Comienza a hablar bien alto, como si diera un discurso. Quiere ser escuchado por todos los presentes. Porque como su madre dijera, que un pueblo pequeño, es un infierno grande, lo está comprobando en este instante. Ni una sola persona, se ha puesto al lado de su Camelia, todos, sin excepción, están del lado de la diabólica hermana, pendientes de lo que está sucediendo, como si de un espectáculo se tratara, donde fueron a reírse y burlarse de su Camelia. Por primera vez en su vida, siente que debe utilizar el poder de su familia, como lo hiciera su hermano, en su graduación.— Cuando mi prometida me dijo que su hermana se casaba, estaba feliz por ella. Camelia no quería venir porque me dijo que no iba a ser bienvenida y yo de iluso no le creí, prácticamente la obligué a venir. No podía permitir que el día de mañana se fuera a arrepentir, de no haber estado en el día más importante de la vida de su única hermana. Mis disculpas porque mi chofer paró en la alfombra roja —se gira para Mari
Se hace un silencio después de que Ariel Rhys declarara eso. Todos se quedan observando como la lujosa limusina se aleja con ellos seguida ahora, no de uno, ni de dos, sino de cuatro autos de guardias que aparecieron de la nada. Bajando todos sus ocupantes, corriendo amenazantes, al ver cómo el pueblo había rodeado la limusina de su jefe, y a éste discutiendo con alguien. En un momento alejaron a todos de Ariel, con sus armas afuera. Apuntaron a todos, que retrocedieron asustados, y a la vez admirados como si de una película se tratara. Para, de la misma manera, todos montar en sus autos para seguir a Ariel y cruzar despacio por delante de la aglomeración que había formado el pueblo, fuera del lugar de la boda, observándolos como si quisieran fulminarlos, sobre todo a la familia de Camelia. —Guau —exclamó alguien— Camelia si picó alto, un Rhys, un Rhys —¡Qué no es un Rhys, estúpido, es un actor! ¿En serio se van a creer su actuación? — preguntó histéricamente Marilyn, aunque ella
Camelia vuelve a mirar hacia afuera, sin poder creer todavía la sorpresa que le tenía preparada su jefe. Allí, sonriendo felices, están junto a la señora Elvira su mejor amiga Nadia con su esposo Ricardo. Y detrás, el abogado Oliver junto al doctor Félix y otras personas que ella no conoce, pero que le sonríen con alegría.Ariel saca otro pañuelo y le limpia el rostro. Gracias a Dios, piensa, que tuvo la precaución de decirle a las maquillistas que le pusieran un maquillaje resistente al agua, como le advirtiera Nadia. Ahora sí le creía todo lo que le contara, y cree que se quedó corta. Esa terrible familia de Camelia debió haberle hecho la vida un infierno. Pero él se encargará de hacerla feliz.—Listo, estás bella. Vamos ahora, Cami, quiero que sea un día muy hermoso —le dice mientras el chofer abre la puerta—. Tenemos que celebrar un año más de tu vida. Camelia está muy emocionada, justo cuando Ariel se dispone a salir, lo retiene y lo abraza muy fuerte. Al separarse lo mira a los
Ariel y Camelia se besaron apasionadamente, olvidados de todos, sin darse cuenta de que ya habían sido vistos por muchos paparazzi que estaban allí por otra celebridad y se encontraron con un buen espectáculo. A Ariel se le había olvidado ese detalle; lo único que pensó fue en hacer feliz a Camelia, por lo que todos pudieron filmarlo y tomarle fotos, que junto a las luces de colores, no se percibían. —Señor Ariel, quiero que haga algo que siempre quise —comenzó a hablar Camelia, más embriagada por la felicidad que por el beso que su jefe le había dado—. Es algo tonto y loco. ¿Lo hará? Sé que ya me ha hecho muchos regalos por mi cumpleaños, pero es algo que siempre he querido saber qué se siente. —Lo que quieras, Cami —dijo Ariel con una sonrisa, embargado por la misma felicidad que ella—. ¿Qué es? —El día de mi graduación, el chico que yo creía que me era fiel, que me amaba de veras, me humilló delante de todos —hablaba con un rubor en sus mejillas, bajando los ojos avergonzada ante
Después de que Nadia trajera al mundo a su precioso bebé, todos se retiraron a sus casas. Están súper agotados; Camelia y Ariel se acuestan vestidos, se tiran en la cama y se quedan dormidos, hasta que el incesante sonido de los timbres de los teléfonos los despierta. Se miran, luego miran el reloj en la pared: son las cinco de la tarde del domingo.—Vaya, sí que dormimos —dice Ariel, se sienta y toma su teléfono—. ¿Y esta cantidad de llamadas de todo el mundo?Enseguida le marca a su hermano mayor. La mayoría de las llamadas son de su parte; tiene un gran miedo de que haya pasado algo malo con su papá.—¿Mano, qué es lo que pasa, que me has llamado tanto? ¿Papá está bien? —pregunta asustado, temiendo lo peor.—¡Hasta que al fin respondes! —exclama Marlon al otro lado de la línea—. ¿Estás bien? ¿Dónde estás? ¿Por qué no contestabas?—¿Qué es lo que pasa? ¿Le pasó algo a papá? —pregunta de nuevo asustado Ariel.El corazón de Ariel salta alocadamente en su pecho, sintiendo un miedo atro
Ariel y Camelia se quedaron en silencio, ambos jugando nerviosamente con sus teléfonos. Él no respondió a la pregunta que ella le había hecho en su desespero y miedo. Estaba convencida de que su padre aparecería en la ciudad y la llevaría obligada al pueblo. La casaría con el hombre odioso que había elegido y la pondría a trabajar como una esclava en la fábrica de cerámica. Por su parte, Ariel estaba asustado de cómo habían resultado las cosas. Su madre le había exigido que llevara a su novia y, según su hermano Marlon, su padre también estaba feliz con la noticia. Se reprochaba haber sido tan descuidado. Quería cuidar de Camelia, incluso sentía que estaba naciendo algo entre ellos, pero las dudas lo paralizaban. ¿Cómo exponer a la inocente e indefensa Camelia al calvario que era su vida? —¿Hablabas con tu papá? —preguntó Ariel, bastante sorprendido por su actitud. Nada que ver con la chica asustada que había tenido que defender el día anterior. —Oh, señor, disculpe por eso, e
Camelia lo mira sin entender mientras trata de recordar todo lo sucedido después de regresar del pueblo. Sabe que bebió sin medida con el deseo de olvidar la vergüenza que le había hecho pasar su familia. Luego había bailado mucho, sus pies dolían y se sentía muy mareada. Todo lo demás son destellos borrosos de lo que sucedió. —Sí, así lo llamaste. A mí me gustó mucho y lo hice. Fue justo antes de salir corriendo con Nadia para el hospital —le cuenta Ariel un poco más seguro. Ella lo mira sin poder creer que su borrachera la haya hecho pedir un nuevo favor a su jefe. Y no solo eso, está convencida de que él cedió a complacerla por pura lástima después de ver cómo la trataba su familia. Camelia se detuvo frente a Ariel y dejó caer los brazos a sus lados derrotada mientras inclinaba la cabeza, realmente avergonzada y arrepentida de lo que había hecho. —Vaya, señor, le pido mil disculpas. Por mi culpa está metido en no sé cuántos problemas. No sé qué pasa conmigo, cada vez le complic
Camelia mira a su jefe sin comprender a cabalidad a qué se refiere. Su cabeza le da vueltas por la resaca y siente que se va a desmayar. ¿Por qué todo en su vida se vuelve tan complicado? Ariel la observa sintiendo casi lo mismo, pero decidido a resolverlo entre los dos. Aunque es un serio problema, piensa que ha encontrado la solución.—Sí, es un serio problema. Principalmente es sobre lo que pasó en su cumpleaños, ya lo vio en la televisión. No pensé que nos fueran a filmar en ese justo momento donde le decía aquello, tampoco en el hospital, y mucho menos que subieran un video de todo. Pero ahora estamos en esto juntos y debemos solucionarlo —trata de hablar lo más tranquilo que puede Ariel, al ver la alteración en que está sumida Camelia.Ella lo mira tratando de comprender la seriedad del asunto que le dice su jefe. Para ella, en su mente todo es sencillo: basta