174. CAZANDO RATAS

Todos ríen felices alrededor de la hermosa mesa en la terraza. Después de desayunar, permanecen compartiendo historias entre ellos, la mayoría sobre Ariel cuando era niño y las travesuras que hacía con sus hermanos adolescentes. Se abrazan y acarician, como si temieran que este momento precioso pudiera desvanecerse.

Los esposos Rhys, con Ariel entre ellos, no dejan de observarlo. Cada cierto tiempo, casi inconscientemente, lo acarician, le arreglan la ropa o el cabello, insisten en que coma más. Él se deja mimar sin protestar, contrario a como solía hacer antes, sintiendo también esa necesidad del cuidado paternal. Sin importarle quien los observe, a veces recuesta su cabeza en el pecho de su padre o en el de su madre.

—¡Vaya niño mimado que tenemos aquí! Se merece unas buenas reprimendas —dice la abuela de Camelia con una sonrisa pícara.

—¡Abuela! —exclama Camelia, abochornada.

Las risas inundan la terraza mientras todos se ponen de pie para recibir a la señora Gisela, que llega junt
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