Salta asustada al escuchar la voz de su madre, que se ha acercado en su silla de ruedas sin que ellas la percibieran.—Sé sincera, Camelia —Lirio extiende sus brazos hacia ella—, ven aquí, deja que te abrace.Camelia no se hace esperar; corre a arrodillarse frente a su madre y la estrecha con verdadero amor, escondiendo la cabeza en el pecho de Lirio mientras llora desconsoladamente. Su mamá la acaricia el cabello con ternura y continúa hablando.—Sé sincera con Ariel, él no debió gritarte eso, pero tú tampoco debiste decir lo que dijiste tan fácilmente —la regaña con firmeza—. El matrimonio es una ardua tarea, hija; no puede ser solo uno el que se esfuerce para que todo salga bien. No, los dos deben jalar parejo o no irán a ninguna parte.—No sé ni por qué dije eso, jamás quiero separarme de Ari; yo lo amo con to
Ambos han terminado la primera ronda de placer. Se quedan así, en silencio, mirándose un momento con miedo. Y es entonces cuando recuerdan lo que su psicólogo les explicó en la última consulta. Como si esas palabras fueran ahora su salvación:“En la relación de pareja, no existe un ganador ni un perdedor. O ganan o pierden los dos. Amarse es dejar el orgullo a un lado y analizar aquellos errores o discordancias que los hicieron discutir. Deben encontrar la solución juntos para crecer como pareja; es lo correcto.”—Debemos ir a verlo cuanto antes, Cami —susurró Ariel contra su boca—. Tenía razón; no estamos listos todavía. Esto que pasó hoy no puede volver a suceder.—De acuerdo, haré todo lo que digas, pero no quiero divorciarme —acepta de inmediato, sintiendo el miedo a perderlo taladrar cada fibra de su ser.Se
Una figura agazapada detrás de una columna del pasillo ha escuchado toda la conversación que mantuvo Camelia con sus guardias, y luego la ha visto salir corriendo con cara de pánico, seguida de Ernesto e Israel. Sonríe para sus adentros, satisfecha con todo. Sale despacio y se sienta en un banco, mirando algo en su teléfono. Tiene aproximadamente veinte años y viste de una manera provocativa. La joven es delgada y de cuerpo muy bien formado, lo cual se empeña en resaltar. Tiene las orejas llenas de aretes, un piercing en la nariz, otro en la lengua y el labio, así como en su ombligo, que asoma por debajo de la blusa corta. Sus manos están adornadas con pulseras de pinchos y anillos de extrañas figuras, destacando los que tienen forma de calavera. Viste completamente de negro. Un chico vestido con el mismo estilo se detiene a su lado y la besa en la mejilla mientras se asoma a lo que ella lee en su teléfono.—¿Otra vez investigando a Ariel Rhys? —dice al ver la foto en la pantalla d
Camelia se echa a llorar desconsoladamente al darse cuenta de que sí, que tiene un serio problema. Ella, que obligó a todos a venir precisamente al cumpleaños que su suegra organiza cada año a sus pequeños, lo había olvidado por completo. Y se percata de que debe hacer algo urgente; no puede seguir de esa manera, piensa sin dejar de llorar.—No, no, Cami, no llores, por favor —trata de calmarla Ariel, dándose cuenta de que el problema es más serio de lo que había calculado. Deben tomar medidas urgentes o perderá a Camelia y, con ella, a toda su familia y estabilidad emocional. Sigue tratando de calmarla mientras ella no deja de llorar desconsoladamente. Cuando lo logra, le asegura que todo está bien, que tiene un plan. Mientras le habla, la hace entrar de nuevo en la ducha, dejando que el agua corra por su cabeza, hasta que ve que se calma.—Cami, esto nos demuestra que no hemos superado nada. Son demasiadas cosas con las que estamos luchando —la ayuda a quitar todo el jabón del cuer
Lucrecia comenzó a dirigirse hacia el lugar que le había indicado Luis. La gente, envuelta en el éxtasis de luces y sonidos, bailaba y gritaba sin parar. Sin embargo, cuando el DJ tomó el control, la algarabía se volvió ensordecedora. La explosión de fuego, luces y música convirtió el espectáculo en algo emocionante e indescriptible para ella, que finalmente llegó al baño.Después de esperar su turno para entrar, hizo sus necesidades y lavó un poco su cara para espabilarse. Al salir, vio a Luis esperándola.—¿Por qué te demoraste tanto? —preguntó con ansiedad—. Pensé que alguien te había atrapado.—¿Quién podría atraparme a mí? —rió Lucrecia y lo abrazó—. Vamos, hacia nuestra mesa.—No, ya tenemos que ir al reservado —la detuvo Luis—. Mira, te traje una botella de agua.—¡Qué bien, gracias! Justo lo que me hacía falta —y, sin pensarlo dos veces, se empinó la botella y la bebió toda de un golpe, ante la mirada complacida de su nuevo amigo, que la tiró de una mano mientras se adentraban
Ariel miraba a su esposa con seriedad. No podía entender cómo ella no veía lo malo en las personas, a pesar de todo lo que había vivido desde su nacimiento. Luego, dirigió la mirada hacia el mar, soltando un profundo suspiro antes de intentar hablar con suavidad.—Cami…, bella. ¿Es en serio? A pesar de lo que nos está pasando, ¿no puedes ver lo malo en las personas? —preguntó, sintiéndose frustrado—. No estoy diciendo que sea verdad lo que dijeron sobre Lucrecia, que está enamorada de mí. Pero no puedes negar que desde que la encontré no me deja tranquilo.Camelia lo observó en silencio, tratando de recordar todas las cosas vividas con Lucrecia que ella había dejado pasar por alto y justificaba. Sin embargo, las imágenes de la joven golpeada y ensangrentada no se alejaban de su mente, y hasta se veía reflejada en ella el d&ia
Marlon Rhys cuelga el teléfono y se queda pensativo. Ariel acaba de llamarlo para informarle que se quedará un mes en la isla y que debe verificar no solo el trabajo de la pequeña editorial que dirige Ricardo, con Nadia como asistente ejecutiva, sino que también le pide que investigue al militar que Ismael propuso para dirigir la asociación. Con un suspiro, toma la foto familiar que tiene en su buró. Luego, abre una gaveta donde guarda la prueba de paternidad que le dejó el joven: ¿Dónde estará?Lo ha buscado por todas partes sin resultados; es como si se lo hubiera tragado la tierra. Descubrieron a un tal Reutilio Miravalles, un exitoso hombre de negocios, aunque nadie sabe de dónde salió. Parece ser un hombre correcto y apenas sale de su casa. Como le dijo el detective, todo está detenido y la búsqueda de los hijos perdidos no parece que avanzará.—Se&ntil
Lucrecia sigue recordando su primer encuentro con Ariel. Tras tomar la tarjeta que él le había otorgado, se limpia una lágrima y lo mira, incrédula de que su madre realmente haya logrado ayudarla. A pesar de lo que le acaba de suceder en el club, salió justo a tiempo para encontrarse con Ariel Rhys, por lo que, decidida, continuó con el plan.—¿De verdad eres lo que dice aquí? ¿Pueden ayudarme? —Luego recordó lo que había dicho, que no era una sin hogar—. No me gustaría llegar a casa en este estado, mis padres no me lo perdonarían.—¿De verdad? ¿Y qué haces aquí a estas horas? —preguntó el jefe de seguridad de Ariel.—Es una larga historia. Les juro que no me dedico a lo que parece. Un amigo mío me invitó a una fiesta anoche y, al parecer, me vendió —respondió con sinceridad