Ariel percibió con claridad cómo el capitán Miller miraba a Camelia. Aunque trataba de ser discreto, había algo en la intensidad de sus ojos que no pasó desapercibido para él. Sabía que su esposa era una mujer hermosa, de esas que llaman la atención en cualquier lugar, pero la profundidad en la mirada del capitán activó de inmediato sus alarmas internas. Aunque Ariel no se consideraba celoso, esa sensación lo llevó a observar la situación desde una nueva perspectiva. —Bueno, ya que éramos vecinos, Miller —dijo Camelia con una naturalidad que sorprendió ligeramente a Ariel, tuteando al capitán sin el menor reparo—, indícame, por favor, dónde está la información sobre los posibles padres del bebé. Miller la observó por un fugaz instante antes de desviar la mirada hacia Ariel, quien permanecía en silencio pero atento, con una leve rigidez en sus facciones. Ante la actitud amistosa de Camelia, Miller avanzó hacia el escritorio, abrió una de las gavetas y sacó un sobre. Mientras lo hac
Con la inquietud instalada como un peso en su pecho, Ariel se apartó un poco junto a Félix para que nadie más pudiera escuchar su conversación. Aunque los hijos que habían aparecido, confirmándose como los legítimos herederos de su hermano, Ariel no podía sacudirse la sensación de angustia. Recordaba con demasiada claridad los episodios relacionados con Mailén y el pánico de imaginar que tal vez existieran embriones suyos dispersos por el mundo. Ese constante temor se afianzaba cada vez que recordaba el extraño mensaje del joven que afirmaba ser uno de los hijos perdidos de Marlon, rogando ayuda para él y sus supuestos hermanos y primos. —Félix —susurró Ariel, con gravedad—, hace tiempo quería preguntarte algo. ¿Recuerdas que te conté cómo Mailén llevó a un médico mientras estuve secuestrado para extraer mi esperma? Porque yo… yo no lo entregaba voluntariamente. Félix asintió confundido, no lograba imaginar hacia dónde quería ir Ariel con aquel comentario, pero el tono de su ami
Para el alivio de Ariel, su esposa no volvió a descuidar jamás sus responsabilidades con sus hijos. Cumplió su promesa y ahora solo iba al trabajo dos o tres veces por semana, asegurándose de priorizar a su familia. El capitán Miller, entretanto, había empezado a sentirse más cómodo gracias a la confianza natural con la que Camelia lo trataba. Poco a poco, se fue relajando en su presencia y comenzó a relacionarse con ella como si fueran viejos amigos. No solo la acompañaba a las reuniones de la asociación y a eventos externos, bajo la excusa de "aprender", sino que encontraba el modo de estar presente en gran parte de su día a día, siendo un apoyo constante. Sin embargo, Camelia, ocupada de nuevo entre las exigencias diarias y el equilibrio de su rol como madre y esposa, no se percataba de los verdaderos sentimientos del capitán. Para Ariel, en cambio, la preocupación era evidente. Aunque confiaba tanto en su hermano Ismael como en la amistad que lo unía con Miller, era incapaz de
Clavel y Camelia se habían marchado, dejando al capitán Miller en la entrada, observando cómo se alejaban abrazadas, riendo y felices. Exhaló con fuerza, soltando el aire contenido, y regresó a su despacho. Ese día, como tantas otras veces, había acompañado a Camelia a diversas reuniones, siendo testigo de cuántas veces Ariel había declinado las peticiones de su esposa debido a sus responsabilidades en la editorial. Camelia, tras buscar apoyo en Marlon o Ismael, terminaba llamándolo a él, quien nunca se negaba. Miller sentía cada vez más que Camelia merecía algo mejor, alguien que le pudiera brindar la atención y el respeto que, creía él, Ariel no le estaba dando. Con esa idea fija, después de una de las reuniones de la asociación, Miller había tomado una decisión: confesaría sus sentimientos a Camelia. Estaba dispuesto a llevársela lejos y ofrecerle la felicidad que creía que ella no tenía. Aunque con ello traicionara la confianza de Ismael, quien en reiteradas ocasiones le había a
Ariel se encontraba ese día enfrascado en la revisión de varias novelas. Quería terminar de escoger una para enviar a publicación y aliviar un poco la presión en la editorial. Perdido entre tramas y personajes, apenas notaba el paso del tiempo cuando su teléfono comenzó a sonar insistentemente. Al ver que la llamada era de su hermano Ismael, contestó de inmediato, sin sospechar lo que estaba a punto de escuchar. —Ariel, ven a salvar a tu esposa Camelia —le soltó Ismael sin preámbulos, con urgencia. Ariel sintió como si la alarma de un incendio se activara en su pecho. Soltó los papeles que tenía en las manos y se levantó de golpe. —¿Qué sucedió ahora? —preguntó apresuradamente mientras salía de su oficina y pulsaba con fuerza el botón del elevador—. ¿Los niños están bien? ¿Ha pasado algo grave? Ismael, al notar en su tono que había alarmado a su hermano más de la cuenta, trató de calmarlo. —Disculpa por asustarte, Ari —se apresuró a aclarar—. No se trata de nada de lo que est
Desde que el capitán la expulsara de la asociación, no había vuelto a aparecer por allí al enterarse de que ni Camelia ni Ariel estaban asistiendo al lugar. Los meses pasaban, y ella seguía planeando su venganza. Era la hija de la abogada y hermana de Leandro, Valeria Martínez, que la tuvo con un maleante después de que muriera su esposo, quien fue anotado como su padre. Marlon la había encarcelado, donde sufrió una enorme golpiza a manos de las mismas mujeres que trabajaban para ella y que, por su culpa, también habían terminado tras las rejas.Había quedado incapacitada, apenas podía moverse. Debido a la gran golpiza, sufrió un derrame cerebral que la dejó paralizada de un lado. No podía hablar bien, ni moverse. Sin embargo, eso no significó que la sacaran de la cárcel. Lucrecia había logrado, después de muchos años, dar con ella.
Ariel se detiene y se pasa una mano por el cabello, visiblemente perturbado por toda la situación. La aparición de Lucrecia en la editorial le preocupa mucho.—Lo sé, Nadia, ella ni siquiera se ha dado cuenta de que está interesado en ella. La conoces —le confiesa Ariel en confianza; Nadia y Ricardo han pasado a ser también sus mejores amigos—. El mundo es cruel. No puedo negar que ella anda para todos lados con él.—¿Sola? —se asombra Nadia.—No, no sola, con Ernesto, Israel y los demás guardias —aclara Ariel—. Sabes cómo inventan chismes. Ayer mismo se fue con él a bañarse a un club con los niños. Ernesto llamó a mi hermano Ismael, y él a mí, para acallar los rumores, y Cami, ¡ni enterada se dio! Cuando le pregunté qué hacía allí, dice que no lo invitó, que estaba ahí
Ariel estaba horrorizado con la historia; pensaba que el problema era más serio de lo que había previsto. Debía poner más guardias para cuidar de su esposa e hijos, mientras escuchaba la escalofriante narrativa que seguía relatando Nadia. Según ella, una noche su esposa se encontraba sola en el apartamento y vio al indigente señalando su casa desde la calle, a unos metros de donde se bajaron unos tipos fornidos.—¡Jesús! —exclamó Nadia, todavía asustada al recordarlo—. Menos mal que Richard apareció en ese momento, junto a unos amigos de él con quienes habíamos acordado ver unas películas en la casa, y afortunadamente impidieron una desgracia llamando a la policía. El portero nos dijo que ellos se dedicaban a robar chicas.Ariel la miró con incredulidad, aún sin poder creer que su esposa se hubiera expuesto de esa manera