Lucrecia sigue recordando su primer encuentro con Ariel. Tras tomar la tarjeta que él le había otorgado, se limpia una lágrima y lo mira, incrédula de que su madre realmente haya logrado ayudarla. A pesar de lo que le acaba de suceder en el club, salió justo a tiempo para encontrarse con Ariel Rhys, por lo que, decidida, continuó con el plan.
—¿De verdad eres lo que dice aquí? ¿Pueden ayudarme? —Luego recordó lo que había dicho, que no era una sin hogar—. No me gustaría llegar a casa en este estado, mis padres no me lo perdonarían.—¿De verdad? ¿Y qué haces aquí a estas horas? —preguntó el jefe de seguridad de Ariel.—Es una larga historia. Les juro que no me dedico a lo que parece. Un amigo mío me invitó a una fiesta anoche y, al parecer, me vendió —respondió con sinceridadCamelia se levantó rauda, como todos los días, y corrió a meterse en el baño, cuando vio aparecer al adormilado Ariel en la puerta. Ella le preguntó:—¿Qué haces, cariño, levantado tan temprano? Aún no ha salido el sol.—Tengo un montón de cosas que hacer. Debo ver si al fin consigo resolver el problema de Lucrecia y ese bebé que no deja de llorar... —se detiene al notar cómo su esposo la observa y es en ese momento que se da cuenta de que no va a ir a trabajar, y que todo lo que acaba de decir no tiene sentido.Camelia se congela y mira a Ariel con un poco de vergüenza. ¿Qué rayos le pasa? Tiene que desintoxicarse de ese trabajo; es como si fuera una droga para ella.—Disculpa, Ari, es la costumbre —balbucea.—¿Quieres que vayamos a nadar? —pregunta Ariel sin darle importancia—. A esta hora, el agua, c
La vida no siempre es justa con quienes creen haber hecho todo correctamente en sus vidas. Este es precisamente el caso del capitán retirado Lorenzo Miller. Toda su familia se dedicó por completo al ejército y al servicio de su país. Una bomba vino a truncar su carrera y su futuro; no solo hirió su cuerpo, que se recuperó poco a poco, sino que también afectó su cerebro, dejándolo incapacitado para servir, ni siquiera en un puesto de oficina dentro del ejército, y mucho menos en la política. Por ello, se alejó de su familia y de su ciudad, y vino en busca de Ismael.Ismael y él habían sido compañeros, no solo en el ejército, sino también en el colegio y la universidad. Compartieron durante mucho tiempo el apartamento en el que vivían. Habían sido cómplices de juergas y travesuras. Se conocían mutuamente todos sus secretos, hasta
Después de amarse en la arena, Ariel y Camelia volvieron a meterse en el mar y corrieron hacia la casa. Se introdujeron en silencio en el baño, donde volvieron a entregarse al amor hasta que escucharon cómo son llamados por sus hijos. Tuvieron a bien poner la cerradura en la puerta del baño. —¡Niños! —los llama Ariel—, súbanse a la cama que ya salimos. —Sí, papá. ¿Mamá está aquí, no se fue? —escucha la voz de Alhelí. —Sí, cariño, aquí estoy. Mamá no se va a ningún lugar sin ti —le responde Camelia, con un nudo en la garganta al percibir la desconfianza en la voz de su pequeña. Ariel, que ha salido de la ducha y se está secando, no dice nada. Solo continúa haciendo lo que hace, empeñado en secarse y salir a ver a los niños. La ve d
Por su parte, Miller estaba sorprendido escuchando toda la historia que le contaba su amigo. Confesó que él no se había casado y que esa era la segunda cosa en la que quería que lo ayudara, como había mencionado al llegar. Pretendía casarse lo antes posible y formar una familia. —Quiero encontrar a aquella chica introvertida que me gustaba mucho y que vivía frente a mi edificio. ¿Te acuerdas de que te hablé de ella? —preguntó Miller—. Quizás con alguien como ella pueda lograrlo. ¿Qué opinas? —¡Claro que sí, la encontraremos, ya verás! Un momento —y se giró hacia la puerta para llamar a su esposa—. ¡Sofi…, ven acá, querida, quiero presentarte a mi mejor amigo! Ahora verás qué linda es mi esposa y mis dos hijos. ¡No lo vas a creer, yo todavía no me lo creo! Ja, ja
Casi estaba por salir del despacho bajo la mirada del capitán Miller cuando se giró lentamente. No quería perder su trabajo y decidió quitarse a Lucrecia de encima, al mismo tiempo que ganaba puntos con el nuevo director. Por eso le dijo:—Señor director Miller, disculpe usted. Sé que es nuestro trabajo, pero ahí está de nuevo esa chica llamada Lucrecia, borracha, queriendo ver a la señora Camelia. Desde que la recogió el señor Ariel, viene casi todos los días a dar problemas; siempre era la directora quien los solucionaba. ¿Puede hacerse cargo, por favor, de ella? Esa chica realmente es algo serio.El capitán se quedó observando a Sonia y asintió. Sí que necesitaba mano dura este lugar, se dijo. ¿A quién con buen juicio se le ocurriría poner al frente de este lugar a una mujer como Camelia? Estaba seguro, y por lo que estaba exp
Camelia guardó silencio al escuchar aquellos comentarios, asimilando que tenían razón. Sin embargo, le era más cómodo encargarse personalmente del cuidado de los niños. Siempre le parecía que las auxiliares no lograban hacerlo con la misma eficacia que ella. Ariel, atento, la tomó del brazo, y juntos salieron rumbo al lugar. Quedaron asombrados al llegar y observar todo lo que el capitán Miller había logrado en el mes que ellos habían estado ausentes. El edificio había sido remodelado y pintado; los jardineros habían arreglado el jardín, y las cercas ahora eran más altas. Los niños practicaban deportes bajo la supervisión de entrenadores, y sus risas y expresión de felicidad llenaban el ambiente. Cerca, las auxiliares se relajaban al sol mientras cuidaban a los más pequeños. —Increíble lo que ha hecho en solo un mes —murmuró Camelia, incapaz de ocultar su asombro. —¿Ya ves que no tenías por qué preocuparte? —preguntó Ariel, con una sonrisa que mostraba satisfacción—. Tendríamos
Ariel percibió con claridad cómo el capitán Miller miraba a Camelia. Aunque trataba de ser discreto, había algo en la intensidad de sus ojos que no pasó desapercibido para él. Sabía que su esposa era una mujer hermosa, de esas que llaman la atención en cualquier lugar, pero la profundidad en la mirada del capitán activó de inmediato sus alarmas internas. Aunque Ariel no se consideraba celoso, esa sensación lo llevó a observar la situación desde una nueva perspectiva. —Bueno, ya que éramos vecinos, Miller —dijo Camelia con una naturalidad que sorprendió ligeramente a Ariel, tuteando al capitán sin el menor reparo—, indícame, por favor, dónde está la información sobre los posibles padres del bebé. Miller la observó por un fugaz instante antes de desviar la mirada hacia Ariel, quien permanecía en silencio pero atento, con una leve rigidez en sus facciones. Ante la actitud amistosa de Camelia, Miller avanzó hacia el escritorio, abrió una de las gavetas y sacó un sobre. Mientras lo hac
Con la inquietud instalada como un peso en su pecho, Ariel se apartó un poco junto a Félix para que nadie más pudiera escuchar su conversación. Aunque los hijos que habían aparecido, confirmándose como los legítimos herederos de su hermano, Ariel no podía sacudirse la sensación de angustia. Recordaba con demasiada claridad los episodios relacionados con Mailén y el pánico de imaginar que tal vez existieran embriones suyos dispersos por el mundo. Ese constante temor se afianzaba cada vez que recordaba el extraño mensaje del joven que afirmaba ser uno de los hijos perdidos de Marlon, rogando ayuda para él y sus supuestos hermanos y primos. —Félix —susurró Ariel, con gravedad—, hace tiempo quería preguntarte algo. ¿Recuerdas que te conté cómo Mailén llevó a un médico mientras estuve secuestrado para extraer mi esperma? Porque yo… yo no lo entregaba voluntariamente. Félix asintió confundido, no lograba imaginar hacia dónde quería ir Ariel con aquel comentario, pero el tono de su ami