La felicidad parecía florecer en la familia Rhys. Camelia estaba teniendo un embarazo extraordinario. Ya sabían que sería una niña, a la que habían decidido nombrar Alhelí, siguiendo la tradición de su madre Lirio de ponerle nombres de flores.
—Alhelí, me gusta —dijo Camelia, contemplando la habitación de su pequeña, contigua a la suya en la casa de los Rhys.—A mí también —contestó Ariel a su lado—. Tu mamá me contó que el nombre Alhelí significa “la que le da sentido a la vida”. Y creo que, en verdad, nuestra pequeña ha llegado para darnos una razón para luchar y ser felices.—Le prometí a papá que si tenemos un niño lo nombraremos como él —comentó Camelia con una gran sonrisa mientras acariciaba su vientre—. Después de todo, los hijos de tuOliver lo observó un momento y luego comenzó a buscar en su maletín hasta dar con unos registros amarillentos. Se puso de pie para acercarse más al escritorio del señor Rhys, mientras la luz del atardecer se filtraba por los ventanales, iluminando las páginas envejecidas. —No sabría decirle con certeza. Estos registros del doctor llegaron a mis manos porque mi esposa los había arrancado de su libreta personal. Finalmente lograron descifrar sus extrañas anotaciones en clave —explicaba mientras le entregaba las hojas junto a otras anotaciones—. Como puede ver, menciona la fecha en que Mailen le entregó las muestras de esperma de Ariel, que le extrajo con ayuda de un médico. Hay indicios de que intentaron crear algunos embriones, pero no especifica si tuvieron éxito. El señor Rhys tomó los documentos con manos temblorosas, sus ojos recorriendo cada
Camelia está muy preocupada por su matrimonio. A pesar de que habían retomado las relaciones íntimas, todo le resultaba muy extraño. Para colmo, había vuelto a salir embarazada y Ariel la había dejado de tocar otra vez durante todo el embarazo. Su pequeño, al que nombró Camilo, ya tenía dos años y él seguía sin cambiar. La cuidaba tanto que ahora era ella la que no deseaba tener intimidad con su esposo.Ese día había ido a visitar a su mejor amiga, tratando de escapar de sus preocupaciones como mamá a tiempo completo.—Lía, ¿en qué piensas?— le preguntó Nadia al verla mirar por la ventana de su casa y suspirar a cada rato con nostalgia.—En n
Camelia negó estar todavía en ese punto. Ariel y ella se amaban con locura, pero no podía evitar que el asunto comenzara a preocuparla; temía que desembocara en eso o que su esposo buscara otra mujer para complacer sus deseos.—Sé lo que te digo, Lía, eso es un serio problema que tienen que enfrentar —dijo Nadia con seriedad—. ¿Siguen con las terapias?—Sí, una vez al mes vamos los dos —se detuvo, ruborizada—. Yo no he dicho nada en las sesiones; me da pena.—¡Lía, vas por mal camino! —la regañó su amiga—. Eso tenemos que solucionarlo ya. Contéstame, ¿crees que aguantarías que él te hiciera lo de antes? Me refiero a que te introdujera salvajemente. ¿No te vendrá a la mente el asalto de Leandro?Camelia la miró en silencio. No había olvidado ese hecho, porque cada vez que ha
Marlon Rhys lee detenidamente toda la investigación que le entrega el Mayor Alfonso, quien permanece sentado frente a él. Ha perdido la paciencia desde el último mensaje del joven que dejó la prueba de paternidad, pues no han podido localizarlo. Han revisado casi todos los acueductos de la ciudad y, aunque han obtenido muchos testimonios de haberlo visto, nadie puede decir con certeza dónde encontrarlo.—Estoy muy decepcionado, Mayor —dice Marlon, pasando una mano por su frente—. A pesar de que estoy empleando muchos recursos en su búsqueda, sigue sin aparecer. Tampoco hemos logrado encontrar a la persona que robó los embriones.—Nosotros tampoco hemos tenido éxito —responde el Mayor—. Como ve, debido a la destrucción que provocó Mailen en esa clínica, donde eliminó a todo su personal, no pudimos hablar con nadie. María Graciela, la esposa de Olive
La toma por la cintura y la hace dar un pequeño salto para que se suba a su cadera, caminando con ella así, directo a la habitación de la otra oficina. Se sienta sobre ella mientras continúan besándose de la misma manera que lo hacían al principio. Ariel hunde su cabeza en sus pechos, que han crecido aún más y que le encantan. Desabrocha con maestría el sujetador y los libera, regodeándose con ellos, succionando y chupando cada uno a la vez, mientras Camelia mueve su cintura sobre su excitado miembro.Las respiraciones se vuelven agitadas y los corazones laten desbocados. Ella lo empuja mientras lo ayuda a quitarse la ropa, y Ariel se deja llevar; también extrañaba mucho esa forma de ser de ellos. Se había preparado para hacer algo así en su casa blanca, pero eso lo dejaría para después. Acaricia el cuerpo de ella, que ha ganado unas libras, pero a él le encant
Marlon Rhys, contrario a lo que era habitual en él, había bajado de su auto en la florería para escoger personalmente un ramo de flores con las preferidas de su esposa. Marcia se merecía algo especial después de todo el tiempo que había pasado sola con los niños. Había dejado de contarle sobre los posibles hijos perdidos; solo lo conversaba con su padre y sus hermanos. Una joven muy elegante lo atendió de inmediato, ofreciéndole un impresionante ramo de rosas rojas.—¿No tiene nomeolvides? —preguntó, girando la cabeza para buscar la flor—. Son las preferidas de mi esposa.—¿Es por casualidad Marlon Rhys? —preguntó la dependienta mientras iba en busca de las flores. —Hace un rato un jovencito compró un impresionante ramo diciendo que usted vendría por él.Marlon la miraba sin entender cómo alguien podr&i
El grito de Ariel asustó a Camelia, quien se detuvo y giró para ver cómo él venía corriendo hacia ella. Sin pensarlo, se agachó, la tomó en sus brazos y cruzaron juntos la puerta. Camelia soltó una risa feliz y se asombró al entrar: había un camino de pétalos de camelias que los guiaba hasta la segunda planta, donde la habitación matrimonial estaba hermosamente decorada. Ariel la depositó suavemente en el suelo, dentro de un corazón formado por camelias rojas. Luego, se arrodilló a sus pies y sacó un hermoso anillo.—Ya estamos casados, amor —le recordó Camelia, intentando contener la emoción.—Cami, espera —protestó Ariel, tomando aire y mirándola a los ojos con intensidad—. Camelia Hidalgo Rhys, eres la persona más valiente, encantadora e irreal que ha llenado mi vida con un amor, pureza y felicid
Todo parecía marchar muy bien en la agitada vida de Ariel y Camelia. Después de la hermosa ceremonia de boda religiosa en el yate familiar y con el deseo de inaugurar la asociación cuanto antes, pospusieron su viaje y se sumergieron de lleno en el trabajo. Camelia había regresado muy tarde esa noche y corrió a ver a su hija. Al observar los rastros de llanto en su rostro, se sintió abrumada por la culpa. La llenó de besos, procurando no despertarla, la arropó y bajó a la cocina, donde la mirada de reproche de su abuela la hizo sentirse aún peor. —¡Lo sé, abuela, lo sé! ¡No tengo perdón de Dios! —exclamó, llena de impotencia y tristeza—. ¡Puse a esa chica y todo lo demás por encima de mi hija! ¿Cómo pude hacer eso? ¿Cómo? ¡Sí, sé muy bien lo que se siente cuando