Por su parte, Ariel rebuscaba en su bolsillo. Sintió muy claro cuando su padre colocó una caja en él. La encuentra, se acerca de espaldas a su novia, que está justo como él imaginó. Se gira y, despacio, coloca una rodilla en el suelo. Camelia ahora pone toda su atención en él, sin poder creer lo que está presenciando.—Camelia Oduarte, llegaste a mí en una noche oscura y tenebrosa como mi vida, un día de San Valentín. Me pediste el favor más inaudito, desconcertante e increíble. Sin embargo, dentro del miedo que experimenté al mirarme en tus ojos, al mismo tiempo sentí que eras exactamente lo que necesitaba. No puedo encontrar el momento exacto en que empecé a amarte; quizás fue justo cuando vi tu mirada cristalina, asombrada y sincera, o tal vez cuando me sonreías en el instante en que te hice mía. Cami, eso no es importante ahora, sino que sé dónde quiero que continúe este amor. Por favor, ¿puedes dejar, si no es mucho pedir y si opinas que me lo merezco, que sea en tus brazos? —pre
Camelia hablaba con la mirada baja y expresión apenada ante su abuela. Estaba completamente sonrojada, sin valor para contarle toda la verdad. Sentía mucha vergüenza de confesarle que fue ella quien se acercó a Ariel y le solicitó aquel favor.Su abuela la observaba en silencio, antes de extender su mano para acariciarle la mejilla. Camelia, sentada en el suelo frente a ella, apoyaba sus manos en las rodillas de su abuela, quien le acariciaba con cariño el rostro y la cabeza. Había sido ella quien habló con Ariel Rhys padre y le pidió que procurara casarlos lo antes posible; le hizo prometer que cuidaría de su querida nieta si algo le pasaba a ella. Pudo darse cuenta de que se amaban profundamente; las acciones de ambos lo habían demostrado a todos.Sabía que su nieta se había entregado a su prometido, y por ello debían casarse cuanto antes, se dijo. Cuando Nadia le contó cómo había sucedido todo, y cómo Ariel después de aquello no abandonó a su nieta, eso le dio la seguridad de que
Mientras la abraza, le dice que ella la había salvado. La había traído a la ciudad y apoyado en la universidad. Gracias a ella había escapado de las garras de sus padres y su hermana.—Sí, me salvaste, abuela. Al no poner la fábrica a nombre de papá, por el miedo a perderla, me dejaron tranquila. ¡Me salvaste, abuela, me salvaste! —y se echa a llorar abrazada a la anciana, llenándola de besos.La abuela la estrecha muy fuerte, emocionada al escuchar las palabras de su nieta. La puerta se abre de golpe para dejar entrar a una alocada Nadia, seguida por su madre con el bebé.—¿Cómo que te casas hoy y no sé nada? —pregunta en su tono burlón—. ¡No tengo un vestido decente, y soy tu dama de honor principal! ¡No aceptaré a nadie más, ese puesto nadie me lo va a quitar!—Hola, Nadia. Fue solo hace una hora que dij
La señora Aurora se dirige a la planta baja, donde está la habitación de la abuela Gisela. Al llegar, escucha risas y alegría. Toca suavemente y Camelia abre.—Hija, disculpa que interrumpa, pero creo que si no vas a ver a tu novio, no se va a dormir y le hace mucha falta —le pide con suavidad.Camelia se asusta de inmediato preguntando si se siente mal. La señora Aurora se apresura a negarlo, pero le recuerda que todavía no se ha recuperado del todo y con tanto ajetreo, se ha cansado mucho. Con cariño le pide que vaya a verlo un momento. Luego deberá regresar para probarse el vestido de novia, ya los han traído y espera que alguno le guste.—No se preocupe, sé que sus nueras y usted tienen buen gusto, alguno me servirá —dice Camelia con sencillez.Nadia, que las había estado escuchando, interviene diciendo que ella también eligió algunos. Tam
Con los dedos temblorosos, marca nuevamente el número del banco. La espera del tono de llamada se le hace eterna mientras su mente repasa frenéticamente cada documento firmado, cada acuerdo sellado, cada funcionario comprado. En alguna parte tenía que estar el error, y ella iba a encontrarlo.—Tiene que ser un error —repite como un mantra, tratando de convencerse a sí misma—. Simplemente tiene que serlo.—Señor Dubois, soy Mailen nuevamente —su voz, habitualmente controlada, traiciona un dejo de desesperación—. Necesito que me confirme... ¿es cierto que una orden judicial ha congelado todas mis cuentas?—En efecto, señora —la voz del director del banco suena con formalidad profesional—. Tengo la orden judicial frente a mí. Puedo enviársela de inmediato si lo desea.—Por favor, hágalo —exige con un hilo de voz—. Neces
La furia arde en los ojos felinos de Mailen mientras lo observa. Ella, una mujer acostumbrada a conseguirlo todo en la vida gracias al poder de su deslumbrante belleza, no puede digerir que Ariel Rhys se mantenga inmune a sus encantos. Como una reina destronada, ella que siempre ha manipulado a los hombres a su antojo, lo enfrenta con un desdén que apenas disimula su frustración.—¿Tu parte? —exclama con indignación desbordante—. ¡Tu parte fue un fracaso estrepitoso! Ariel y Camelia siguen juntos como dos tórtolos, ¡y ahora alguien se atreve a atacarme aquí, en mi propio territorio! —Se aproxima a él como una pantera acechando a su presa, cada músculo de su cuerpo tenso por la ira contenida—. ¿De verdad crees que mereces que te pague después de semejante desastre?Manuel retrocede un paso calculado, pero mantiene esa sonrisa burlona que tanto la irrita. No puede
Con delicadeza, Camelia se desenreda del abrazo de Ariel, conteniendo la respiración para no perturbarlo. Lo observa dormir plácidamente, su pecho subiendo y bajando con cada respiración tranquila. Una oleada de ternura la invade mientras contempla su rostro sereno, todavía maravillada ante la idea de que en pocas horas será su esposo. Con dedos suaves, aparta algunos mechones rebeldes de su frente, permitiéndose memorizar cada detalle de sus facciones. Se inclina y deposita un beso ligero como una pluma sobre sus labios, temiendo romper su descanso.Al incorporarse y dirigirse hacia la puerta, se encuentra con el doctor Félix en el umbral.—Hola doctor —susurra, llevándose instintivamente un dedo a los labios—. Acaba de conciliar el sueño.—No te preocupes —responde él en el mismo tono bajo—. Solo le pondré el suero para mantenerlo nutrido. Ve tranqu
Camelia mira su reflejo en el espejo con una mezcla de emociones contradictorias. El vestido, aunque hermoso, cuelga suelto sobre su figura, recordándole dolorosamente lo mucho que ha adelgazado en los últimos meses. Sus ojos se nublan por un momento, pensando en todas las noches de insomnio y preocupación que la han llevado a este punto.—Claro que sí, ven, deja que te lo cierre —dice la empleada con voz tranquilizadora—. Como tu abuela no sabía tu talla, le hicimos un cierre que se recoge. ¿Dime dónde sientes que está bien?La empleada le explica mientras aprieta unos cordones en la parte posterior del vestido, que terminan por entallarlo completamente al esbelto cuerpo de Camelia, quien sonríe feliz. Gira una y otra vez mirándose como si no lo pudiera creer, le parece estar soñando, todo ha sido de una manera única en su relación con Ariel desde el pr