Al amanecer, Camelia se levantó sola en su casa. Había quedado con Ariel, que pasaría por ella a las doce; este se había levantado temprano para resolver algún asunto urgente. La había dejado con dos custodios en la puerta, para su seguridad, pues ella lo miraba aterrada al ir a salir.
—No te sucederá nada, si vas a salir, ve con ellos. Regresaré en cuanto termine lo que debo hacer —la había besado y marchado casi corriendo. Y ahora mismo, estaba parada frente a su cama, observando los vestidos que había comprado la noche anterior apresuradamente. A la luz del día, no le parecían lo suficientemente elegantes, y ya eran las diez de la mañana. No había arreglado su cabello, ni sus uñas, ni nada; estaba desesperada. Irían en auto, les tomaría treinta y cinco minutos llegar al pueblo. Lo había planificado así, para llegar directo a la iglesia cuando todos los invitados hubieran llegado y evitar tantas preguntas, si era posible quedarse afuera y solo sCamelia lo miró temerosa y se estremeció, lo cual no dejó de observar Ariel. En un impulso, la abrazó muy fuerte. Podía percatarse de que ella temía salir de esa manera arreglada y que todos la vieran de su brazo. Comprendía la situación, pero había decidido que ese día no se ocultaría y declararía a todos que era suya para que pensaran dos veces antes de meterse con ella. Pero no le dijo nada, no quería que ella sintiera que la estaba obligando a aceptarlo.—Cami, disculpa. Pero no debes sentir miedo porque nos vean salir juntos y arreglados. Recuerda que eres mi asistente, si nos ven pensarán que vamos a una de tantas presentaciones que hacemos —trató de tranquilizarla, pensando que el psicólogo tenía razón en todo.Camelia en verdad estaba aterrorizada de salir de su casa. El hecho de que el ataque ocurriera en la
Puede que todo sea una farsa o exageración, pero si no lo es, si la quieres a ella para ti, mejor enfrentar a su familia desde ahora. Se dice llenándose de valor para enfrentar lo que sea por Camelia. La voz de ella, lo regresa a la realidad. —¿Qué regalos, señor? —pregunta preocupada pensando que de seguro será algo muy costoso que ella no puede pagar con su salario. —Rhys, cariño, dime Rhys —le recuerda con una sonrisa, deseoso de que aunque sea de ese modo sea más íntimo su trato. — ¿Qué regalos? ¿Cuáles van a ser querida? Los de tu familia, ¿no pensarías que iba a venir con las manos vacías? —No debió molestarse, yo les compré regalos a todos. —Dice Camelia. Gira la cabeza para mirar las primeras casas del pueblo. Suspira, está segura que el tipo de regalos que trae su jefe, deben ser carísimos. Si se guía por lo que le compró a ella; el vestido, los zapatos, el bolso, son de marcas exclusivas, lo sabe. Esos regalos que mencionó deben costar una millonada. Sí, piensa dando u
Camelia lo observó ahora con otros ojos, sintiendo que el suelo se hundía bajo sus pies. Sus manos se llenaron de sudor y temblaban ligeramente al darse cuenta de la magnitud de lo que había hecho al pedirle a su jefe que se hiciera pasar por su novio —que Ariel había elevado a prometido— para acompañarla a la boda de su hermana. ¡Era ridículo, absurdo! Todo el mundo notaría la abismal diferencia entre ellos, y si además él revelaba su verdadera identidad... Se le hizo un nudo en la garganta al sentir que su mentira, que creyó inocente, se convertía en una montaña que la aplastaba. ¿Cómo había sido tan ingenua de no investigar quién era realmente Ariel Rhys? Sabía que su jefe tenía dinero, por supuesto. Era el dueño de la empresa donde trabajaba, pero jamás imaginó que perteneciera a una dinastía tan poderosa y adinerada. De pronto, se sintió insignificante, como una hormiga ante un elefante. El peso de la realidad la golpeó con fuerza: había pedido favores que la dejarían etername
El CEO se quedó en silencio, consciente de que las respuestas a estas preguntas podrían cambiar todo lo que creía saber sobre la tímida joven sentada a su lado. Sin embargo, al ver la limpia mirada de Camelia fija en él, sacudió las sospechas de su mente. —Exacto, tú y yo entramos al mismo tiempo en la editorial, por eso dirás que entraste a trabajar allí porque yo te lo pedí —sugirió Ariel, volviendo al tema de lo que debían decir si alguien les preguntaba. —No quiero, ese trabajo lo obtuve sola —protestó ella, era un mérito del que se sentía orgullosa. Ariel observó cómo Camelia volvía a tensarse. Justo cuando parecía que habían avanzado, algo la hacía retroceder. ¿Qué secretos escondía esta joven que la hacían tan temerosa? Y más importante aún, ¿por qué sentía una inexplicable necesidad de protegerla? ¿En verdad estaría enamorándose de Camelia, o era algo debido a su propia situación? —Está bien, entonces diremos que yo no sabía que trabajabas en el almacén de mi propia empres
Camelia mira a Ariel, quien le sostiene la mirada mientras ella busca una explicación plausible para lo que acaba de decir. Puede ver que él la observa con recelo, aunque no entiende muy bien su comportamiento. Por su parte, a ella se le hace un nudo en la garganta; sabe que cuando lo llamó para que la salvara de Leandro, ofreció ser todo lo que él decidiera, pero siempre detestó a las mujeres que jugaban ese papel en la vida de un hombre y había jurado que jamás caería tan bajo. —Es el pago que se da cada vez que cerramos un gran contrato, te corresponde una comisión —explicó Ariel, viendo cómo el semblante de Camelia cambiaba de inmediato. —¿Comisión? ¿Me tocó una comisión? —preguntó, aferrándose a esa explicación como si fuera un salvavidas que la alejara de ser una amante. Es verdad que siempre ha escuchado que se ganan grandes comisiones cuando se cierran esos contratos, pero como nunca había trabajado en su especialidad, no sabe a cuánto pueden ascender. Observa a su jefe, qu
Sabía que su hermana la odiaba, pero de ahí a inventar una historia como aquella, era demasiado, más el día de la boda. ¿Qué pretendía? ¿Qué la expulsaran? ¿Qué placer tan macabro siente en avergonzarla siempre delante de todos? Se pregunta sin poder comprenderlo, por mucho que lo intente. ¿Para qué la invitó e insistió tanto en que viniera entonces? Se sentía muy apenada con su jefe, de hacerlo pasar esa vergüenza. Por eso, tiró de Ariel queriendo alejarlo de todo aquello. —Señor… vámonos, por favor. — Le suplicó muy bajo. Pero Ariel, la retuvo. — Para su conocimiento, señora, yo no necesito alquilar nada —enfrentó Ariel con su voz muy firme, ofendido, sintiendo ahora que todos están unidos en contra de su prometida, porque así la siente, y la defenderá. — Esa limusina es mía, una de tantas que poseo— sigue hablando, acalorado, mirando como su cuerpo de seguridad se le acerca. Les hace una indicación de que no. —Y mi novia, mejor dicho, mi prometida, la señorita Camelia Oduarte,
Comienza a hablar bien alto, como si diera un discurso. Quiere ser escuchado por todos los presentes. Porque como su madre dijera, que un pueblo pequeño, es un infierno grande, lo está comprobando en este instante. Ni una sola persona, se ha puesto al lado de su Camelia, todos, sin excepción, están del lado de la diabólica hermana, pendientes de lo que está sucediendo, como si de un espectáculo se tratara, donde fueron a reírse y burlarse de su Camelia. Por primera vez en su vida, siente que debe utilizar el poder de su familia, como lo hiciera su hermano, en su graduación.— Cuando mi prometida me dijo que su hermana se casaba, estaba feliz por ella. Camelia no quería venir porque me dijo que no iba a ser bienvenida y yo de iluso no le creí, prácticamente la obligué a venir. No podía permitir que el día de mañana se fuera a arrepentir, de no haber estado en el día más importante de la vida de su única hermana. Mis disculpas porque mi chofer paró en la alfombra roja —se gira para Mari
Se hace un silencio después de que Ariel Rhys declarara eso. Todos se quedan observando como la lujosa limusina se aleja con ellos seguida ahora, no de uno, ni de dos, sino de cuatro autos de guardias que aparecieron de la nada. Bajando todos sus ocupantes, corriendo amenazantes, al ver cómo el pueblo había rodeado la limusina de su jefe, y a éste discutiendo con alguien. En un momento alejaron a todos de Ariel, con sus armas afuera. Apuntaron a todos, que retrocedieron asustados, y a la vez admirados como si de una película se tratara. Para, de la misma manera, todos montar en sus autos para seguir a Ariel y cruzar despacio por delante de la aglomeración que había formado el pueblo, fuera del lugar de la boda, observándolos como si quisieran fulminarlos, sobre todo a la familia de Camelia. —Guau —exclamó alguien— Camelia si picó alto, un Rhys, un Rhys —¡Qué no es un Rhys, estúpido, es un actor! ¿En serio se van a creer su actuación? — preguntó histéricamente Marilyn, aunque ella