Tres días después, Taylor tenía lista la presentación de I'll Castello, así que se la entregó a Roger para que la leyera minuciosamente. El CEO esperaba encontrar algún error para echárselo en cara, pero no halló ninguno. Es más, le agradó el trabajo que había hecho, pero eso lo frustró ya que no tenía motivos para molestarlo. No lo halagó ni lo felicitó, lo único que hizo fue dar un asentimiento con la cabeza, lo cual fue señal de su aprobación. Cuando la fecha acordada llegó, fue Taylor quien se encargó de exponer la información acerca del hotel. Roger observó la presentación con el semblante inexpresivo, pero en el fondo, estaba impresionado por su elocuencia. El chico hablaba de I'll Castello como si lo conociera de toda la vida, y además, lo hacía con un entusiasmo cautivador, como si tuviera un vínculo especial con la empresa. Luego de realizarse la presentación de los cinco hoteles, el entrenador determinó que el ideal para los jugadores de Lancelot era I'll Castello. —Lo c
El cielo se había puesto nublado mientras jugaban, pero estaban tan concentrados que no lo notaron. De pronto, unas gotas de lluvia comenzaron a caer en picada, alertando a Roger y a Taylor. Ambos corrieron hacia la recepción de la cancha y permanecieron observando la calle. —Está lloviendo muy fuerte... —comentó Taylor. Roger lo miró de reojo y se mantuvo callado por un instante. Aún se sentía incómodo por la reciente sensación que experimentó al estar encima de su secretario, así que no quería tenerlo cerca en ese momento. —Me... iré a mi departamento para cambiarme de ropa, vete al hotel como puedas —impuso el CEO. —¿Qué? ¿No va a llevarme con usted? —cuestionó Taylor, perplejo. —¿No me oíste? Iré a mi departamento, ¿porqué te llevaría conmigo? —refunfuñó—. Por haberte seguido el juego, estoy todo sudoroso y sucio. Me cambiaré de ropa, no puedo presentarme de este modo en el hotel. Toma un taxi o algo. —Pero, señor Croce... —Te advierto que si no te encuentro en cuanto vuelv
Roger ingresó a la habitación, viendo a Taylor tendido en la camilla con la camisa arremangada y la vía del suero incrustada en su mano. —¡S-Señor Croce! —pronunció sorprendido e intentó incorporarse—. ¿Qué hace aquí? —¿Qué hago aquí? —dijo con ironía—. Yo te traje aquí, mocoso. ¿Tienes idea del mal momento que me has hecho pasar? —Ah... —aunque Taylor no tenía idea de cómo había llegado al hospital, se imaginó cualquier cosa, pero no que lo había llevado su propio jefe—. L-Lo siento, señor Croce. Nunca quise... —¿Sabes lo que me ha dicho el doctor? —habló por encima de él—. Que no has estado comiendo bien, ¿qué explicación tienes para eso? —Oh, es que... hemos tenido mucho trabajo desde que Lancelot se instaló en el hotel, así que no he tenido tiempo para comer... —¡Eres un tonto! —regañó Roger—. ¡¿Quieres que todo el mundo piense que te he estado esclavizando?! ¡¿Que no me importa que mis empleados mueran de hambre o de fiebre?! ¡¿Porqué no me dijiste que no te sentías bien?! ¡
Eran las cinco de la tarde cuando Roger se estacionó al costado de la acera, frente al complejo de apartamentos de Taylor. Le envió un texto a su celular, así que el joven salió de allí a los pocos minutos. Subió al coche y saludó de mala gana. —Hola, señor Croce —soltó. —Wow, luces muy emocionado —expresó con ironía—. ¿No habías esperado mucho por esta fecha? —Sí, pero tener que compartirlo con usted no es muy placentero que digamos. Es como si fuese un día más de trabajo —se quejó. —Deja de lloriquear y ponte el cinturón —gruñó Roger, en lo que Taylor obedeció sin chistar. Durante el trayecto, el silencio fue abismal. El joven no estaba particularmente entusiasmado por ver el partido con su jefe, ya que no lo consideraba alguien cercano. Había planificado ir al estadio con su primo Maximiliano, pero tuvo que ignorar esos planes para acatar los caprichos del CEO. ¿Porqué le había ordenado acompañarlo en primer lugar? ¿Porqué no fue con otras personas? ¿Acaso no tenía amigos? Ta
—La lluvia no ha cesado siquiera un poco… —comentó Roger mientras observaba a través de la ventana de su departamento. —El pronóstico anunció lluvia para mañana, pero supongo que el clima prefirió adelantarse —respondió Taylor, aún sentado en el sofá. —¿Con quién pensabas ir al partido? —preguntó de repente. —¿Eso es importante? —cuestionó el joven, confundido. —Tengo curiosidad —manifestó Roger. —Con mi primo —alegó después de un suspiro—. Vivimos en el mismo complejo de apartamentos y casualmente es mi vecino. —Era de esperarse, dudo que hubieras ido al estadio con una chica —cerró las persianas de la ventana y se acercó al sofá. —A las chicas no les gusta ese tipo de cosas —agregó Taylor. —Claro que les gusta, pero tú les tienes miedo —bufó Roger. —¿Otra vez va a empezar con eso? —riñó el joven—. No les tengo miedo, he salido con algunas… —¿En serio? ¿Tienes algún tipo de mujer en particular? —se sentó a su costado. —¿Porqué me hace esas preguntas? Estoy empezando a senti
Al día siguiente, Roger llegó al hotel y subió a su oficina, encontrando a Taylor dormido sobre el escritorio. Caminó despacio, cuidando que sus pasos no emitieran sonido para no despertar al joven. Al hallarse muy cerca de éste, se inclinó ligeramente hacia su rostro y lo observó por un breve momento. La lluvia había cesado durante la madrugada, así que Taylor se mantuvo despierto hasta entonces. Se cambió de ropa antes de salir del departamento de Roger y subió a un taxi para irse a casa. Dejó la ropa que le había prestado muy bien doblada en el sofá, y esto fue lo que el CEO encontró cuando despertó en la mañana. Su vista recorrió la tez del chico, quien tenía una expresión relajada. Llegó a pensarlo y lo pensó de nuevo en ese instante, Taylor contaba con varios rasgos femeninos, tales eran su rostro fino, la nariz puntiaguda y esas largas pestañas que adornaban majestuosamente la mirada azulada del joven. Roger se incorporó rápidamente y sacudió la cabeza. «¿Qué son esas tontas
Los tres se hallaban sentados en la mesa de un ostentoso restaurante, esperando lo que habían ordenado. Una ligera música ambientaba el lugar y se oían las voces de las demás personas que conversaban armoniosamente, pero, a pesar de tanto ruido, el silencio entre Roger y Taylor era abrumador e inquietante para Clarisse, quien no toleraba ese tipo de situaciones. —Cuéntanos un poco acerca de ti, Taylor. ¿En dónde vives? ¿Cuántos años tienes? ¿Vas a la universidad? —Clarisse lanzó sus preguntas sin vacilar. —Pues… vivo en un complejo de apartamentos, tengo veintrés años y terminé mi carrera hace unos meses —expuso el chico. —¿Qué estudiaste? —Ingeniería Comercial y Hotelería y Turismo. —¡Vaya! ¡Dos carreras! Debes ser un chico muy listo —halagó Clarisse—. Además, eres más joven de lo que aparentas. ¿Qué haces para mantener esa piel tan saludable? —extendió la mano y acarició la mejilla de Taylor. —Clarisse, al pequeño Tay no le gusta que invadan su espacio personal —replicó con iro
Berenice tomó asiento en la misma mesa y se dispuso a platicar con Clarisse, pero no estuvo muy concentrada en la conversación. Por momentos, sus ojos se desviaban y se posaban en Taylor, quien había terminado de almorzar y se entretuvo leyendo algunas noticias desde su celular. La mente de Berenice embellecía aún más la imagen que tenía delante suyo. Un joven muy apuesto, vistiendo un traje costoso y siendo el heredero de una prestigiosa empresa. ¿Dónde encontraría a otro hombre con mejor partido? Tenía que hacer algo para llamar su atención y lograr que Taylor se enamorara de ella. —¡Berenice! —articuló Clarisse—. ¿Me estás escuchando? —Ah, lo siento. Me distraje por un segundo —colocó un mechón de pelo detrás de su oreja—. Solo me estaba preguntando, si Taylor es el heredero de los Bizzozzero, ¿porqué nunca lo hemos visto en revistas o en la televisión? Fue una pregunta que también intrigó a Roger, así que todos incrustaron la vista en el joven, esperando su respuesta. —Bueno…