—Es un varón —Massimo dio la noticia a su padre, luego de que a su esposa le practicaran una ecografía para conocer el género del bebé.
Nathaniel Bizzozzero, el futuro abuelo paterno, se levantó de su asiento y se acercó a Massimo con una radiante sonrisa. Lo rodeó con los brazos y dio unas palmadas a su espalda.
—Lo hiciste, hijo. Finalmente tendrás a tu primogénito, un varón —celebró.
Massimo se esforzó por lucir contento y no alarmar a su padre. Correspondió a su abrazo y agradeció que estuviera presente, aunque en realidad se sintiera inquieto. La idea inicial era que Massimo fuera al hospital junto con su esposa, nadie más que ellos dos solos. Sin embargo, recibieron la inesperada visita de Nathaniel y no pudieron evitar que quisiera acompañarlos.
De todas formas, no había manera de escapar. Iba a tener que informárselo tarde o temprano.
—A partir de ahora, la vida será muy diferente para ti —agregó Nathaniel, separándose de su hijo para mirarlo de frente—. Te convertirás en padre y... ya que has cumplido con todos mis requisitos, serás el heredero de mi empresa.
Massimo lanzó un suspiro de alivio, pero a pesar de haber conseguido lo que tanto deseaba, no podía liberarse de la incertidumbre que, en realidad, se volvería su compañera durante largos años.
—Gracias, padre. Prometo no defraudarte —expresó.
Nathaniel le dedicó una sonrisa, dio otro par de palmadas al hombro izquierdo de Massimo y se marchó del hospital.
Después de asegurarse de que su padre se había ido, entró al cuarto clínico en donde se hallaba su esposa, quien platicaba con la ginecóloga.
—Doctora, necesito... hablar con usted por un momento. ¿Podría acompañarme, por favor? —señaló, en lo que notó que su mujer lo miró extrañada—. Olivia, espérame aquí.
La ginecóloga dio un asentimiento y se levantó de su silla para acompañar a Massimo fuera del cuarto. Tras unos minutos, solo regresó el hombre. Le había pedido amablemente a la doctora que lo dejara hablar a solas con su esposa.
—¿Qué está pasando, Massimo? ¿Porqué tanto misterio? —interrogó Olivia, quien comenzó a preocuparse debido a la tensión del ambiente.
—Olivia... —la tomó de la mano y respiró profundamente—. Le dije a mi padre que tendremos un varón.
La mujer lo clavó con la mirada y sus ojos se expandieron, escrutándolo con evidente desconcierto.
—¿De qué estás hablando? ¿Porqué le dijiste eso? —cuestionó, temerosa.
—Tuve que hacerlo. Si le mencionaba que en realidad tendremos una hija, no me tendrá en cuenta para el puesto de presidente de la empresa —replicó con frustración.
El resultado de la ecografía había revelado que Massimo y Olivia tendrían una niña, pero el hombre engañó a su padre y le hizo creer que sería un varón.
—Tú más que nadie sabes cuánto me he sacrificado por la agencia —agregó él, apretando los puños—. Le he dedicado mi vida entera a la empresa, he estudiado y trabajado sin descanso para heredar la presidencia. Soy el mayor y por ende es mi derecho, soy el primogénito —resaltó, colocando la mano en su pecho—. Sin embargo, a mi padre se le ocurrió la "brillante" idea de añadir un nuevo requisito. No solo basta con que sea diligente, inteligente y que sepa manejar la empresa mejor que cualquiera, sino que debía tener un hijo varón con el pretexto de que, cuando herede la presidencia, mi hijo sea el próximo sucesor. Él desea, a toda costa, que la empresa la maneje un hombre. Mientras siga vivo, no permitirá que una mujer se haga cargo.
Nathaniel Bizzozzero era el presidente de una agencia de viajes de nombre "Traveling". Se la conocía por brindar servicios costosos, pero excelentes y sin márgenes de errores. Por esa razón, era la predilecta de los viajeros y estaban dispuestos a pagar lo que fuese por comprar los paquetes de turismo que ésta ofrecía.
Importantes empresarios e incluso celebridades han elegido Traveling para vivir la máxima experiencia viajera. Por lo tanto, se trataba de una empresa multimillonaria.
Massimo era el hijo mayor de Nathaniel y el legítimo heredero de la agencia, sin embargo, Nathaniel deseaba que su primogénito le diera un nieto y que le asegurara que el próximo sucesor sería un hombre. Por desgracia para Massimo, su hermano menor Isaías había sido el primero en convertirse en padre de un hijo varón. Isaías era formidable, pero no poseía la madera de líder con la cual sí contaba Massimo. Sin embargo, a pesar de que Isaías no era un candidato ideal para el puesto, se había tornado una amenaza desde que tuvo a su primer hijo.
Olivia no pudo ser madre en el primer intento. A decir verdad, le llevó varios años de tratamiento. Pero para la mala suerte de Massimo, era su primogénita quien venía en camino.
—Massimo, ¿cómo puedes decir una mentira de esa magnitud? —refunfuñó Olivia—. Sé que has trabajado mucho por la empresa, pero negar a tu hija es... es aberrante...
—¡No estoy negando a mi hija! —se exasperó y gruñó casi en susurros—. Solo estoy ocultando... lo que es. No perderé mi oportunidad de heredar la presidencia, me lo merezco, Olivia. No dejaré que el inmaduro de Isaías tome lo que me pertenece solo por tener un varón, ¡es simplemente absurdo! —se levantó y comenzó a caminar en círculos.
Olivia observó la desesperación de su esposo y en verdad quería ayudarlo, pero no estaba de acuerdo con engañar a su suegro. Además, no solo debía engañarlo a él, sino a toda la familia de Massimo e incluso a la suya. Una mentira tan grande no sería fácil de sostener.
—Cariño, por favor, sé razonable —imploró ella—. Sé honesto con tu padre, dile que tendrás una hija. Estoy segura de que aquel supuesto requisito perderá toda validez. Nathaniel no es un tonto, no te quitará la presidencia para dársela a tu hermano solo por no haber tenido un varón —Olivia intentó que Massimo entendiera la gravedad del fraude que pensaba cometer, pero su insistencia fue en vano.
—No me arriesgaré, Olivia. Tampoco daré marcha atrás con respecto a mi decisión, ya he elegido el camino para nosotros —manifestó sin un ápice de vacilación. Se acercó a su esposa y la tomó de los hombros—. Escucha, que yo herede la agencia no solo me beneficiará a mí, también a ti y a nuestra hija. Seremos aún más ricos de lo que ya somos y todo el país hablará de nosotros. Seremos muy... muy poderosos —las pupilas de Massimo irradiaban un intenso brillo que cegaba a Olivia.
—¿Hasta donde llegará tu ambición? ¿Más ricos de lo que ya somos? Jamás me ha importado el dinero, me he casado contigo porque te amo y nuestra hija es el fruto de ese amor, no un puente entre la empresa y tú —declaró ella, clavando el dedo índice en el tórax de su marido—. Dile la verdad a tu padre, no perderás la presidencia.
—¿Y si la pierdo por confiar en ti? —insinuó Massimo.
—¡Entonces confórmate con la vicepresidencia! —exclamó Olivia, furiosa—. ¡Dios! ¡No dejarás de ser un hombre rico, no te quedarás en la calle ni morirás por no ser el presidente!
—¿Me estás sugiriendo que renuncie a lo que he dedicado toda mi vida y me conforme con ser el lacayo de mi hermano menor? ¡No! ¡Sobre mi cadáver!
—No lo entiendo, Massimo. ¿Qué pretendes? Nuestra hija es lo que es, una niña, y aunque intentes ocultarlo, no podrás hacerlo para siempre —advirtió Olivia.
—Vivirá como un hombre... hasta que mi posición sea asegurada —manifestó, dejando a su esposa estupefacta.
Olivia lo escrutó con los labios ligeramente separados y sin poder dar crédito a lo que acababa de escuchar. No podía estar hablando en serio.
—¿Qué estás diciendo? ¿Harás pasar a nuestra hija como un chico... solo para mantener tu posición? ¿Has perdido la cabeza? —gruñó.
—Haré lo que tenga que hacer —expuso Massimo con la vista incrustada en ella. Definitivamente no estaba bromeando.
—¿Tú de verdad crees que lo permitiré? —Olivia se acercó a paso lento, deteniéndose a unos pocos centímetros delante de él—. No dejaré que mi hija sea tu títere, Massimo, y que la hagas dudar de ella misma. Lucharé contra ti y contra quien sea para defender el bienestar de mi niña. Si a su padre le importa más una agencia, no hay problema, tiene a su madre para cuidarla.
—¿A dónde quieres llegar? —el hombre entornó los ojos y la miró con recelo.
—Si continúas con ese plan, olvídate de nosotras. Quédate con la presidencia y haz lo que desees hacer, a comparación de ti no necesito un puesto para sentirme bien con mi vida. Me iré muy lejos a donde no puedas encontrarme y viviré feliz con mi hija —Olivia tomó su cartera y se disponía a salir del cuarto clínico, en lo que Massimo la agarró del brazo, sin ejercer presión pero con firmeza.
—No me hagas esto, Olivia. Yo no podría llegar a la cima sin ti... sin ambas —expresó, refiriéndose también a su hija.
—Quieres usar a mi bebé para tus negocios, pero no te dejaré hacerlo. He hecho un gran esfuerzo para concebirla, tú no me arrebatarás mi felicidad.
—No pretendo hacerles la vida difícil —la tomó del rostro con ambas manos—. Las necesito. Por favor, no me dejes solo en esto...
—Me quedaré a tu lado si reconsideras tu decisión y eres honesto con tu padre —condicionó Olivia.
Massimo la contempló durante unos segundos, descendió sus manos y apretó los labios.
—Esa niña es... mi carta de poder —se atrevió a articular. Esas palabras hicieron arder en furia a Olivia y unas llamas se encendieron a su alrededor.
—¡Olvídate de nosotras! —exclamó—. ¡Si tanto deseas un varón, búscate a otra mujer que te lo dé!
Olivia intentó salir disparada de aquel cuarto, pero Massimo no se lo permitió. La agarró de los brazos para detenerla y pretendía calmarla, pero ella estaba demasiado enfadada para ceder. No daría su brazo a torcer, eso estaba claro.
Comenzaron a forcejear mientras que olvidaban un importante detalle. Olivia experimentaba su octavo mes de embarazo, el cual era de alto riesgo.
En todos los meses anteriores, había tomado reposo absoluto, no debía estresarse ni hacer esfuerzos físicos, cualquier mínimo error podía ser fatal.
Desafortunadamente, aquella discusión con Massimo la había angustiado tanto que no lo soportó. Tras unos minutos, empezó a sufrir dolores intensos en el vientre, los cuales la hicieron lanzar terribles alaridos.
Massimo entró en pánico y llamó a todos los doctores que se encontraban alrededor para que auxiliaran a Olivia. La subieron a una camilla y se la llevaron.
El hombre daba vueltas y vueltas, pasándose los dedos por el pelo y mordiéndose las uñas debido a la ansiedad. Finalmente, el doctor se acercó a él para dejarlo en una terrible encrucijada.
—Señor Bizzozzero, el estado de su esposa es grave y está en riesgo su vida, así como también la del bebé —respiró hondo para exponer lo siguiente—. Lamento decirle que... no será posible salvar a ambos. Usted deberá elegir la vida de su esposa... o la de su bebé.
Massimo palideció y dio un paso hacia atrás para evitar caer de espalda. Su mente se puso en blanco durante unos segundos y no podía creer lo que estaba sucediendo.
Amaba a Olivia, era una mujer de carácter firme y fuerte y eso le encantaba de ella. Sin embargo, jamás pensó que dicha característica le jugaría en contra.
Deseaba, con todo su corazón, salvarla a ella, pero conocía muy bien a su esposa y sabía que hubiese preferido morir a perder a su bebé.
No fue fácil, pero ya no había tiempo y Massimo debía tomar una decisión cuanto antes.
—Mi hijo... salven a mi hijo.
Luego de vestir uno de sus elegantes trajes, Taylor se dirigió a su cafetería favorita, pero como se había levantado un poco más tarde de lo habitual, se encontró con el sitio repleto de personas. Por lo tanto, decidió ir a otra. Todos los lugares que frecuentaba eran ostentosos. Massimo, su padre, le enseñó que una persona de su estatus debía actuar de acorde a su nivel y mantener su reputación intacta. Al llegar, bajó de su costoso auto gris e ingresó a la cafetería. Se acomodó en una de las mesas y realizó su orden. Tras unos minutos, la mesera regresó con su café expresso cubierto de una crema espesa y dorada. Taylor levantó la taza y la aproximó a su olfato para percibir su aroma, no era el expresso que acostumbraba beber, pero sabía bien de todos modos. Se relajaba mientras leía una revista, pero aquella tranquilidad se esfumaría al oír la pataleta de quien parecía ser un hombre adulto. —¡Argh! ¿Qué es esto? —vociferó, llamando la atención de los que se hallaban a su alrededor
Taylor se alistó muy temprano en la mañana para presentarse en su nuevo trabajo. No estaba particularmente emocionado por ser el secretario de Roger, pero trató de ver el lado positivo de la situación y supuso que le vendría bastante bien conocer un poco sobre el manejo de un hotel. Quizás en el futuro, cuando herede Traveling, podría encargarse de levantar uno para que los viajeros se hospedaran allí. Debía ganarse una buena impresión de su jefe nuevo y absorber toda la información conveniente. Se mentalizó que era una buena oportunidad para obtener experiencia, por lo tanto, se alentó a sí mismo mientras se colocaba el traje. Taylor había aprendido a vestirse como un chico y a actuar como hombre, ha vivido como uno desde pequeño, así que no era un reto para él. Con las vendas bien puestas, nadie notaría que escondía un par de secretos. Luego de pasar por su cafetería favorita, se dirigió a I'll Castello. Al llegar, se aproximó a la recepcionista, quien le indicó a qué piso debía s
—¡DESPEDIDO! —exclamó Roger y su voz retumbó aquel lugar. —¿Qué? —Taylor no podía creérselo. ¿Lo despedirán por haberse tropezado? —¡Ya me oíste! ¡Lárgate! —recalcó. —¡Roger, tranquilízate! —intercedió la hermana, colocando las manos sobre sus hombros—. ¡Estás fuera de control! —¡Suéltame, Clarisse! —era el nombre de ella—. ¡No pienso tener ningún tipo de relación con este chico arrogante y acosador! —lo insultó, mientras lo señalaba con el dedo. —¿A-Acosador? —Taylor lanzó una corta risa colmada de indignación—. ¡Bien, perfecto! No es necesario que me despida, ¡yo mismo renuncio! —contar hasta diez ya no sirvió de nada, se le había acabado la paciencia y no toleraría que ese hombre lo acusara de tal bajeza. —¡Tú no renuncias, yo te despido! —Roger tenía la cara enrojecida debido a la cólera y le saltaban las venas en el cuello. —¡Pues renuncio aunque me despida! —gruñó Taylor, en lo que Josh se aproximó a él. —T-Tranquilo, Taylor. Nadie despedirá a nadie, por favor, no le haga
—Creí que no vendrías... —comentó Roger realizando un gesto de ironía, lo cual hizo que Taylor sintiera un poco de arrepentimiento por haber ido al restaurante en el que lo citó. «Yo tampoco tenía pensado venir, pero Max me convenció...» respondió para sus adentros. "Tú y yo hemos oído los mismos comentarios acerca de Roger Croce, así que podemos decir que es un hombre bastante prepotente y orgulloso. Por esa razón, es curioso que te llame después de haberte despedido. Deberías ir a su encuentro, probablemente se disculpe contigo. Después de todo, eres la futura heredera de una empresa multimillonaria, dudo que te deje ir así como así", fue el consejo que le dio su primo. —Me gustaría oír eso... —murmuró sin darse cuenta. —¿Qué? —Roger lo escuchó hablar, pero no logró comprenderlo. —Nada —aseveró—. Vayamos al punto, señor Croce. ¿Porqué quiso que viniera a este lugar? —¿Porqué no pides algo de comer primero? —apuntó a la carta. Taylor entornó los ojos y lo miró con recelo. —Est
—¿Qué... es este lugar? Taylor se quedó mirando las letras luminosas que formaban la palabra "Gazella" y que estaban ubicadas sobre la puerta del sitio al que lo llevó Josh. Lucía muy bien por fuera, pero tenía un mal presentimiento de lo que habría dentro. —Cuando entremos, te daré tu obsequio de bienvenida —señaló Josh con una sonrisa traviesa—. ¿Y tú qué haces aquí? Solo invité a Taylor, tú sales sobrando —bromeó a su amigo quien terminó siguiendo a ambos y colándose en los planes. —Sabía que harías algo estúpido, pero nunca me imaginé que traerías a Taylor a este lugar —espetó Roger con desagrado. —Soy consciente de que no te gusta venir aquí, así que puedes tomar el camino de regreso mientras que Taylor y yo nos divertimos —colocó el brazo alrededor del joven y lo forzó a caminar hacia la entrada. Roger frunció el ceño y decidió ingresar a aquel sitio. La preocupación se había instalado en su pecho, sentimiento que no experimentaría si se tratara de cualquier otro empleado, s
A primera hora de la mañana, Taylor subía al octavo piso a través del elevador. Al llegar, vio a Josh terminando una llamada. —Oh, Taylor —pronunció, guardando el móvil en el bolsillo delantero de su camisa y aproximándose a él. —Creí que no vendrías hoy —asumió el joven. —¿Porqué no habría de hacerlo? Ah, ¿lo dices por lo de ayer? —cuestionó, a lo que Taylor asintió con la cabeza—. No me quedé mucho tiempo —se encogió de hombros. —Supongo que eres más responsable de lo que pareces —opinó Taylor. —Por supuesto, no dejaría tirado el trabajo por una noche de placer, aunque suene muy tentador —expresó Josh—. Si no soy eficiente no me pagarán, y sin dinero no podré darme esos lujos —dijo, con una sonrisa pícara trazada en sus labios. —Tienes una gran motivación —replicó Taylor con ironía, acomodándose en su escritorio. —Ya que estás aquí, me iré a mi oficina —expuso, caminando hacia el elevador. —¿A tu oficina? —cuestionó Taylor, confundido—. ¿No trabajas en este piso? —No, no. Te
Al llegar a la recepción, Roger ubicó su mano en el hombro de Taylor. —Espera aquí un momento —ordenó, en lo que se encaminaba hacia el baño masculino. Mientras Taylor esperaba, se sumergió en sus pensamientos y dejó volar su imaginación. Se veía a sí mismo entrando al estadio deportivo para ver a Lancelot. Si no conseguía que el equipo se hospedara en I'll Castello, simplemente compraría el boleto para presenciar el gran partido. Sin embargo, sentía que sería más satisfactorio ganar la entrada mediante su propio esfuerzo. Además, el hecho de que Lancelot se alojara en el hotel en el que trabajaba, le daría oportunidades para pedir el autógrafo de todos los jugadores y hacer que firmaran su camiseta. Taylor se hallaba tan absorto que empezó a realizar algunos pasos de baile de victoria. Confiaba plenamente en su capacidad y sabía que, en efecto, lograría que su equipo favorito eligiera I'll Castello. Estaba a punto de hacer un giro para terminar su danza, cuando repentinamente coli
Tres días después, Taylor tenía lista la presentación de I'll Castello, así que se la entregó a Roger para que la leyera minuciosamente. El CEO esperaba encontrar algún error para echárselo en cara, pero no halló ninguno. Es más, le agradó el trabajo que había hecho, pero eso lo frustró ya que no tenía motivos para molestarlo. No lo halagó ni lo felicitó, lo único que hizo fue dar un asentimiento con la cabeza, lo cual fue señal de su aprobación. Cuando la fecha acordada llegó, fue Taylor quien se encargó de exponer la información acerca del hotel. Roger observó la presentación con el semblante inexpresivo, pero en el fondo, estaba impresionado por su elocuencia. El chico hablaba de I'll Castello como si lo conociera de toda la vida, y además, lo hacía con un entusiasmo cautivador, como si tuviera un vínculo especial con la empresa. Luego de realizarse la presentación de los cinco hoteles, el entrenador determinó que el ideal para los jugadores de Lancelot era I'll Castello. —Lo c