El ruido de las cosas al caer las hace saltar asustadas. Ariel las dejó caer al escuchar lo último. Las recoge nervioso, las deja en la mesa y se acerca. Le toma la mano a Camelia, que ha comenzado a temblar y a llorar.
—No te pongas así, cariño, no va a pasar eso —pero casi no puede hablar, aterrado ante esa posibilidad—. ¿Puede ver si sus sospechas son verdad, doctora?—No se adelanten, relájate, Camelia —la doctora, al percatarse del gran miedo que tienen ambos, trata de tranquilizarlos—. Puede que la falta de periodo sea por un trastorno y por todo lo que te ha estado pasando.—¡No puedo estar embarazada de ese monstruo, doctora! ¡No lo soportaría! —vocifera Camelia, ahora aterrorizada ante el hecho—. ¡La vida no puede odiarme tanto!Se hace un silencio, solo interrumpido por los sollozos de Camelia. Ariel ahora la abraza por completoLa doctora tranquiliza a Ariel, diciéndole que nada de eso les va a afectar, pero Camelia debe someterse de inmediato a un chequeo general en el hospital. Además, deberán mantener un seguimiento constante durante y después del embarazo. No saben si ella ha adquirido el VIH.—Aunque te hicimos profilaxis, Camelia, debes ahora, más que nunca, mantenerte alerta —observa la mirada de miedo en sus rostros, sonríe y pregunta—. ¿Quieren volver a escuchar el latido? ¿Camelia?—¿Es de Ariel? ¿Está segura de que mi bebé es de Ariel? —insiste Camelia, sintiendo todavía un enorme miedo albergado en su pecho.—¡Sí, sí, cariño! ¡Seguro lo hicimos aquel día en el jardín! Ja, ja, ja… —ríe nerviosamente Ariel, tratando de desviar la atención del susto que tiene Camelia—. ¿O
Ambos conversan mientras avanzan, siguiendo a los niños que corren al encuentro de Marcia, quien saluda a Ismael con una mano mientras escucha a sus hijos gritar al ver cómo el avión vuelve a despegar.—¿Recuerdas al tipo que salvé junto a los otros, por el que me dieron la medalla al valor y luego desapareció del campamento? Se llamaba Osvaldo —le recuerda con tristeza.—Sí, lo recuerdo ahora. ¿Qué pasó con él? ¿Estaba en Brasil? —pregunta con interés.—¡Exacto, papá! ¡Debí haber dejado que lo mataran! —exclama Ismael, visiblemente molesto.Su padre, al escucharlo, se detiene para mirarlo a los ojos. Su hijo, de inmediato, le cuenta que Osvaldo era uno de los hombres que dirigían la red de tráfico humano y ahora comprende lo que le gritaba la mujer que no entendía su idioma cuando lleg&oacut
Ismael, al escuchar aquello, se emociona y de inmediato coloca las manos en el vientre de su esposa, quien sigue contando que la mamá y el bebé no pudieron dormir bien durante el mes en que él estuvo ausente.—Vamos, amor, nos quedaremos a descansar contigo y promete que no te separarás de nosotros nunca más —le dice, besándola con amor.—Lo prometo, amor, lo prometo, bebé —responde Ismael, no puede ser más feliz. Mira a su padre y le señala a su madre. Él asiente y los observa alejarse felices.Luego, se concentra en la mirada preocupada de su esposa, Aurora, que observa a su marido junto a Marcia y los nietos. Avanza hacia ellos, los niños la abrazan, pero se sueltan de inmediato al ver a su padre, Marlon, acercándose.—¡Niños, no corran así! —les llama la atención Marcia, que corre detrás de ellos.
Todos se miran entre sí sin saber cómo reaccionar; es algo que ha tomado a todos por sorpresa. Aunque escucharon lo último, el miedo y la duda los carcomen.—¡Felicidades, Ari! Y dale un abrazo a Camelia de nuestra parte —reacciona Marlon.—¿Mano, estabas ahí? ¿Por qué no me respondiste? —pregunta Ariel, inmerso en su felicidad. Pero escucha la voz de su madre.—Muchas felicidades, hijo, felicidades. Es una bendición el bebé. Haré una comida de bienvenida y, antes de que digas algo, será solo para la familia —explica emocionada Aurora—. Felicidades a Cami también, dile que todo estará bien; la cuidaremos.—Invita a sus padres y hermanos también, mamá —les pide Ariel, lleno de emoción.Hacía mucho tiempo que todos no escuchaban ese tono de voz en Ariel. Sonríen felices d
Es tanta su felicidad que, a pesar de la distancia que los aleja, su voz refleja la inmensa alegría que siente en ese momento. Ríe feliz al escuchar la emoción de sus padres y su hermano, sobre todo con la insistencia de su padre en que lleve su nombre, sea del sexo que sea; quiere que lo herede. —Ya veremos, papá —luego les pregunta—. ¿Creen que mañana puedan esperarnos en casa de los padres de Ariel? —¿Vienen, hija? —pregunta Lirio, pues logró poner el teléfono en altavoz antes de que se lo arrebatara su esposo—. ¿Al fin van a regresar a tierra? Camelia afirma que sí, que prefiere pasar su embarazo en tierra. Para alegría de todos, les dice que irá a pasar un buen tiempo con ellos en la finca, ya que quiere estar a su lado. Lirio se emociona al escucharla, deseosa de que, al fin, llegue el día de tenerla con ellos
El inmenso yate de los Rhys entra en el puerto ante la admiración de todos. La familia al completo ha ido a darles la bienvenida. Observan cómo Camelia desciende, sujeta por Ariel y rodeada de guardias de seguridad que apenas permiten verla.—¿No crees que eres un exagerado, Camilo? —pregunta la señora Lirio, reconociendo a muchos hombres de su esposo en el cuidado de su hija—. Casi no la dejan respirar.—Mamá, mejor así, se va a acostumbrar como yo —dice Clavel, sonriendo al ver a su hermana. Luego los deja y se adelanta al encuentro de Camelia, quien, al verla, intenta correr hacia ella, pero el grito angustiado de su esposo la detiene.—¡No corras, Cami, recuerda al bebé! —se detiene, llevando una mano a su vientre plano, y espera a que su hermana, que es alcanzada por su hermano Gerardo, llegue.Los tres se abrazan emocionados ante las protestas de Ariel, qu
El caos se apoderó de la terraza. Sofía, entre contracciones cada vez más intensas, alternaba su mirada entre su esposo inconsciente a sus pies y los rostros preocupados de la familia. El señor Rhys se irguió con la autoridad que lo caracterizaba y, cual general en medio de la batalla, comenzó a impartir órdenes con voz firme y clara:—Félix, atiende a Sofía —lo llamó, aunque él ya había corrido hacia ella—. Marlon, despierta a tu hermano. Marcia, lleva a los niños con Camelia y su abuela al interior de la casa —hizo una pausa y miró a su esposa—. Aurora, manda a calentar agua, no creo que Sofía llegue al hospital. Ariel y Oliver, carguen a Sofía hasta la habitación de la planta baja. Camilo, tú encárgate de que venga la ambulancia, por si acaso.Mientras Marl
La felicidad parecía florecer en la familia Rhys. Camelia estaba teniendo un embarazo extraordinario. Ya sabían que sería una niña, a la que habían decidido nombrar Alhelí, siguiendo la tradición de su madre Lirio de ponerle nombres de flores.—Alhelí, me gusta —dijo Camelia, contemplando la habitación de su pequeña, contigua a la suya en la casa de los Rhys.—A mí también —contestó Ariel a su lado—. Tu mamá me contó que el nombre Alhelí significa “la que le da sentido a la vida”. Y creo que, en verdad, nuestra pequeña ha llegado para darnos una razón para luchar y ser felices.—Le prometí a papá que si tenemos un niño lo nombraremos como él —comentó Camelia con una gran sonrisa mientras acariciaba su vientre—. Después de todo, los hijos de tu