80. ERES MI PROMETIDA Y PUNTO

 Al amanecer, Camelia se levantó sola en su casa. Había quedado con Ariel, que pasaría por ella a las doce; este se había levantado temprano para resolver algún asunto urgente. La había dejado con dos custodios en la puerta, para su seguridad, pues ella lo miraba aterrada al ir a salir.

—No te sucederá nada, si vas a salir, ve con ellos. Regresaré en cuanto termine lo que debo hacer —la había besado y marchado casi corriendo.

 Y ahora mismo, estaba parada frente a su cama, observando los vestidos que había comprado la noche anterior apresuradamente. A la luz del día, no le parecían lo suficientemente elegantes, y ya eran las diez de la mañana. No había arreglado su cabello, ni sus uñas, ni nada; estaba desesperada.

 Irían en auto, les tomaría treinta y cinco minutos llegar al pueblo. Lo había planificado así, para llegar directo a la iglesia cuando todos los invitados hubieran llegado y evitar tantas preguntas, si era posible quedarse afuera y solo s
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