamento –dijo, mirando alrededor–.
Sophie no había esperado el menor apoyo de Dante y, aunque lo agradecía, no se atrevió a demostrarlo. Le parecía tan raro estar en la misma habitación, compartiendo una cena con él.
Se sentía rara cada vez que Dante estaba cerca. Sabía que la detestaba, pero la hacía sentirse extrañamente consciente de su cuerpo.
Cuando sirvieron el primer plato, Dante comunico los detalles del entierro–El coche fúnebre llegará a las nueve y los demás irán detrás.–Mirando a Sophie Dante exclama–Naturalmente, tú irás en el del coche fúnebre –dijo, mirando a Sophie.–Por qué y ¿Con quién? –preguntó ella.–No trajiste auto. Imagino que habrás invitado a alguien para que te apoye tras la muerte de tu padre –después de decir eso, Dante se volvió hacia sus hermanos–. Yo iré detrás, con Stefano, Eloa y Ariana. Y Luigi, tu familia irá en el tercer coche.–¿Y dónde irá mamá? –preguntó Ariana.–Mamá esperará en la iglesia.–Pero no es justo que mamá no vaya en el coche cuando era su...– Déjalo, Ariana. No vayas por ahí . . .Ariana fue la primera en abandonar el comedor. Tirando el tenedor sobre el plato, Ariana se levantó y salió del comedor.Dante apartó la copa de vino.–La comitiva recorrerá toda la parte principal de la viña –siguió explicando–. Primero, los establos y luego daremos una vuelta por los
EL día del entierro amaneció cargado de oscuras nubes de tormenta y Sophie, que caminaba a la caballería sobre la grupa de Max, temió que fuese un mal presagio. Max había sido su caballo desde la adolescencia, su favorito, pero estaba demasiado débil como para montarlo. Era un preciosos animal muy grande, pero obediente y dulce. Y aquel día estaba triste. –Sabe que ocurre algo –le dijo Renzo uno de los mozos–. Los animales saben esas cosas. –Sí, yo también lo creo –murmuró ella. El hombre tenía la misma expresión de tristeza y preocupación que el resto de los empleados, pero después del entierro sabrían qué iba a ser de ellos. Estaba segura que su padre les había dejado la casa a los hijos del matrimonio, aunque no podía imaginarlos viviendo en Luctano. Seguramente pasarían por allí de vez en cuando. Era una pena, pensó, mirando la orquídea que había cortado durante el paseo, porque era un sitio precioso. Sopphie caminó a toda rapidez. Los parientes de su padre empezaban a lleg
Luigi estaba sentado en la primera fila con Stefano, Ariana y Angela, que por fin se había dignado a entrar en la casa. Dante se quedó de pie frente a la ventana del estudio porque quería ver la reacción de Sophie Al final, todo fue como habían esperado. La primera división de los bienes se había hecho tras el divorcio de sus padres y la segunda después de su diagnóstico de un cáncer terminal. La casa en Suiza para Stefano y la de París para Ariana. Había otra propiedad más pequeña en Luctano que sería para Luigi y su ex esposa recibiría las joyas y las obras de arte que allí había. La residencia de Luctano sería compartida entre Dante y Sophie. Los animales, bienes presentes y el producto de las ganancias de los viñedos serian solo de Dante, excepto la pequeña cabaña que sería de Sophie, además su hija recibiría un apartamentos en Londres, cierta cantidad de dinero y las joyas que le había regalado a su madre durante su relación. La casa donde vivían Sylvia y su esposo sería
Sophie tragó saliva cuando Dante tomó su mano y la examinó durante unos segundos. – Estas deseando quitarte la alianza, ¿no? –murmuró. –Verás, mi querida hermanastra, yo puedo ser tierno... –¡Deja de llamarme así!. No tienes derecho Cuando Dante se llevó uno de sus dedos a los labios para chuparlo, Sophie tuvo que hacer un esfuerzo para no cerrar los ojos. –¿Qué pasa? –le preguntó entonces, besando la palma de su mano con dolorosa ternura–. ¿Te avergüenza sentirte excitada? –Yo no te deseo –replicó ella, intentando apartarse. –Anoche, en la cocina... –No te deseo –lo interrumpió Sophie–. No sé de qué estás hablando. –Entonces márchate. Deja de jugar con fuego. Debería irse, pensó ella. Debería darse la vuelta y salir corriendo porque nunca había experimentado un deseo tan brutal. Era algo incontrolable que no le permitía pensar con claridad. Estaba jugando con fuego y Sophie descubrió que le gustaba. Dante acarició su mejilla y colocó un mechón de pelo detrás de su oreja, pe
Cuando llego a la ciudad, Sophie había ido al apartamento que ahora era parte de su herencia, se tumbó en la cama, cansada y la consternación por los últimos acontecimientos la hacían sentir muy desconcertada consigo misma. También sentía desconcierto no solo por lo que había pasado, sino por su falta de remordimientos porque, a pesar de sus palabras cuando Dante le preguntó si había merecido la pena, sabía que si tuviese oportunidad volvería a hacerlo. Por la mañana, se duchó y se vistió, jurando borrar el indecente encuentro de su mente y rehacer su vida, antes de ir a visitar a su hermano Olliver quien la esperaba con inquietud. Sophie recordó cuando se iba a casar con Fran, el abogado Robert el mismo del padre de Dante, se había portado como un rottweiler mientras redactaban el acuerdo, recordando a Fran una y otra vez que todo lo que le daba a Sophie salía de la herencia de los suyos, pero por fin su hermano y ella tenían algo de estabilidad económica. Por fin podían reh
En realidad, no sabía qué estaba haciendo allí, pensó mientras paraba un taxi. Se decía a sí misma que iba al baile benéfico para honrar la memoria de su padre, pero en el fondo sabía que no era eso. No sabía si estaba preparada para hablarle del hijo que esperaban y si Dante volvía a tratarla con su habitual desdén, no le contaría nada. Era su secreto y ella decidiría si iba a revelarlo. A pesar de los nervios, mientras se dirigía a La Fiordelise, el hotel donde tendría lugar el baile benéfico, no podía dejar de sonreír. Roma en primavera era una ciudad preciosa y ver las glicinias y lilas cubriendo las viejas ruinas le pareció algo hermoso. Le habría encantado explorar la ciudad, pero no tenía tiempo. En Londres no había podido ir a la peluquería, de modo que tendría que peinarse y maquillarse ella misma. ¡Y ella era fatal para eso! El taxi se detuvo frente al precioso edificio de mármol blanco que sería su hogar por esa noche. –¡Signora Hamilton! –la saludó el portero cuando a
El resto del baile paso, y por fin llegó el momento de marcharse y Sophie se dirigió a su suite. Al parecer, Dante no solo ser tierno cuando quería sino también romántico porque había una botella de champán en un cubo de hielo, una caja de bombones y un precioso ramo de rosas tan rojas como su vestido. Se sentó frente al escritorio y tomó un papel de color crema con el membrete de La Fiordelise, Dante, no sé cómo decirte esto... Dante, hubo un problema con la pastilla... Dante... Su corazón latía acelerado, más de frustración que de miedo, porque sabía que en cuanto se lo contase la situación terminaría. Y entonces Sophie tomó la decisión más egoísta de su vida. Aunque sabía que debía decírselo, y se lo diría, quería hacer el amor con Dante esa noche. De modo que dejó de intentar escribir la nota y se acercó a la puerta y la abrió. No iba a decírselo esa noche, imposible. –.Sophie Dante dio un paso adelante y, cuando estaba entre sus brazos, la incertidumbre y el miedo, el
Después de hablar con su abogado, se levantó para llamar a la puerta de la habitación contigua. –¡Sophie! –la llamó. No hubo respuesta, volvió a llamar antes de empujar la puerta. Por el salón estaban esparcidas su camisa, las bragas de ella. . . La puerta del baño se abrió y Sophie salió del baño poniéndose un albornoz. –Oh, vienes ¿Es hora del siguiente asalto? –le preguntó, irónica. –No he venido para discutir. Quiero que te vistas y hagas la maleta. –No te preocupes, Dante. Me marcho. –¿De verdad crees que te he despertado para echarte de aquí? Tenemos que irnos ahora, juntos. Voy a llevarte a la casa de campo, donde podré controlar mejor la situación y podamos hablar . . . –¿Qué situación?. No, no quiero que compliques mi vida. Parecía tan sereno . . . –Dante, no puedo viajar, tengo mi vida ya encaminada, además no puedo viajar mis náuseas y mareos . . . –No importa, iremos en mi coche. –Tengo que trabajar mañana –protestó ella. –A pesar de lo que dije anoche,