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C4: ¡Tú no renuncias, yo te despido!

—¡DESPEDIDO! —exclamó Roger y su voz retumbó aquel lugar.

—¿Qué? —Taylor no podía creérselo. ¿Lo despedirán por haberse tropezado?

—¡Ya me oíste! ¡Lárgate! —recalcó.

—¡Roger, tranquilízate! —intercedió la hermana, colocando las manos sobre sus hombros—. ¡Estás fuera de control!

—¡Suéltame, Clarisse! —era el nombre de ella—. ¡No pienso tener ningún tipo de relación con este chico arrogante y acosador! —lo insultó, mientras lo señalaba con el dedo.

—¿A-Acosador? —Taylor lanzó una corta risa colmada de indignación—. ¡Bien, perfecto! No es necesario que me despida, ¡yo mismo renuncio! —contar hasta diez ya no sirvió de nada, se le había acabado la paciencia y no toleraría que ese hombre lo acusara de tal bajeza.

—¡Tú no renuncias, yo te despido! —Roger tenía la cara enrojecida debido a la cólera y le saltaban las venas en el cuello.

—¡Pues renuncio aunque me despida! —gruñó Taylor, en lo que Josh se aproximó a él.

—T-Tranquilo, Taylor. Nadie despedirá a nadie, por favor, no le hagas caso —intentó apaciguar la situación que estaba en llamas.

—Ni siquiera he estado aquí un día, ¡y ya no puedo soportar más a este... señor! —manifestó luego de mirar a su ex-jefe de abajo hacia arriba.

—¡Tú deberías de...! —cuando Roger se disponía a seguir regañándolo, Taylor le dio la espalda con la intención de marcharse—. ¡Oye! ¡¿A dónde vas?!

—¡Pues me largo! ¡¿Acaba de correrme o no?! —reprochó sin voltear.

—¡Vuelve aquí, te estoy hablando! —ordenó Roger, pero Taylor entró al elevador y apretó el botón para bajar a la recepción.

—¡Ya no soy su empleado, no tengo porqué obedecerle! —soltó, antes de que las puertas se cerraran.

—¡Argh! ¡Qué tipo tan irritante! —explotó Roger.

—Qué manía la tuya de convertir algo pequeño en un escandalazo —refunfuñó Clarisse.

—¿Porqué me estás mirando como si yo tuviera la culpa? —Roger no quería aceptar que su enojo era injustificado.

—Vine para invitarte a almorzar, pero después de esta catastrófica escena, perdí el apetito. Nos vemos, hermano —se despidió con frialdad y se marchó sin esperar que Roger respondiera.

—Já, increíble. Resulta que soy el villano —dijo él en tono sarcástico.

Josh lo contempló con un semblante inexpresivo, pero era evidente que estaba desconcertado por lo que acababa de ocurrir.

—Roger, hablemos —lo tomó del brazo y lo arrastró a la oficina.

—Oye, oye. Al parecer alguien está molesto —siseó el CEO, tras notar que el agarre de Josh era un tanto agresivo.

—Ahora sí te pasaste de la raya. ¿Te das cuenta de lo que hiciste? —gruñó.

Dentro del círculo de Roger, los únicos que podían regañarlo sin miedo alguno eran Josh y Clarisse.

—Sí, despedí a un empleado altanero. ¿Y qué? —se encogió de hombros y se sentó en su silla frente a su escritorio.

—¿Olvidas quién era ese empleado? —cuestionó Josh—. Es el hijo de Massimo, el futuro sucesor de una multimillonaria agencia de viajes. Sabías perfectamente las ventajas de tener a Taylor como tu subordinado, pero lo echaste a perder.

—No tenemos que depender de los Bizzozzero para progresar. I'll Castello está en el segundo puesto en el ranking de los mejores hoteles —fanfarroneó Roger.

—Pero podría estar en el primer puesto gracias a una buena relación con Taylor —señaló—. Te lo dije, Roger, te advertí de los beneficios que podría traernos el hecho de que trataras bien al heredero de Traveling, una buena convivencia con él significa mucho dinero para nosotros. En el futuro, podrían trabajar juntos para que todos los viajeros se hospeden en este hotel.

Roger giró los ojos hacia atrás y lanzó un bufido.

—Pues eso se acabó. Tendremos que pensar en otra cosa —le restó importancia.

—No se acabará si lo arreglas —expuso.

—¿A qué te refieres?

Josh se sentó al otro lado del escritorio y cruzó los dedos sobre éste.

—Búscalo y retráctate —dijo sin titubear.

—Ni muerto —respondió al instante—. No me rebajaré al nivel de ese chico...

—¿Acaso comprendes en qué nivel está Taylor? Se encuentra incluso por encima de ti, así que deja de hablar tonterías —gruñó Josh—. Además, ¿qué le dirás a su abuelo cuando sepa que lo despediste?

—Le diré la verdad, que intentó aprovecharse de Clarisse —acusó.

—¡Ay, por favor, Roger! ¡Eso no te lo crees ni tú mismo! Y apuesto a que jamás te atreverías a decirle al gran Nathaniel Bizzozzero, el hombre que salvó a este hotel, que su nieto es un vil acosador —aseveró.

—Tch... —Roger chasqueó la lengua, estaba claro que se hallaba en un aprieto.

—Ya entiendes la situación, ¿eh? Entonces, encárgate de arreglar tu propio desastre —declaró Josh.

Roger tamborileó los dedos sobre el escritorio mientras pensaba en una solución. No quería tener que ir tras Taylor y rogarle a que regresara, de tan solo pensarlo se le revolvía el estómago. Sin embargo, debía actuar lo más rápido posible antes de que Nathaniel se enterara de lo que sucedió. Tenía que lograr que Taylor volviera y que hicieran como si nada hubiera pasado.

—Considerando la actitud de ese chico, dudo mucho que desee retomar su puesto —comentó Roger.

—Tengamos fe de que no irá corriendo junto a su abuelo para contarle lo que pasó y espera un par de horas para que pueda relajarse. Después, llámalo a su número, sé que tienes toda su información personal así que no te será difícil —indicó Josh.

—¿Llamarlo? ¿No hay una mejor opción? —cuestionó el CEO con desagrado.

—Si prefieres, puedes ir a su casa o buscarlo en su agencia —Josh empleó un tono de sarcasmo para expresar aquello.

—Argh, de acuerdo. Lo llamaré en un par de horas.

—Perfecto.

Mientras tanto, Taylor llegaba al complejo de apartamentos en el que vivía solo.

—¿Quién se cree que es? ¿Cómo puede alguien como él ser el CEO de una empresa? ¡Debería ser un delito! —refunfuñó entre dientes, en lo que subía a su piso a través del ascensor. Al llegar a su puerta, se encontró con Maximiliano, quien vivía justo en el apartamento de al lado y se disponía a entrar.

—¿Taylor? —soltó, mirándolo con asombro y a punto de escribir la contraseña en la puerta—. ¿Qué estás haciendo aquí? Creí que estarías trabajando en el hotel.

—Estoy que ni me aguanto yo misma —gruñó y abrió su puerta—. Roger Croce es el hombre más insufrible que he conocido, ¡me niego ha seguir trabajando con él!

Entró a su apartamento y Maximiliano siguió sus pasos.

—¿Renunciaste? —preguntó, intrigado.

—En realidad, fui despedida —se tumbó en el sofá y se aflojó la corbata.

—¿E-En serio? —se acomodó a su lado.

—Me acusó de lo más denigrante que te puedas imaginar solo porque no le caigo bien, ¿qué clase de persona hace eso? —pataleó.

—Tranquila. Si se trata de un malentendido, probablemente se resuelva pronto —dio un par de palmadas a su hombro.

—¿Resolverse? Ah, no. A ese hotel no vuelvo jamás —declaró.

Maximiliano desató una corta risa, las reacciones de Taylor le resultaban graciosas. Era su primo y el único amigo cercano que el heredero tenía y, además, fue el apoyo que necesitaba para no perderse a sí misma, pues era una de las pocas personas que conocía su secreto.

Por supuesto, Massimo no tenía idea de que Maximiliano sabía que Taylor era mujer.

—Ya que estamos aquí, ¿te gustaría beber mientras me hablas mal de Roger? —propuso Max.

—Es una idea estupenda —aceptó, encantada.

Después de un par de horas de conversar sin puntos ni comas, su celular comenzó a sonar. Lo extrajo de su bolsillo y echó un vistazo a la pantalla.

—¿Quién te llama? —preguntó Max, llevando una botella a su boca.

—Es un número desconocido, no contestaré —alegó.

En el hotel I'll Castello, Roger esperaba con forzada paciencia que Taylor tomara la llamada, pero fue en vano.

—No contesta... —expuso, molesto.

—Insiste —sugirió Josh—. Dile que deseas tener una conversación con él esta noche.

Roger lo miró con fastidio y volvió a marcar al número. El celular de Taylor sonó nuevamente.

—¿Quién será? —pensó en voz alta.

—Quizás sea algo urgente, deberías responder, por si las moscas... —aconsejó Max.

Entonces, Taylor finalmente contestó.

—¿Hola?

—Esta noche, a las nueve, ve al restaurante "Las colinas". Te esperaré allí —impuso, saltándose cualquier introducción.

—¿Qué? ¿Quién habla? —interrogó ella, completamente confundida.

—Soy Roger Croce, tu jefe —enunció—. Sé puntual.

La llamada se cortó y Taylor permaneció mirando al celular.

—¿Quién era? —cuestionó Max.

—El berrinchudo de mi ex-jefe —expuso, aturdida—. Me citó en un restaurante de la nada.

—¿Eh? —frunció el ceño y la escrutó perplejo—. Entonces quiere verte.

—No tengo idea de qué se tratará esto, pero no pienso ir.

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