367. DEMASIADA INGENUIDAD

Ariel miraba a su esposa con seriedad. No podía entender cómo ella no veía lo malo en las personas, a pesar de todo lo que había vivido desde su nacimiento. Luego, dirigió la mirada hacia el mar, soltando un profundo suspiro antes de intentar hablar con suavidad.

—Cami…, bella. ¿Es en serio? A pesar de lo que nos está pasando, ¿no puedes ver lo malo en las personas? —preguntó, sintiéndose frustrado—. No estoy diciendo que sea verdad lo que dijeron sobre Lucrecia, que está enamorada de mí. Pero no puedes negar que desde que la encontré no me deja tranquilo.

 Camelia lo observó en silencio, tratando de recordar todas las cosas vividas con Lucrecia que ella había dejado pasar por alto y justificaba. Sin embargo, las imágenes de la joven golpeada y ensangrentada no se alejaban de su mente, y hasta se veía reflejada en ella el d&ia
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