6 UN HECHO MUY INTERESANTE

 Ariel la observaba como hablaba nerviosa delante de él. Nunca, pero nunca, en todos los años que tenía acostándose con mujeres, se había topado con una que fuera virgen. Y mira que la lista era larga, pero todas ya habían sido estrenadas. Tampoco nunca le interesó buscar una que lo fuera, por miedo a que tuviera que casarse. Se quedó quieto pensando, ¿cómo sería ser el primero en todo con una mujer? 

 La noche de pronto se volvió más que interesante para Ariel Rhys. Ella seguía estrujándose las manos nerviosamente, mientras lo miraba suplicante, en espera que él iniciara.  Acortó la distancia que los separaba, con suaves movimientos deshizo el nudo de la bata que se había colocado Camelia, que dejó ver su cuerpo completamente desnudo. 

Ariel abrió sus ojos sin poderlo evitar, levantó las manos hasta los hombros de Camelia que lo miraba expectante, y dejó que la bata rodara despacio al caer por el cuerpo de la chica.  ¡Era la mujer más hermosa que había visto en su vida! El patito feo que había entrado en su oficina, estaba convertida en un hermoso cisne delante de él. Una verdadera belleza natural, porque estaba claro que esta chica no se había hecho una sola cirugía.

  Todas las mujeres con las que acostumbraba a salir, habían pasado por ellas, para hacer crecer sus pechos; o sus curvas; o arreglarse no sé qué. Con extensiones de cabellos falsos, uñas postizas,  y sonrisas programadas. Dispuestas a hacer todas sus fantasías sexuales realidad. Y que se le hacían últimamente burdas actuaciones. ¿Cómo sería estar con una mujer natural y que encima de eso era una belleza y no sabía absolutamente nada?

   Ariel la miró ahora con otros ojos. Camelia era una belleza natural, y se notaba que ella se sentía satisfecha con lo que era, no había hecho ese gesto que todas hacen, de cubrirse cuando un hombre las desnuda. No, ella se había quedado allí con sus brazos a los lados, dejándose observar. Era una criatura única, con rasgos encantadores. 

 Su rostro, sin una gota de maquillaje, era lo más hermoso que había visto, porque no recordaba ahora mismo, haber visto una mujer de las que llevaba a la cama, sin pintura jamás, con la piel tan pulcramente limpia como la de esta chica y seguía siendo hermosa. Ella tenía un gran atractivo natural y parecía que no lo sabía.

 —Señor —la voz de ella, lo hizo regresar a la realidad— sé…, sé que no soy su tipo de mujer, por eso si quiere apagamos la luz.

 —¡No! —gritó sin darse cuenta—. Quiero verla Camelia, es usted realmente hermosa. No quiero que apague la luz.

  Camelia lo miró fijamente sin apenas entender lo que le decía, porque ya su cuerpo ardía del calor desesperante. Con el baño de agua helada le había bajado un poco la temperatura, pero ahora ya le era imposible esperar más. Sus ojos se llenaron de lágrimas, al ver que Ariel aún no hacía nada por aliviarla. Se aguantaba todo lo que podía.

 —Señor…— gimió mirándolo suplicante.

  Lo vio acercarse decidido, tomarla en sus brazos y depositarla en la cama, quitando sin preámbulos la toalla de su cadera, dejando ver su prominente miembro erguido, al colocarse un preservativo. Para luego acostarse encima de ella, con cuidado comenzar a besarla.

 —No tema, relájese, la cuidaré —susurró en su oído. Sin embargo, a pesar de la droga, ella temía lo que iba a pasar. Su cuerpo temblaba incontrolablemente— vamos, seré cuidadoso, deje de temblar, no tenga miedo. 

  Camelia soltó todo el aire que tenía retenido, tratando de seguir el consejo de relajarse. Ariel comenzó de a poco a besarle los ojos, el rostro, un leve roce en los labios temblorosos, tímidos, al mismo tiempo hambrientos de más. El sabor a menta, junto al suave olor a lavanda, lo llenaron por completo. Y le atrapó con vehemencia desmedida sus carnosos labios, en un beso salvaje, saboreando y sintiéndose un explorador, al saber que era el primero en descubrir y probar esos sabrosos labios, que le seguían con torpeza. Lo alargó lo suficiente, hasta que el aire les faltó, se separó un instante para mirar su imagen reflejada en la mirada incrédula de Camelia.

  Despacio separó el cabello que cubría una parte del hermoso rostro de la chica, que no apartaba su mirada inocente e ingenua de él. Comenzó a acariciar su cuerpo, ella lo abrazó tímidamente. Mientras él disfrutaba de besar su rostro, rozar su nariz por la suave y tierna piel de su mejilla. Le parecía estar paseando por un jardín lleno de flores silvestres, el aroma tan suave que destilaba la piel fresca de Camelia, lo hacía querer disfrutar más de esta nueva sensación. Recorría todo su rostro, propinándole pequeños besos, para irremediablemente volver atrapar sus hinchados labios, en un frenético beso. Más sereno, sin dejar de ser energético y ávido de más.

  Ariel, no comprendía lo que le estaba pasando con esta chica. Por primera vez su cuerpo, al dar un beso, experimentaba desconocidas sensaciones, sentía como si flotara. Mientras una gran energía le recorría su enervado cuerpo, y lo impulsaba a devorar el cuerpo virginal de Camelia, que lo miraba sorprendida, anhelante, deseosa y atemorizada al mismo tiempo.

  Ella comenzó ante lo que su cuerpo le exigía, a recorrer primero tímidamente la escultural espalda de Ariel con ambas manos, deslizándolas hasta llegar a sus perfectos y duros glúteos. Sin saber apenas lo que esto provocaría, los apretó con fuerza impulsándolo contra su pelvis. Los besos, el roce de su lengua, exigiendo que abriera la boca, provocaban que su centro palpitara. Jadeó, enloquecida, abrió sus piernas entregándose al hombre, que la devoraba con meticulosa maestría.

 Ariel la estrechó contra su cuerpo, por su cintura, deslizó ambas manos hasta sus nalgas, las aferró con fuerza, sacándole otro gemido, sintiéndola rendida, entregada por completo. El aroma intoxicante de Camelia lo enloquecía, también era su primera vez en iniciar a una mujer, y quería hacerlo bien. Volvió a su boca sin aliento, las respiraciones agitadas, la besó despacio, hasta sentir como Camelia se prendía de su labio inferior y lo mordía con fuerza.

 Gimió al sentir un verdadero corrientazo bajar hasta su miembro, y un nudo de placer ligado al dolor se hizo presente. Ella dejó deslizar su labio entre sus dientes, al Ariel separarse para mirarla sorprendido hasta soltarlo, sintiendo como su corazón latía desbocadamente, al mismo ritmo de su excitado miembro.  ¿Qué diablos había sido eso?

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