Marlon e Ismael lo miran con disgusto, pero a la vez aliviados al escuchar la promesa de su hermano. Aunque Ariel no les diga nada, están decididos a cuidarlo sin importar qué. Ante su silencio, Ariel agrega: —Digo..., si no les molesta tener un insoportable hermano menor llamándolos cada cinco minutos. —Ja, ja, ja..., a mí no me importará que me llames cien veces al día, todo lo contrario —dice Ismael—. Me encantará, no sabes cuánto te extraño. —Ni a mí tampoco —se apresura a decir Marlon—. Tendré siempre el teléfono a mi lado para responderte, Ariel. Por favor, no vuelvas a dejarnos fuera de tu vida. Sé que nos volvimos obsesivos con tu cuidado después de ese accidente, pero no nos apartes. Somos tres hermanos, en las buenas y en las malas juntos. —¡Los tres mosqueteros! —exclama Ismael riendo—. ¿Te acuerdas, Ari, que nos hacías jugar contigo así, a pesar de ser grandes? Ariel se ríe recordando aquella época. Adoraba jugar con sus hermanos mayores. Luego adopta una expresió
Su abuela asiente mientras le cuenta que los tres están presos por conspirar en el intento de asesinato de Ariel y en el incendio de la empresa. No han parado de llamarla y de suplicarle que fuera a verlos, pero ella se había negado rotundamente y les pidió que las dejaran tranquilas. Ninguna de ellas iba a mover un dedo por ellos. —No vas a hacerlo, Camelia, no te voy a permitir que los ayudes —dice muy seria la anciana, mirando fijamente a su nieta—. Tu madre estuvo con tu padre todo el tiempo, es cómplice. Ni se te ocurra pedirle a la familia de Ariel que los perdonen. Tienen que aprender su lección; no se puede ir por la vida haciendo daño sin pensar en las consecuencias. No, mi nieta, esta vez deben asumir y pagar por lo que hicieron. —¿Y qué va a pasar con la fábrica de cerámica? —pregunta Camelia preocupada. Su abuela mueve la cabeza, pensando que su nieta nunca va a cambiar. Luego le cuenta que la fábrica la vendió. Ante la mirada sorprendida de Camelia, preocupada por la
Marlon hace caso omiso de sus protestas y asegura que no solo Ismael lo vigilará; él personalmente se asegurará de que esté protegido. Jamás volverá a seguir los consejos de su padre en ese sentido. Por hacerlo, Ariel sufrió solo en manos de esa loca. —Ahora resulta que la culpa es mía —dice el padre con pena. —No, no, papá —interviene Ariel al ver la mirada triste de su padre depositada en él—. Vamos, Mano, Isma, fue mi culpa, no de papá. Yo debí venir corriendo a hablar con él en cuanto ella me raptó la primera vez. Aunque no se lo dijera a ustedes, no debí ocultárselo a papá. Perdóname por eso; no es que no confíe en ti, papá, es que me daba vergüenza. —¿Pero te raptó más de una vez? —preguntan Marlon e Ismael al unísono. Ariel baja la cabeza avergonzado y es nuevamente abrazado por su padre. Sus hermanos guardan silencio mientras escuchan a su padre decir que la culpa es de todos. Lo habían puesto en esa situación después del accidente. —Vamos, Ari, deja de sentir vergüen
Todos ríen felices alrededor de la hermosa mesa en la terraza. Después de desayunar, permanecen compartiendo historias entre ellos, la mayoría sobre Ariel cuando era niño y las travesuras que hacía con sus hermanos adolescentes. Se abrazan y acarician, como si temieran que este momento precioso pudiera desvanecerse.Los esposos Rhys, con Ariel entre ellos, no dejan de observarlo. Cada cierto tiempo, casi inconscientemente, lo acarician, le arreglan la ropa o el cabello, insisten en que coma más. Él se deja mimar sin protestar, contrario a como solía hacer antes, sintiendo también esa necesidad del cuidado paternal. Sin importarle quien los observe, a veces recuesta su cabeza en el pecho de su padre o en el de su madre.—¡Vaya niño mimado que tenemos aquí! Se merece unas buenas reprimendas —dice la abuela de Camelia con una sonrisa pícara.—¡Abuela! —exclama Camelia, abochornada.Las risas inundan la terraza mientras todos se ponen de pie para recibir a la señora Gisela, que llega junt
Un profundo silencio se instala entre ellos ante las palabras de Ismael Rhys. Nadie sabe qué pensar. Son conscientes de sus problemas mentales y en estos momentos dudan. El que los dirige se acerca despacio y le pregunta directamente si es cierto que tendrían una reserva propia, aunque esté contaminada por elementos indeseables.—¿Está seguro de que es nuestra? —insiste el hombre—. Su hermano Marlon ordenó derribarlo todo.—Papá se lo prohibió a Mano y me lo acaba de entregar. Vamos, muchachos —contesta con firmeza Ismael, pero al ver la duda persistente en sus rostros, agrega—: ¿No confían en mí?—Con todo respeto, jefe, pero todos sabemos que solo le interesan los aviones. No creo que su padre lo ponga al frente de otros negocios —responde el soldado a su lado.—¡Ja, ja, ja! —ríe divertido Ismael sin ofenderse—. Es verdad, tendrán que construirme un aeropuerto allá. Ese pueblo es suyo, así que díganle al mayor que vaya y se encargue de la limpieza, empezando por la policía.—¿Es en
En el jardín, Camelia sigue a Ariel después de dejar en su habitación a la abuela, quien quiso descansar un poco. Sabe que, aunque no dice nada, todo lo sucedido con su padre le afecta profundamente. Es su único hijo, y ella pensó que había hecho un buen trabajo criándolo sola y educándolo. Está realmente triste y decepcionada, aún cuando se muestra firme y valiente por ella.—¿En qué piensas, Cami? —pregunta Ariel al escucharla suspirar constantemente.—En mi abuela. No dice nada, pero yo sé que no está bien —confiesa de inmediato.—Félix me dijo que su condición no era tan seria, que es cuestión de seguir el tratamiento correcto al pie de la letra para que no se descompense. Aquí la cuidaremos mucho —dice Ariel tomando una de sus manos.—Gracias, amor. También me lo dijo a mí. Me preocupa que esté tan triste y decepcionada con papá —corresponde Camelia acariciando su mano.Ariel la observa y la atrae hacia sí. Luego la besa en la frente, asegurándole que no debe preocuparse. Gisela
Por su parte, Ariel rebuscaba en su bolsillo. Sintió muy claro cuando su padre colocó una caja en él. La encuentra, se acerca de espaldas a su novia, que está justo como él imaginó. Se gira y, despacio, coloca una rodilla en el suelo. Camelia ahora pone toda su atención en él, sin poder creer lo que está presenciando.—Camelia Oduarte, llegaste a mí en una noche oscura y tenebrosa como mi vida, un día de San Valentín. Me pediste el favor más inaudito, desconcertante e increíble. Sin embargo, dentro del miedo que experimenté al mirarme en tus ojos, al mismo tiempo sentí que eras exactamente lo que necesitaba. No puedo encontrar el momento exacto en que empecé a amarte; quizás fue justo cuando vi tu mirada cristalina, asombrada y sincera, o tal vez cuando me sonreías en el instante en que te hice mía. Cami, eso no es importante ahora, sino que sé dónde quiero que continúe este amor. Por favor, ¿puedes dejar, si no es mucho pedir y si opinas que me lo merezco, que sea en tus brazos? —pre
Camelia hablaba con la mirada baja y expresión apenada ante su abuela. Estaba completamente sonrojada, sin valor para contarle toda la verdad. Sentía mucha vergüenza de confesarle que fue ella quien se acercó a Ariel y le solicitó aquel favor.Su abuela la observaba en silencio, antes de extender su mano para acariciarle la mejilla. Camelia, sentada en el suelo frente a ella, apoyaba sus manos en las rodillas de su abuela, quien le acariciaba con cariño el rostro y la cabeza. Había sido ella quien habló con Ariel Rhys padre y le pidió que procurara casarlos lo antes posible; le hizo prometer que cuidaría de su querida nieta si algo le pasaba a ella. Pudo darse cuenta de que se amaban profundamente; las acciones de ambos lo habían demostrado a todos.Sabía que su nieta se había entregado a su prometido, y por ello debían casarse cuanto antes, se dijo. Cuando Nadia le contó cómo había sucedido todo, y cómo Ariel después de aquello no abandonó a su nieta, eso le dio la seguridad de que